La miseria en África nos concierne a todos por Adriana Boersner Herrera @aboersner
La Organización de Naciones Unidas dice que miles de personas han muerto en Somalia, Kenia, Etiopía y Yibuti debido a la situación de hambruna que allí se vive. Más de 12 millones de personas en la región necesitan ayuda alimentaria pero el resto del mundo, preocupado por sus propios problemas y algún otro caso pendiente (en el Medio Oriente y Magreb), escatiman poco para solventar esta crisis.
La semana pasada se celebró una reunión de la Unión Africana en donde solo asistieron cuatro jefes de estado africanos, dejando varias interrogantes al aire: ¿África hace lo suficiente para combatir su propia desgracia? ¿Se avergonzarán los propios gobiernos africanos por como dejan de actuar ante la miseria de su propia población?. El único aporte hasta ahora que la Unión ha dado han sido 240 millones de euros para alimentar a las víctimas.
Mientras American Express pone una campaña de donaciones para ayudar a África, ¿qué pasa con las acciones de países que han manifestado discursos “de amistad, cooperación y fraternidad” para el que sigue siendo el continente perdido?.
Los calificativos de los medios de comunicación internacionales para relatar la situación en África van desde “la sequía más grave de la historia”, “la peor tragedia humanitaria hasta ahora”, o “peor que la gran hambruna de Etiopía en 1984”, siendo la única manera que han encontrado para llamar la atención de la comunidad internacional, sin el mayor éxito.
Los medios de comunicación de noticias locales y extranjeros tienen un papel relevante en el mundo de hoy y ello empezó a verse con el papel crucial desempeñado en el genocidio de Rwanda a principios de la década de los años ´90. Los medios locales por exacerbar en algunos casos los crímenes y en otros, hacer uso de la radio para alimentar odios inter-tribales, así como, los internacionales por ignorar en un principio la situación que se estaba viviendo en ese país africano presentando con simplicidad los hechos, pero que posteriormente llevarían al mundo entero las imágenes que salían del horror que se vivía en Rwanda.
Luego de 1945, han existido más conflictos armados en todo el mundo en relación a los siglos anteriores, tendencia cada vez más marcada en el siglo XXI. Ahora a comienzos del siglo XXI y tras los sucesos del 11 de Septiembre, que este año cumple ya 10 años, hay problemas claves que el mundo tiene que enfrentar: el terrorismo, la guerra, el narcotráfico, contaminación medio ambiental y la crisis económica. Además de ello se debería agregar en la tendencia de las relaciones internacionales de hoy: fortalecimiento de las instituciones globales y regionales, efectos de las migraciones y tendencias hacia el fortalecimiento de instituciones y gobiernos democráticos.
En el caso de África los tipos de conflictos que vive están relacionados al factor interno de lucha por la conquista del Estado entre distintos grupos mayoritariamente tribales, además del difícil proceso de deshacerse de luchas violentas legadas de la lógica que reinaba durante el período colonial. Todo esto ha conllevado a que el crecimiento económico de esos países sea casi nulo comparado no sólo con el resto del mundo que vive ya en crisis económica, sino con los propios propósitos de cada uno de los países del África. Desde el punto de vista de estos conflictos armados y la situación social y económica que vive, el continente parece estar todavía colonizado.
La “descolonización” en África está por comenzar y en ese sentido, aquellos que hablan siempre desde las “ideas de izquierda” y culpan de la colonización sólo a los países occidentales, pregunto y ¿qué pasa con la colonización de los propios gobiernos y “líderes” de esos países que explotan a su gente para tener poder y hacer del territorio su patio, sin importar el costo económico y social?. Tan culpables son unos como los otros.
La miseria que se vive en cada una de las subdivisiones del continente africano sea el norte-sur-este-oeste o centro, puede que no sean de la misma magnitud o quizás de las mismas características, lo cierto es que independientemente de ello, el resto del mundo debe ofrecer alternativas a conflictos violentos y severos que en África se siguen viendo y se solventaron en décadas y siglos anteriores en otras partes del mundo. Instancias como Naciones Unidas, Unión Africana o el propio Club de Roma deben dejar de venderse como un círculo cerrado de prominentes personalidades y empezar por atender las necesidades reales de los pueblos.