Cúcuta: Salida de Emergencia | Viaje a la incertidumbre
Cúcuta: Salida de Emergencia | Viaje a la incertidumbre

POR LO MENOS 1 MILLÓN Y MEDIO DE VENEZOLANOS han dejado su país en los últimos dos años, utilizando Colombia, y Cúcuta (Norte de Santander) como principal puente de escape. Venezuela vive una diáspora sin precedentes, impulsada por una hiperinflación que se ha agudizado desde 2016 y se revela en sueldos simbólicos, quiebra, hambre y violencia.

La imparable devaluación del bolívar hace dramática la situación de quienes cruzan en Cúcuta el Puente Simón Bolívar. Mientras en 2016 se recibían $2,2 pesos colombianos por cada bolívar, en mayo de este año el mismo bolívar valía $0,0025 pesos. Por lo poco que vale su dinero, muchos venezolanos duermen en las calles y terminales de Cúcuta, trabajan informalmente y venden lo que traen a la mano: teléfonos celulares, zapatos, anillos de bodas e incluso el cabello de las mujeres.

Para reunir $50.000 pesos colombianos (US$17,5 dólares), que es lo que cuesta un tiquete en bus a Bucaramanga, se tendrían que entregar 10 millones de bolívares, equivalentes a cuatro salarios mínimos mensuales en Venezuela. Conseguir algo de dinero en Cúcuta es tan difícil, que decenas de personas deciden agarrar las maletas y tomarse a pie la carretera. Junior Reverol, Joselyn Castillo y Karina Gómez, con 8 meses y medio de embarazo, son parte de un grupo de 14 personas que salieron a la carretera el 13 de mayo de 2018, hacia Cali.

Para llegar a Cali se pasa primero por la ciudad de Bucaramanga, el tramo desde Cúcuta, que en un automóvil tardaría 5 horas y media, les toma a un grupo de caminantes dos o tres días, en promedio. Viajan en grupos de tres, cuatro, siete, nueve, catorce personas. Duermen en carpas, al borde del camino, en estaciones de gasolina o paraderos. La ciudad intermedia de Pamplona es una parada obligada.

¿Cuántos venezolanos pasan a diario?

“Qué pregunta difícil”, dice Luis Mora, de 37 años, un venezolano que trabaja como montallantas en el sector de la Donjuana y le permitió al grupo de 14 pasar la noche junto a los cauchos. “Esta semana si no han pasado 700 o 800 han sido poquitos, hace poco, en un solo día ví unos 250, no le miento, yo trabajo desde la 6 de la mañana hasta las 8 de la noche. Es muy triste y esto se va a poner peor. Venezuela no mejora, entonces vamos a ver más venezolanos en la carretera”.

Para los venezolanos que cruzan el Puente Simón Bolívar, en Cúcuta, existe el imaginario de que entre más lejos estén de esa frontera, más fácil será volver a empezar. No importa dónde terminen: Bogotá, Quito, Rumichaca, Santiago de Chile, Buenos Aires, si el clima se parece al de Caracas, Valencia o Barquisimeto, o si las ciudades están rodeadas por montañas o tienen de lado un río, o el mar. Mudarse lejos de Venezuela actual, la inviable, es la oportunidad de reconstruir sus vidas.

Jovanny Barreto, “El muñequito Báez”, es ciclista de ruta hace 23 años. Cuenta que alguna vez compitió La Vuelta al Táchira y que salió pedaleando hace tres días de Barinas buscando llegar a Ecuador. Su estrategia, mientras avanza, es inscribirse a carreras locales que busca por Facebook, luchar el podio y reunir algo de dinero para comer y enviar a Venezuela. Los 70 kilómetros que corre a diario los toma como entrenamiento y dice que si la cosa no funciona, buscará trabajo de herrero, pintor, mecánico o vendedor. El 13 de mayo se encontró a los 14 caminantes al borde de la carretera, descansó con ellos. “La semana pasada una de mis nietas me pidió comida y no tuve para darle, así que arranqué. No me estoy yendo del todo, yo no cambio a mi Venezuela por ningún país, hoy nos tocó migrar, pero cuando mi Venezuela se arregle, regreso”.

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