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fidel castro

 

Uno lo cuenta ahora y sigue sin creérselo del todo, como si formara parte de una leyenda que ha engordado con exageraciones y tergiversaciones al correr del tiempo.

Y resulta que no, no hay exageración ni tergiversación alguna.

Uno cuenta la historia a su manera, que es una mezcolanza arbitraria de lo que ha escuchado de otros —incluso de boca de alguno de sus protagonistas— más lo que deduce por propia cuenta, pero insistiendo en lo esencial, o sea, su condición de gesta inconducente, fútil, utópica, romántica y suicida. Ocho individuos queriendo invadir el país. Claro que esa no era la idea de Fidel Castro Ruz, él nunca habló de invasión, pero ese fue el nombre que le puso Rómulo Betancourt  o quien estuviera a su lado: una invasión por todo el cañón; una invasión cubana a Venezuela en mayo de 1967, en plena Guerra Fría.

Hace tres sábados aparecieron unas palabras del filósofo y sociólogo Jean-Pierre Le Goff en el suplemento Babelia que bien podrían servir para ilustrar aquel mayo anterior al Mayo Francés del 68: «El fenómeno fue positivo, pero no su legado.» Las dijo en una entrevista hecha para el suplemento sabatino de El País por Alex Vicente, y habló también del carácter del levantamiento como una gran puesta en escena, un psicodrama: una tremenda explosión simbólica. Se produjo paralelamente a la revuelta estudiantil una huelga general a la que se sumó el sector obrero y todo ello llevó a una crisis política que hizo tambalear a De Gaulle. De eso, durante este mes, se celebran o se conmemoran cincuenta años, pues además, como es sabido, el estallido no solo fue en Francia sino en otros países a uno y otro lado del Atlántico. Poco después incluso las voces de Mick Jagger —Los Rolling Stones— y John Lennon —Los Beatles— resonarían en alusión a las manifestaciones callejeras aquí y allá.

Esa lectura del sociólogo Le Goff, quien una vez —casi no podía ser de otro modo perteneciendo a esa generación, siendo un intelectual y simpatizando con la revuelta— fue maoísta, es la clave para entender el mayo anterior al del 68. Ese otro mayo, el del 67, lleva un nombre vernáculo, Machurucuto, y un apellido arbitrario pero apropiado: Revolución sin Pollo.

Machurucuto, para quien no lo sepa, es una larga franja de playa en la costa barloventeña, sitio ideal para tender un chinchorro entre dos cocoteros y echarse a ver pasar la vida. Norberto Fuentes cuenta en Dulces guerreros cubanos un ligero episodio, casi de pasada, relacionado con este otro mayo. Cuenta Fuentes que en 1967 llega a Cuba el grupo del venezolano Baltasar Ojeda (un experto en asaltar bancos, dicho sea de paso) y él es designado, junto con otros compañeros revolucionarios, como su instructor. Pero después los mueven (a los venezolanos) para pasar a ser instruidos por Tommasevich, «el cual se infiltra el 8 de mayo de 1967 por Machurucuto, siendo la operación un fracaso debido a la falta de preparación de la balsa (que debía dar apoyo de fuego al grupo de desembarco) de Briones. Debido a este fracaso y al escándalo que se creó se suspenden las operaciones del grupo de Baltasar Ojeda, y es entonces que nos llega el grupo de guatemaltecos de Rolando Morán.»

En fin, si la pradera latinoamericana no se podía incendiar por ese lado, ahí estaban los guatemaltecos para intentarlo por otro. Pero de que incendiarían Latinoamérica por algún sitio no cabía duda. El Che ya planeaba irse a la sierra de Bolivia. Acuérdense: todo foco guerrillero se crea para convertirse después en un ejército.

Sin saberlo a ciencia cierta, los guerrilleros venezolanos fueron peones de la estrategia de Fidel Castro en esa época: incendiar América Latina de subversiones. Hay una carta enviada por el Che a la reunión tricontinental en la que participaban movimientos revolucionarios de Asia, África y América Latina. Enero de 1966 en La Habana. El Che decía que había que crear tres, cuatro o cinco Vietnam en América Latina. Venezuela era la joya de la corona pues, dentro de la lucha subversiva en esta parte del mundo, contenía el cofre de las reservas petroleras. Y el líder cubano ya pensaba en la utilización del petróleo como un arma política.

