Cuando las elecciones abandonan la democracia, por Manuel Roa

Venezuela está tan lejos de ser una democracia, que la realización de elecciones presidenciales solo logra traducirse en la profundización del modelo autoritario. Es la paradoja conclusiva de la estrategia populista que, alzando las banderas de la democracia participativa, erosiona toda la institucionalidad que sostiene el quehacer democrático.

Luego de la puesta en escena con pretensiones electorales realizada el 20 de mayo, es necesario reconstruir el camino que nos llevó a ser parte de un país en donde acudir a elecciones ya no es un signo de vitalidad democrática. Tal como Friedrich Hayek alertaba en las primeras décadas del siglo XX que el socialismo empezaba a ganar aceptación en el Reino Unido presentándose como defensor de la libertad, siendo éste uno de sus grandes enemigos; en Venezuela debe quedar registrado que en nombre de la democracia el proyecto chavista destruyó todos sus cimientos.

Con el comodín narrativo de la “democracia participativa”, Chávez pretendió deslegitimar los 40 años de gobiernos civiles, desdibujando su perfil democrático para proyectarse así como el advenedizo de la democracia en el país. Su propuesta que presumía ser innovadora necesitaba defender un sistema de participación distinto al fraguado a través los acuerdos del Pacto de Punto Fijo.

Así, avalado por el apoyo popular, restringió como todo populista la definición de democracia a la variable participativa. La decisión de la gente, su gente, estaba por encima de las leyes, las instituciones e incluso de la Constitución. El Estado de derecho, que sirve para garantizar las libertades individuales y la igualdad ante la ley, nunca formó parte del concepto de democracia del chavismo y ante la ausencia de un discurso alternativo por parte de la oposición venezolana, su definición desvirtuada terminó por imponerse.

Es por eso que aún en muchas partes del mundo e incluso en algunos espacios de la opinión pública nacional cuesta concebir el chavismo como una dictadura. Por lo que resulta oportuno exponer la democracia participativa como lo que es: una estrategia diseñada para eliminar los enclaves que pudieran contener las pretensiones autoritarias del socialismo del siglo XXI. Se usó la democracia para implosionarla, lo que  trajo como consecuencia la configuración de una dictadura plebiscitaria que contó durante un buen tiempo con el apoyo de gran parte de la población.

Línea de acción que encontró un quiebre en las elecciones parlamentarias de 2015, cuando el chavismo se enfrentó con la realidad de ya no ser un fenómeno político popular. A partir de esa fecha el andamiaje institucional y sobre todo el sistema electoral, ya poco competitivo, terminó de dibujarse con características evidentemente totalitarias. Las elecciones, como la República, se convirtieron en un cascarón vacío. No son más que un instrumento de la dictadura venezolana para intentar revestirse de legitimidad.

Venezuela es un claro ejemplo de que las democracias no solo se quiebran a través de tradicionales golpes de Estado, sino que logran desmantelarse de manera gradual a través de la manipulación de las mismas instituciones que están diseñadas para protegerla. Por ello en el país no hubo elecciones, y no las habrá hasta que la República vuelva a reconstruirse.

Manuel Roa

@ManuelRoa