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Recesión

OVF: Venezuela salió de la recesión pero el crecimiento económico aún es débil
EL OVF destaca que las políticas que han seguido las autoridades del BCV de esconder variables fundamentales, se han convertido en grandes obstáculos para poder obtener cifras oficiales

 

El Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) señaló que Venezuela salió de la recesión, pero que el crecimiento económico aún sigue siendo débil.

El OVF señaló que en el primer trimestre de 2022, el nivel de actividad económica estuvo 32% por debajo del valor del primer trimestre de 2014 y todavía se mantiene 10% inferior al nivel pre pandemia (primer trimestre de 2019),  lo cual evidencia el colapso que ha registrado la economía venezolana.

El OVF indicó que, para el primer trimestre de 2022, la actividad económica en Venezuela registró un aumento de 7,8%, que obedece principalmente al aumento de la producción de petróleo y a un «efecto rebote», toda vez que se comparan los niveles de producción del primer trimestre de 2022 con el mismo período de 2021, cuyos valores fueron muy bajos.

«Las actividades de la economía no petrolera han mostrado una muy leve recuperación cuando se miden usando  indicadores indirectos, tales como el IVA recaudado, ante la ausencia de cifras con mayor nivel de agregación tales como los volúmenes de venta del comercio o la producción manufacturera. La cartera de crédito de la banca no aumenta de manera apreciable debido a la política de elevados encajes que está empleando el BCV», señaló el OVF. 

EL OVF destaca que las políticas que han seguido las autoridades del BCV de esconder variables fundamentales se han convertido en grandes obstáculos para poder obtener cifras oficiales.

El devastador efecto de la crisis sigue presente

El economista José Guerra indicó a través de su cuenta en Twitter que aunque la actividad económica registró un aumento, sigue «semipostrada», porque no hay signos o indicadores evidentes de un despegue.

«La política monetaria del BCV ha asfixiado el crédito bancario. En este primer trimestre, la economía venezolana se sitúa en -30% inferior al nivel que tenía en 2014 y -10% del nivel que tenía cuando se anunció la pandemia, de manera tal que el efecto devastador de la crisis sigue presente en el país», explicó Guerra. 

En junio la inflación se desaceleró a un dígito: ¿a qué costo?
El anclaje del dólar y una menor expansión del gasto público permiten contener el alza de los precios, pero analistas advierten que se profundiza la recesión y se trata de un equilibrio frágil e inestable

 

 

 

Las mediciones del Observatorio Venezolano de Finanzas, Síntesis Financiera y Econométrica indican que la inflación se desaceleró notablemente en junio y al compararla con el registro del Banco Central es la primera vez en los últimos cincuenta meses, desde abril de 2017, en que solo aumenta un dígito.

 El Observatorio señala que en junio los precios escalaron 6,4%, Econométrica obtiene un resultado muy similar, en el rango de entre 6%-7% y Síntesis Financiera calcula 9%. El resultado contrasta con mayo, cuando de acuerdo con los datos del Banco Central, el salto fue de 28,5%.

La inflación pierde intensidad gracias a la pasividad del dólar. En junio el tipo de cambio prácticamente se mantuvo estático, algo que tiene impacto en una economía donde la moneda estadounidense gana peso como medio de pago y es la referencia para calcular precios y costos de reposición.

En el mercado oficial la cotización del dólar aumentó 42% en abril, 10% en mayo y 3% en junio. En el mercado paralelo experimentó una tendencia similar.

“Anclar el tipo de cambio en una economía que se está dolarizando tiene un efecto de contención de la inflación”, dice José Guerra director del Observatorio Venezolano de Finanzas.

Menos bolívares

Para estabilizar el dólar el gobierno toma medidas para frenar el aumento de los bolívares que circulan en la economía. Sin bolívares, no es posible comprar divisas. La estrategia consiste en restringir el crédito y disminuir la expansión del gasto público, que ha caído a mínimos históricos en términos reales.

Para cerrar el grifo del crédito el Banco Central obliga a los bancos a inmovilizar 85% de los depósitos y el poco ímpetu del gasto del gobierno es evidente por el bajo monto de los salarios en ministerios y empresas del Estado.

Al contener el gasto el gobierno recurre en menor medida a la emisión de dinero para financiarse. Síntesis Financiera precisa en su informe El Tesorero que la base monetaria, un indicador que refleja el dinero que crea el Banco Central, está creciendo a menor ritmo.

“La moderación en el crecimiento del precio del dólar en junio refleja, principalmente, la desaceleración del ritmo de crecimiento mensual de la base monetaria, el cual bajó a 14% desde 28% en mayo”, precisa Síntesis Financiera.

Para estabilizar el tipo de cambio el Banco Central también vende divisas en efectivo a través de las entidades financieras a un ritmo de 20 millones de dólares semanales, de esta manera, aumenta la oferta de billetes verdes y refuerza la estrategia para disminuir los bolívares en la economía.

 La recesión

Si bien el ajuste en el gasto del gobierno y el bajo monto del crédito ayudan a estabilizar el dólar, la recesión se profundiza porque las empresas no tienen financiamiento y el gasto público no ayuda a empujar la economía.

