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Colapso eléctrico y teoría de juegos
Evitar o minimizar el colapso eléctrico podría encauzarse con el auxilio de la teoría de juegos

 

@ajmonagas

La teoría de juegos se ha convertido en una valiosa herramienta de la planificación política, por cuanto ayuda a comprender el rango de posibilidades que permite actuar con cierta certidumbre en la toma decisiones.

Considerados los conflictos sobre los cuales se diseñan los escenarios pertinentes a la situación en estudio, se establecen las estrategias tanto como el comportamiento de los individuos partícipes en los problemas bajo análisis. 

Las implicaciones de la teoría de juegos parten del concepto de “juego”. Al respecto, debe entenderse como un conflicto conducido por intereses en pugna. Así, la solución al conflicto la determina la conjunción de decisiones tomadas por los participantes o actores comprometidos en la situación.

En medio del juego político, la beligerancia característica del conflicto entre actores con intereses contrapuestos deriva en una severa complicación. En el escarceo político luce difícil llegar a una respuesta que sea la conjunción de propuestas diferentes tanto en lo formal como estructural. Sin embargo, la planificación política apuesta esperanzadoramente a dar con el escenario que mejor estructure estrategias capaces de sumar decisiones para resolver el conflicto en consideración.

Electricidad intermitente

Este exordio vale para explicar la persistencia de las continuas fallas del servicio de electricidad en Venezuela. Sus consecuencias están reduciendo al país a un chiquero de incompetencias. A sabiendas de que las mismas están arrastrándolo al peor estado de improductividad y carestías, dada las contingencias que suscita el subdesarrollo que, sin otra razón distinta del deplorable gobierno actual, sobrelleva Venezuela.

Pareciera que el régimen no cuenta con profesionales que entiendan el problema. Evitar o minimizar el problema de un servicio eléctrico deficitario podría encauzarse con el auxilio de la teoría de juegos. Pero lejos de considerarlo, la improvisación se impone ante cualquier solución que pudiera resolverlo. Que, sin duda, tiene entre sus motivos la carencia de repuestos, la obsolescencia de partes y equipos y la precariedad profesional que atiende la distribución y generación del respectivo servicio.

El régimen concibe este problema equivocadamente. Lo cataloga con la simplicidad que le permite la miopía de politiqueros de oficio encargados de “diligenciar la funcionalidad del servicio”. Por tanto, lo califica como un problema de naturaleza política. Por tan absurda razón se tiene la situación del errado manejo en la producción de tan importante elemento para la vida fecunda de Venezuela. La situación no admite el desconocimiento que su importancia reclama. Es por eso que el régimen no lo asume como de utilidad nacional, sino como recurso de control político.

La cuestión que se plantea al intervenir una negociación política con el auxilio de la teoría de juegos, es que la misma exige la racionalidad cabal de un mecanismo de alta precisión. Y este tipo de exigencias no están en las cuentas de un politiquero que busca inmediatismo como procedimiento habitual en cualquier desarreglo. Sobre todo, porque el ejercicio de la política se pasea por situaciones engañosas o con segundas o terceras intenciones.

El colapso eléctrico como control social

El problema de la penosa generación y distribución de electricidad que malpone a Venezuela ante el mundo geopolítico, si bien emergió por la desmedida e impúdica corrupción cometida por los responsables de instituciones estatales relacionadas con la electricidad, finalmente se convirtió en oportunidad excepcional para que el régimen sometiera a la población nacional.

Esta situación fue aprovechada por el régimen bolivariano cuando vio en la crisis eléctrica nacional la oportunidad de ejercer el control social al censurar ideas y actividades, en perjuicio del bienestar ciudadano. Así mantiene a la población distraída enfrascada practicando el síndrome de “quita y pon la luz”. Y con el oportuno agregado de sanciones y bloqueos aplicados por gobiernos foráneos, se vale de cualesquiera excusas para dilatar la incidencia del problema.

El problema no es nuevo, está notándose desde hace 18 años. Solo que ahora es reiterativo. Ocasiona hasta cuatro cortes de electricidad diarios (de 9 a 12 horas por día) causando graves restricciones de toda índole. Comercios restringidos. Centros de salud impedidos de atender sus pacientes. O de atender labores médicas de prevención y recuperación de enfermedades. Equipos eléctricos dañados, y horarios de trabajo alterados. Escasa productividad en empresas, organizaciones u oficinas.

En fin, todo esto ha conducido a que el régimen (contrario a lo que normalmente pudiera provocar), salga favorecido al actuar según su conveniencia. Victimizarse es un pretexto entre los preferidos de gobernar de espaldas a la responsabilidad política, social, administrativa y económica. No hay duda de que el régimen no tiene la capacidad necesaria para actuar de cara a las trabas que ocasionan los problemas en la generación y distribución del servicio eléctrico. Por esa razón, actúa premeditadamente buscando beneficiarse de mecanismos de control (y represión) incumpliendo el deber de respetar derechos y libertades que la Constitución consagra.

Sin la teoría de juegos, arrecia la crisis

El país se ha visto desgraciadamente subordinado al poder que los inconclusos manejos de recursos estratégicos, como es la electricidad, incitan. Siempre afanado por seguir aferrado al poder político, haciendo una gestión gubernamental en la clandestinidad de realidades transgresoras de la ley, dado lo irregular de sus operaciones. Sin la menor proximidad y preocupación por atender problemas incursionando en recursos cognitivos expeditos. Por eso enreda todo, sobre todo al operar en simultáneo cualquier proceso que pueda administrar. Lo hace con toda la intriga posible, mediante la cual manipula el control social en un flagrante abuso de poder.

Por eso, el régimen al prescindir de la teoría de juegos o de otro procedimiento capaz de coadyuvar a resolver situaciones conflictivas, incurre en agravar las crisis que su propia ignorancia ha estimulado. Esta carencia lo ha animado a improvisar cuanta recuperación presuma superar. Aunque de procurarla lo hace con ventaja a sus intereses, causando situaciones incómodas de las cuales no busca salir del fondo de las mismas.

Situaciones todas embrolladas. Pero no para el régimen, que siempre busca la mejor cuota de ganancia, sino para la ciudadanía. Razón esta por la cual disimula su perfidia bajo la urdida mampara que prepara cada vez que adelanta con toda perversidad: el juego político en complicidad simultánea.

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