Lisseth Boon, autor en Runrun

Lisseth Boon

Caramelos de Cianuro cerró en Caracas su gira mundial con mucho rock, pantallas verticales y aroma a manzana verde

La laureada banda venezolana ofreció concierto en la Terraza del CCCT el sábado 3 de diciembre donde emocionó con temas de su extendida historia discográfica de tres décadas

 

La tormenta se calmó finalmente y el cielo caraqueño se abrió para propiciar la no siempre airosa conexión entre música, luces, sonido y emociones que convirtieron al concierto de la noche del sábado 3 de enero en el gran cierre de la gira mundial Tour Control 2022 de la banda de rock venezolana Caramelos de Cianuro.

La terraza del CCCT sirvió de escenario para que la agrupación liderada por Azier Casalis (voz y guitarra) en compañía de Pavel Tello (bajo eléctrico) y Armando Martínez y Frank Monasterios (guitarra eléctrica), repasara tres décadas de historia discográfica recopilada en nueve álbums, entre. Veintiocho temas, entre los que se incluyen canciones de “la vieja escuela” así como del más reciente disco “Control”, lanzado en mayo de 2021, fueron coreados por sus seguidores durante más de dos horas de concierto. “A medida que pasan los años, también los conciertos se hacen más largos”, se excusó sonreído Azier.

En “la olla” de la terraza del CCCT, los fanáticos apostados en la primera fila del show no dejaron de grabar (y de autograbarse) con sus celulares los temas de los Caramelos que han pasado a ser casi himnos generacionales. Entre pantallas verticales y vapers con aroma a chocolate y manzana verde, cantaron a viva voz “Rubia Sol”, “Las Estrellas”, “La Casa”, “Sanitarios” y la climática “Verónica”, con la que cerró el concierto organizado por Eventos Globales y Total Show Entertainment. Cazalis reiteró entre canciones la emoción de volver a tocar en la casa de la banda, Caracas.

Unas 3.500 personas llenaron el aforo de la Terraza del CCCT, segmentado por áreas VIP con puffs, mesitas y servicio de whisky, bien separadas del sector de entradas generales, como dicta la nueva fórmula que se impone en los conciertos de la Venezuela postpandémica.

 

 

 

 

 

 

Gobierno apenas atendió 9% de la demanda de ventiladores para enfrentar la emergencia del COVID-19 en Venezuela
La inversión para compras de respiradores mecánicos aumentó en 25% durante el primer año de la pandemia del Covid-19 en Venezuela.
Sin embargo, la importación de estos equipos estuvo a cargo del sector privado, no del Estado venezolano, pese al marcado déficit de ventiladores en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales públicos, como revela este reportaje de Runrunes y El Pitazo de la serie investigativa ‘Contratos investigados’, que forma parte de la alianza ‘Vigila la pandemia’
El Gobierno recibió, al menos, 80 aparatos de China y Turquía, pero se desconoce su funcionamiento, tipo de convenio y distribución en la red asistencial pública. Solo se sabe que VenSalud, una empresa estatal del Ministerio de Salud, instaló y reparó unos 106 equipos entre 2020 y 2022 frente a la demanda de 2000 aparatos requeridos para evitar muertes por el coronavirus en el país

Armando Altuve
Lisseth Boon

Juan M.* apenas podía respirar cuando llegó al hospital de campaña instalado en el Poliedro de Caracas durante la primera ola del Covid-19 en Venezuela. Como paciente asintomático, nunca dio señales de alerta antes de ser hospitalizado en mayo de 2021, bajo una calurosa carpa militar levantada sobre el estacionamiento del recinto tradicionalmente destinado a conciertos y eventos deportivos. Durante los cinco días que permaneció en el centro asistencial improvisado en el suroeste de la capital venezolana, estuvo conectado a una bombona de oxígeno y a un oxímetro para vigilar su fluctuante saturación entre 60 y 80 por ciento.

Pero su progresivo agravamiento no logró ser atajado: en el hospital del Poliedro de Caracas, promovido por la administración de Nicolás Maduro como estandarte para enfrentar el Covid-19, no había respiradores mecánicos o ventiladores. Tampoco hubo manera de trasladarlo a un hospital público donde escaseaban equipos e insumos. Juan M*. dio el último suspiro poco antes de cumplir 80 años y a escasos días de haber comenzado el plan de vacunación nacional contra esta enfermedad.

La complicación respiratoria de Juan M.* evidencia la dificultades de los centros asistenciales públicos frente al Covid-19. La expansión de la pandemia en Venezuela tomó desprevenidas a las autoridades del país, cuyas improvisadas medidas poco lograron remediarlo. Con la gestación de una emergencia sanitaria, la administración de Nicolás Maduro, desconocido aún por más de 50 naciones, enfrentó la pandemia con una red hospitalaria deprimida que, además de no contar con suficientes médicos, medicamentos e insumos, carecía de ventiladores mecánicos en algunas unidades de cuidados intensivos para atender a los pacientes que presentaban síntomas graves de la enfermedad.

Las autoridades venezolanas no tienen cifras concretas de la cantidad de equipos distribuidos en los centros asistenciales del Estado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que por cada 10.000 habitantes debe haber 0.3% de camas para cuidados intensivos, recuerda José Félix Oletta, exministro de Salud. Estos cupos, además de contar con médicos y enfermeras intensivistas, deben estar equipados con ventiladores y otros equipos de soporte vital para atender patologías o eventos de salud complejos. Oletta, en un estudio que publicó en 2012, advirtió que el país en 2011 contaba con 1.366 camas para terapia intensiva. Pero, en realidad, se requerían al menos 2.159 para una población de 28 millones de venezolanos, número de habitantes que se calcula tiene actualmente el país debido al acentuado éxodo registrado desde el año 2015 por la crisis económica y política, según Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Es decir, Venezuela tenía un déficit de 37,6%. «La situación de disponibilidad funcional de camas no ha mejorado actualmente», afirmó Oletta.

En marzo de 2020 el Ejecutivo reconoció los primeros casos de Covid-19. Desde entonces, el gabinete de Nicolás Maduro ha notificado más de 500.000 casos y más de 5.700 muertos con la enfermedad, aunque la Academia Nacional de la Medicina y otras sociedades científicas médicas dudan de las cifras oficiales por la carencia de pruebas para confirmar los casos y aseguran que hay un subregistro de pacientes que superan los reportes del Gobierno. Al país llegaron vacunas contra el Covid-19, pero la cobertura no ha alcanzado ni al 50% de la población, según datos recientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

En los primeros meses de la pandemia, colegios de médicos y enfermería regionales denunciaron públicamente la inoperatividad de las salas de cuidados intensivos en los centros de salud por falta de equipos, médicos y enfermeras intensivistas. En el estado Lara, en el occidente del país, el Hospital Central Antonio María Pineda, el principal de la zona, cuenta con seis camas operativas para cuidados críticos, de las cuales cuatro tienen ventiladores. El exdirector de Salud de Lara, Ruy Medina, detalló que la terapia intensiva tiene capacidad para 25 cupos. «Nos faltan 19 camas y solo tenemos seis para una población de 2 millones de habitantes que tiene el estado Lara», sostuvo.

Una realidad similar se presenta en el sur del país. En la población de Guayana, en el estado Bolívar, los dos hospitales (Uyapar y Raúl Leoni) no tienen unidades de terapia intensiva habilitadas para pacientes graves. La presidenta del Colegio de Médicos de Bolívar, Maritza Moreno, señaló que cada centro tenía diez cupos en sus respectivas unidades. «Pero, con los años, debido a la falta de mantenimiento de los equipos y enfermeras especializadas, quedaron inhabilitadas. Por la pandemia, se abrieron dos camas con ventiladores en la emergencia, pero no había personal para atenderlas. En el estado, solamente hay una cama con ventilador en el hospital Ruiz y Páez de Ciudad Bolívar —ubicado a una hora de Guayana—. Hay una crisis grave de las terapias intensivas en el estado y esto lo sabe la Defensoría del Pueblo».

El estado Zulia, también en el occidente de Venezuela, fue la entidad más golpeada por el Covid-19 durante el primer año de la pandemia. El principal centro de salud de la región —Hospital Universitario de Maracaibo— únicamente contaba con ocho camas en la unidad de cuidados intensivos, una cantidad que resultó corta dado el número de pacientes con dificultad respiratoria que ingresaban a diario. Tanto el gremio médico como otras asociaciones sanitarias crearon la Coalición Intergremial de Salud del Zulia y elevaron ante la Gobernación y demás autoridades comunicados exigiendo la declaratoria de emergencia en el estado. «En el hospital, además de no tener camas suficientes, no había agua, fallaba la electricidad y no se contaba con el personal sanitario completo para atender la situación», recordó Daniela Parra, presidenta del Colegio de Médicos del Zulia.

En el año 2020, el médico y exdiputado de la Asamblea Nacional José Manuel Olivares señaló que el país disponía en sus centros de salud de, al menos, unos 280 ventiladores mecánicos. En una investigación publicada en febrero de 2020, realizada por los médicos Alejandro Risquez y Blanca Márquez, se citó el plan oficial de abordaje del Covid-19 del Ministerio de Salud, en el que se eligieron 45 hospitales del país como centros centinela para atender a los pacientes con el virus. En total, las autoridades disponían de 206 camas de cuidados intensivos para atender a los pacientes críticos. Sin embargo, un poco más de la mitad no tenían respiradores (104 camas). Además, el 50% de los cupos con ventiladores estaban ubicados en los hospitales de dos entidades de la región capital (Distrito Capital y Miranda); mientras que en 11 estados no había camas equipadas con respiradores.

El marcado déficit de camas y respiradores dejaba a Venezuela en una posición poco privilegiada frente a los países de Sudamérica. El panorama, a todas luces, mostró que el país enfrentaba el coronavirus con una capacidad mínima para la atención. Un informe publicado en 2020 por el Programa Subregional para América del Sur de la OPS indicó que el país tenía una densidad de ventiladores mecánicos de apenas 0,30 por 100.000 habitantes, siendo la nación con menos equipos de las diez monitoreadas por el organismo. Perú —con una población cercana a la de Venezuela—, cuenta con una capacidad de equipos equivalente a 5,0 por 100.000 habitantes, seguido de Ecuador con 6,71 por 100.000 habitantes. Estas tres naciones son superadas en capacidad por Brasil, Argentina, Uruguay y Colombia.

Pese a que persisten fallas en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales de Venezuela, a raíz de la prolongada crisis sanitaria, actualmente atendida por organismos internacionales, la importación de ventiladores mecánicos en el país no cesó en los últimos tres años. Según reportes de aduanas, el Estado venezolano no registró compras; pero el sector privado invirtió dinero en la adquisición de nuevos equipos. En paralelo, Maduro recibió respiradores de los gobiernos de países aliados, pero se desconoce sobre el funcionamiento de los aparatos y su distribución en los centros asistenciales, así como el tipo de convenio que hizo el Estado con estas naciones. La información pública disponible sugiere que el Estado venezolano, con su inventario de ventiladores mecánicos, apenas cubrió 9% de la demanda de cupos con respiradores que se requieren en el país.

Llegan más respiradores

En medio de los reclamos del gremio médico sobre la crisis de las terapias intensivas de los hospitales en el contexto de la pandemia, el sector privado destinó más dinero para adquirir ventiladores mecánicos entre 2020 y 2021. Según la información de la base de datos ImportGenius —que tiene estadísticas sobre el tráfico y comercio marítimo—, las aduanas del país registraron el crecimiento de inversión en la importación de estos aparatos en los últimos tres años: $35.762 en 2019; $613.206 en 2020 y $767.897 en 2021. Los números indican que el dinero destinado para adquirir los equipos aumentó en 25,2% solo en el primer año de la pandemia en el país y en más de 2000%, si se compara con el 2019, el año previo a la pandemia.

