¿Acaso la posición de EE.UU, la Unión Europea, América Latina y la mayoría de los países democráticos de no reconocer los resultados del fraudulento evento electoral para el 20M en Venezuela es compacta? La respuesta es: consistente. Pero tiene un detalle. La falta de una denuncia clara y sanción contundente a la persona que presume y se promociona como supuesto candidato opositor, Henri Falcón.
Ex alcalde de Barquisimeto y ex gobernador del estado de Lara, se separó del régimen de Chávez en 2010 -no por razones ideológicas sino por desacuerdos- para luego convertirse en gobernador reelecto de la unidad y jefe de la campaña de Henrique Capriles en las elecciones de 2013.
Sin embargo, el que traiciona una vez lo hace siempre, volvió a cambiar, saltó la talanquera de nuevo cuando sus ex compañeros de la MUD, OEA, el Grupo de Lima, y otras naciones decidieron denunciar los comicios del 20M. Justo en ese momento el bufón comediante anunció su aspiración, presuntamente frente a Maduro, ciertamente contra la MUD y la comunidad internacional. ¿Por qué?
La elección del 20M, tal como está planteada, es un chiste, una mala comedia, un fraude a los ciudadanos. La dictadura escogió a sus contrincantes, inhabilitó a dirigentes relevantes de la oposición, impidió a los principales partidos opositores concursar y ha negado la restructuración justa, equilibrada e imparcial del Consejo Nacional Electoral, garantizando así su independencia.
Hay incertidumbre sobre la decisión de sectores chavistas aún no sancionados, si estarán dispuestos a encontrar una escapatoria que los proteja y otorgue impunidad, dado que, al pasar el puente de la votación ilegítima, adquieren todos los tickets de la rifa para quedarse aislados, con altísimo riesgo de ser juzgados y apresados. O si, por el contrario, la revolución está protegida y controla sus cuadros para evitar divisiones y miedos. Son muchos los que piensan que no es así.
También hay que deliberar sobre la enorme crisis política, la descomunal dificultad económica y el trance social acompañado de hambruna, inseguridad y falta de insumos médicos, factores activos que podrían generar una implosión que provoque un peligro de gobernabilidad y sea el disparador para el cambio. La impresión es que el gobierno aún tiene cierto control a través de los repartos de comida -CLAP-, dinero, carnet de la patria y misiones, pero son ilusiones que duran sólo en el anuncio, devorados por la hiperinflación y los desaciertos.
La oposición está fracturada y la gente -frustrada y engañada- más pendiente de sus problemas cotidianos que de protestar. Falcón en su ambición terca y cómplice no se retirará -ése no sería lo pactado. Además, confía que el régimen le asignará los votos suficientes y significativos para adjudicarse para sí la “representación opositora” -al menos es lo que pretende.
Pero Venezuela está sufriendo el peor de los colapsos económicos de su historia, donde los estudios de opinión muestran poco más del 80% de la población quiere que se vaya Maduro, pero no siente identificación con los otros candidatos que estima de la misma camada que ha destruido al país, aunque la desesperación podría llevarlos bajo engaño a votar por el mal menor. A esta altura, improbable.
Falcón, para la inmensa mayoría, es un chavista ingrato e intrigante, cómplice oportunista que podría dar gotas de credibilidad a las elecciones presidenciales más tramposas de Sudamérica, por lo cual debe ser denunciado por los demócratas del mundo como impostor cooperante, cuando la dictadura le establezca de manera engañosa y falsa un número de votos más grande de lo esperado, para repentinamente darle un lustre de seriedad y formalidad a la farsa electoral.
Todos saben que a Falcón no ganará, es un sainete consentido, tergiversarán los votos como hicieron para la Constituyente cubana. Todo indica que el régimen tratará de inventar un resultado electoral que lo muestre creíble, que parezca una elección competitiva. Maduro espera que un resultado apretado les dé al menos a algunos países un pretexto para seguir diseñando actividades comerciales con el régimen madurista y sus bandidos partícipes encubridores.
El presidente obrero se reelegirá, sin mayor esfuerzo, sean cuales sean las cifras reales. En cualquier caso, cruzará la línea hacia una situación más difícil en términos internacionales y aumentará la represión interna contra los adversarios políticos actuales y potenciales, mientras la certidumbre de la implosión, seguirá viva y coleando, se arreciará el control a la machimberra, constriñendo incluso al chavismo.
¿Por qué se postuló Falcón? Como versado oportunista y aprovechador se valió del rechazo opositor a los comicios para alzarse como dirigente de la oposición. “Falsón”, como muchos lo llaman, se sentará y esperará que el colapso económico se vuelva insostenible, Maduro necesitará un “gobierno de unidad nacional” y lo invitará a ocupar cargos de importancia. Hecho el mandado, sus sedientos socios ingresarán al tesoro nacional como fieras ávidas de prebendas y beneficios. Siquiera de lo que quede, del oro del sur y alguna cosa más, destruida e incapacitada la industria petrolera.
La comunidad internacional debe de inmediato, sin titubeos, sancionar financieramente a Falcón y algunos de sus colaboradores, evitando así, que le otorguen cierta legitimidad al fraudulento proceso castrista. Aunque, bueno es recordarlo, que las democracias occidentales le han advertido de mil maneras a los ciudadanos venezolanos sobre el pésimo teatro electoral que se pretende el 20M y nosotros internamente estamos conscientes y sabemos que la codicia avara de Falcón es de una marioneta sufragada.