Héctor Pérez Marcano, fastidiado por los achaques hoy debido a su provecta edad, recuerda cada detalle de aquella operación de la cual formó parte, que inicialmente contaba con 35 cubanos y quince militantes del MIR. Ojeda, el que menciona Fuentes, andaba en realidad por otro lado. También figura Luben Petkoff, quien ya había protagonizado un desembarco fracasado en 1966 por Falcón, junto con Arnaldo Ochoa, el hombre que sería fusilado el 13 de julio de 1987 por orden de Fidel Castro luego de haberle servido en Angola. Hubo incidentes en La Habana durante los preparativos para el desembarco por Machurucuto. La expedición se retrasó y se redujo el número de hombres que la integrarían, quedando finalmente en ocho, cuatro cubanos y cuatro venezolanos. Los cuatro cubanos eran oficiales del ejército revolucionario, con experiencia guerrillera y cargos importantes dentro del régimen. Uno de ellos, Raúl Menéndez Tomassevich, citado por Fuentes, era el segundo dentro del Ministerio de la Defensa, nada menos que el viceministro. Dice Héctor que las intrigas de Luben Petkoff estropearon los planes. Había rivalidad y estar con Fidel, cerca de él, era estar en la pomada. También se disputaban recursos. No se hablaba de invasión sino, antes bien, de infiltración para reforzar el cerro El Bachiller y el núcleo mirista en el oriente del país. Los del MIR, en principio, solo habían buscado entrenamiento para volver por tierra, vía Colombia, pero fue el mismo Fidel quien habló de desembarco: «Vamos a armar una operación similar a la que yo hice desde México, ¡un desembarco! Una cosa más efectiva y segura». Claro, todos estuvieron de acuerdo.

Pero ya fuera por culpa de Luben o por lo que fuera, terminaron yéndose estos ocho.

Y la operación fue un desastre.

¿Por qué? Porque en el grupo de los instructores se había infiltrado un agente de la CIA. Y la CIA había alertado al Ejército venezolano, aunque este se quedó esperando en vano pues la cosa había sido pautada para noviembre de 1966 pero no se dio en esa fecha. El Ejército venezolano estuvo aguardando, como caimán en boca de caño, en vano. Y siguió esperando después, emboscado, en enero, febrero y marzo de 1967, pero no fue sino el 8 de mayo cuando se produjo el arribo de la embarcación cubana, a las dos de la madrugada. De los cubanos, uno cayó al mar y se ahogó (y eso que era un hombre rana) mientras que dos fueron capturados vivos. Uno se ahorcó en el Sifa y otro fue ajusticiado, o asesinado, en el campamento antiguerrillero de Cúpira. El comandante Izarra atestiguó esto último. El cuarto cubano era Ulises Rosales, general de División, por entonces capitán. Sobrevive. Había cuatro cubanos más, tripulantes del barco que los trajo, pero ya eso es entrar en pormenores y lo explica mejor el propio Pérez Marcano en su libro de ganchoso título La invasión de Cuba a Venezuela: de Machurucuto a la revolución bolivariana. Lo interesante, a los efectos de este artículo, está en la dimensión simbólica de lo que viene después del desembarco, cuando Héctor Pérez Marcano, Moisés Moleiro y los otros dos miristas deambulan durante cien días por los montes de los estados Miranda y Guárico tratando de encontrar a sus compañeros de El Bachiller, quienes habían huido rumbo a Guatopo bajo el supuesto de que, siendo parque nacional, no se le ocurriría al Ejército buscarlos allá. Tuvieron razón. Se habían convertido en una banda macilenta y disminuida: los que se habían salvado de la metralla o de ser lanzados al vacío desde helicópteros, andaban enfermos y desmoralizados, o medio majaretas por los sustos y sufrimientos padecidos. Cien días buscando a ese grupo de 21 fugitivos desahuciados. Veintiún hombres en busca de su propio tiempo perdido a los que pudieron unirse finalmente los cuatro invasores luego de deambular durante cien días.

 

 

No, no hay exageración alguna: hay una épica de los perdedores que merece un sitio en la Historia. ¿Acaso ningún estudiante de la Sorbona jamás leyó aunque fuera una breve nota sobre esta gesta en alguno de esos periódicos tipo Le Matin o L´Humanité? ¿No habrá sido tocado por esa locura algún joven más allá del mar Caribe, no la habrá almacenado en su alma, esta descabellada y patética aventura, para desenfundarla un año más tarde como un sable en las calles de Francia?  A lo mejor, ese intento de invasión de ocho intrépidos latinoamericanos, en particular, animó a unos cuantos algunas de esas mañanas de Mayo 68 a montar una barricada en pleno Barrio Latino de París. Si ocho tipos torpes se las había jugado contra el imperio dentro de su propio continente, el Ejército local, la OEA, el TIAR y todo lo demás, ¿cómo uno, burgués estudiante parisino, no lo podía intentar contra el viejo De Gaulle?

Antes que Mayo 68 hubo un Mayo 67, alguna huella ha debido dejar. En Francia, lo ha dicho al menos la izquierda, Mayo 68 abrió las puertas de la modernización, haciendo posible un país más tolerante y democrático. ¿No puede uno imaginar que de algún modo —hasta cierto punto misterioso, desde luego— esta invasión de mayo 67 en Venezuela, y las demás acciones revolucionarias en suelo criollo, cruentas o no, fracasadas siempre, hicieron a su vez más tolerante al pueblo llano? Quizás el venezolano de a pie se hiciera de tal modo condescendiente que 31 años después dio a perdedores de oficio y resentidos por heredad todo el poder posible, toda la impunidad apetecida desde aquella época (o desde antes).