Un directivo de la Asociación Venezolana de Distribuidores de Equipos Médicos, Odontológicos, de Laboratorios y Afines (Avedem) comentó, bajo reserva de su identidad, que el crecimiento en la demanda de equipos por la emergencia de la pandemia impulsó la inversión para adquirirlos. Sin embargo, resalta que las compras durante este año 2022 han disminuido debido al impacto que tuvo la aplicación de las vacunas contra el Covid-19 en la reducción de nuevos casos graves de coronavirus y, en consecuencia, el número de hospitalizaciones por la enfermedad. Los datos de Avedem indicaban que, para el año 2019, el sector privado de salud contaba con cerca de 9.000 camas operativas, de las cuales al menos 300 eran de terapia intensiva.

Con la llegada de más equipos de ventilación, las clínicas incrementaron su capacidad en las salas de cuidados intensivos. Manuel Meneses, presidente de la Asociación Venezolana de Clínicas y Hospitales, confirmó que estos centros habilitaron más espacios para incluir camas e instalar aparatos de soporte vital en las terapias intensivas y emergencias, lo que supuso una alta inversión de los establecimientos.

«Las clínicas ampliaron sus espacios más del doble para atender la emergencia», resaltó. Durante los primeros meses de la pandemia en el país, el Gobierno de Maduro unió fuerzas con las clínicas para atender a los pacientes con dificultad respiratoria grave, con miras a reducir, incluso, el colapso registrado en los hospitales centinela.

Mientras tanto, el Gobierno recibió, al menos, 80 ventiladores mecánicos de China y Turquía durante el primer año de la pandemia, según el balance de la información oficial disponible. Si bien el Gobierno no ha ofrecido detalles sobre las condiciones de estas entregas, el directivo de Avedem sostuvo que estos equipos son obtenidos por la administración de Nicolás Maduro gracias a las compras a créditos que facilitan los convenios bilaterales con estos países.

Adicionalmente, el país también recibió donaciones de equipos de ventilación. Por ejemplo, El Vaticano, en 2020, donó cinco respiradores. Pero, públicamente, solo se supo en septiembre de la entrega de un equipo al Hospital Universitario de Los Andes en Mérida. Con la adquisición de estos equipos, incluso, el Estado no corrigió el déficit de respiradores que arrastra desde hace más de diez años en sus hospitales.

Hasta el momento, el Gobierno de Maduro no ofrece una cifra exacta del total de ventiladores disponibles en los hospitales y ambulatorios del país. Sin embargo ha instalado y reparado aparatos a través de una empresa estatal creada en 2014, llamada Corporación Nacional Venezolana de Servicios Tecnológicos Para Equipos de Salud S.A. (VenSalud).

Este medio digital armó una base de datos con la información publicada por VenSalud en su cuenta de Twitter y contabilizó que la compañía ha revisado, al menos, 106 ventiladores mecánicos en los últimos dos años de pandemia. Entre el 15 de diciembre de 2020 y el 15 de marzo de 2022, el Gobierno ofreció información sobre el estado de 99 ventiladores en 27 centros hospitalarios. De ese total, 64% estaban en mantenimiento, mientras que 36% fueron nuevas instalaciones.

 

VenSalud es una empresa estatal, adscrita desde 2016 al Ministerio de Salud, que tiene como fin instalar, reparar y mantener los equipos de salud de la red asistencial del país. Por la ausencia de información pública, no hay datos precisos sobre los balances de gestión de la compañía. En 2019, Nicolás Maduro asignó más de 3.900 millones de bolívares —300.000 dólares calculado al tipo de cambio de la época— para fortalecer la compañía; que, hasta ese momento, reparó 696 equipos, ente ellos 31 ventiladores mecánicos, según apuntó CCMaduro.

En agosto de 2022, VenSalud informó que, desde enero de ese año, había reparado y reincorporado 2.158 equipos médicos en el año sin especificar una cantidad de respiradores. A principios de ese mes, indicó que el equipo especializado del Taller Nacional de Electromedicina, con apoyo de la OPS, revisó 40 ventiladores mecánicos de la marca suiza Hamilton T1, para la atención de adultos y niños, y comprobó que 39 estaban en buenas condiciones. La data elaborada por el equipo reporteril refleja que, durante el año 2022, VenSalud ha instalado y realizado mantenimiento a 53 aparatos para asistencia respiratoria, a diferencia de 2020 cuando informó la reparación de apenas tres.

El Pitazo y Runrunes enviaron una carta al correo electrónico de VenSalud, presidida por la ingeniera María Gabriela Pulido, que aparece en su página web; pero no recibimos respuesta. En el escrito se le solicitó cifras del inventario completo de ventiladores hasta la fecha y su distribución, así como detalles sobre la operatividad de los aparatos.

Según los datos recogidos por el equipo reporteril, de los 106 ventiladores contabilizados, la mayoría fueron instalados e inspeccionados en hospitales de los estados Aragua (23) y Mérida (18). Las entidades con poca información reportada fueron Amazonas, Barinas, Bolívar, Falcón, Guárico y Monagas.

De la mayoría de los ventiladores, donados o comprados, 26 son de la marca china Aconmed VG70. El costo de este equipo en el mercado, dependiendo de sus características, puede oscilar entre 8.500 y 13.000 dólares, según indican páginas web de ventas de equipos médicos. La llegada de estos respiradores al país coincidió con los anuncios de las donaciones de equipos e insumos provenientes de China, en 2020.

Desde el país asiático, llegaron también ventiladores de las marcas Mindray, Shangrila 590p y Micomme ST-30H. De Turquía, arribaron equipos de la empresa Biyovent. Con la información recabada, se identificaron otros aparatos de la marca alemana Drager, modelo Savina 300, y Heinen + Lowerstein, modelo Elisa. Sobre 70 respiradores que se les hizo mantenimiento no se indica la marca ni el modelo.

La opacidad en torno a la información sobre los respiradores que recibe el Estado venezolano siembra dudas sobre la calidad de estos equipos. El ingeniero de la Universidad Simón Bolívar (USB) Rodrigo Mijares sostuvo que el Gobierno incumple los pasos para certificar los ventiladores. “Tanto la USB como la UCV —Universidad Central de Venezuela— son instituciones que deben revisar los equipos que importa el Estado para que Contraloría Sanitaria dé la certificación; pero eso ya no ocurre, por lo que no sabemos la calidad de esos equipos”, indicó.

Mijares contó que, en el contexto de la pandemia, la Fundación de Investigación y Desarrollo de la Universidad Simón Bolívar (Funindes USB) creó un ventilador mecánico básico con capacidad para asistir a 80% de los casos de Covid-19 en Venezuela; pero el Ejecutivo no consideró el proyecto. En paralelo, el 16 de junio de 2020, el Ministerio para la Ciencia y Tecnología evaluaba cuatro prototipos de ventiladores mecánicos no invasivos presentados por ingenieros de la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim). La instalación de estos equipos representaría para el Estado venezolano un ahorro de hasta 25 mil dólares por aparato, según la ministra de la cartera, Gabriela Jiménez Ramírez. Sin embargo, sobre el curso de este proyecto no hay más información pública.

*Nombre ficticio para preservar la identidad del paciente

ESPECIAL⎜Venezuela: las mujeres yukpas que heredaron la lucha por el reconocimiento de su territorio
“Los yukpas luchamos por nuestras tierras a costa de mucha sangre”, dice Ana María Fernández. Ella ha perdido a cinco de sus diez hermanos por la violencia desatada a partir de la recuperación de su territorio en la Sierra de Perijá, al noroeste de Venezuela.  
La defensora indígena forma parte de la Organización de Mujeres Indígenas Yukpa de la Sierra de Perijá, Oripanto Oayapo Tüonde, que han tomado la estafeta de Sabino Romero, líder emblemático yukpa, asesinado en Zulia en marzo de  2013. 
Ana María explica que la lucha del pueblo indígena yukpa, el cuarto más numeroso de Venezuela, es contra terratenientes, hacendados, ganaderos, cuerpos policiales y el mismo Estado que no permite la demarcación de sus tierras. 

Por Lisseth Boon

 

*Este reportaje es parte de una alianza periodística entre Mongabay Latam y Runrunes.

 

“Ya no hay lágrimas para llorar”, dijo Ana María Fernández Fernández cuando en julio de 2014 viajó a Caracas, junto a su madre, para denunciar ante el Ministerio Público el asesinato de su hermano Cristóbal —a golpes, culatazos y patadas— por presuntos guardias nacionales bolivarianos. No era el primer familiar que perdía la vida por la violencia en el territorio yukpa. 

Dos años antes, un grupo de sicarios mataron a dos de sus diez hermanos, José Luis y Alexander, por el conflicto territorial en la Sierra de Perijá, estado Zulia, que ha sumido de sangre y dolor a parte de ese pueblo indígena en las últimas décadas. En ese entonces, la defensora yukpa también recorrió más de 600 kilómetros para exigir justicia en la capital venezolana. Ni las autoridades nacionales ni regionales se pronunciaron sobre estas muertes violentas. Hasta ahora, las investigaciones judiciales permanecen archivadas. 

Pero el dolor no se le ha secado a Ana María Fernández. Siete años después de esas pérdidas, se le escapa un sollozo cuando recuerda a su hermano menor, Alexander, el más pegado a ella. “Él venía a verme al pueblo, hablábamos siempre. Un día me dijo:  ‘hermana, yo creo que no voy a durar mucho. He tenido muchas discusiones con los dueños de la granja que rescatamos (como parte de la recuperación de las tierras). Me dijeron que no se iba a quedar así, que van a volver para desquitarse. Pero yo voy a seguir, no voy a dejar de luchar porque esas son nuestras tierras, nos pertenecen’”. Quince días más tarde, varios encapuchados asesinaron a navajazos a Alexander y a su hermano mayor, José Luis. 

 

Ana María Fernández y Carmen Fernández, lideresas Yukpa. Foto: La Gaurura.

Si alguien ha padecido en carne propia el despojo, la discriminación y la injusticia son las mujeres yukpas que asumieron la lucha por la demarcación de sus territorios ancestrales. En el caso de Ana María Fernández, ella afirma que cinco de sus diez hermanos han sido víctimas del sicariato ordenado por terratenientes, militares y guerrilla colombiana que opera en esa región limítrofe de Zulia. Además, menciona que su cuñada fue torturada y su hermana ha sido amenazada de violación. A su mamá, matrona yukpa, Fernández cuenta que le quemaron su casa levantada en tierra recuperada por su familia. 

 

La lucha por la demarcación del territorio indígena

Hasta la muerte de su hermano Alexander, Ana María Fernández no estaba consciente de la lucha del pueblo yukpa por sus tierras en la Sierra de Perijá, situada al noroeste de Venezuela, en la frontera con Colombia. La misma que enarbolaba con determinación y valentía el líder Sabino Romero Izarra, defensor emblemático de la demarcación del territorio indígena, asesinado el 3 de marzo de 2013 por un grupo de sicarios de Machiques, en la población fronteriza de Tukuko, tres días antes de la muerte del expresidente Hugo Chávez. En agosto de 2015, el autor material del asesinato, Ángel Romero Bracho fue condenado a 30 años de prisión (pena máxima en Venezuela) mientras que otros cinco implicados recibieron condena de 7 años de cárcel. 

