El precio de la revolución, por Antonio José Monagas
El precio de la revolución, por Antonio José Monagas

Revolución

Gobernar no significa tener la capacidad necesaria para garantizar resultados efectivos. Es sólo una referencia de poder. Y el poder puede detentarlo quien luego de esforzarse por alcanzarlo, indistintamente de los métodos empleados, logre obtenerlo para la causa aducida y por las razones convenidas ante un propósito predeterminado.

Sin embargo, tener o conservar el poder no es el problema a resolver de cara a enderezar los entuertos que en estos años de gestión pública han emergido en Venezuela. El problema tiene una connotación enmarcada fundamentalmente por el carácter sociopolítico del mismo. Aunque ideológicamente, podría pensarse que responde a postulados asociados con el socialismo. Pero no con el socialismo (científico) que refiere el marxismo. El socialismo que ha venido intentándose establecer en el país, responde a criterios documentados en la praxis política que ha vivido la Cuba sometida por las pretensiones hegemónicas implantadas por el Castrismo desde 1959.

O sea que bajo el nombre de socialismo, el régimen venezolano buscó encubrir discreciones que permitieran dirigir los lineamientos de un proyecto político militarista, hacia objetivos que solamente beneficiaran a un sector reducido de la población. Sector éste, políticamente encuadrado con intereses alineados con las necesidades de la dirección política del referido proyecto. Precisamente, por razones así establecidas, desde un principio, el régimen se vio obligado a disfrazar un proceso de elaboración y toma de decisiones que aparentara realidades casadas con la democracia a la que hacía referencia la misma Constitución aprobada como burdo “mascarón de proa”.

Así, el cuerpo de este gobierno autoritario, buscó siempre mimetizarse bajo procesos electorales amañados con el fin de proporcionar una imagen de amplitud y de libertades difíciles de comparar con realidades asomadas por otras naciones que se preciaban de ejercicios de gobierno democrático. De esta manera, comenzó a promocionar la imagen de un país regido por un ordenamiento subordinado a leyes exigentes de paz, bienestar del pueblo, cumplimiento de derechos y deberes, tanto como de preceptos que reivindicaban la institucionalidad democrática y el desarrollo económico y social.

Pero todo fue la fachada fingida de un proyecto político que exaltaba el pluralismo político, la descentralización, la alternabilidad y los mandatos revocables. De hecho, la Constitución elaborada con tal propósito, fue novedosa en los susodichos aspectos. Asimismo, fue portadora de un nuevo trazado de país que exaltaba derechos educacionales, económicos, culturales y políticos. Pero nominalmente. Todo sirvió de portada para justificar en nombre de la mentada “revolución bolivariana”, determinaciones que disfrazadas de innovadoras, dieron al traste con el esfuerzo de instituir un sistema político que expresara la magnitud de un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.

Tan fogoso texto constitucional, ocultaba lo que el tiempo pudo develar. O sea, producir una transformación en el pensamiento del venezolano a fin de alterar su comportamiento en lo económico, político y en materia de organización social. Un cambio que, solapadamente, promoviera el empobrecimiento del pueblo venezolano. Para lograrlo, el régimen acudió a maquinar todo un oscuro plan que, como recurso de dominación política, provocara una actitud de resignación en el individuo de tal forma que lo mantuviera impasible ante las imposiciones que groseramente ordenara el alto gobierno. Y que continúa haciéndolo.

La decisión, innegablemente humanitaria, de ayudar al pueblo ecuatoriano con motivo del desastre natural que desarregló la vida de importantes comunidades de tan hermoso país, dejó al descubierto el denigrante talante del régimen y que define cada una de sus retorcidas ejecutorias. Tal como destaca el aforismo bíblico: “luz de la calle, oscuridad en la casa”. ¿Entonces, por qué la razón del desgaste de la calidad de vida que en los últimos años ha venido acentuándose, al extremo de incitar desolación, hambre y graves penurias en el venezolano, además de hostigarlo inculcándole miedo, desesperanza y confusión? Sin duda que debajo de tanta retórica populista, la intención gubernamental es arrastrar al país a un estado de atontamiento que permita idiotizar actitudes pues así podría tramar las razones posibles para mantener el poder. Sin disimulo alguno de contrariar lo que el propio Bolívar refutaba ante la tentación de un mismo hombre de permanecer largo tiempo en el poder. Por eso llegó a señalar que “es una manía miserable el querer mandar a todo trance” porque como también expresó que “es insoportable el espíritu militar en el mando civil” He ahí la maraña que el régimen armó para mantener sometido al pueblo venezolano. Eso evidencia cuán elevado, sacrificado y absurdo ha sido el precio de la revolución.

@ajmonagas