Ocho individuos desembarcando en una costa a las 2:00 am, simbolizando la batalla de David contra Goliat. De ellos quedarán cuatro que iniciarán una caminata a ciegas durante cien días con sus noches para reunirse con sus 21 compañeros en fuga. Hay una épica conmovedora, un petardazo simbólico  como aquel del cual habla Le Goff, una tragicomedia —mejor que un psicodrama, incluso— digna de encender la imaginación romántica en tiernas mentes estudiantiles. Los símbolos mueven y hacen que cambie el mundo.

Moisés Moleiro y Héctor Pérez Marcano recorriendo Miranda y Guárico con diez mil dólares en el bolsillo más diez mil bolívares de la época, dinero para apoyar la causa. Pero no podían comprar comida con eso ni con nada pues a su paso encontraron pura tierra arrasada. El Ejército venezolano aplicaba una táctica antiguerrillera, y esa táctica significaba, en la práctica, ranchos deshabitados, cero comida. Encontraban, los cuatro del MIR, papeles pegados en las puertas de las casitas de tablas y zinc donde el Ejército invitaba a sus moradores a defender la democracia.

Héctor y Moisés le recomendamos al partido la eliminación del frente guerrillero del cerro El Bachiller, y fusionarlo con el de oriente. El Bachiller llegó a tener hasta cien combatientes entusiasmados, entre los cuales estaban los legendarios hermanos Soto Rojas.

 

 

Todo formó parte de los graves errores que cometió la izquierda venezolana, en especial el MIR y el PCV. La lucha armada no tenía ninguna posibilidad en Venezuela. Quien lo tuvo claro desde el principio fue Rómulo Betancourt. Cuando le dijeron que se habían abierto unos frentes guerrilleros en Falcón y Lara comentó que aquello no tendría ninguna posibilidad: «Eso será como un arroz con pollo sin pollo», dijo. Se refería al hecho de que en aquella época el campesinado venezolano era netamente adeco, y toda lucha guerrillera partía de la incorporación de ese sector para ir construyendo un ejército revolucionario. Y, en efecto, el escenario que se les presentó fue limitado. No tendrían sino focos guerrilleros, pero todo foco se crea para convertirse después en un ejército. No sucedió nada de eso.

 

 

Y uno vuelve a contar la historia de este mayo que precedió al Mayo Francés, así que algo de antecedente tuvo y así puede considerarse en buena ley. Se cuenta esta vez desde una mirada actual, es decir, desde la perspectiva de la relación de los hechos referidos —y de su resonancia en el tiempo— con el ingrato presente. Hay algo en el desembarco de Machurucuto eternamente amarrado a este presente que ya tiene veinte años clavado en el alma del venezolano. Esa explosión que solo brindó tragicomedia y simbología, la del levantamiento o insurgencia al estilo castrista, todavía lleva potencia en sus maldecidas, aunque insumergibles, alas de plomo. Se revela en este duelo que no cesa. Uno, periodista, insiste, cuenta la aventura como hito y épica, contribuyendo así al disparate. Uno lo recuerda, el episodio, y se despierta un tufo a lo Joseph Conrad contando una saga en alta mar a finales del siglo XIX. A Jack London. A Emilio Salgari. Porque lo ha oído desde siempre y lo vuelve a escuchar de la propia voz de uno de sus protagonistas y suena como una triste canción repetida. Pero así es la gente, así es el periodismo: a uno le gustan las viejas canciones de amor no correspondido, tan melancólicas, tan trasnochadas.

 

@sdelanuez

 

El anticastrista cubano Luis Posada Carriles, uno de los más enconados enemigos del régimen cubano y exagente de la CIA, ha muerto de cáncer este miércoles en Miramar (sureste de Florida, Estados Unidos) a los 90 años, informaron medios locales. Posada Carriles (Cuba, 1928) falleció alrededor de las cinco de la mañana (hora del este de Estados Unidos) «en un hogar del Gobierno para veteranos» ubicado en la localidad de Miramar (al norte de Miami), ha señalado su abogado, Arturo Hernández, y ha agregado que el anticastrista arrastraba «una larga enfermedad».

«Lo siento mucho porque yo pasé cinco años de mi vida defendiéndolo y en ese tiempo se manifestó como una gran persona, por lo menos trató de hacer algo por Cuba«, ha resaltado Hernández. Superviviente de un cáncer de garganta, atentados y un derrame cerebral, la salud del militante anticastrista se había deteriorado notablemente tras sufrir varias fracturas de huesos en un accidente de auto en 2015.