 La conmoción que le produjo el asesinato de sus hermanos Alexander y José Luis, el 23 de junio de  2012,  la llevó a involucrarse en la causa yukpa. En la lucha por rescatar la tierra, decidió acompañar a su mamá, Carmen Fernández Romero, también conocida como Anita, lideresa de la comunidad de Ku’xe en la Sierra de Perijá (hoy en día es territorio recuperado por un grupo del pueblo indígena). La lideresa del pueblo yukpa es prima de Sabino Romero, quien animó a sus parientes a que hicieran valer sus derechos reclamando sus territorios ancestrales, ahora dedicados a la producción ganadera desde que fueran usurpados por terratenientes.  

Las comunidades yukpa fueron desplazadas hacia partes altas de la Sierra de Perijá. Foto: Hernando Vergara.

“Existe un conflicto muy grande de demarcación”, advierte Ana María Fernández enumerando los actores que confluyen en esta histórica pugna que se ha visto agudizada en los últimos años: “No sólo luchamos contra terratenientes, grandes hacendados,  ganaderos, cuerpos policiales y  guardia nacional, gobierno local y el mismo Estado que no permiten la demarcación de nuestras tierras. Nos atacan por igual la guerrilla colombiana y sicarios contratados por ganaderos. Nos amenazan organizaciones y ministerios. Nos  amenazan los watías (como se le dice  a los criollos o personas no indígenas en yukpa)». 

Linda Bustillos, profesora de la Universidad de Los Andes (ULA) e  investigadora del Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (GTAI-ULA), resalta que “el rol de la mujer yukpa es vital en el reclamo por sus territorios. Son lideresas que luchan por sus tierras porque en esos espacios es dónde está el alimento para su familia, el agua, sus lugares sagrados, es decir, su cultura”. 

Bustillos destaca que mujeres yukpas —como Carmen Fernández y Lucía Romero, viuda del cacique Sabino Romero— han experimentado los sufrimientos más difíciles en esta lucha y a pesar de ello nunca se han rendido. “Mujeres como Lucía, Carmen y Ana María, entre otras, saben que sin la tierra es difícil sobrevivir”. 

Lucía Martínez Romero, lideresa Yukpa y esposa de Sabino Romero, dirigente Yukpa asesinado en 2013 en la Sierra de Perijá. Foto: Cortesía

Ana María Fernández, Lucía Romero y Carmen “Anita” Fernández lideran la Organización de Mujeres Indígenas Yukpa de la Sierra de Perijá, Oripanto Oayapo Tüonde, creada el 4 de marzo de 2016 para la defensa del pueblo indígena ante la escalada de la violencia en la región. 

“Somos mujeres luchadoras. Nuestro cacique Sabino está muerto; ahora somos nosotras las que quedamos luchando por nuestras tierras… estaremos allí hasta que se vayan los ganaderos que siguen molestando todavía. Que le paguen las bienechurías a esa gente, porque sino va a seguir habiendo muertos en estas comunidades”, declara Carmen Fernández en un video del Observatorio de Ecología Política de Venezuela (OEPV), en ocasión de un comunicado de noviembre de 2018, en el que denuncian el asesinato de tres personas y la detención de su hija Mary Fernández,  así como la represión y el robo a las comunidades indígenas. Además, en el documento reclaman la inacción del Estado y el cese de la criminalización a su familia y a los familiares de Sabino Romero.  

También fue una mujer yukpa la que elevó el conflicto territorial a instancias internacionales. Zenaida Romero, hija de Sabino Romero, acudió al onceavo período de sesiones del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas —celebrado el 7 y 18 de mayo de 2012 en la sede de las Naciones Unidas— para denunciar el incumplimiento del Estado venezolano de un conjunto de exigencias relacionadas con los derechos territoriales que se remontan a gobiernos anteriores a la llegada del chavismo al poder. 

 

Serranía de Perijá desde El Tukuko. Foto: Lorena Meléndez G.

 

“Yukpa soy”

Ana María Fernández vivió hasta los quince años en la comunidad de Chaktapa, en la cuenca de Yaza con sus padres, sus diez hermanos y dos hermanas. “Hemos sido medio nómadas”, dice. 

A esa edad, se mudó a Maracaibo, capital del estado Zulia, para trabajar como empleada doméstica en casa de una familia de médicos que la ayudaron a estudiar y graduarse de bachiller en un instituto parasistema. En aquellos años no imaginaba que dos décadas después trabajaría en el área de la salud, como facilitadora cultural bilingüe en el Hospital Nuestra Señora del Carmen de Machiques, atendiendo a los hermanos indígenas que viven en poblados altos de la Sierra de Perijá donde no se habla español.  

Ana María Fernández describe con entusiasmo sus tareas en Salud Indígena, programa social con el que ha podido ser testigo del calamitoso estado sanitario de las comunidades perijaneras. Encuentra que la desnutrición, leishmaniasis, diarrea, neumonía y malaria son las principales afecciones de los pobladores. “Toda la región está muy desasistida. Falta atención del Ministerio de Salud, del gobierno regional. Todos los medicamentos se tienen que comprar. Muchos indígenas que vienen de la sierra, caminando ocho o diez horas, con picadas de culebras se mueren por la falta de suero antiofídico. No hay tiempo de trasladarlos al hospital de Maracaibo”. A muchos de los que vienen de la sierra, incluso, los aloja en su casa.

Carmen Fernández «Anita» conversa con otras mujeres yukpa. Foto: Cortesía

El informe de agosto de 2021 de la Comisión para los Derechos Humanos del estado Zulia (Codhez) confirma las apreciaciones de Ana María Fernández sobre la situación de pobreza y abandono del pueblo yukpa. El derecho a la salud no está garantizado por el Estado venezolano: “no existen condiciones de calidad en la infraestructura hospitalaria, ni insumos ni medicamentos para atender enfermedades que se consideraban erradicadas como la tuberculosis. Ante la escasez de gasolina, los indígenas no tienen disponibilidad de transportar sus cosechas (plátano, yuca) ni atender emergencias de salud. La mayoría de las comunidades yukpas presentan cuadros de desnutrición debido al casi nulo consumo de proteínas”, puntualiza el boletín de Codhez. 

Ana María Fernández es hija de madre yukpa y padre wayuu, mezcla de las principales etnias que habitan en el estado Zulia. Su esposo también es wayuu por lo que sus tres hijos portan su mismo compendio étnico. Aunque cree que es muy parecida a su papá, su identificación cultural es inequívoca. “Nací en la sierra, soy yukpa, me siento yukpa. Además, mi papá wayuu siempre vivió aquí no en la Guajira. Trabajó en fincas que originalmente eran tierras que le quitaron a nuestros atanchas (ancestros)”.

 

Deuda con el pueblo yukpa 

La causa de Ana María Fernández es la de su familia, su cultura y su pueblo, el cuarto más numeroso de Venezuela. Según el Censo 2011, en total 10 460 indígenas yukpas del lado venezolano se asientan en el estado Zulia, de los cuales 5339 son hombres y 5121 mujeres. De ese total, 9759 personas de esta etnia viven en el municipio Machiques de Perijá. Son el único pueblo de origen Caribe que habita al noroeste del país y comparte la sierra perijanera con los barí y japreria.

Dentro del territorio ancestral yukpa se encuentra demarcado el Parque Nacional Sierra de Perijá, que limita al este con Colombia. Fue declarado el 12 de diciembre de 1978 por el Estado venezolano con el objetivo de preservar la biodiversidad de esta importante región montañosa que constituye el último tramo de la Cordillera de Los Andes, la cadena de montañas más extensa del mundo. Abarca casi 300 mil hectáreas de bosques húmedos altos y páramos que son refugio de una fauna diversa y flora endémica, reserva de recursos hídricos que desembocan en el río Magdalena por el lado colombiano y la cuenca del Lago de Maracaibo en Venezuela. La también conocida como Serranía de Motilones es el hábitat natural de los pueblos indígenas Yukpa y Barí. 

El territorio yukpa comprende unas 575 mil hectáreas divididas entre las montañas de la Sierra de Perijá (295 288 hectáreas protegidas por el parque nacional) y el piedemonte (285 mil hectáreas), donde se extienden las haciendas ganaderas, tierras que precisamente reclaman los yukpas, sostiene Luis Bastidas Valecillos, profesor asociado adscrito al Centro de Investigaciones Etnológicas de la Facultad de Humanidades de la ULA, en una entrevista de 2016. Calcula que hay más de 160 comunidades indígenas ubicadas en las cuencas de los ríos Apón, Yaza, Negro y Tukuko. Según el investigador, no existen cifras oficiales sobre el número de haciendas en la Sierra de Perijá ni la extensión que ocupan sobre un territorio deforestado con fines de explotación agropecuaria.    

Serranía de Perijá, vista desde la parte de Colombia. Foto: Andrés Cuervo.

 

De las 285 mil hectáreas exigidas por los yukpas desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999, apenas 16% (46 mil) serían reconocidas por su gobierno, quien anunció en 2008 que el Estado compraría a los ganaderos las construcciones sobre los terrenos de las fincas para devolver las tierras a los indígenas. No cumplió esta promesa. El 12 de octubre de 2009, sólo una comunidad yukpa recibió las parcelas ofrecidas por el gobierno. El resto, quienes se identificaban con la lucha de Sabino Romero, no aceptó la oferta por la negativa oficial a realizar la demarcación de acuerdo con las propuestas de los propios indígenas, tal como lo establece el Artículo 112 de la Constitución venezolana. Desde entonces, se desataron los enfrentamientos entre indígenas, ganaderos y hacendados.

La familia de Ana María Fernández logró recuperar parte del territorio (Ku’xe y Chaktapa) en la fronteriza cuenca de Yaza, de la cual es cacique mayor Sabino Romero “Sabinito”, el hijo del líder indigena asesinado en 2013. Se trata de una de las zonas más desatendidas en el estado Zulia y de mayor conflictividad entre indígenas, terratenientes, cuerpos de seguridad del Estado y la guerrilla; una región usada como paso de contrabando de ganado hacia Colombia. 

Ana María Fernández explica que este año fueron rescatadas tres haciendas que anteriormente pertenecieron a sus atanchas. Agrega que son tierras “marcadas con la palabra”, cuya propiedad se registró de forma verbal y de la que fueron sacados hace mucho tiempo. “La nueva generación, que somos nosotros, hemos ido recuperando nuestras tierras pero a punta de violencia y mucho derramamiento de sangre”.

Entre 2009 y 2014, fueron asesinados diez líderes yukpas sólo en la región de la cuenca de Yaza, a manos de cuerpos de seguridad del Estado y grupos criminales entre los que se cuenta el Ejército de Liberación Nacional (ELN), registra el antropólogo de la Universidad del Zulia,  Lusbi Portillo, coordinador de la organización ambientalista Sociedad Homo et Natura, quien ha acompañado a los yukpas en la lucha por sus tierras desde los años 80. Por esta causa también ha recibido amenazas de autoridades regionales y del gobierno central. 

El estatus de la demarcación yukpa es el mismo del resto de los territorios indígenas del país, observa Wladimir Aguilar, abogado indigenista, miembro del Observatorio de Ecología Política de la ULA (OEP-ULA). “Menos de la mitad de las comunidades yukpa han recibido títulos que se asemejan más a cartas agrarias que a títulos de propiedad colectiva. En algunos casos, esos documentos entregados en el pasado eran más garantistas de derechos culturales y territoriales que la actual demarcación. El porcentaje (mal) reconocido por el Estado es bastante menos de la mitad del territorio Yukpa”. 