Tamara Herrera, directora de Síntesis Financiera, explica que “por primera vez en años la inflación fue de un dígito. Pero hay un efecto recesivo prolongado, no hay crédito salvo para unas pocas empresas que pueden recibir préstamos indexados o en divisas. Además, se aplica una reducción progresiva del gasto público en términos reales”. 

En un entorno signado por la debacle de la producción petrolera, la economía venezolana está en recesión desde 2014 y en los últimos siete años el PIB acumula un declive de 76%.

Dólar recortado

Como el precio de los productos y servicios aumenta a una velocidad que supera el incremento en la cotización del dólar, se requieren más billetes verdinegros para comprar las mismas cosas, algo que el común de los venezolanos denomina “la inflación en dólares”. 

De acuerdo con las estimaciones de Síntesis Financiera en el primer semestre de este año, el poder de compra del dólar cayó 8%.

Un elemento clave es que el bolívar está sobrevaluado y el precio de los productos importados se abarata respecto a los elaborados en el país. “La entrada de productos importados a un relativo bajo costo en una economía donde la demanda está deprimida es algo que también ayuda a la baja de la inflación”, dice Tamara Herrera.

Pero agrega que “esta dinámica de sobrevaluación de la moneda profundiza la recesión porque los productores nacionales no tienen cómo competir con los productos importados. Solo se benefician sectores que tienen alta dependencia de las importaciones o comerciantes que sacan provecho de una moneda sobrevaluada”.

La sostenibilidad

La posibilidad de que en lo que resta de año el gobierno logre consolidar la desaceleración de la inflación luce complicada. José Guerra señala que “si la economía comienza a crecer habrá una mayor demanda de divisas y el Banco Central tiene muy pocas reservas para estabilizar el tipo de cambio”.

Agrega que “el dólar se está abaratando, esto también impulsa la demanda de divisas, se trata de un equilibrio frágil e inestable”.

Las reservas internacionales se ubican en mínimos históricos de 6.173 millones de dólares y el grueso corresponde a barras de oro, la porción líquida no supera mil millones de dólares.

Henkel García, director de Econométrica, indica que “lo que ocurra en el resto del año va a depender de cuán disciplinados pueden ser con el financiamiento del gasto público por parte del Banco Central, tomemos en cuenta que está planteado un evento electoral en noviembre”.

“También está por verse si van a tener suficientes dólares para seguir alimentando al mercado”, añade Henkel García.

Ana Belmonte, economista y profesora de la Universidad de Carabobo, destaca que “dudo de la sostenibilidad con base al análisis de liquidez, la liquidez aumento 220% en el primer semestre. Eso es menor al mismo lapso de 2020 y 2019, pero ese ritmo no va a permitir que salgamos de la hiperinflación”.

“Hay factores que todavía no están claros. Por ejemplo, a pesar del marco de sanciones el aumento del precio del petróleo podría mejorar el ingreso de divisas del gobierno”, dice Ana Belmonte.

Tamara Herrera no duda que habrá un mayor crecimiento del gasto público en el segundo semestre. “A partir de agosto y septiembre va a haber una aceleración del gasto, por razones estacionales y electorales. El impacto en la inflación dependerá en mucho de lo que haga el Banco Central. Para contener la inflación va a tener que aumentar la oferta de dólares en el mercado cambiario”.

Técnicamente Venezuela ingresó al túnel de la hiperinflación en diciembre de 2017. Para diagnosticar esta enfermedad la mayoría de los economistas emplea la definición que en 1956 estableció Phillip Cagan: un país sufre hiperinflación cuando la inflación alcanza 50% en un mes y culmina cuando en un período de doce meses no ha habido otro mes de 50%.

Para salir de la hiperinflación los precios tendrían que aumentar a una tasa mensual inferior a 50% durante lo que resta de año. La inflación continúa moviéndose en niveles muy elevados: según el Observatorio Venezolano de Finanzas en los primeros seis meses de este año acumuló un salto de 333%.

Las proyecciones

En su último reporte Latin Focus, una firma que agrupa el análisis de entidades financieras y consultoras como Oxford Economics, Moody’s Analytics y UBS, indica que el promedio de las proyecciones señala que la inflación de este año culminaría en 1.638%, resultado que si bien sigue siendo muy elevado representaría una desaceleración importante respecto a 2.959% en 2020.

Síntesis Financiera considera que la clave estará en el comportamiento de la base monetaria. “Si el Banco Central lograra mantener el ritmo de crecimiento mensual de la base monetaria por debajo de 20% en el segundo semestre de este año, el panorama de precio del dólar y la inflación tendrían que ser ajustados pronunciadamente a la baja”. 

Añade que “de materializarse esa situación, el precio del dólar al cierre de 2021 podría ser inferior a 10 millones de bolívares y la inflación sería 1.000% en el año”.