Acusado por Cuba de terrorismo, Posada Carriles hizo de su vida un intento constante de asesinar al que fue durante décadas presidente de la isla, Fidel Castro. En 2000, Castro denunció un plan para asesinarlo en Panamá, donde asistía a una Cumbre Iberoamericana. Posada Carriles fue detenido por ese motivo en Panamá, aunque la entonces presidenta, Mireya Moscoso, le indultó antes de dejar el mando, tras lo cual viajó a El Salvador y de ahí entró a Estados Unidos en 2005 de manera ilegal, por lo que debió enfrentarse a la justicia de este país.

Fue absuelto en 2011 de 11 cargos de perjurio, fraude y obstrucción de procedimiento por un tribunal de migración de Texas y desde entonces vive retirado en Miami. Según documentos desclasificados del Departamento de Estado, Posada Carriles fue un informante pagado de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), por lo cual viajó por distintos países latinoamericanos en los cuales trabajó contra los movimientos comunistas y de izquierda.

Cuba y Venezuela consideran a Posada Carriles el autor intelectual del atentado contra un avión comercial de Cubana de Aviación en Barbados en 1976 y han intentado capturarlo para juzgarlo por terrorismo. Nacido en Cienfuegos, Posada Carriles llegó a estar preso en Venezuela por la voladura del avión pero en 1985 se fugó de la prisión, disfrazado y con un documento falso. También ha sido vinculado a la explosión de varias bombas en hoteles cubanos en la década de los años noventa, una de las cuales le que costó la vida a un joven turista italiano en 1997.

José Toro Hardy May 11, 2018 | Actualizado hace 6 años
El populismo, por José Toro Hardy

 

El populismo, como hoy lo conocemos, es una de las mayores amenazas a los pueblos latinoamericanos. No es más que el encumbramiento de los menos capaces que terminan por destruir todo lo que tocan.

Las doctrinas populistas eran algo diferente.  Surgen en la segunda mitad del Siglo XIX  en Rusia y en los EEUU. En Rusia lo promueve un grupo de intelectuales provenientes de la aristocracia que intentaron crear, entre 1850 y 1900, un movimiento para incitar a los campesinos a rebelarse contra el sistema. El padre del populismo ruso fue Herzen, quien se oponía al desarrollo burgués de su patria, pero que se oponía también a la violencia. Otras figuras destacadas del populismo ruso fueron Chernishevski, Levroy, Bakunin y otros.

Simultáneamente surge en los EEUU un movimiento populista radical y clasista (agrario), antirracista  pero no socialista, que busca el apoyo de los productores agrícolas independientes. Actuó entre 1870 y 1910. Su brazo político fue el Partido del Pueblo. Proponía la nacionalización de los ferrocarriles y de la banca, así como la mayor emisión de papel moneda; sin embargo, el populismo norteamericano ya había colapsado a finales del Siglo XIX. Entre sus figuras destacan Jerry Simpsonh, Mary Lease y Tom Watso.

Al terminar la I Guerra Mundial surgen en Europa gigantescas masas depauperadas. En medio de aquel torbellino, cambia la naturaleza misma del populismo. Deja de ser una doctrina y pasa a ser  un instrumento.  Recurriendo a mensajes y discursos llenos de demagogia y palabrerías algunos líderes son capaces de tensar las fibras más íntimas y exacerbar los temores más recónditos de las masas pauperizadas estimulando odios de razas y clases. Imponen algunas de las ideologías más tenebrosas que ha conocido la humanidad: el fascismo de Mussolini  y el nazismo de Hitler.

Concluida la II Guerra Mundial el populismo aparece en Latinoamérica. Grandes masas populares son controladas por algunos líderes carismáticos y demagogos que las engañan y utilizan a sus fines políticos. Al llegar al poder impusieron formas autoritarias o dictatoriales de gobierno, con apoyo militar,  para imponer sus acciones antidemocráticas. Propugnaban un Estado fuerte, controlador, claramente autoritario y paternalista.

Algunos de los líderes populistas más destacados de Latinoamérica fueron Víctor Raúl Haya de la Torre, en Perú (1920-1960); Getulio Vargas en Brasil (1930-1954);  Juan Domingo Perón y su esposa Evita (1945-1955). Encabezaron gobiernos nacionalistas, antiimperialistas, autoritarios y corruptos, que manejaron a su antojo la justicia e irrespetaron la independencia de los Poderes Públicos.  El denominador común fue que dejaron pueblos empobrecidos.

El populismo renace en Latinoamérica con el aumento simultáneo de todas las materias primas que tiene lugar a partir del año 2000 con el llamado “súper ciclo de commodities”. El Foro de São Paulo en 1990, a cuya cabeza estuvo Fidel Castro, había trazado el camino. Líderes como Hugo Chávez, Lula Da Silva, Dilma, Evo Morales, Fernando y Cristina Kirshner, Rafael Correa, Fernando Lugo, Zelaya, Daniel Ortega, Nicolás Maduro y otros fueron sus exponentes. Fueron una suerte de mezcla perversa entre populismo, socialismo y corrupción.