Para Bustillos, la demarcación y titulación del pueblo yukpa es un derecho pendiente. Piensa que la fragmentación del territorio yukpa se profundizó en los tiempos de la reforma agraria (1959), cuando repartieron las tierras de los yukpa a los grandes hacendados dejando lotes reducidos a los indígenas. Si bien se han otorgado algunos títulos que no responden al espíritu de la Ley especial de demarcación de los territorios indígenas, aún falta mucho por delimitar y titular, subraya la investigadora. “Algunas comunidades están fragmentadas desde el punto de vista político, lo que ha generado muchos conflictos entre ellos, teniendo diferentes formas de abordar el tema de la demarcación”. 

 

El pueblo yukpa lleva una larga lucha por recuperar su territorio. Foto: Cortesía.

Un conflicto territorial que se profundiza

Con la llegada de Chávez al poder, parecía que los derechos de los pueblos  indígenas en Venezuela iban a ser finalmente reivindicados. Durante su gobierno se insertó el Capítulo VIII en la Constitución sobre los derechos y deberes de los pueblos indígenas (2000) que respetaba la participación directa de los pueblos y comunidades. En 2001, fue aprobada la Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos Indígenas y se creó la Comisión Nacional de Demarcación del Hábitat y Tierras de los pueblos y comunidades indígenas. Cuatro años más tarde, se promulgó la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (Lopci). Todos instrumentos que otorgaban marco legal para el reconocimiento de los derechos originarios sobre las tierras ancestrales. 

“Pero con el gobierno bolivariano no llegó tal reivindicación sino todo lo contrario”, sostiene Portillo al describir algunos pasos en el proceso de cooptación del movimiento indígena venezolano: eliminaron dos organismos que conocían bien la problemática de los cinco pueblos indígenas del Zulia: la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de Educación y Instituto Agrario Nacional que contaba con una oficina de asuntos indígenas. Aparte, implantaron los consejos comunales, que son formas de organización político-administrativa sin ninguna relación con las tradicionales indígenas. Crearon una instancia paralela a los 167 caciques del pueblo yukpa, llamada “caciques mayores”, cuyos representantes pasaron a ser funcionarios públicos a los que otorgaron camiones y casas.  “Sólo quedó un grupo de yukpas peleando por su territorio: los que se congregaron con la lucha de Sabino Romero”. 

La violencia se ha convertido en un sino en el conflicto territorial de los yukpas. Son vistos como invasores de fincas, los involucran en el robo y contrabando de ganado, así como en prácticas de extorsión. Los acusan de ser delincuentes, aliados de bandas armadas y generar anarquía cada vez que cierran la carretera vía Perijá, para exigir combustible que les permita transportar sus cosechas o montar peajes por el que cobran en dólares. 

Comunidad Yukpa El Tukuko, adyacente al lugar donde mataron a Sabino Romero. Foto: Lorena Meléndez G.

Los productores agropecuarios y terratenientes son la contraparte histórica del conflicto Yukpa por los territorios ancestrales y la Asociación de Ganaderos de Machiques (Gadema) es su máxima representación en la zona. Aún cuando han habido acuerdos y conciliaciones con algunas comunidades indígenas, suelen ratificar su rechazo a las formas de lucha de las familias de Sabino Romero y Carmen Fernández. 

El pueblo Yukpa en el Zulia no es homogéneo. Existen diferencias entre las comunidades que se desmarcan de la lucha por el territorio emprendida por Sabino Romero e incluso la condenan. Representantes de algunas poblaciones indígenas de la Sierra de Perijá han dejado claro que están “en contra de los hechos vandálicos” de otros grupos Yukpa y de las trancas de las carreteras para cobrar peaje.    

Nelson Sandoval, quien desde hace 12 años dirige la misión católica de El Tukuko en el piedemonte de la Sierra de Perijá —a minutos de la frontera con Colombia— que atiende a las comunidades Yukpa de la zona donde, asegura el fraile, no están de acuerdo con la lucha de Romero. 

Lucía Martínez, esposa de Sabino Romero. Foto: Cortesía.

“No era bien visto porque Romero fue un cuatrero, asesino y muy violento. Él y todos sus seguidores están apadrinados por Lusbi Portillo, director de Sociedad Homo y Natura, quien los ha llevado a delinquir y los azuza para que invadan las tierras”, afirma fray Nelson, al mismo tiempo que reconoce el despojo e invasión de los territorios ancestrales de los yukpas y que tienen derecho a recuperar su territorio.

Para Aguilar, las tomas de haciendas por parte de los yukpas “son estrategias históricas de reivindicación territorial, ya que el poder hegemónico del momento los ha dejado sin opción”. Desde una posición similar, Portillo recalca que lo que se interpreta como transgresiones a las leyes, responden a otras cosmovisiones, a códigos éticos propios de los indígenas históricamente despojados, reprimidos. “No estamos invadiendo sino recuperando nuestras tierras”, se defiende Ana María Fernández. 

 

Ana María Fernández, del pueblo yukpa en Venezuela, ha perdido cinco de sus diez hermanos. Ellos luchaban por la recuperación de su territorio. Foto: Observatorio de Ecología Política de Venezuela

 A la lideresa yukpa se le quiebra la voz cuando recuerda la muerte de sus hermanos. Pero se torna firme y convencida cuando habla de seguir la pelea por el rescate del territorio yukpa. “Parte de las tierras ya está en manos de nuestra gente, nuestras familias, pero a costa de mucha sangre, mucho sufrimiento. A raíz de eso nos hemos quedado más tranquilos pero jamás callados. No hemos abandonado la lucha. Cuando algunos hermanos yukpas nos piden que ayudemos a recuperar tierras, mi mamá les dice: ‘pongan ustedes sus muertos. La tierra es de quien la lucha’”, cuenta la defensora yukpa. 

Aunque siguen las amenazas, Ana María Fernández asegura que nadie sacará a su mamá de las tierras rescatadas, las mismas donde ahora están enterrados tres de sus hijos asesinados. “Las tierras no las devuelven por las buenas —remarca— sino que se ganan peleando”.

Caso Lava Jato: 74 codinomes vinculados a nueve megaproyectos en Venezuela aparecen en la nómina de sobornos de Odebrecht

Un nuevo documento obtenido por la alianza Investiga Lava Jato revela el pago ilícito y financiamiento no declarado a operadores que, bajo seudónimos, cobraron casi $8 millones durante un año para favorecer a nueve megacontratos en Caracas y tres estados del país. Forman parte de la “Caja 2” que la poderosa constructora brasileña manejó de forma secreta  durante más de una década 

Lisseth Boon

 

Detrás de cada megaproyecto de Odebrecht en Venezuela -terminado o inconcluso- se esconde un grupo de operadores que, mediante seudónimos, cobraron bajo cuerda millonarias comisiones a la constructora brasilera. Así lo evidencia un nuevo documento del caso Lava Jato que revela los montos y contratos asignados de 74 “codinomes” (sobrenombres) asignados al país. 

El informe confidencial detalla que 29 de los 74 “codinomes” de Odebrecht en Venezuela recibieron más de 43,7 millones reales brasileños, equivalentes a 7,8 millones de dólares por pago de sobornos y financiamiento no declarado, vinculados a nueve proyectos en Caracas y tres estados del país latinoamericano, solamente en 2006.   

Los nuevos datos sobre los sobrenombres vinculados a los pagos ilícitos de la división de sobornos de Odebrecht (la llamada Caja 2) se registran en un informe de 290 páginas que fue entregado a la Fiscalía de Perú por parte de la Procuraduría Federal de Brasil. Runrun.es tuvo acceso a este archivo confidencial a través de Convoca.pe, plataforma que lidera la alianza periodística Investiga Lava Jato

Veinticuatro planillas de las casi 300 páginas del documento están dedicadas a la contabilidad paralela de Odebrecht en Venezuela durante 2006. Entre las operaciones irregulares de la constructora en el país figuran nueve proyectos: el Segundo Puente sobre el Orinoco (inaugurado ese año por los expresidentes Lula Da Silva y Hugo Chávez); las Líneas 3, 4 y 5 del Metro de Caracas; Metro Los Teques; Metro Guarenas-Guatire; Central Hidroeléctrica Tocoma; Sistema de riego El Diluvio-Palmar (Zulia) y el MetroCable San Agustín del Sur (Caracas). Todas estas contrataciones fueron formalizadas durante los gobiernos del exmandatario venezolano y su homólogo brasileño. 

Relación de pagos realizada en 2006 a cinco operadores con identidad secreta asignados a la construcción del segundo Puente del Orinoco. La planilla forma parte de la “Caja 2”, contabilidad paralela de Odebrecht

Un noveno proyecto -representado por tres “codinomes”- es identificado en las planillas de la Caja 2 con las siglas “DS EA”. Investigaciones sobre la Operación Lava Jato identificaron que se trata de una partida especial para los responsables de Odebrecht en cada país, destinada a reembolsos por gestiones de sobornos, pago de bonificaciones y financiamientos de campañas electorales. 

En el caso venezolano, el proyecto “DS EA” correspondería a Euzenando Prazeres de Azevedo, exdirector de la constructora brasileña en Venezuela, quien confesó en un video difundido en 2017 que entregó 35 millones de dólares para la campaña presidencial de Nicolás Maduro. También admitió el financiamiento de algunos candidatos regionales. Ese mismo año, el Ministerio Público venezolano solicitó el arresto del ejecutivo brasileño y afirmó que había cursado una alerta roja internacional de Interpol. Hasta la fecha, la captura no se ha consumado.  

De los nueve contratos de Odebrecht en Venezuela vigentes hasta 2006, el segundo Puente sobre el Orinoco fue el proyecto por el que se pagaron sobornos más elevados: 28,3 millones de reales brasileños, equivalentes a 5 millones de dólares aproximadamente. Esta obra contaba también con la mayor cantidad de “codinomes” o sobrenombres (34 de los 74 asignados a obras en Venezuela). Le siguen el Metro de Los Teques (17 codinomes);  Línea 3 y Línea 4 del Metro de Caracas con 16 pseudónimos, respectivamente. 

El nuevo documento del caso Lava Jato describe cómo estaba organizado el sistema de pagos con el nombre y código de cada proyecto, señala el concepto de pago, beneficiario final con su nombre secreto, cantidad de dinero solicitada así como el monto que fue finalmente pagado con sus respectivas fechas. 

Entre los conceptos de pago, en el informe se detallan porcentaje de lanzamiento, aceleración, honorarios profesionales, asignaciones mensuales y presupuesto. 

El acertijo Lava Jato

La lista de “codinomes” de la nómina paralela de Odebrecht en Venezuela la encabeza el llamado “Deserto”, que cobró R$ 11,8 millones de reales, equivalentes a unos $2 millones por su relación con los proyectos del segundo Puente sobre el Orinoco y el Complejo El Diluvio-Palmar. Le sigue “Negrita”, quien recibió el pago de R$7,9 millones ($1,4 millones) por los mismos dos contratos mencionados. En tercer lugar, se encuentra el apodo “Gov” que obtuvo R$3,83 millones  ($690 mil) por el Metro de Los Teques. 

A los primeros cinco seudónimos de la Caja 2 de Odebrecht vinculada a Venezuela les asignaron 70% ($5.4 millones) de los $7,7 millones invertidos en pago de sobornos por contratos firmados junto con el gobierno de Chávez en 2006. 

Con esta nueva documentación, a las fiscalías de los países involucrados se les presenta el desafío de averiguar la identidad de centenas de personas que, bajo seudónimo, aparecieron en la nómina de pagos paralelos de Odebrecht. Asimismo, la posible vinculación de estos apodos en diferentes proyectos contratados en los países donde ha estado presente la constructora brasileña. 

