Para las niñas y adolescentes, las dificultades en el acceso a toallas, tampones o copas menstruales les impiden salir de sus casas, pues el riesgo de mancharse aumenta
Ser mujer y menstruar en Venezuela es un reto, cuando no un problema: adquirir un paquete de toallas sanitarias, el cual compromete hasta la mitad del salario mínimo, puede atentar contra la posibilidad de comprar un producto de la canasta básica.
Las medias viejas, el papel higiénico o los cartones se convierten en compresas temporales para gestionar los días de sangrado de las venezolanas, quienes deben sobrevivir la regla en medio de un país atascado en la hiperinflación y otras crisis.
Para las niñas y adolescentes, las dificultades en el acceso a toallas, tampones o copas menstruales les impiden salir de sus casas, pues el riesgo de mancharse aumenta y en las instituciones educativas muchas veces no está garantizada el agua potable, el papel higiénico, ni el funcionamiento de los baños.
La organización Human Rights Watch advierte que la complejidad del contexto “afecta el ejercicio del derecho a la educación, al trabajo y la salud”, así la menstruación se transforma en un factor capaz de condenar a las niñas y mujeres a la pobreza.
La migración no resuelve el problema
Durante siete años de migración forzada, millones de venezolanos han huido en dirección a Colombia, resultando la región Norte de Santander en la entrada principal a suelo neogranadino debido a la frontera común con Venezuela a través del estado Táchira.
Según un informe elaborado por la fundación Comparte Por Una Vida Colombia, el 41 % de las niñas migrantes en Norte de Santander no cuentan con productos durante su regla y la mayoría usa pedazos de tela o papel higiénico, aunque, si la precariedad aumenta emplean papel periódico o plumas de pollo, refiere el informe “De la menstruación no se habla”.
Datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) apuntan que “la menstruación es una de las causantes del ausentismo escolar en América Latina”, pues, debido a la falta de insumos para gestionar su regla, el 43 % de las alumnas en la región prefieren ausentarse de las aulas de clase.
Más de dos millones de venezolanos residen en Colombia, de estos, 1.248.269 personas son mujeres y niñas; el 96 % de ellas se halla en edad de menstruar, pero el 75 % no dispone de recursos para atender su salud menstrual, sexual y reproductiva, evidencian datos recabados por la fundación.
Comparte Por Una Vida Colombia comprende que las mujeres, niñas y adolescentes migrantes son agentes de su propio cambio, por tal razón, emprendió un programa que imparte el entendimiento integral del ciclo menstrual y los derechos sexuales y reproductivos.
Desde 2020, la fundación genera espacios seguros donde son impulsadas cuatro capacidades: la palabra libre, el cuestionamiento crítico, el conocimiento apoderado y la elección consciente.
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