Se trató de políticos capaces de manipular a la gente empleando discursos vacíos y cargados de demagogia. Llegaron usualmente a los más incultos. Contando con ingresos extraordinarios producto del mencionado aumento de las materias primas, convencieron a las masas de que libraban una revolución que cambiaría sus destinos para siempre, cuando en realidad se trataba de un vil engaño pasajero. Una vez más el populismo fracasó, esta vez al caer las materias primas, y va de salida en toda la región dejando una estela de corrupción, pérdida de libertades y frustración. En Venezuela fue mucho peor.

Increíblemente, después de una destrucción inmisericorde donde dejaron al país y a su gente empobrecidos y sumidos en la peor hiperinflación del planeta, una escasez perniciosa, el aparato productivo devastado, la industria petrolera destrozada, millones de venezolanos emigrando a otros países y la democracia desmantelada, en Venezuela tratan de imponer un nuevo capítulo de una de las versiones más corruptas e incompetentes que ha conocido el populismo en el mundo.

 

@josetorohardy

El primogénito de Fidel Castro muere a los 69 años tras una fuerte depresión

Fidel-Castro

El primogénito del fallecido expresidente cubano Fidel Castro, Fidel Castro Díaz-Balart, de 69 años, murió hoy en La Habana, aparentemente por suicidio, informó la televisión estatal de la isla.

Castro Díaz-Balart, el único hijo nacido del primer matrimonio de Fidel Castro con Mirtha Díaz-Balart y al que en la isla se conocía popularmente como «Fidelito», se encontraba bajo un «estado depresivo profundo» desde hace varios meses, según la misma fuente.

El fallecido, físico nuclear, era asesor científico del Consejo de Estado de Cuba, máximo órgano de gobierno de la isla, y vicepresidente de la Academia de Ciencias del país caribeño.

La información oficial sobre la muerte fue difundida mediante una nota informativa en el programa Mesa Redonda de la televisión estatal cubana y posteriormente reproducida por otros medios estatales como la web Cubadebate.

El primogénito del líder de la revolución cubana «atentó contra su vida en la mañana de este 1 de febrero», reza la nota oficial, que añade que Castro Díaz-Balart era «atendido por un grupo de médicos desde hace varios meses con motivo de un estado depresivo profundo».

«Como parte de su tratamiento requirió inicialmente un régimen de hospitalización y luego se mantuvo con seguimiento ambulatorio durante su reincorporación social», prosigue el comunicado, que recuerda que «durante su actividad profesional, dedicada por entero a las ciencias, obtuvo relevantes reconocimientos nacionales e internacionales».

Los funerales serán organizados «por decisión familiar», concluye la nota.

Entre las últimas veces que se le vio en público figuran los funerales por la muerte de su padre, en noviembre del 2016, y la investidura del premio Nobel de Química estadounidense Peter Agre como miembro de la Academia de Ciencias de Cuba, en agosto del 2017 en La Habana.

Nacido en 1949 en La Habana, el primogénito de Fidel Castro fue entre 1980 y 1992 el máximo responsable de la política nuclear de Cuba y tuvo a su cargo la inconclusa construcción de la central nuclear de Jaragua en Cienfuegos (centro-sur), que habría sido la primera instalación de este tipo en la isla.

Tras el divorcio de sus padres en 1954, «Fidelito» residió hasta los diez años con su madre, quien volvió a casarse con el abogado Emilio Núñez Blanco, y fijó su residencia en Madrid en los años 70.

Inició sus primeros estudios en Cuba y posteriormente se trasladó a la hoy extinta Unión Soviética, donde se doctoró en Ciencias Físico Matemáticas por el Instituto de Energía Atómica I. V. Kurchatov de Moscú y en 1974 se graduó «suma cum laude» en Física Nuclear por la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú (1974).

Posteriormente amplió sus estudios en Cuba, en España y nuevamente en la URSS.

Además de su labor al frente de la política nuclear cubana, Castro Díaz-Balart representó a su país ante el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) entre 1983 y 1992 y presidió el Grupo de Coordinación de los Países No Alineados para los usos pacíficos de la Energía Atómica (1983-1987), entre otras labores.

El 17 de junio de 1992 el diario estatal Granma anunció su destitución al frente de la Secretaría de Asuntos Nucleares, una decisión sobre la que Fidel Castro dijo poco después que se produjo «por ineficiencia en el desempeño de sus funciones».

El hijo mayor del líder cubano fue sometido a un ostracismo de siete años hasta que en 1999 fue nombrado asesor en el Ministerio de la Industria Básica, cargo que compatibilizó con la divulgación científica como físico nuclear.

Fidel Castro Díaz-Balart viajó con frecuencia al extranjero y en los últimos años estuvo en Kazajistán (2015), donde visitó centros de desarrollo tecnológico y científico, y en Moscú (2016) para asistir a la Conferencia Mundial de la Asociación Internacional de Parques Tecnológicos.