 

El dólar escaló 30% en abril: ¿a cuánto llegará en lo que resta de año?
La liquidez superó la barrera del billardo. Para tratar de contener el ascenso del dólar el Banco Central asfixia al crédito. El impacto en el sistema financiero obligó a permitir un descuento del encaje

 

@vsalmeron

 

La cotización del dólar en el mercado oficial experimentó un alza de 30% en abril y rompió con la pasividad de marzo, mes en que solo aumentó 4%. La escalada impulsó el precio de productos y servicios, pero lo inquietante es que analistas coinciden en que el ascenso apenas comienza.

El promedio de las proyecciones de los panelistas de FocusEconomics, entre los que se encuentran bancos y firmas como BancTrust, Julius Baer y Oxford Economics, señala que el tipo de cambio oficial, que el seis de mayo inició la jornada en 2 millones 866 mil bolívares, estará en torno a 16 millones 900 mil bolívares al cierre del año.

Leonardo Buniak, analista de riesgo bancario y director de la firma Buniak & Company indica que “nuestra estimación para el cierre del año es un dólar en torno a 13 o 14 millones de bolívares, pero puede ser más alto porque todo va a depender de cómo se comporten los agregados monetarios”.

Entre las proyecciones que estiman un salto mayor destaca la de Ecoanalítica que calcula que el tipo de cambio oficial culminará este año en 18 millones de bolívares por dólar.

El hundimiento del bolívar golpeará con mayor fuerza a quienes no tienen ingresos en divisas y aumentará la desigualdad. De acuerdo con un estudio de Datanálisis realizado en febrero de este año, solo 21,8% de los venezolanos afirma que ellos o algún miembro de su familia recibe algún tipo de compensación laboral en moneda extranjera.

Los pagos indexados no son para la mayoría: solo 27,4% indica que ellos o alguno de sus familiares recibe algún tipo de compensación laboral calculada de acuerdo a la tasa del tipo de cambio paralelo, que suele ser ligeramente superior a la tasa oficial.

Además, el 35,4% de los ciudadanos señala que recibe remesas, pensiones o algún tipo de ayuda desde el exterior.

Reacción en cadena

Tras no ahorrar durante el período de los altos precios del petróleo, endeudarse masivamente, no realizar las inversiones necesarias para mantener la producción petrolera y generar una profunda recesión que merma la recaudación de impuestos, el gobierno está en bancarrota y recurre a la emisión de dinero.

Sin mayor control, el directorio del Banco Central autoriza la creación de bolívares que financian el gasto de ministerios, institutos, alcaldías y empresas públicas quebradas.

Durante el primer trimestre la administración de Nicolás Maduro contuvo el gasto, pero en medio del incremento de los casos de coronavirus lo aumentó en abril mediante el reparto de bonos a trabajadores del Estado y familias de bajos recursos. Además, el gobierno elevó la compra de insumos.

El gasto del gobierno activó una cadena conocida: las familias recibieron bolívares y rápidamente los gastaron en comercios que, a la brevedad, los cambiaron a dólares porque después de tres años en hiperinflación el bolívar es una moneda moribunda. 

Al mismo tiempo, las empresas que prestaron servicios o vendieron insumos al gobierno también recibieron bolívares que rápidamente cambiaron a dólares para proteger sus ingresos.

Así, el incremento de la demanda de divisas impulsó la cotización del dólar que es la referencia que utilizan empresas, comercios y particulares para calcular sus costos y establecer precios.

El billardo

El aumento de la cantidad de bolívares en la economía alcanzó dimensiones complicadas para la lectura. En la tercera semana de abril, último dato oficial, la liquidez superó la barrera del billardo. Un billardo es uno con quince ceros y equivale a mil billones.

Leonardo Buniak destaca que “por primera vez vemos un billardo como unidad monetaria. Si la liquidez sigue creciendo mensualmente a este ritmo, la estimación para fin de año es que estará en 5,7 billardos de bolívares”.

Además de impulsar el dólar, en términos generales, la inyección de dinero por parte del Banco Central desequilibra por completo la oferta y la demanda en la economía. Leonardo Buniak resume que “se entrega poder de compra para adquirir productos que no se han producido, esto tiene consecuencias inflacionarias”.

De acuerdo con el Banco Central de Venezuela, entre marzo de 2020 y marzo de este año la inflación registró un salto de 3.012%. 

Descuento y euros

Mientras con una mano el Banco Central crea dinero para financiar al gobierno, con la otra toma medidas para evitar que los bancos otorguen créditos que financien la compra de divisas y den un impulso extra al dólar.

Para bloquear el crédito el Banco Central obliga a los bancos a mantener como reservas 85% de los depósitos que gestionan -el encaje en la jerga financiera-y sanciona con multas severas a las entidades que no cumplen la orden.

Pero en vista de que en abril un grupo de bancos sufrió un problema severo de iliquidez e incumplió de manera reiterada con el monto de los depósitos a inmovilizar, el Banco Central permitió un descuento del encaje que solo se aplicará en mayo.

El descuento varía en cada caso y equivale “al monto de intereses pagados por cada banco por incumplimiento del encaje desde el cuatro de enero de 2021”.

La firma Síntesis Financiera explica en su informe El Tesorero que “es posible que la mayoría de los bancos estén cerca de eliminar su déficit de encaje, gracias a la deducción, pero seguramente habrá algunos que continuarán presentando déficit esta semana”.

