Vicepresidente de Farmatodo: “No tienen idea de lo que es ser empresario en Venezuela”
Vicepresidente de Farmatodo: “No tienen idea de lo que es ser empresario en Venezuela”

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@tamoac

Bernardo Zubillaga, vicepresidente comercial de Farmatodo, sostuvo un encuentro en Runrun.es junto al vicepresidente de Relaciones Públicas, Luis del Llano. Allí explicó que la medida de restringir la venta de productos es como cuando un médico dice: «te corto el brazo o pierdes la vida… nosotros nos cortamos el brazo». Apostaban a que eso «les salvaría la vida» con el Gobierno.

Ambos representantes de Farmatodo llegaron a la sede del portal Runrun.es esa mañana del 24 de octubre de 2014 a las once y media. Hacía una semana que los medios, y en especial este, cubría el cambio en la forma de relacionar a la empresa con sus clientes. Impusieron la incómoda medida de restringir la adquisición de los productos más apetecidos por la gente, como consecuencia  de las distorsiones que crea el control de precios y el sistema cambiario, entre otros problemas de la política económica del gobierno de Nicolás Maduro.

El vicepresidente del área comercial, Bernardo Zubillaga, y  Luis del Llano, vicepresidente de Relaciones Públicas, lucían incómodos, estrecharon sus manos y durante hora y media se dedicaron a contar cómo llegaron al extremo de tomar la criticada medida.

Zubillaga, quien además es representante de la familia de dueños de la compañía, explicó que fue a hacer inmersión en una de sus tiendas en San Cristóbal y lo que vio “da como para hacer un libro”.  Estaba convencido de que el mayor contingente era “bachaquero”, personas que se dedicaban a comprar a bajo precio y luego a revender, incluso más allá de la frontera. Mujeres con niños, “pacientes” en camillas y sillas de rueda que siempre estaban en cola y volvían a hacerla una y otra vez. Esa situación lo hacía pensar en que era cierto que más de 60% de quienes hacían colas era para revender, según les había revelado un estudio de una firma consultora que no mostraron.

La conversación no fue un encuentro de preguntas fáciles. Los periodistas apuntaron directo y ellos intentaban explicarse. No pocas veces, Zubillaga se encogió de hombros y se limitó a respuestas como “No tienen idea de lo que es ser empresario en estos momentos en Venezuela. Deberían hacer algo sobre eso, las regulaciones, los dólares, las inspecciones. Debemos ser  de las empresas más inspeccionadas por las instituciones del gobierno. Yo diría que a Farmatodo la vigilan más que a ninguna otra (en el comunicado señalaron que solo en enero de 2015 recibieron más de 60 inspecciones en sus tiendas).

-Otras empresas explican hasta dónde llega su responsabilidad y hasta dónde la del gobierno, con la producción y distribución de bienes ¿por qué no hacen lo mismo, explicar las razones que los llevan a tomar medidas desagradables?

– No lo hemos hecho, es difícil. En estos tiempos… es difícil, con la situación de los medios, es difícil.

-¿Se han reunido con funcionarios del Gobierno para contarles lo que pasa y encontrar soluciones?

– No hemos podido reunirnos con ellos, hemos intentado y no ha sido posible.

– ¿No debieron decir públicamente todo eso antes de tomar la medida que afecta a la gente, para que se entienda ?

– No lo hicimos, pero tomamos esa medida porque dijimos, mira, eso es como si te ocurre algo y el médico te pregunta: “te corto el brazo o pierdes la vida”. Nosotros nos estamos cortando el brazo. Entendemos que es una medida dolorosa, aunque no es el captahuellas exactamente, pero era eso o morir.

Luego de esa reflexión, Zubillaga lo llevó al plano más personal del asunto: “esto es un negocio de mi familia y ha sobrevivido por casi 100 años, no va a ser en mi gestión que esta compañía se acabe. Eso no me lo voy a permitir y yo voy a hacer lo que sea para mantenerlo. Si a la gente del Gobierno esta vez le parece bien lo que estamos haciendo, pues bien; si a otra gente le parece mal que estemos haciendo algo que hace bien al gobierno, pues no podemos hacer nada. Yo estoy aquí para salvar esta empresa y porque me importan también los empleados”.

Se detuvo varias veces a comentar que los empleados de Farmatodo padecían incomodidades frente al público y que no se estaban sintiendo bien trabajando allí, producto de la crisis. “Preferimos correr nosotros en la directiva con todo el peso y no tener que exponer a cada empleado a decirle a la gente que algún producto está restringido. Eran ellos quienes recibían los insultos y las quejas”.

Los directivos de Farmatodo se fueron esa mañana de la redacción conociendo el lado de la balanza que no es favorable a la acción que acababan de asumir; se fueron empapados de historias en redes sociales, y en persona, de clientes que juraron no volver a la tienda hasta que levantaran la medida; pero también se fueron convencidos de que ese sacrificio valdría la pena y los salvaría de una arremetida gubernamental. También se comprometieron a que si la gente en los sondeos se quejaba y protestaba las nuevas condiciones, levantarían la norma, “aunque no creemos, porque sobre todo en la frontera nuestros clientes están muy contentos, al menos consiguen producto en los anaqueles”.

Se levantaron de las sillas y prometieron evaluar una campaña de medios para dar a conocer su situación. “No es fácil para nadie, esto que estamos pasando es muy difícil”, eso también lo dejaron claro.

Tres meses después están declarando en el Sebin, con amenazas del propio Nicolás Maduro de expropiación, condena pública  y “sugerencia” judicial de mano dura, durísima.