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El complejo proceso electoral en los Estados Unidos

The winner takes it all and the looser has to fall… ABBA. 1980

@Vicevall

La votación nominal terminará su proceso, por lo demás altamente avanzado, el martes 3 de noviembre. Pero es solo una fase de un sistema de elección del presidente de esa república que fue establecido por los Padres de la Patria por una serie de razones particulares.

Para cualquiera de nosotros, acostumbrados, teóricamente, a un sistema de votación “globalmente estándar”, donde una elección se gana en base al que tenga el mayor número de votos, ese sistema resulta un tanto ininteligible. Por ello sería lógico esperar que el 4 o 5 de noviembre haya un ganador de la elección presidencial. No es así.

La realidad resultante del sistema de votación estadounidense es otra. La verdadera elección ocurre en realidad en el intrincado mecanismo de la elección del “colegio electoral”.

Ese “colegio” está compuesto por 538 “electores”. Son estas personas las que van a decidir la escogencia del presidente en nombre de los aproximadamente 153 millones de votantes de un total de 330 millones de habitantes que tiene Estados Unidos. En consecuencia, esta elección del 3 de noviembre lo que significa, en cristiano, es que esos votantes van a elegir a esos electores, quienes a su vez el 14 de diciembre elegirán, en nombre de sus respectivos estados al presidente y al vicepresidente. Se requiere una mayoría mínima de 270 votos afirmativos para ganar la elección.

Por supuesto que esto no implica que la votación del martes 3 de noviembre no sea significativa. Lo es, en tanto que el triunfador en cada estado da un mandato inequívoco a sus electores en el colegio electoral para votar por el candidato ganador. Bajo ese supuesto, el voto estadal debería entonces indicar el ganador en el colegio electoral. Sin embargo, los electores del colegio pueden escoger a otro candidato distinto al ganador en su estado porque ya ha pasado. O sea, el candidato ganador (con el mayor número de votos en ese estado) reclama todos los votos electorales de ese estado. Trump con solo el 2 % por encima de Clinton en el voto popular obtuvo todos los 29 votos de Florida. Pero ha habido casos donde el elector ha cambiado a última hora su voto.

Ahora bien, ¿en que se traduce todo esto? Suponemos que los estados que tienen una mayoría de electores pueden decidir quién será presidente. California tiene 55 votos electorales (el mayor) o sea, 55 personas que votarán en diciembre en nombre de ese estado, pero resulta que el número de electores no se ha establecido proporcionalmente en base a la población de cada estado.

El número de electores en los estados de mayor población como California, Texas y Florida están más bien subrepresentados en términos del colegio electoral, aunque siguen teniendo el mayor número de electores. Eso es lo que explica que, en 2016, Clinton a pesar de ganar los numerosos votos electorales de California y Nueva York, lo tuvo muy difícil en estados con menos electores, como Pensilvania y Michigan, lo cual en buena medida permitió la victoria de Trump.

La decisión también podría estar en manos de los electores en aquellos estados que en pasadas elecciones cambian su voto de republicano a demócrata y viceversa. Son los estados indecisos, (swing states).

Allí es donde verdaderamente reside la posibilidad para el presidente-candidato de ganar la elección.

La alucinante complejidad del escrutinio 

Todo esto y estamos sobresimplificando el proceso. La realidad es que es muchísimo más complejo. Nos ha tomado tiempo entender todos los recovecos protocolares que pueden hacer variar los resultados. Por ejemplo, el método de escogencia de los electores varía de estado a estado. Los votos nominales son contados de diferentes maneras y en diferentes momentos. Algunos pueden serlo con anterioridad. Otros tienen que contarse el día de la elección. Otros pueden ser contados después del voto nominal. O sea, conocer el total de manera uniforme y veraz puede ser alucinante.

A diferencia de los otros 48 estados, en Maine y Nebraska el voto nominal solo escoge dos electores y no, como hemos explicado, al total de electores, de acuerdo con la regla de que el ganador del voto el día 3 de noviembre decide el voto de todos los electores de ese estado). En total 32 estados (más la capital) tienen una ley que obliga a los electores a votar por la persona ganadora de todos los votos electorales, con penas severas, medianas o ninguna  penalidad. En 18 estados no están obligados a votar por el ganador de la elección del 3 de diciembre. Allí está el detalle.

Por último, no existe la declaración del ganador por parte de una autoridad nacional electoral. Es el congreso, quien en sesión conjunta en enero, declararía el ganador de la elección, si es que no hay una disputa. Pero eso es otro proceso bastante engorroso que puede surgir en las próximas semanas (dará como para escribir dos o más artículos). Sin contar una erupción social.

En otras palabras, debemos entender que la elección presidencial en EUA es un proceso que consta de tres partes si el resultado es claro y aceptado: la votación nominal, la elección en el colegio electoral y la declaración del ganador en el congreso. 

Ahora bien. No hay que ser demasiado perspicaz o para quienes observamos diariamente lo que acontece en Estados Unidos, que lo más probable es que esta no será una elección definitiva y simple en términos del calendario propuesto.

La situación de Florida hace 20 años atrás entre Al Gore y Jorge (George, si así lo prefiere el lector) W. Bush, demostró lo complicado de un sistema con tantas variables e incógnitas procedimentales. La diferencia entre ambos era mínima. Lo cierto es que el suspenso mantuvo en vilo a ese país porque esa pequeñísima cantidad de votos al final sería la que elegiría al presidente de Estados Unidos, a pesar de que Gore tenía una ventaja de medio millón de votos en la elección nominal. Se cuestionó el resultado. Solo faltaba Florida para cerrar el proceso.

Uno de los problemas es que Gore “concedió” la victoria a Bush, casi inmediatamente después del primer conteo. Pero cuando empezaron las impugnaciones y demandas judiciales en diferentes distritos, Gore fue visto como un “mal perdedor” que impedía la victoria del nuevo presidente cuando decidió retractarse del reconocimiento. Allí vino el desconcierto en el sistema electoral e intervino la Corte Suprema al final.

Este precedente puede ser utilizado por el presidente Trump, cuando señala que “el reconocimiento se haría inmediatamente, si “él es el ganador”.

En las 58 elecciones presidenciales que han tenido lugar en EUA, cinco han tenido como ganador al perdedor del voto nominal.

Ex quo consequitur, se nos ocurre que el presidente Trump podría ser el primero en la historia de EUA que gana dos veces la presidencia, perdiendo el voto popular. O, el primero que gana y pierde una elección presidencial, perdiendo el voto popular. En cualquier caso, será una de las tantísimas razones por que la historia recordará la inolvidable era Trump.

El panorama es totalmente incierto a pesar de que todo apunta a que el candidato Biden es el ganador. Pero a lo mejor habrá presidente Trump por cuatro años más.

Pero si algo hemos aprendido en todos estos largos años estudiando la ciencia política y observando su aplicación internacional es que, siendo inexacta, parece tener la potestad de cambiar la exactitud de las que lo son, como las matemáticas, cuando se aplican a ella. En otras palabras, en política, la cuenta de dos más dos no necesariamente son cuatro. 

* Embajador de la República (r) ©2020 Vicente E Vallenilla

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