Agrega que “lo breve del lapso de vigencia del descuento, apenas un mes, hace pensar que pronto se requerirán nuevas medidas”.

Síntesis Financiera destaca que las autoridades no han creado las condiciones para disminuir el encaje hasta proporciones normales -entre 20% y 30% de los depósitos- a fin de que el crédito fluya “sin presiones indebidas sobre el precio del dólar”.

La firma sostiene que es necesario que crezca la disposición de las empresas y las personas a mantener bolívares en sus cuentas y “lograrlo supone que las autoridades superen el desafío de credibilidad y confianza que permita atraer los capitales que demanda con urgencia la economía venezolana”.

Además de asfixiar el crédito, el Banco Central comenzó a vender euros en efectivo a través de los bancos a fin de aumentar la oferta de divisas y contener el ascenso del dólar, pero la oferta es muy baja y está muy lejos de satisfacer la demanda.

Banqueros consultados indican que desde marzo el Banco Central inyecta al mercado alrededor de 10 millones de euros a la semana, una cantidad que no ha logrado estabilizar al tipo de cambio.

Dólares en depósitos

La pulverización del bolívar alentó la circulación del dólar y la apertura de cuentas en divisas que ganan espacio en el balance de los bancos. Al cierre de marzo de este año las captaciones en dólares de libre convertibilidad ascienden a 270 millones y representan 46% de los depósitos.

Los balances indican que los cinco bancos líderes en depósitos en dólares son BNC, Mercantil, Venezuela, Bancaribe y Bancamiga, con lo que está en marcha una recomposición en el ranking de captaciones.

Un aspecto clave es que los bancos han ampliado las facilidades para movilizar los dólares a través de cuentas que permiten transferir divisas a clientes del mismo banco.

Además, ya existen cuentas en dólares con tarjetas de débito que funcionan para pagar en cualquier comercio del país y del exterior; retiro de efectivo en cajeros automáticos de otros países y transferencias de dólares desde una cuenta en Venezuela a una cuenta de otro banco en el extranjero y viceversa.

Las cuentas en dólares con tarjetas de débito permiten pagar en cualquier establecimiento del país mediante un sistema donde al cliente se le debitan dólares, pero el comercio recibe bolívares. 

Mercado de capitales

El 18 de febrero Fedecámaras le entregó al Gobierno un documento con sus propuestas y necesidades para reactivar la economía. Entre los puntos figura la “reactivación del crédito para financiar capital de trabajo, importaciones y pagos a proveedores”.

A comienzos de este año en vista de que los depósitos en dólares representan una porción sustancial de las captaciones, un grupo de bancos comenzó a otorgar préstamos en divisas, pero la Superintendencia de Bancos y el Banco Central frenaron el proceso.

Las autoridades intervinieron y prohibieron la entrega de créditos en dólares sin autorización previa. Banqueros consultados indican que desde entonces, aunque se han introducido solicitudes, no ha habido aprobación alguna y el crédito a las empresas sigue fuertemente restringido.

En este entorno empresas como Calox, Cargill y Montana Gráfica han aumentado la emisión de bonos a través de la Bolsa de Valores de Caracas y compañías como Impulsa sirven de canal para que el sector agroalimentario obtenga financiamiento. Pero el mercado de capitales es enano y es incapaz de sustituir a la banca.

Si bien la decisión del Banco Central de asfixiar el crédito bancario ha tenido algún efecto de contención en el alza del dólar, el precio a pagar ha sido una economía sin financiamiento a la producción y el consumo.

FMI: Recesión de 2020 no va a ser tan severa, pero la recuperación será larga y desigual
El FMI estimó una contracción de la economía global de 4,9%

 

Este martes, 6 de octubre, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva advirtió que la recesión global en 2020 por la crisis de la pandemia va a ser menos severa de lo previsto, pero la «ascensión» hacia una recuperación va a ser «larga, desigual e incierta».

«El panorama es menos nefasto hoy. Estimamos que la evolución en el segundo y tercer trimestre fue mejor a lo esperado, lo que permite una pequeña revisión al alza del pronóstico global para 2020», dijo. 

El pasado 24 de junio, el FMI publicó una actualización muy sombría de sus previsiones, en la que estimó una contracción de la economía global de 4,9%, frente a una proyección de una caída del PIB mundial de 3% hecha en abril.

Para Latinoamérica y el Caribe en junio el FMI pronosticó una contracción del PIB de 9,4% en 2020 y las contadas actualizaciones muestran un escenario dispar.

El lunes el Fondo mejoró sustancialmente la previsión para Brasil este año de una contracción de 9,1% anticipada en junio a una caída del PIB de 5,8%.

A finales de septiembre empeoró su pronóstico para Colombia, proyectando una caída del PIB de 8,2% en 2020 frente a una previsión de un decrecimiento de 7,8% hecha a mediados de año.

En su discurso, Georgieva indicó que en los lugares donde persista la pandemia «es crítico mantener los salvavidas» para la economía, las empresas y los trabajadores.

