El fin de la era Gadafi está cerca y con ello, el futuro del país magrebí deberá empezar por transitar lo más pronto posible hacia una serie de cambios a tener en cuenta para el proceso político que será la era post Gadafi. Luego del golpe de estado propinado en 1969 al rey Idris I (1951-1969), Gadafi construirá un país a su medida, engrandecido por un culto a su personalidad, patentado a través del famoso Libro Verde que se publicó a partir de 1975.
Dosis de nacionalismo árabe, socialismo y superioridad beduina, aunado a ideales revolucionarios y “democracia directa”, conculcó el curso de todo un país y una sociedad que creyó en un proceso que traería prosperidad y un cambio real tras la única monarquía que se vivió en ese país.
A partir de entonces, el llamado <Estado de las Masas> que crearía Gadafi, transitará por varios períodos: nacionalismo árabe socialista con lo cual vende la Revolución a partir de 1969; financiación al terrorismo en los años ’80 y ’90 (respaldando por ejemplo al Ejército Republicano Irlandés y la OLP) y de movimientos de izquierda tanto en África como en América Latina, además de alentar el terrorismo de Estado, plasmado en los atentados contra los aviones de la UTA (1986) y Pan Am (1988) y el atentado a una discoteca frecuentada por estadounidenses en Berlin en 1986.
Libia no tendrá constitución, la justicia servirá de brazo de represión por parte del Estado, y las fuerzas armadas reducidas a la mínima expresión, colocando a unos mercenarios importados como los únicos acólitos fieles al gobierno libio. La sobrevivencia de este nuevo liderazgo en un país dividido esencialmente por 3 provincias Cirenaica, Tripolitania y Fezzan, y de ellas divisiones tribales y sectarias diversas, se dará por romper las bases de poder de las tribus libias que para 1969 eran las más grandes e influyentes.
Impulsaría en el esquema regional africano la unión política de Libia con Egipto, Siria, Túnez, Chad y Marruecos, todos ellos frustrados, apoyaría la causa palestina contra Israel y abominables dictaduras en Uganda y Zaire con Idi Amin y Mobutu en Zaire, respectivamente, además de presidir la Organización para la Unidad Africana entre 1982-1983. En su lucha contra Occidente pero más precisamente, el imperialismo, se alineó en los ´70-´80 con la entonces Unión Soviética (URSS)- Magreb y Medio Oriente como área de influencia esencial para la URSS-, manteniendo los lazos diplomáticos, pero sobre todo comerciales, con la posterior Federación de Rusia.
Consiguió mantenerse en el poder, a pesar de sufrir dos intentos de golpe de Estado en 1992 y 1993. Su liderazgo y culto así mismo, lo llevaría a presentarse más que como político y gobernante, una suerte de líder espiritual para todo el pueblo libio.
La disidencia en estos 42 años será aplastada, los medios de comunicación estarán bajo un férreo control del gobierno, además de las constantes acusaciones por violación de los derechos humanos que deberá afrontar ante la comunidad internacional. Encarcelamientos y condenas a pena de muerte, además de desapariciones y torturas, serán parte de la cotidianidad en un país de 6 millones y medio de habitantes, con un PIB total de 76.557.000.000 $ (2010), una economía monoproductora, grandes extensiones de desierto que cubren la totalidad del país a excepción de una pequeña franja litoral, y grandes divisiones tribales que siguen siendo un factor clave, no sólo en la composición política y de fuerzas de poder durante el gobierno de Gadafi, sino también, en la era de transición que se pretende en la era post-Gadafi.
El petróleo a pesar de haber sido invertido en educación e infraestructura, la diversificación de la economía ha sido nula, lo que también ha traído de esta riqueza del oro negro, la recreación de una burocracia bizantina y niveles de corrupción elevados.
Retos para la transición en Libia
1.- Para poder hablar de un posible gobierno a manos del único interlocutor reconocido por una gran parte de los países de la comunidad internacional, el Consejo Nacional de Transición (CNT), lo relevante es que las escisiones entre este Consejo y el resto de las facciones que hacen vida en el país magrebí, sean aplacadas mediante acuerdos y pactos políticos de convivencia que hasta ahora solo se han visto plasmados en ideas a través de un borrador. Este anteproyecto se ha impulsado por fuerzas externas para evitar casos fallidos como Irak tras la guerra en 2003.
Lo que es cierto es que lo que ha mantenido unida a la oposición (CNT y rebeldes) es su lucha contra el líder Gadafi, pero más allá de ello, se evidencian tensiones que de no solventarse a tiempo recrearán un peor panorama de guerra del que ya se está observando en Libia. Desde el inicio se confundió la lucha de los rebeldes creyendo que su actuación en estas manifestaciones se forjaba sobre la idea de ser un brazo armado del CNT. Nada más lejos de esta realidad. Los propósitos de cada bando parecen ir por lados distintos a pesar de que su objetivo ahora es común: acabar con Gadafi.
2.- La representación de todos los rebeldes, que vienen de tres zonas diferentes del país: los de Bengasi (este), los del centro del país y los del oeste (que han sido los que han entrado finalmente en la capital, Trípoli) están condenados a entenderse tratando de que cada una de las tribus regionales lleguen a comprometerse en construir la transición que el país necesita. Deberá de buscarse el consenso para que cada una de las partes se beneficie, según sus expectativas y necesidades, además de verse representadas en el futuro gobierno político.
Los desacuerdos entre tribus y regiones son incuestionables. En el patrón de los últimos meses de conflicto, las tribus del oeste no ven de buena manera la repentina dominación de un movimiento que comenzó en el este (Bengasi). La coordinación de liderazgo entre los rebeldes ahora es cuestionable.
3.- Restablecer la producción petrolífera y la producción económica en general del país será vital para lograr estabilidad y evitar que el país sucumba como otros Estados, en un caso de Estado Fallido.
La era post Gadafi deberá destruir todo un sistema que se construyó en base a su persona y comenzar desde cero para fundar instituciones representativas que son parte de las demandas que la base de la sociedad libia reclama y una necesidad inminente para la crisis que vive el país.
La Unión Europea y Estados Unidos seguirán de cerca los acontecimientos y el desarrollo de los eventos, posiblemente paralizando avanzadas militares en otras partes de la región del Medio Oriente, específicamente Siria, y el Magreb, por el costo político (evitar que se convierta en un Irak o Somalia), pero mayor aún, por el costo económico, que eso significaría para Occidente, en momentos en que franquean la cúspide de una crisis financiera peligrosa a comienzos de siglo.
Por Adriana Boersner Herrera
Twitter: @aboersner