Fue además autor de numerosos títulos centrados en su especialidad, como «Elementos y reflexiones en torno a la Política Científica Nacional» (1985) y «El gran desafío del Tercer Milenio. Energía nuclear: peligro ambiental o solución para el futuro» (1997), entre otros.

También participó en investigaciones internacionales sobre energía nuclear y en 2013 fue investido doctor honoris causa por la Universidad Estatal de Moscú, donde en su juventud se había especializado en Física Nuclear, con un nombre falso -José Raúl Fernández- con el fin de garantizar su seguridad.

Dentro de la tradición de la familia Castro de mantener su intimidad familiar alejada del foco público, existen pocos datos sobre su vida personal.

Estuvo casado con la rusa Natasha Smirnova, con la que tuvo tres hijos (Mirta María, Fidel Antonio y José Raúl) y tras divorciarse de su primera esposa contrajo matrimonio con la cubana María Victoria Barreiro.

Tenía, además, cinco hermanastros reconocidos: los hijos nacidos de la unión de Fidel Castro con Dalia Soto del Valle (Alexis, Alexander, Antonio, Alejandro y Ángel).

A ellos se suma Alina Fernández Revuelta, hija ilegítima de la relación que tuvo Castro con Natalia Revuelta.

Raúl Castro: Cuba tendrá un nuevo presidente en el 2018

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El presidente cubano Raúl Castro ratificó que dejará el poder cuando en el 2018 inicien las nuevas funciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento).

«Cuando la Asamblea Nacional se constituya habré concluido mi segundo y último mandato al frente del Estado y del Gobierno (…) Cuba tendrá un nuevo presidente», aseguró Castro.

El Parlamento cubano tomó la decisión de prorrogar por dos meses el mandato del presidente Raúl Castro, que hasta el 19 de abril de 2018 seguirá en el poder.

El titular de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento, José Luis Toledo, indicó que «la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos propone extender el mandato de las Asambleas provinciales hasta el 25 de marzo de 2018, y el de la Asamblea Nacional hasta el 19 de abril de 2018, cuando debe iniciar su gestión la Asamblea Nacional que resulte electa por el pueblo”.

Raúl Castro ejerce la presidencia de Cuba desde el año 2008 en reemplazo del líder cubano y revolucionario Fidel Castro.

Para 2013 inició su segunda reelección y en ese momento aseguró que al terminar su mandato no buscaría ser nuevamente el presidente de la isla.

Se espera que en el 2018 continúe al mando del Partido Comunista Cubano (PCC) hasta el 2021.

Raul Castro saldrá de presidencia cubana en abril de 2018

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La Asamblea Nacional cubana retrasó la designación del sucesor del presidente Raúl Castro a abril de 2018, anunciaron los medios estatales.

La elección por parte de la Asamblea General del Consejo de Estado, encargado de elegir al presidente, que estaba inicialmente prevista para finales de febrero, fue fijada para el 19 de abril.

Este aplazamiento de febrero a abril ocurre después de la postergación de las elecciones locales de este año, la primera etapa de las elecciones generales de 2017-2018, tras el paso en septiembre del huracán Irma.

 

Titular del cargo desde 2008 tras una interinidad de dos años, Raul Castro, de 86 años, ya anunció que no se presentaría a un nuevo mandato y que cedería su lugar a un dirigente de la nueva generación.

Su salida pondrá fin a seis décadas de poder de los hermanos Castro en la isla más grande del Caribe, si bien está previsto que Raúl siga a la cabeza del todopoderoso Partido Comunista Cubano (PCC) hasta el próximo congreso de la organización, previsto en 2021, cuando el mandatario tendrá 90 años.

Su primer vicepresidente y número dos del gobierno, Miguel Díaz Canel, de 57 años, se anuncia como posible sucesor.

José Toro Hardy Sep 14, 2017 | Actualizado hace 7 años
¿Puede Rusia?, por José Toro Hardy

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Es frecuente escuchar que las sanciones de EEUU arrojarán al régimen en los brazos de Rusia y China. Veamos:

En 1961 Fidel Castro dijo:

“¡Lo que no pueden perdonar los imperialistas es que hayamos hecho una Revolución Socialista en las propias narices de los Estados Unidos!”

Acto seguido le entregó Cuba a la URSS que procedió a emplazar cohetes atómicos capaces de alcanzar todo el territorio de los EEUU. Aquello ocurrió en el momento más álgido de la Guerra Fría.

En 1962 un avión espía U2 descubrió aquellos cohetes y Kennedy exigió su retiro. El mundo estuvo al borde de un holocausto nuclear. A última hora, Kennedy y Kruschev llegaron a un acuerdo: La URSS retiraría los cohetes y EEUU se comprometería a nunca invadir a Cuba.