«Si se cortan los salvavidas muy pronto, el largo ascenso se convierte en una caída precipitada», indicó.

Jose A. Guerra Jul 19, 2020 | Actualizado hace 1 mes
Ochenta y seis por ciento

@JoseAGuerra 

Ochenta y seis por ciento (86 %) es la caída acumulada de la actividad económica de Venezuela entre el primer trimestre de 2013 y el primer trimestre de 2020, según el Indicador de Actividad Económica Mensual que calcula la Asamblea Nacional, como sucedáneo de las cifras que el BCV oculta.

Durante el tiempo que Nicolás Maduro ha permanecido en el poder Venezuela ha sufrido un retroceso en absolutamente todos los indicadores, cualquiera sea la dimensión que se utilice o el concepto del cual se trate.

Que la economía se haya contraído en esa magnitud significa que hoy su producto interno bruto sea equivalente al de Paraguay cuando hace treinta años se parecía al de Argentina. En términos de habitantes, el ingreso nacional de Venezuela en 2020 solamente supera al del empobrecido y sufrido Haití.

No es fácil para alguien que no esté familiarizado con los temas económicos o para un ciudadano inocente que de buena fe crea que en Venezuela está teniendo lugar un cambio socio político, asimilar el impacto de la hecatombe venezolana.

En cualquier ámbito de comparación que dé cuenta de la calidad de vida, como el ya señalado ingreso nacional por habitante, la esperanza de vida al nacer, el nivel y calidad de la educación, la atención sanitaria o el más elaborado, Índice de Desarrollo Humano, el régimen madurista representa una calamidad. ¿Cómo ha podido suceder semejante tragedia?

Los procesos sociales no suceden por azar. Este cuenta en muchos aspectos de la vida, pero las ciencias sociales están dotadas de instrumentos para analizar dinámicas como la venezolana. La causa de fondo reside en el modelo confeccionado por Hugo Chávez desde 2005.

Entonces comienza en firme el camino de la estatización de la economía para supuestamente implantar un modelo socialista, al estilo de los que fracasaron en la Unión Soviética y Cuba.

Chávez, un hombre de ideas elementales, pero con una tenacidad ilimitada, se lanza por el camino sin retorno de usar al petróleo para financiar esa aventura.

Creyó que el petróleo podía emplearse para apuntalar un modelo de estatización de los medios de producción, que en la versión dogmática del socialismo deberían pasar a manos del Estado. Ello se tradujo en succionar la renta petrolera hasta el extremo de secar la industria petrolera y embarcar a Pdvsa en proyectos y actividades sin ninguna viabilidad financiera o social como lo fueron Pdvsa industrial, las petrocasas, Pdval y tantos otros sueños, uno tras otro fallido.

Esta senda implicó distraer recursos que se hubiesen dedicado a la inversión en petróleo. Y cuando ya la caja registradora de Pdvsa dejó de sonar señalando que sus finanzas estaban exhaustas, recurrió Chávez al endeudamiento.

Maduro siguió ese mismo camino y además ensayó con presidentes de Pvdsa y ministros de Petróleo, uno peor que el anterior hasta llegar al general Manual Quevedo, hombre de peinilla, rolo y bombas lacrimógenas, pero no de la ciencia de los hidrocarburos.

Así fue la destrucción de Venezuela, poco a poco pero a paso firme hasta que en junio de 2020 la producción de petróleo alcanzó a cerca de 400.000 barriles por día, similar a la que obtuvimos en 1947, pero con más de veinte millones de habitantes respecto a ese año. Un retroceso de setenta y tres años. 

19 de julio de 2020

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Para obtener más ganancias no hay que aumentar los precios sino los salarios

@victoralvarezr     

En la carrera de salarios vs inflación siempre salen perdiendo los salarios. Cuando el aumento de la canasta básica es mayor que el aumento salarial, no solo se anula el incremento, también se pierde parte del salario anterior y a las familias que viven de un ingreso fijo les sobra mucho mes al final del sueldo.

Cuando se castiga el salario también se castiga la actividad económica. La inflación erosiona el poder adquisitivo, contrae el consumo privado, reduce la actividad productiva y desata un círculo vicioso difícil de atajar.

Al no haber suficiente demanda las empresas ajustan sus nóminas al nivel de producción que pueden vender, el ritmo de la economía se desacelera y, si se contrae aun más la capacidad adquisitiva, esto lleva a una contracción que finalmente puede desembocar en una prolongada recesión. Un aumento del salario real mueve la economía y ayuda a vencer la recesión.

Quienes viven de un ingreso fijo tienen mayores necesidades insatisfechas y cuando reciben un aumento de sueldo tienden a gastarlo todo. Por eso, el salario no puede ser considerado solo como un costo de producción más: es la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada. Y un aumento salarial contribuirá a la reactivación económica siempre y cuando no sea inmediatamente trasladado a los precios.

Por lo tanto, para obtener más ganancias no hay que aumentar los precios sino los salarios. Así se abre el margen para reactivar la economía en un círculo virtuoso de mejores salarios, mayor demanda, mayor producción, mayores ventas, más ganancia y mejor rentabilidad.

