¿Vivir o Durar?, por Carlos Dorado - Runrun
Carlos Dorado May 22, 2016 | Actualizado hace 8 años
¿Vivir o Durar?, por Carlos Dorado

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Por Carlos Dorado

 

El otro día estábamos en una cena con una pareja y, cuando el camarero nos preguntó qué queríamos comer, mi amigo rápidamente contestó: “Para mí, un chuletón término medio, y con bastantes papas fritas”. Inmediatamente la esposa intervino, y le dijo: “¿Cómo te vas a comer eso?, no sabes el daño que te hace tanta carne; sobre todo en la cena, y encima con papas fritas. Recuerda lo que te dijo el doctor la última vez que te vio”. A lo que mi amigo le replicó: “Mira, ¿la vida se trata de vivir, o de durar?”.

Me quedó la frase grabada en la mente, ya que vivir con una pésima calidad de vida, quizás para algunos no merezca la pena. Pero vivirla, sin poder disfrutar de los muchos placeres de la vida, y sólo con la esperanza de durar unos pocos años más, tampoco sea la solución para otros muchos.

Desde tiempos antiguos, los seres humanos hemos ansiado encontrar la fórmula de la eterna juventud, por no decir la inmortalidad. Todos quisiéramos mantenernos jóvenes, vernos  bien, y estar físicamente ágiles,  a pesar de saber que nada puede durar para siempre.

En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos” decía mi madre. Lo único malo de esto, es que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo, y en esos momentos de aprendizaje estamos más preocupados por vivir que por durar; y cuando llegamos a  entenderlo,  ya es la época donde dejamos de mirar, y nos dedicamos a ver. Ya no buscamos con los ojos. Fijamos la mirada en un punto del pasado y las imágenes llegan solas, repetidas, escuchadas. ¡Vivimos de recuerdos: es la vejez!

Quizás, parte de la respuesta está en una de las poblaciones más longevas del mundo: Los habitantes de la Isla japonesa de Okinawa, un archipiélago compuesto por 161 islas de corales, al sur de Japón; donde las personas son delgadas y ágiles, aún después de haber entrado en la tercera edad, y donde las grandes enfermedades crónicas de Occidente, tienen los niveles más bajos del mundo.

Desde 1975, un grupo de investigadores estuvieron estudiando a esta población, tras lo cual publicaron el libro: “The Okinawa Way”, concluyendo que los resultados eran totalmente replicables en el mundo Occidental; siempre y cuando se haga una dieta equilibrada, basada en vegetales de hojas verdes, pescado, arroz, cerdo salvaje, soya, y en general limitada en calorías (un promedio diario de 1.500); pero con alta densidad de vitaminas, minerales y con importantes aportes de “Omega 3”. Ellos no consumen azúcares, ni carnes rojas, ni harinas refinadas.

Otra conclusión que allí se expresa está relacionada con la actividad física; pues además de trabajar durante toda la vida, hacen rutinariamente ejercicios aeróbicos, de yoga, y de estiramiento, llevando una vida donde la mayoría cultiva sus propios alimentos, y ven pasar la vida con mucha contemplación, meditación y con fuertes creencias espirituales. Todo esto sin prisas, ni siquiera para morir.

Los ancianos son reverenciados, y cuando alcanzan una edad especialmente avanzada son vestidos con colores, y son objeto de admiración por su  sabiduría acerca de la vida. Por desgracia, las nuevas generaciones están abandonando la dieta y el estilo de vida tradicional, e imitan la alimentación y las modas Occidentales; y ya  sus tasas de enfermedades están ascendiendo, y bajando la expectativa de vida.

¡Los jóvenes quieren vivir, los mayores quieren durar! Mi madre solía decirme: “Carlos, si quieres vivir mucho tiempo, hazte viejo muy joven”.

cdoradof@hotmail.com