Pero la economía cubana estaba destruida. Sólo pudo mantenerse porque la URSS se la echó a cuestas. Pudo hacerlo porque la potencia comunista se encontraba en la apogeo de su poderío militar y económico. Una plataforma a pocas millas del territorio norteamericano era un activo estratégico invaluable.

Después el comunismo se vino a pique en el mundo. En el llamado “otoño de las naciones”, en 1989, se desmoronaron la Cortina de Hierro y el Muro de Berlín. Incluso en 1991 el comunismo se desplomó en la propia URSS la cual se desintegra en 15 naciones diferentes.

“Es el fin de la historia” proclamó Fukuyama. Se había acabado la Guerra Fría. Uno de los dos sistemas que pugnaban por controlar el mundo -el capitalismo y el comunismo- había sido derrotado.

Y esto nos trae de regreso a Venezuela. Con varias décadas de retraso, Chávez y Maduro intentaron repetir la hazaña de Fidel: proclamarse socialistas en las propias narices de los EEUU. Ya emularon a Castro: Destruyeron la economía del país en un lapso asombrosamente corto lanzando al 82% de las familias venezolanas por debajo de la línea de la pobreza y al 50% por debajo de la pobreza extrema (UCAB, UCV, USB)

Cabe ahora preguntarse: ¿logrará Maduro repetir la otra hazaña de Fidel, es decir, la de que Rusia se eche a cuestas a Venezuela?

A diferencia de lo que ocurría en 1962, la URSS comunista ya no existe.  Rusia atraviesa por una muy comprometida situación económica porque, tal como nosotros, depende extremadamente del petróleo y el gas. No puede sin embargo afirmarse que su economía se esté yendo por un sumidero como la venezolana.

Tras sufrir en el 2009 la mayor crisis desde el fin del comunismo, Rusia entró en una nueva depresión en el 2015 y 2016 debido a la fuga de capitales, la caída del rublo, la baja del petróleo y las sanciones occidentales que siguieron a la crisis de Ucrania. Su economía decreció durante dos años consecutivos (-3,7% en el 2015 y -0,8% en el 2016) y se prevé un crecimiento marginal en el 2017. Su situación podría definirse como “establemente mala”.

No está Rusia en condiciones de lanzarse a ninguna aventura. En todo caso sus prioridades geopolíticas siguen siendo Ucrania (porque en Sebastopol está la Flota rusa del Mar Negro)  y Siria (porque en Tartus se encuentra su base naval en el Mediterráneo).

Mal podría Rusia echarse a cuestas como un fardo a Venezuela, cuyo régimen ni siquiera logra pagarle la deuda vencida que alcanza a $ 2.840 millones. Rusia tuvo que recortar su presupuesto en el 2017 en $ 1.000 millones  debido a la falta de pago de Venezuela y, para colmo, los envíos de petróleo por pago de deuda convenidos con PDVSA de 70.000 barriles diarios  no se han cumplido. Adicionalmente, hace poco una naviera rusa -Sovcomflot- embargó en San Martin un cargamento de petróleo de PDVSA por una deuda de $ 30 millones.

El saldo de la gestión revolucionaria es: PDVSA destruida, la producción petrolera cayendo, escasez rampante, la inflación más alta del mundo, un déficit fiscal inmanejable, el agro devastado, el aparato productivo en ruinas, el bolívar destrozado, crisis humanitaria, aislados del mundo, al borde del default, sancionados por EEUU y sin acceso al financiamiento.

Es poco probable una reedición de la Guerra Fría en defensa del régimen. Dudo que Rusia esté en condiciones de salvarlo del atolladero, aunque sin duda el oso ruso intentará sacar todo el provecho que le sea por posible de la situación, incluyendo contratos petroleros que le ofrecen en bandeja de plata a costillas de nuestra soberanía.

Próxima entrega: ¿Puede China?

 

@josetorohardy

 

¿Una historia indigna? por Antonio José Monagas

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El hombre siempre ha escrito su propia historia, aunque trenzada por problemas de distinta índole. Quizás el más insidioso, sucede cuando se atraviesan las ideologías interesadas en sesgar hechos a su antojo. Aunque también resulta perturbada, cuando sus capítulos testimonian la sucesiva catástrofe que fue una vez razón de dificultades de capital importancia. Dificultades que agravaron situaciones que luego enclaustraron el crecimiento y maniataron el desarrollo de naciones cuyos esfuerzos por escapar no alcanzaron el mejor resultado. Paradójicamente todo este devenir, sólo apunta a que los errores cometidos y referidos históricamente, se repitan. Incluso, generando más daño de lo que en un principio, los susodichos hechos llegaron a marcar.