Pero en los hechos ocurre todo lo contrario. Los precios suben pero los salarios no se ajustan de inmediato. El aumento, además de ser tardío, no compensa la pérdida del poder adquisitivo. Los asalariados reaccionan con retraso y, cuando por fin logran una compensación, ya han perdido buena parte de su ingreso.

No me suban más el sueldo pero paren la inflación es el grito de obreros, funcionarios, profesionales, técnicos, gerentes y todo aquel que vive de un ingreso fijo. Prefieren que no decreten más aumentos pero que paren la inflación para al menos preservar su poder adquisitivo.

Los aumentos por decreto se vuelven pura ilusión monetaria: nominalmente se gana más pero realmente se puede comprar menos. Solo si están respaldados por incrementos en la productividad, el aumento nominal de los salarios se traducirá en un incremento del poder real de compra en los hogares y en una mejora de su calidad de vida y bienestar.

Ver video YouTube: No me suban más el sueldo, pero paren la inflación. 

 

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Alejandro Armas May 15, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
El ciclo del pensamiento económico

@AAAD25 

Debo confesar que, cuando la pandemia de covid-19 estuvo en buena medida confinada a las riberas del Yangtzé, con unos pocos casos en Bérgamo y Seattle, estuve entre los muchos que reaccionaron con escepticismo ante los primeros vaticinios de que el virus transformaría el mundo. Fui un troyano incrédulo más, de cara a las visiones de Casandra. Como mucho, pensé entonces, aumentaríamos considerablemente nuestro consumo de jabón de manos. Vaya lección de humildad que los dioses olímpicos nos tenían preparada a los mortales, por seguir con la analogía helénica. Llevo dos meses sin casi aventurarme más allá del umbral de uno de esos infamemente compactos apartamentos neoyorquinos. Junto con millones de personas igualmente bajo una suerte de arresto domiciliario, aprovecho el confinamiento para meditar sobre el porvenir de todas aquellas actividades que se ven comprometidas por el esfuerzo para contener el coronavirus. Hay gente que pudiera desistir de los viajes en avión que no obedezcan a asuntos de vida o muerte. Otros que siempre han ido al trabajo en tren o autobús, quizá preferirán una bicicleta. Habrá incluso quien no le vea sentido a ir del todo a una oficina, tras descubrir que la tecnología contemporánea le permite desempeñar todas sus funciones laborales desde el hogar.

Sí, el mundo muy probablemente cambiará de forma drástica. Ese cambio no será en ningún ámbito tan marcado como en la economía. Ya lo estamos viendo. El planeta se está hundiendo en la peor crisis económica global desde la Gran Depresión que finiquitó el primer tercio del siglo pasado. En casi todos los países, el aparato productivo se encuentra paralizado o moviéndose a algo que no llega ni a media marcha. Las empresas, grandes y pequeñas, han visto sus fuentes de ingreso esfumarse de la noche a la mañana, mientras que sus costos operativos básicos (sueldos, alquileres, etc.) no han ido a ninguna parte. Todas han suplicado a sus respectivos Estados que les briden ayuda con urgencia, para no fenecer. Los parlamentos y los bancos centrales han asumido un papel protagónico en el esfuerzo por reducir cuanto sea posible el desmadre financiero.

El incremento súbito de la intervención del Estado en la economía a nivel global no ha sido interpretado de forma unánime. Socialdemócratas y populistas de izquierda, en primer lugar, gritaron “¡Te lo dije!” y plantearon que las consecuencias de la epidemia expusieron los vicios de un statu quo mezquino y negligente, que abandona a su suerte a los humildes cuando las flechas se tornan coloradas y apuntan hacia abajo. Ha pasado antes, pero no con esta magnitud de desempleo y empobrecimiento, recalcan. Por tanto, saludan el nuevo rol del Estado, pero advierten que debe ser el preludio para algo más permanente, en aras de una prosperidad más inclusiva en el largo plazo.

Por el contrario, los liberales ven con recelo y alarma la situación. Están convencidos de que el progreso material de las últimas décadas, que ha beneficiado a ricos y pobres, se debe al laissez-faire. Para ellos, que dicho beneficio se manifieste de forma desigual es irrelevante, puesto que de otra forma todos estarían peor. Así que la crisis económica generada por el covid-19 no es más que un pretexto de estatistas irresponsables para dar al traste con un sistema que debe ser preservado… Y al parecer están teniendo éxito. “¡Cuántos keynesianos por todas partes!”, escribió recientemente en Twitter Antonella Marty, una de las nuevas voces liberales más prominentes en América Latina.

Hay indicios de que, para bien o mara mal, guste o no, estamos ante el fin del segundo apogeo del liberalismo como paradigma económico predominante.