En el caso de Venezuela, revelar los nombres relacionados con la contabilidad paralela de Odebrecht estaría supeditado a la voluntad de abrir investigaciones sobre el caso por parte de las autoridades locales. El fiscal superior Rafael Vela Barba, coordinador del Equipo Especial Lava Jato en Perú, recordó la importancia de la cooperación internacional. «Estamos a disposición. De la misma manera en que fuimos apoyados y respaldados en Brasil, también seremos solidarios con quienes estén interesados en develar los graves casos de corrupción y lavado de activos relacionados con Odebrecht, y que puedan significar el avance de sus investigaciones», declaró a Convoca

El guiso de hormigón

La presencia de Odebrecht en Venezuela se traduce en una inversión de unos 13.266 millones de dólares. Según un informe de Transparencia Venezuela (2018), entre 1999 y 2013 la compañía y el Estado venezolano formalizaron 40 contratos para la construcción de 33 obras en el país. Pero los 11 proyectos más grandes quedaron inconclusos. Apenas 9 obras  (27%) fueron entregadas: MetroCable San Agustín del Sur; Metro Los Teques Línea 1, Metro de Caracas Línea 3 y Línea 4; Proyecto Agrario Integral José Inácio Abreu e Lima (fase I); II Puente sobre el Orinoco; Planta de Reutilización de Aguas Servidas Complejo El Tablazo; Terminal de Abastecimiento y Embarque de Crudos de Jose (Taej) y la Planta de Tratamiento El Chorrito-El Tambor. 

Segundo Puente sobre el Orinoco, también conocido como Puente Orinoquia, fue la obra por la que Odebrecht pagó sobornos más elevados en Venezuela en 2006

En diciembre de 2016, el Departamento de Justicia de Estados Unidos reveló que Odebrecht pagó aproximadamente 788 millones de dólares en sobornos por más de 100 proyectos en 12 países de Latinoamérica y África. En el caso de Venezuela, el tribunal del Distrito Occidental de Nueva York señaló que la compañía brasileña transfirió 98 millones de dólares entre 2006 y 2015 a “funcionarios e intermediarios del gobierno” para “obtener y retener contratos de obras públicas”. El fiscal general designado por la extinta asamblea nacional constituyente, Tarek William Saab, dijo en septiembre de 2017 que se había reabierto una investigación sobre Odebrecht en Venezuela. Hasta la fecha no se conocen sus avances. La evidencia de pago de sobornos de 2006 fue apenas el comienzo.

En los últimos tres años, Nicolás Maduro ha prometido continuar las obras inconclusas de Odebrecht en Venezuela. En marzo de 2018, ordenó al vicepresidente de entonces, Tareck El Aissami, que fueran entregadas a los gobernadores regionales para ser reconstruidas con “mano de obra social”. El 29 de septiembre pasado, aprobó más de 15 millones de euros (unos 17,5 millones de dólares) “en efectivo” para terminar la Línea 5 del Metro de Caracas y otros 15,9 millones de euros para reactivar el proyecto del tren Guarenas-Guatire que, según el mandatario venezolano, fueron “abandonados por Odebrecht de manera ilegal”. 

Las planillas de ambas obras en Venezuela, por coincidencia, están incluidas en la lista de pago de sobornos de Odebrecht a “codinomes” en 2006, de acuerdo al nuevo documento que revela la alianza Investiga Lava Jato de la cual forma parte Runrun.es

Odebrecht pagó más de 13 millones de dólares en sobornos por megaproyectos en Venezuela

Crónica │ El último escape del poeta McKey
48 horas signaron la tragedia del escritor y cronista venezolano que se quitó la vida en Buenos Aires tras admitir, en pleno movimiento del Yo te creo, el Me Too venezolano, que había cometido abuso sexual contra una adolescente. Este es el retrato de un hombre que no supo escamondar la maleza que le crecía por dentro
A cuatro meses del estallido del #YoTeCreo, recordamos esta crónica publicada originalmente en la edición 231 de la revista literaria colombiana El Malpensante de Bogotá en agosto de 2021

 

Por Lisseth Boon

Fotos: Vasco Szinetar / Abel Naim

 

Willy Mckey contó hasta tres antes de saltar al vacío. Cuando la Policía de Buenos Aires confirmó que el escritor venezolano se había suicidado tras las denuncias de abuso sexual a una menor de edad, ya había colgado en su cuenta de Instagram un trío de comunicados personales en un intento por atajar todo el escándalo que desató la revelación de un delito cometido contra una adolescente seis años atrás.

Apenas 48 horas transcurrieron entre las primeras denuncias en Twitter y el desenlace fatal que tuvo lugar en el barrio de La Recoleta en la capital argentina. McKey aún se mostraba desentendido del tsunami virtual de acusaciones por abuso, acoso, violación y estupro que a mediados de abril de 2021 desencadenó el movimiento feminista #YoTeCreo, el #MeToo venezolano. En aquellos días revueltos, el poeta y cronista cultural de 40 años se dedicó más bien a pedir a sus seguidores testimonios de migración para una entrega final de posgrado y a escribir la semblanza de un legendario cantante pop venezolano recién fallecido.

Dos días antes de lanzarse de un noveno piso, Willy Mckey continuaba siendo el reconocido poeta y escritor criado en la populosa zona de Catia, al oeste de Caracas, así como el editor y cronista del portal Prodavinci formado en la escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Mantenía su fama de locutor, animador, tallerista, “semiólogo político” y “agitador cultural”, como le gustaba autodefinirse. Hasta ese momento, la inconfundible figura de lentes opacos (aseguraba que le tenía fobia a la luz), barba, bigote y peso de oso, corte de pelo ladeado, y brazos tatuados con frases de presunción literaria todavía era apreciada como la de un comunicador premiado, admirado, multi seguido y elogiado que formaba parte de la dudosa categoría de los influencer venezolanos.

Pero el martes 27 de abril, el avatar de Mckey recibió un primer martillazo: una periodista de Maracaibo reveló en un hilo de Twitter que el editor le había propuesto escribir en Prodavinci a cambio de que le enviara fotos suyas. La acusación de inmediato fue secundada por otras mujeres a las que también pidió nudes, todo en pleno deslave de señalamientos contra acosadores y abusadores sexuales del mundo de la música, la farándula y el teatro en Venezuela.

El mismo martes, más de 70 artistas y creadoras de distintas disciplinas formalizaron el clamor y lanzaron “Yo te creo Venezuela”, una plataforma de apoyo a las víctimas. “Los testimonios de abuso y violencia sexual por parte de músicos y miembros del gremio del entretenimiento venezolano a mujeres y niñas se multiplican con impunidad, sacando a la luz el trago amargo que las víctimas han pasado en silencio durante años. Para muchas de nosotras escuchar y leerlos en las redes sociales significa dos cosas; dolor e impotencia”, dijeron en un comunicado en el que advirtieron que el modus operandi de los perpetradores “fue y sigue siendo usar la fama y la posición de poder para ejercerlo con mujeres que los seguían y admiraban por su trabajo artístico”.

A muchos tomó por sorpresa el primer post de IG que lanzó Willy Mckey la mañana del miércoles 28 de abril, un escrito que revelaba no estar del todo ausente del estallido #YoTeCreo. Con fondo violeta, el color del feminismo aunque también de la penitencia adelantó: “Quizás he cometido abuso”. Allí reconocía que el movimiento #MeToo existía porque las mujeres dejaron de normalizar cosas y ahora los hombres también debían hacerlo. “Tras los sucesos denunciados en Venezuela, he leído testimonios en los que alguien en algún momento sintió que me comporté como un abusador. Y este no es momento para desmentirlos”, agregó al mismo tiempo que deslizaba que era probable que hubiera sido un “victimario inconsciente”. Pidió perdón a las mujeres que en algún momento pudo afectar y subrayó su “apoyo a todas las que han sido víctimas de los abusos”.

Lo cierto es que el fin de semana anterior, McKey le confesó a un amigo cercano que la víctima le advirtió que lo denunciaría en público, por lo que debía entrompar la situación. Su imagen de intelectual con jeans y franela prestado a las pantallas comenzaba a resquebrajarse.

Willy McKey en las V Jornadas Estudiantiles de Creación Literaria de la Universidad de Los Andes. Mérida, 9 de junio 2010. Presentó la revista de poesía El Salmón, de la cual era fundador y editor junto con Santiago Acosta. FOTO: Vasco Szinetar

Willy Mckey en realidad no era Willy Mckey. El origen de su nombre era todo un juego de escapismo. Una amiga de la infancia en Catia recuerda que le decían Willy Manzanilla. En la tarjeta de graduación de bachiller en Ciencias del Instituto Cecilio Acosta de Propatria, fechada el 21 de julio de 1997, aparece con el nombre de Willy Joseph Patiño Lira. Entre los círculos literarios de Caracas pensaban que era Carlos Lira, con el apellido de su madre y su abuelo linotipista, conocido como “El Cojo” José Lira, cofundador del partido obrerista Causa R. Otros decían que en su cédula se registraba Willy Madrid, es decir, con el apellido de su papá de crianza, Alfredo Madrid, operador del Metro de Caracas en los años 80 que llegó a la familia cuando Willy tenía tres años. Su ficha del Seguro Social IVSS indica que cotizaba en Prodavinci Digital C.A con el nombre Willy Joseph y apellidos Madrid Lira. En una entrevista 2014 afirmó que por motivos personales “no podía ni quería desvelar su verdadera identidad” y confesó que había variado cientos de veces las versiones del seudónimo. Una de ellas fue la que tomó el mote de Jose “MacKey” Moreno, estrella del béisbol dominicano que era un bateador ambidiestro.

A diferencia de cierta tradición literaria, Willy McKey no adoptó un nombre falso para escribir libros como han hecho tantos autores, sino que ocultó su identidad original bajo un alias anglosajón para interpretar el performance continuo de su inquieta vida.

McKey no tenía ningún empacho en asumir oficios inverosímiles, siempre ligados a la palabra, escrita y hablada, que dominaba con formidable soltura. Yo creo que en la literatura hay que chambear”, dijo en una entrevista a Ficción Breve en 2013. Como ganador del premio de poesía joven Rafael Cadenas en 2016 fundó la revista literaria El Salmón junto a Santiago Acosta (galardonada con el Premio Nacional del Libro 2010) y la cooperativa editorial Lugar Común con Luis Yslas. También fue asesor de comunicaciones políticas del candidato presidencial Henrique Capriles y del presidente interino Juan Guaidó. Trabajó como productor del efímero concurso de belleza que comandó Osmel Sousa luego que dejara la presidencia del Miss Venezuela tras un escándalo por proxenetismo dentro de la organización. Dictó charlas motivadoras como TED speaker (2018) y en la Pechakucha Nights CCS. Dio clases de historia de la comedia en la Escuela del Humor y produjo costosos banquetes organizados en sitios clandestinos de Caracas. Fue autor de tres poemarios y una obra de teatro. Se presentaba como propagandista, conceptualizador creativo, editor de no-ficción, escritor persuasivo. Era amigo de chefs, actores, actrices, músicos, escritores, poetas, políticos y politólogos, locutores, periodistas, humoristas con sus correspondientes cuentas de Instagram.

Su compulsión por vivir tantas vidas se la relató al periodista Humberto Sánchez Amaya para el libro Nuevo país de las letras del Fondo Editorial Banesco (2016) en donde fue catalogado entre los 34 mejores escritores venezolanos de la generación nacida en los años ochenta: “Cuando me preguntaron en el colegio qué quería ser cuando fuese grande, respondí que Pedro Infante. Veía que en una película era carpintero, en otra boxeador, en otra más cantante, y así hasta el infinito. Y además, siempre se quedaba con la muchacha. ¿No era una buena elección? Lamentablemente, esa opción no aparecía en las carreras de la universidad”.