Desgraciadamente, así ha sido grabada la historia contemporánea de Venezuela. Su historia política, es el recuento de cuanto intentó superarse y no se pudo. Ni siquiera, algún escarmiento logró con el paso del tiempo. Lamentablemente, deberá reconocerse que la historia política contemporánea venezolana, la escribieron perdedores en medio de una crisis que no sólo estrujó sus consciencias. Sino que inhibió el sentido de libertad que debió ser signo de impresión a lo largo de su redacción. Sin embargo no por ello, la historia de Venezuela no dejará de ser un factor de motivación para reescribirla con la dignidad que representa cada hecho realizado con sentimiento democrático. O como lo plasmaba Jacinto Benavente, extinto dramaturgo español, “una cosa es continuar la historia y otra, repetirla”. He ahí lo grave del asunto.

A decir de los hechos, tal como en la actualidad están desarrollándose, el alto gobierno se ha empeñado, por testarudez propia, en inhabilitar el oficio del historiador al constreñirlo en su deber para reescribirla. Pero las realidades que caracterizan la presente Venezuela, están desnudándola del ropaje que la vistió la forja independentista que marcó la historia política decimonónica. Tan controvertida situación, ha devenido en un proceso de mutilación de valores morales lo que a su vez ha logrado que el venezolano esté padeciendo los errores que la historia busca considerarlos como referencia para evitar sean repetidos sus infortunios.

Y esto vale, por cuanto no ha habido desengaño alguno que haya tendido a corregir, desde el plano histórico, lo que ha causado la descomunal crisis que ha colocado en ascuas la institucionalidad jurídica y política venezolana.

Haber salido de la dictadura perezjimenista que azotó particularmente el discurrir político venezolano a lo largo de la década de los cincuenta del siglo XX, constituyó el ticket de entrada al proyecto que Fidel Castro venía experimentando desde 1958 en Cuba. Eso llevó a que Venezuela fuera víctima de la grosera incursión de cubanos por Machurucuto a principios de los sesenta. Pero igualmente, el país sufrió desmanes que vinieron a consecuencia de la Guerra Fría toda vez que comunistas soviéticos andaban en complicidad con revolucionarios cubanos. Aunque lo más duro, se produjo con la caída del Bloque Soviético ya que el régimen cubano sufrió un duro debilitamiento lo que lo motivó a buscar formas para evitar que su gobierno construido con represión, corrupción y desolación, se viera sumergido entre más problemas de los que para entonces se habían acumulado.

No conforme con lo alcanzado en materia de dominación nacional, algo precario, la dictadura castrista ideó el modo de penetrar naciones con el propósito de rebuscarse los fondos necesarios que requería el andamiaje político-económico de la isla. De esa manera, las coyunturas favorecieron las intenciones de Castro desde el mismo momento en que el golpismo militarista venezolano, de 1992, se convirtió en la ruta para torcerle el sentido y dirección a la historia política nacional. Historia de esfuerzos en aras de consolidar las libertades políticas y derechos fundamentales que necesitaría la democracia en construcción.

Con los años, la incursión cubana tomó la fuerza necesaria para intervenir procesos políticos con la impunidad que le permitía complicidades a lo interno de algunos países latinoamericanos. Aunque en las postrimerías del siglo XX, la situación de amenaza hacia algunas naciones de debilitada estructura democrática, arrecia con la alianza Moscú-Beijín. En el fragor de dichos tiempos, el espíritu inoculado del Castrismo azuzado por el gobierno moscovita, se dirigió a causar la desestabilización de mercados internacionales desde los cuales podía causar la mayor angustia social y económica mediante la cual pudiera amortiguar la ruta de intervención que luego permitiera la expansión de sus estamentos e instancias de gobierno. Y en efecto, así lograron darse tan perversos eventos.

Fue la vía que, con base en conjuras, amenazas y arbitrariedades, alcanzó el difícil trazado declarado en torno al modelo democrático que venía procurándose durante la segunda mitad del siglo XX. Pero en lo particular, los reveses y los avatares generados por la imprecisión con la cual pretendió consolidarse la institucionalidad necesaria que habría requerido la construcción de la Venezuela posible, pudieron más. Y fue así como el camino diseñado ni pudo concretarse, ni tampoco recorrerse.

A tales esfuerzos, los aventajó el modelo de economía estatista que consiguió en el régimen militarista venezolano el secuaz necesario para fraguar el plan de implantar un nuevo orden político que bien pudiera tergiversar hechos y configurarlos a imagen del modo castrista. Además, cargado de la facilidad necesaria para disfrazarlos y venderlos como legítimas razones de lucha política. No obstante, lo peor estuvo formado por lo que representó la desvergüenza de ideologizar colectivos humanos con la intención de incitarlos a pensar engañosamente que la democracia sería posible alcanzarla agarrándose de la cola de la historia.

Así, con la excusa del mal llamado socialismo del siglo XXI, el régimen adoptó criterios de gobierno para persuadir que de esa manera se superarían las distancias que, injusticias sociales y económicas, arrebataron de las manos a precursores y libertadores, de abnegados y sacrificados civilistas. Por eso, se habla de estarse reescribiendo ¿una historia indigna…?

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