Digo “segundo”, porque esa filosofía ya ha pasado por un génesis, una cumbre y una caída. De hecho, si entramos a una nueva era de Estados del Bienestar amplios, sería confirmación de que la historia del pensamiento económico, al menos desde la Revolución Industrial, no avanza de manera lineal, sino cíclica. Es más similar a la cosmología hindú y mitológica escandinava, que al relato horizontal de las religiones abrahámicas. En este ciclo, el liberalismo y el estatismo moderado se rotan en la posición de paradigma hegemónico, pero sin abandonar nunca el modo de producción capitalista. Mismo sistema, con distintos grados de regulación. Ello echa por tierra la interpretación marxista y materialista del progreso lineal hegeliano en la historia de las ideas. El socialismo “científico” fracasó en su predicción del desplazamiento del capitalismo por el comunismo como sistema económico final. Todos los experimentos marxistas colapsaron (e.g. URSS), fueron clausurados discretamente (e.g. China y Vietnam) o se quedaron estancados en una etapa autoritaria que se suponía transitoria (e.g. Cuba). En cambio, el capitalismo se ha mantenido en pie aunque, repito, alternativamente bajo regímenes más o menos liberales o socialdemócratas.

En fin, en el referido ciclo, el paradigma dominante es aquel sobre el cual, en un momento dado, reposa el grueso de las políticas económicas de los gobiernos en los países desarrollados. Aquello que los franceses llaman pensée unique. Sus entusiastas, cuando llegan al poder, lo defienden con celo e intentan fortalecerlo, mientras que sus detractores, en igual posición, se limitan a criticarlo tímidamente y a dar pasos no muy grandes en la dirección contraria. Solo las crisis de gran magnitud, cuando el paradigma hegemónico se vuelve incapaz de explicar y, sobre todo, de resolver los problemas agobiantes, producen un cambio de paradigma.

Como dije, el origen del ciclo se produjo en el contexto de la Revolución Industrial, en la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. Correspondió a la etapa de la irrupción del capitalismo. A medida que las revoluciones burguesas suplantaron el antiguo régimen, las ideas liberales reemplazaron el mercantilismo de las monarquías absolutas. Esto es lo que ha pasado a ser conocido como liberalismo clásico, apuntalado por pensadores como Adam Smith, Thomas Malthus, David Ricardo y Jean-Baptiste Say. Gran Bretaña, no en balde la cuna de la Revolución Industrial y una de las primeras tumbas del absolutismo, fue la principal promotora de este sistema basado en el laissez faire. Pero a lo largo del siglo XIX se expandió hacia Francia y  buena parte de Europa. También fue acogido en la joven república norteamericana.

Con altibajos, este fue el paradigma predominante hasta principios del primer tercio del siglo XX. El desplome de Wall Street y la Gran Depresión lo hirieron gravemente. Las tesis de John Maynard Keynes revolucionaron entonces las políticas públicas. En Estados Unidos, el New Deal de Franklin D. Roosevelt estableció un Estado mucho más activo en las relaciones socioeconómicas, con impuestos elevados y políticas de ayuda social bastante generosas. En el Reino Unido, el triunfo de los laboristas en 1945 inauguró un Estado del Bienestar amplio. Asimismo, los países nórdicos poco a poco desarrollaron sus célebres Estados del Bienestar. La Conferencia de Bretton Woods estableció un orden  monetario internacional marcado por las tasas de cambio fijas. Este fue el apogeo del keynesianismo, con un estatismo moderado, muy afín a la socialdemocracia y alejado del liberalismo clásico, sin tender tampoco hacia el colectivismo marxista. Los intelectuales de centroizquierda recuerdan este período con especial afecto y lo ven como un modelo.

Por un tiempo, las economías regidas por este sistema marcharon viento en popa… Hasta que llegaron las crisis de los años 70. El paradigma keynesiano no supo cómo tratar la estanflación: crecimiento económico poco o nulo, inflación elevada y desempleo alarmante. Desde hacía tiempo, economistas liberales como Milton Friedman y Friedrich Hayek advertían que el sistema estaba condenado al fracaso, y este fenómeno al parecer les dio la razón. No sorprende entonces el triunfo político de figuras como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, quienes, muy influidos por la nueva oleada de pensamiento liberal en las universidades, desmantelaron en distintos grados el Estado del Bienestar en sus respectivos países, redujeron los impuestos, acabaron con varias regulaciones económicas y debilitaran a los sindicatos, bastante fuertes durante la edad de oro del estatismo moderado. Otras naciones se encaminaron por la misma ruta. El liberalismo (desde entonces despectiva y tontamente llamado “neoliberalismo” por sus críticos en la izquierda) había vuelto, triunfante.

El paradigma liberal se ha mantenido vigente desde los años 80. Desde entonces, el mundo ha experimentado un crecimiento económico apabullante, aunque la desigualdad se ha agrandado drásticamente. La llamada “Gran Recesión” global de finales de la década de 2000 fue un golpe duro, pero no produjo el cambio drástico que algunos auguraron. Lo que estamos viviendo ahora es diferente. La crisis producida por el coronavirus a todas luces será mucho más dañina que la generada por la burbuja inmobiliaria estadounidense. El statu quo liberal está siendo sacudido como nunca antes desde 1929. Como vimos, las expectativas de un “Estado salvador” y muy activo en la economía vuelven a estar en boga. Aún está por verse si es algo pasajero o si, efectivamente, es otra vuelta del ciclo, en cuyo caso cabe esperar un papel estelar para economistas de la vieja guardia centroizquierdista como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, así como de la nueva generación que integran Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, entre otros.