Portada de la crónica “El último escape del poeta McKey”, publicada en la revista colombiana El Malpensante, edición No. 231 (julio 2021)

La caída

Aquel comunicado en morado fue el vaticinio de la precipitada caída de Willy Mckey. A las 2:11 de la tarde del 28 de abril, la cuenta de Twitter @mckeyabusador, creada apenas dos horas antes, publicó un largo hilo que abría: “He decidido finalmente hablar de mi experiencia de abuso con el escritor venezolano Willy McKey. Estaba firmado por ‘Pía, una víctima anónima de abuso infantil por parte del escritor venezolano Willy McKey’”.

A lo largo de 25 tuits, Pía relata los pormenores de su encuentro con McKey y muestra capturas de algunas conversaciones virtuales que mantuvieron entre 2015 y 2016 cuando ella usaba ortodoncia y la chemise beige del colegio (el uniforme de los bachilleres en Venezuela). Apenas estaba aprendiendo a usar el Metro de Caracas y había celebrado su fiesta de quince años no hacía mucho. Lo conoció en el microteatro en Caracas, cuando él tenía 36 y ella era una quinceañera con unas ganas inmensas de involucrarse en la escena cultural caraqueña. En aquel momento, Pía no detectó la dinámica de control que McKey ejercía sobre ella: la deslumbraba diciendo que había trabajado con gente talentosa e influyente a la que mostraría su trabajo y lograría grandes proyectos. Pero nunca hacía nada para mantenerla cerca, analizó un lustro después.

Los diálogos (casi monólogos) entre McKey y Pía revelan el estado de conciencia del escritor: procuraba un pacto de cómplices “con el silencio a su servicio” mientras admitía la parafilia que le despertaba la adolescente. Encubría su identidad llamándose “Partner in crime”. La joven relató que se consumaron dos encuentros sexuales que recuerda como traumáticos. Su caso no fue el único: cuando la quinceañera entró en el Teatro Nueva Era, del cual era fundadora y directora Jennifer Gasperi, novia de McKey, recuerda que el escritor también comenzó a seducir en vano a una amiga y pedirle nudes. Con otras jóvenes del grupo sí logró tener relaciones.

Un poco más de una hora después del explosivo hilo de Pía, McKey publicó en respuesta un segundo post de tapiz negro con la sentencia: “Cometí estupro”. Allí admitió el delito de tener relaciones sexuales con una menor de edad en 2015 y pidió perdón no solo a la víctima por el abuso infligido sino también a la que hasta ese momento había sido su pareja estable. Resaltando la necesidad de revisar su visión de la masculinidad, también afirmó que sabría hacerse cargo de las consecuencias por este hecho, empezando por separarse de todos los proyectos a los cuales pertenecía para no afectar personas, intereses y reputaciones.

McKey no había terminado de anunciar que dejaría todos los proyectos en los cuales estaba involucrado cuando el portal Prodavinci donde había trabajado como editor desde 2012 y para el que conducía un espacio radial en Éxitos FM, publicó un comunicado en el que formalizaba su decisión de romper inmediatamente la relación laboral. 

Organizaciones feministas protestan en Caracas en rechazo a la violencia contra la mujer (25/11/2020). Foto: Bárbara Rodríguez/ El Pitazo

A la reacción en cadena de repudio se le sumó la Fundación La Poeteca junto al Team Poetero y la iniciativa Autores Venezolanos. Mediante un comunicado, afirmaron que a partir de las denuncias de estupro cometido por McKey, establecerían una cláusula en las bases del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas por la que se retiraría el reconocimiento a los próximos concursantes que incurran en esas acciones. “Estamos a favor de las víctimas”, subrayaron. También, someterían a evaluación la posibilidad legal de desconocer el premio otorgado a McKey, ganador de la primera convocatoria del evento.

Le siguió su salida del popular podcast de humor negro Que se vayan todos transmitido en la emisora FM La Mega, decisión que fue anunciada por su compañero en este espacio sonoro, José Rafael Briceño, locutor, humorista y experto en oratoria conocido como el “profesor Briceño”, quien también fue arrastrado por la ola de denuncias del #YoTeCreo. El Ministerio Público lo citó como parte de una investigación iniciada por haber presuntamente cometido los delitos de ofensa por razones de género e instigación pública a partir de sus “reiteradas ofensas a la mujer venezolana” a través de su programa.

El mundo, su construido mundo, se abrió bajo sus pies aquella tarde de abril. La zanja incluso siguió agrietándose después de su muerte. El 3 de mayo, la organización de derechos humanos Provea decidió eliminar las referencias a Willy McKey en el libro “Poesía contra la opresión (1920-2018)”, antología elaborada por Diajanida Hernández y Ricardo Ramírez Requena, alegando ser coherente con sus principios porque “parte de la dominación es el machismo”.

McKey tituló un tercer y último comunicado de IG en color púrpura “Denuncia de abuso: Decisiones y consecuencias” en el que ratificó su apoyo a Pía en los procesos de recuperación de las secuelas que “pudieran haberse generado” con su “actuar impropio”. Anunció por igual que se sometería a la atención de especialistas que le permitieran entender y asumir las consecuencias de su comportamiento. Dijo que pretendía dedicar su testimonio a visibilizar una situación normalizada con el objetivo de que los hombres “lastimen menos” a las mujeres que hayan creído y confiado en ellos.

El último post de IG fue interpretado por usuarios de Twitter y expertas venezolanas en comunicación digital como una muestra de cinismo y prepotencia con velada intención persuasiva. “Sin duda eres un estratega, pero este no es el momento para demostrarlo. La manipulación en tu comunicación es evidente. En tu última publicación hablas de ‘convertirte en un vocero’ cuando esto pase. ¿Te das cuenta del nivel de narcisismo que demuestra esa frase?… mi tweet es solo una forma de decirte públicamente que te ahorres los intentos de continuar creando una narrativa” le cuestionó la especialista en estrategia digital Verónica Ruiz del Viso, joven líder del Foro Económico Mundial.

Aquel último comunicado solo avivó la bilis colectiva.

Sádico, depredador, narcisista, sociópata, manipulador, enfermo, despreciable, monstruo, aberrado, sucio, cobarde, basura, asqueroso, vomitivo, maquiavélico, violador, Jeffrey Epstein. Toda la furia y el asco fueron escupidos sin mascarilla alguna en las redes sociales de un país con medios de comunicación amordazados y sin canales regulares para hacer valer la justicia ni garantizar la reparación a las víctimas de violencia sexual.

Un tuit del Ministerio Público venezolano aceleró el vértigo. Entrada la noche del 28 de abril, el fiscal general de Nicolás Maduro, Tarek William Saab, sancionado por Estados Unidos por “debilitar la democracia y los derechos humanos”, anunció que abriría una investigación penal contra el escritor Willy McKey así como también a Alejandro Sojo, excantante de la banda Los Colores y Tony Maestracci, baterista de los Tomates Fritos, por los presuntos delitos de abuso sexual a menores de edad y violencia sexual. En un inusitado interés por cumplir sus deberes, el funcionario también hizo un llamado a las víctimas a que acudieran a la sede del organismo para formalizar las denuncias que se estaban ventilando sin tregua en las últimas dos semanas de abril. Tres semanas después del aviso oficial, la fiscalía venezolana ordenó la detención de los músicos por presuntos delitos de abuso sexual.

El proceso judicial contra McKey no quedó allí. También Venezuela habría emitido una orden de captura internacional contra el escritor por la cual podría ser detenido y deportado por las autoridades argentinas a su país natal, según confirmó el corresponsal en Argentina del canal VPITv. Una amiga del venezolano atestiguó ante la policía bonaerense que el escritor estaba pasando por un fuerte cuadro depresivo debido a problemas familiares. Su pareja, el último asidero, también se había separado de él tras el escándalo.

Cual epitafio digital, el jueves 29 abril, Mckey publicó en Twitter un haiku: “No sean esto / Crece adentro y te mata / Perdón”. Solo tres líneas breves que distaban de su acostumbrada incontinencia escritural. El estado de WhatsApp marca que las 3:36 de la tarde del 29 de abril fue la última vez que estuvo conectado. Minutos después, se desenchufó de la vida reivindicando la frase que llevaba tatuada en el brazo izquierdo: “Leer no te salva de nada”.

Willy McKey retratado por el fotógrafo Abel Naim para el libro «Nuevo País de las Letras»(Banesco, 2016)

En contraposición a su estruendosa muerte, el silencio ha dominado en los predios literarios. Pocos escritores han publicado sobre las implicaciones del dramático destino del colega. Martín Caparrós encontró que “la sociedad lo condenó al vacío… por esas canalladas enfermas, se perdieron también tantos poemas, tantas risas, algún amor más cierto, las posibilidades de una vida. No digo que nada de eso justifique al agresor ni lo libre de culpa; digo que habría que encontrar la manera de no aniquilarlo, de darle la posibilidad de pagar por lo que hizo y recuperar alguna forma de su vida”.

Mientras, la escritora venezolana Gisela Kozak escribió para Literal Magazine que “es doloroso que un hombre, que no había llegado a los cuarenta años, se haya suicidado y no haya sido capaz de enfrentar las consecuencias de actos que evidentemente eran incorrectos; prefirió la muerte a la justicia venezolana, lo cual no es de extrañar conociendo el sistema carcelario de mi país y la saña contra la oposición, pero con él muere la posibilidad de reparación de las víctimas y la superación de sus propias fallas”.

La tragedia de Willy Mckey se escenificó en buena medida en las redes, esos no-lugares que el propio escritor frecuentaba como parte del oficio. Produjo el desconcierto entre los amigos que creían conocerlo, la decepción de mujeres que cayeron en el mismo patrón de seducción, la desilusión de los seguidores que lo tildaban de genio, el asombro de los conocidos que sabían que sí, que era un picaflor pero que usaba su poder para abusar contra adolescentes o extorsionar a periodistas a cambio de escribir en el portal web donde era editor. También dejó perplejos a los que recién se enteraban que tener relaciones sexuales con menores de edad es un delito penado en Venezuela y enmudeció a ciertos círculos literarios. El suicidio de McKey también interpeló a una sociedad de machismo arraigado, que ha normalizado la violencia contra las mujeres como parte de su paquete cultural.

En una entrevista de 2013, aclaró a su colega Héctor Torres que “no todos somos Kafka”. En efecto, el escritor caraqueño no quemó sus escritos tal como lo pidió el novelista checo antes de morir, pero sí logró borrar con un click el registro de su historia reciente antes de quitarse la vida. Solo dejó colgados los tres post IG con los que pretendió aplacar la tormenta. En 2016, cuando aún vivía, escribía y discurseaba en Caracas, un año después de haber cometido estupro, afirmó que “le gustaría ser recordado como un sujeto con suerte”. La buena estrella le acompañó hasta que dejó de ser Willy McKey.

Lisseth Boon. Periodista con estudios de posgrado de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Por sus investigaciones sobre corrupción, extractivismo, crimen organizado y violación de derechos humanos ha sido galardonada con reconocidos premios de periodismo nacionales e internacionales.

Crónica El Malpensante: El … by lisboon

 

 

 

 

ESPECIAL ESCAZÚ | La interesada ausencia de Venezuela en el pacto regional para proteger el planeta

Expertos y organizaciones ambientalistas coinciden en que Venezuela no ha firmado el Acuerdo de Escazú porque promueve acciones y proyectos que atentan contra los tres principios de esta plataforma continental a favor del planeta: acceso a la información pública, participación ciudadana y acceso a la justicia. Consideran que el actual gobierno venezolano no está dispuesto a rendir cuentas sobre su opacidad informativa, corrupción administrativa y la economía extractivista que depreda el ambiente y agrede a los pueblos indígenas

Lisseth Boon

¿Cuánto mercurio está envenenando a las comunidades indígenas de la cuenca del río Caura en la Amazonía venezolana donde se explota oro? ¿Cuál es el impacto ecológico de los derrames petroleros en el Parque Nacional Morrocoy al occidente del país? ¿Por qué los vecinos de la populosa parroquia La Vega en Caracas no tienen agua potable desde hace un mes en plena crisis de COVID-19? ¿Qué impide al gobierno de Nicolás Maduro condenar la minería ilegal en el Parque Nacional Canaima, patrimonio natural de la Humanidad? ¿Quiénes están detrás del asesinato del líder yukpa Sabino Romero quien denunciaba la explotación de carbón en el Zulia y el despojo de los territorios ancestrales? 

Son sólo algunas de las puntuales preguntas que Venezuela estaría obligada a responder de haber firmado el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, Participación Pública y Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales conocido como el Acuerdo de Escazú, instrumento clave para la protección del ambiente y la defensa de los derechos ambientales en América Latina y el Caribe que entrará en vigencia el 22 de abril de 2021 cuando se conmemora el Día Mundial de La Tierra. 

 

El Auyantepui desde el río Carrao en el Parque Nacional Canaima, patrimonio Mundial de la Unesco desde 1974. Foto: Lisseth Boon.

A pesar de ser uno de los países con mayor biodiversidad del mundo donde los ecosistemas y pueblos indígenas son amenazados por el extractivismo minero y la construcción especulativa en áreas protegidas, Venezuela no forma parte de los originales 24 Estados firmantes ni de los 12 que ratifican este pacto internacional que garantiza derechos en materia ambiental como el acceso a la información pública, la participación de la ciudadanía en la formulación de políticas y toma de decisiones y aplicación de la justicia que implica la protección de los defensores del medio ambiente. 

El acceso a la información pública no es precisamente uno de los principios que define al gobierno de Nicolás Maduro. La Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), destaca en el informe de 2020 que fue imposible determinar en qué medida la administración del dirigente chavista ha logrado regularizar la actividad minera y frenar la extracción ilegal en el Arco Minero del Orinoco, el polémico megaproyecto creado en 2016 para la explotación del oro, diamante, bauxita y coltán, entre otros minerales estratégicos al sur del país. 

Minería ilegal en Campo Carrao dentro del Parque Nacional Canaima donde la cantidad de sectores de extracción aurífera creció 78% en cuestión de dos años. Está situado a 23 kilómetros del Salto Ángel, la caída de agua más alta del planeta. Foto: SOS Orinoco.

La Acnudh destaca que «el Ministerio de Desarrollo Minero Ecológico no ha publicado información de interés público, como estudios de impacto ambiental y sociocultural, datos sobre el número y el nombre de las empresas con las que el gobierno ha conformado alianzas, o sobre la cantidad de mineros inscritos en el Registro Único Minero”. Agrega que el Banco Central de Venezuela tampoco publica información actualizada sobre los volúmenes de oro que recibe de la empresa minera estatal Minerven, ni sobre la cantidad de minerales que se exportan. Mucho menos sobre cuál es su principal destino ni el monto de divisas extranjeras que el Estado recibe a cambio.

En el caso de los pueblos indígenas en Venezuela, la gravedad de la opacidad informativa es igual de notable.  El informe 2020 de la Acnudh resalta su preocupación sobre la falta de consentimiento libre, previo e informado con respecto la instauración del Arco Minero y la expansión de la minería en sus territorios ancestrales, que afectan el derecho fundamental de los pueblos indígenas a “la autodeterminación así como sus derechos sobre los territorios y recursos, a la conservación y protección del medio ambiente, y a vivir en paz y seguridad».

La lideresa del pueblo pemón Lisa Henrito fue acusada de secesionista y traidora a la patria en 2018 por el alto mando militar en el canal estatal VTV. Amnistía Internacional activó una acción urgente mientras que el gobierno venezolano guardó silencio. Foto: Lorena Meléndez.

¿Para qué Escazú?

“Venezuela, sin duda, debería formar parte del Acuerdo de Escazú promovido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de las Naciones Unidas”, considera la diputada a la Asamblea Nacional de 2015, María Gabriela Hernández. «Se trata de un país de la Amazonia, con 60% de su territorio conformado por áreas bajo régimen de protección especial (Abraes), dentro de las cuales 40% son parques nacionales. Nos referimos a una de las biodiversidades más complejas y nutridas del mundo por lo que es importante que reciban protección aquellos que defienden  el tema ambiental.  El ciudadano, las organizaciones, fiscales, jueces y actores ambientales deben contar con  garantías,  que sus acciones estén amparadas por la ley y, por supuesto,  que los venezolanos tengan la posibilidad de acceder a la información y la justicia para reparar y/o evitar la continuidad del daño al medio ambiente».

Para Vladimir Aguilar, abogado experto en derecho indigenista de la Universidad de Los Andes (ULA), la incorporación de Venezuela en el Acuerdo de Escazú sería fundamental porque se trata de la materialización de los distintos instrumentos para la protección del planeta que se han negociado desde la  Declaración de Río ’92 sobre el ambiente y el desarrollo. “Se trata de una de las declaraciones más importantes que se hayan negociado en el siglo XX con repercusiones en el actual toda vez que se reconoce uno de los principios más importantes del derecho ambiental como es el “Principio de la Precaución”, que implica que ante la duda sobre algo que afecta al medio ambiente, siempre debe favorecerse al ambiente. Responde a lo que se conoce en el lenguaje jurídico in dubio pro natura: ante cualquier duda se favorece la naturaleza”, resalta el también miembro del Observatorio de Ecología Política de Venezuela (OEPV). 

 

Los ecosistemas Parque Nacional Archipiélago Los Roques en el Caribe venezolano están amenazados por construcciones descontroladas que no atienden estudios de impacto ambiental. Foto: Lorena Meléndez.

El Acuerdo de Escazú es una herramienta fundamental que permite un enfoque más participativo en la toma de decisiones y en la formulación de políticas relacionadas con el medio ambiente, recuerda Alejandro Álvarez, coordinador de la organización Clima 21- Ambiente y Derechos Humanos para resaltar la relevancia de este pacto del cual Venezuela debería formar parte. «Otorga un piso legal para que no sólo los ciudadanos puedan ejercer sus derechos a la información y participación, sino que los Estados cumplan con las obligaciones adquiridas en materia de derechos humanos. Se trata de principios que ya están contemplados, además, en la Constitución venezolana y en la agenda global que procura el beneficio humano y ambiental de toda la región.  

Pero Escazú tiene repercusiones más allá de lo local. «Por tener un carácter vinculante, cada Estado que suscribe el acuerdo está obligado a rendir cuentas sobre su desempeño y competencias ya no sólo ante sus ciudadanos sino también ante la comunidad internacional», agrega Álvarez. “Es una tristeza que Venezuela vaya a quedar fuera de Escazú porque sus ciudadanos no deberían tener limitaciones para acceder a la información ambiental como tampoco a participar en la toma de decisiones sobre asuntos públicos que impactan al colectivo, por ejemplo, el tema agua, el fenómeno de la Niña y la crisis de suministro eléctrico que afectan a sus habitantes. Pero la posición del actual gobierno está marcada por la opacidad. Todo lo contrario». 

Manglares del Parque Nacional Morrocoy (Falcón) afectados por el derrame petrolero del 21 de julio de 2020 proveniente de la refinería estatal de El Palito en Carabobo, Venezuela. Foto Cortesía.

El coordinador de Clima 21 sostiene que la participación ciudadana es un derecho que en teoría está garantizado por los gobiernos democráticos donde se permite a la ciudadanía a cooperar en la formulación de políticas sobre temas ambientales, justo lo que no ocurre en Venezuela. “El caso de pueblos indígenas y defensores ambientales locales es aún más dramático porque su situación ha sido invisibilizada. Vemos que en países como Brasil, Colombia y Honduras se denuncia el penoso asesinato de líderes ambientales, pero nunca se habla de la cantidad de indígenas y defensores de la tierra que son amenazados, perseguidos, encarcelados y asesinados en Venezuela”. 

Naturaleza totalitaria

«Hay que asumir que los regímenes totalitarios son contrarios a este tipo de acuerdos o si los suscriben no los cumplen porque están contrapuestos a su naturaleza e intereses», destaca Hernández quien agrega que desde hace 22 años se ha venido restringiendo paulatinamente el derecho a la información atacando a periodistas, censurando y bloqueando a numerosos medios de comunicación. “La libre expresión, el acceso a la información pública, la libertad de conciencia son todos derechos violentados en países de gobiernos totalitarios». 

Para Aguilar, la razón por la cual Venezuela no ha querido firmar Escazú podría ser la misma que determina a otros países como Chile -uno de los grandes promotores al comienzo de las negociaciones- que ahora se abstiene de formar parte. “El acuerdo se establece porque es una obligación legal para los estados de manera explícita, es decir, no aparece en los convenios y en los instrumentos jurídicos internacionales sino a través de protocolos. En este sentido, el abogado indigenista observa que en el caso de Escazú la obligación legal de información, de justicia ambiental, de acceso a la transparencia y de participación ciudadana está contenido de manera expresa en el acuerdo, lo que establece una obligación legal para los estados. 

 “Suponemos que para Venezuela se le hace cuesta arriba firmar un acuerdo de esta naturaleza en vista de que la apuesta fundamental del actual gobierno venezolano es la política extractivista, teniendo en el Arco Minero del Orinoco su máxima expresión. El modelo de desarrollo que sustenta la economía venezolana es el extractivismo”, piensa Aguilar por lo que “es fácil suponer que, frente a la estrategia del Estado venezolano de explotación ilimitada de recursos auríferos y mineros, la firma del Acuerdo de Escazú sería un contrasentido ya que la política del gobierno de Maduro es fundamentalmente explotación ilimitada de los recursos naturales”. 

Niños indígenas juegan en Kumarakapay, poblado de la etnia pemón en la Gran Sabana (estado Bolívar) donde ocurrió el asalto militar en febrero de 2019. Ninguno de los responsables por el asesinato de ocho indígenas ha sido imputado. Foto: Lorena Meléndez.

El abogado indigenista recalca además que el Acuerdo de Escazú obligaría al Estado a someter a consulta iniciativas que se han implementado con el Arco Minero del Orinoco desde su creación en 2016. “Precisamente, una de las denuncias sobre este megaproyecto de minería es que no se ha realizado la consulta libre, previa informada de buena fe y con el consentimiento de las comunidades indígenas que se han visto afectadas por el mismo”. 

“Es una decisión política”. Así le asomó una exfuncionaria del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas al propio Alejandro Álvarez cuando le preguntó las razones de por qué Venezuela no iba a firmar el Acuerdo de Escazú en 2018. “A ningún gobierno del mundo le gusta ser interpelado, que le digan que lo están haciendo mal de acuerdo a los tratados internacionales suscritos. En el caso de Venezuela tiene peso lo político mas no necesariamente lo ideológico. Vemos el ejemplo de Chile que al comienzo firmó (bajo un gobierno de izquierda) y hoy en día cambió su posición presionado probablemente por intereses económicos. Venezuela desde un comienzo se opuso, con lo cual se cae el argumento de que se trate de un gobierno progresista o de izquierda. Todo lo contrario: está aprobando normativas como la reciente ley Antibloqueo que tiene una connotación terrible desde el punto de vista ambiental ya que exime de la obligación de dar información sobre acciones que pueden producir daño ambiental”.