Digo que “aún está por verse” porque el consenso liberal es un hueso duro de roer, y no será desplazado sin que sus defensores en los gobiernos den la batalla. Además, es posible que la crisis sanitaria y económica, en vez de catapultar a teóricos de centroizquierda, profundice el auge del nuevo populismo ultraconservador que tanto ha avanzado en Europa y Norteamérica y que, si bien coquetea con el estatismo apelando a un nacionalismo exacerbado, es bastante hostil a todo lo que huela a izquierda. Recordemos que la Gran Depresión no solo engendró el New Deal. También precipitó el ascenso del Tercer Reich. Como, son tiempos interesantes, que uno desearía estar experimentando fuera de los confines de su residencia. Yo, mientras tanto, sigo en mi apartamentico de Queens, observando, meditando y escribiendo.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Víctor Álvarez R. May 05, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
Después del coronavirus: la economía

@victoralvarezr 

Las medidas preventivas para evitar la propagación del coronavirus se basan en restricciones a la circulación de las personas que impiden trabajar y generar ingresos. El impacto económico de la pandemia se expresa en:

* Suspensión de actividades productivas

* Quiebras de empresas

* Reducción de la inversión privada

* Menor crecimiento económico

* Mayor desempleo y precarización laboral

* Menores ingresos y contracción del consumo en los hogares

* Aumento de la pobreza

En el plano internacional, no todos los países tienen ingresos fiscales suficientes para sufragar los gastos extraordinarios que exige conjurar la amenaza de la pandemia. Las respuestas de los gobiernos se han enfocado en aplicar una gama de medidas en los campos de las políticas fiscal, monetaria y financiera. Las medidas más recurrentes han sido las siguientes:

Medidas fiscales y tributarias

Para aliviar la presión fiscal y liberar fondos que puedan ser utilizados por las empresas como capital de trabajo:

* Desgravación fiscal, reducción del IVA y aplazamiento de tasas y contribuciones

* Posposición del pago de impuestos sobre la renta

* Desgravación de aranceles

* Subsidio y reducción de pagos por servicios de agua, gas y electricidad.

* Exención de cotizaciones a la seguridad social y subsidios de desempleo

Medidas monetarias

Para preservar el funcionamiento del mercado bancario y ampliar el crédito:

* Emisión de dinero para financiar mayor gasto en control de la pandemia

* Reducción del encaje legal

* Liberar fondos para aumentar el crédito bancario a la producción y el consumo

* Reducción de tasas de interés

Medidas financieras

Para fondear líneas de crédito especiales y préstamos adicionales para minimizar contracción de la economía:

* Renegociación de préstamos: posposición de pagos de capital e intereses

* Reducción de tasas de interés, aumento de plazos y flexibilización de garantías

* Préstamos estatales para capital de trabajo

* Incentivos a fondos privados de garantía para préstamos a empresas

Medidas cambiarias

Para evitar ataques especulativos contra la moneda nacional:

* Intervención de la autoridad monetaria

* Gestionar asistencia financiera internacional

* Postergar servicio de deuda externa para sostener reservas

* Estabilizar tipo de cambio.

Deuda pública

Para flexibilizar el marco legal que permita redirigir presupuestos y autorizar endeudamiento público extraordinario:

* Aumentar endeudamiento para financiar la emergencia sanitaria

* Gestionar fondos para financiar subsidios de desempleo y ayuda a las empresas

* Solicitud de recursos para financiar préstamos y garantías de largo plazo

Medidas laborales

* Acuerdos para sostener la cuarentena: reducir horas de trabajo, horarios flexibles, sostener ingresos mediante pagos de vacaciones adelantadas, subsidios salariales para evitar ola de despidos, seguro de desempleo.

* Asegurar un ingreso básico de emergencia que garantice la satisfacción de las necesidades esenciales de alimentación, medicinas y servicios de electricidad, agua, gas y telecomunicaciones.

* Ampliar la cobertura de los sistemas de protección social hacia los profesionales y técnicos que laboran por cuenta propia y los trabajadores del sector informal.

* Promoción legal del teletrabajo con beneficios laborales incluidos.

El coronavirus llega a Venezuela después de seis años de una prolongada recesión que redujo el tamaño de la economía a apenas 1/3 del que tenía en 2013. Es como si una persona que medía 1.80, la vemos luego de 6 años y su tamaño se redujo a apenas 60 centímetros.

Se requiere una activa intervención del Estado para contener el avance del virus y, a la vez, mantener a flote la economía y evitar problemas de escasez que desemboquen en una ola de saqueos y violencia social. Pero en Venezuela es muy estrecho el margen de maniobra que tiene el Gobierno. Los escasos recursos deben ser asignados con prioridad a aumentar la capacidad de respuesta de los sistemas de salud y no tiene holgura para recurrir a medidas fiscales, monetarias y financieras para compensar el impacto económico de la pandemia.

¿Qué hacer? Lo explicaremos en nuestro próximo artículo. Hasta entonces.

 

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