El líder del pueblo yukpa Sabino Romero se dio a conocer por sus protestas contra la minería de carbón y el latifundio y por la defensa de sus territorios ancestrales en la Sierra de Perijá, estado Zulia. Fue asesinado en marzo de 2013. Foto: Cortesía.

La diputada Hernández también explica otras de las razones por las cuales Venezuela es una de las notables ausencias en Escazú. «La participación ciudadana en asuntos ambientales, uno de los pilares del Acuerdo, es también contraria a los postulados de una dictadura que busca el control social del país. Su prédica es ‘tú no te vas a mover ni a intervenir sino en la medida que yo lo permita’. Es todo lo contrario al principio de la justicia fundamental de las libertades, que sostiene que el ciudadano puede hacer todo aquello que quiera a menos que la ley lo prohíba”. La parlamentaria destaca que en un régimen totalitario ocurre de manera distinta:  el ciudadano está absolutamente restringido por las diversas formas de control social. “Un tratado que permita el acceso a la información y que el ciudadano participe no es precisamente lo que le interesa a un gobierno autoritario”. 

 Así como una dictadura es contraria al acceso a la información, también lo es con respecto al acceso a la justicia. “Los regímenes autoritarios sólo apelan a la normativa legal en la medida que le sirva para perpetuarse en el poder, así tengan que proteger la actividad criminal y la corrupción del régimen”, dice Hernández. 

Balsa minera en el río Carrao. Desde la creación del Arco Minero del Orinoco en 2016 se ha registrado un aumento de este tipo de embarcaciones en los cuerpos de agua del Parque Nacional Canaima. Foto: Lisseth Boon. 

Las limitaciones al acceso a la información también están relacionadas a las trabas que se imponen a la generación de conocimiento. Para el director de Clima 21, “la academia -universidades e institutos científicos- que hasta hace pocos años producía estudios e investigaciones en materia ambiental, ahora no cuenta con recursos para generar contenidos necesarios para la toma de decisiones, desde lo particular hasta la formulación de políticas nacionales. En nuestros días el desarrollo sostenible es impensable sin tomar en cuenta el factor ambiental”. 

Runrun.es solicitó información al Ministerio de Ecosocialismo sobre las razones por las cuales Venezuela no ha suscrito el Acuerdo de Escazú pero hasta el momento de la publicación de este reportaje no se obtuvo respuesta. 

 

Primeros intentos

La importancia de que Venezuela forme parte del Acuerdo de Escazú como Estado firmante se remonta a la declaración de Río 92, cumbre de la Tierra en la que se cimenta que el desarrollo sostenible se logrará mejor en las sociedades que tengan acceso a la información, sus ciudadanos puedan participar en la toma de decisiones y tengan acceso a la justicia, destaca Álvarez quien ha participado en la discusión desde hace dos décadas como representante de la sociedad civil en Venezuela. 

“Río 92 fue una declaración de buenas intenciones de una nueva alianza mundial a favor del planeta, un recordatorio de derechos  universales reconocidos desde el punto de vista legal independientemente del reconocimiento o no que de ellos hagan los estados. Se trata por cierto de una declaración que fue firmada por la casi totalidad de países de Latinoamérica entre los cuales no estaba Venezuela. No se conocen las razones ”, destaca Álvarez.  

La declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo aprobada durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en junio de 1992 reunió todos estos factores en la proclama llamada “Principio 10”, que plantea que el mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos en el proceso de adopción de decisiones, que tengan nivel de información adecuado sobre el medio ambiente y que los Estados deben proporcionar acceso a los procedimientos judiciales y administrativos, entre los cuales se cuenta el resarcimiento de daños y recursos pertinentes. 

Destrozos en la ruta preparada para una carrera de bicicleta montañera en el Parque Nacional Waraira Repano (El Ávila) en Caracas. A pesar de ser una actividad prohibida en esta área bajo régimen de administración especial debido al impacto que produce en los ecosistemas, tuvo autorización del propio Instituto Nacional de Parques (Inparques). Foto: Cortesía.

El director de Clima 21 revisa los antecedentes de Escazú de manera sucinta: tanto la Cumbre de la Tierra Río ’92 como Río+20 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río 2012), una serie de países latinoamericanos se comprometieron a desarrollar un instrumento legal para Latinoamérica y el Caribe tal como había ocurrido con otras regiones como Europa y África. Para tal fin, se llevaron a cabo una serie de reuniones preparatorias donde los originales cuatro países se comprometieron a establecer el proceso formal, motorizado por la Cepal como organismo operativo. 

A los principios de información, participación y justicia, se incluyó la protección de los defensores ambientales ante una urgencia ineludible confirmada por cifras y estudios: Latinoamérica se había convertido en “el sitio más peligroso del mundo para los defensores derechos ambientales”. La incorporación de este cuarto pilar alargó el proceso de discusión y provocó incluso que algunos países se echaran para atrás como México y Brasil, donde justo se registran alarmantes asesinatos de líderes ambientales. Finalmente, en 2018, se acuerda un documento de compromiso que es firmado en un primer momento por 24 países entre los cuales no está Venezuela.

Un grupo de personas recolectan agua en un riachuelo en Caracas en julio de 2020. La crisis del agua en Venezuela alcanza niveles dramáticos en plena pandemia de COVID-19. Foto: EFE.

«En 2018 varias organizaciones defensoras de derechos humanos en Venezuela comenzamos a movilizarnos para lograr que el país entrara al menos en el grupo de naciones firmantes del Acuerdo de Escazú. Se organizó una campaña liderada por Amnistía Internacional y junto a más de 200 organizaciones de América Latina y El Caribe firmamos una carta dirigida a los jefes de Estado, donde les exhortamos a convertirse en líderes de una cruzada global a favor del planeta”, describe Álvarez.  

Junto con 200 organizaciones de Latinoamérica, por Venezuela firmaron la carta dirigida a los presidentes estados: Coalición Clima 21; Acceso a la justicia; Asociación Civil Mujeres en Línea; Centro de Estudios de Oralidades y Culturas indígenas y africanas de América Latina y el Caribe; Epikeia Observatorio Universitario de Derechos Humanos; Equipo de Proyectos y Asesoría Social; Espacio Público; Fraternidad Laical Dominicana de Barquisimeto “Santo Domingo de Guzmán; Fundación Museo del Mar; Geografía Viva; Grupo Social Cesap; Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad de Los Andes; Phynatura; Promoción Educación Defensa en DDHH; Red de Organizaciones Ambientalistas de Venezuela (ARA); Sinergia, Red Venezolana de OSC; Sociedad de Ciencias Naturales La Salle; Una Ventana a la libertad  y la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.

«Lo cierto es que las Ong que plantearon la firma de Venezuela en Escazú al Estado venezolano en 2018 siguen a la espera de una respuesta”, afirma Aguilar, agregando que en los últimos tres años han ocurrido otras adhesiones a esa iniciativa de la sociedad civil mientras que el Estado venezolano no ha dado ninguna respuesta formal, firme y contundente. Escazú no está en la agenda del Estado por la apuesta económica de la minería descontrolada al sur del Orinoco en la Amazonía venezolana».

 

Los derrames de hidrocarburos en la costa occidental de Venezuela continúan sin que la estatal petrolera Pdvsa active un plan de contingencia. Desde que Nicolás Maduro asumió el poder en 2013, se han registrado 28 fugas tóxicas a lo largo del territorio nacional. Foto: Cortesía.

Pero Venezuela no está completamente ausente de la discusión global sobre el ambiente y el desarrollo sostenible. En el marco del Principio 10, el Estado venezolano ha firmado al menos 15 tratados internacionales entre 1977 y 2018, que abarcan diferentes desafíos, desde la protección de la capa de ozono, cambio climático hasta seguridad de biotecnología.

Sin embargo, la firma no es garantía de cumplimiento de una responsabilidad adquirida, advierte María Gabriela Hernández. “Aunque Venezuela suscribiese el Acuerdo de Escazú, se convertiría en un pacto no acatado como el Tratado de París sobre sobre cambio climático, firmado y ratificado por Venezuela, pero no se cumple. Sería letra muerta porque el poder imperante que usurpa el poder en Venezuela no permite el acceso a ninguna información ambiental, ni participación pública, mucho menos acceso a la justicia, precisamente los tres postulados del Acuerdo  tratado de Escazú”.

Desde 2018, un grupo de organizaciones han venido promoviendo la incorporación de Venezuela a Escazú pero a pequeña escala, afirma Álvarez. “No tenemos la capacidad suficiente para accionar o hacer ruido. Cuando estas limitaciones producen frustración entre los compañeros de lucha siempre recuerdo a Mafalda: una pulga no detiene una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista. Ese es nuestro trabajo”. Sin desmayo, el próximo 22 de abril, Día Mundial de la Tierra, harán pública una declaración conjunta insistiendo en la importancia de que Venezuela sea uno de los países firmantes del Acuerdo de Escazú. 

Escazú ante la pandemia

 ¿Es prioritario promover la incorporación de Venezuela en el Acuerdo de Escazú ante las urgencias que plantea la pandemia del COVID-19 en la región?

Aguilar no pone en duda la relevancia de la discusión sobre temas ambientales justo cuando el coronavirus causa estragos en el continente. La pandemia es una expresión de cómo la especie humana sigue interviniendo sobre su entorno natural y de cómo, a pesar de ella, los proyectos extractivos en la Amazonía continúan avanzando. Aparte, vemos cómo los niveles de contagio números de muertes en los países amazónicos como Brasil, Colombia, Ecuador y Venezuela van en aumento a la par de la profundización de los proyectos extractivistas”.

 La pandemia no debería ser excusa para posponer un acuerdo como Escazú sino todo lo contrario, piensa Aguilar. “Es la expresión de una apuesta irracional de apropiación, explotación, de los recursos naturales y fuentes de vida para los estados amazónicos y en especial para las comunidades indígenas que allí habitan”. 

Balsa para sacar oro en el Bajo Caura, una de las cuencas más caudalosas de Venezuela, decretada parque nacional en 2017. Tres años más tarde, sin consultar a los pueblos indígenas locales ni realizar estudios de impacto ambiental, la región fue incorporada a la explotación minera por el Ministerio de Desarrollo Minero sin importar que fuese área protegida. Foto: Cortesía.

También existe una relación directa entre los países con mayor responsabilidad en el cambio climático y el número de muertes y contagio que allí se registran. “Estados Unidos, China, Inglaterra, India entre otras, son naciones donde hay mayor incidencia sobre la naturaleza y el calentamiento global”, afirma Aguilar quien evalúa que la pandemia no podrá ser controlada en la medida en que no se detengan los proyectos extractivistas y el uso perverso e irracional de los recursos naturales.  

La discusión sobre la inclusión de Venezuela en el Acuerdo de Escazú es absolutamente prioritaria, considera Alejandro Álvarez quien recuerda la advertencia que hiciera en abril de 2020 el relator especial de la ONU sobre los derechos humanos y el medio ambiente, David Boyd, tras el anuncio de varios gobiernos que indicaron que reducirían sus normativas ambientales: “la pandemia del COVID-19 no ha de usarse como excusa para reducir la protección sobre el medio ambiente. A la luz de la crisis ambiental mundial previa al coronavirus, estas acciones son irracionales, irresponsables y ponen en peligro los derechos de las personas vulnerables”. 

 Foto: Lorena Meléndez. Mujeres de la etnia pemón lavan ropa a orillas del río Akanan. No hay estudios del nivel de toxicidad por mercurio en las comunidades indígenas que se utiliza en la creciente minería ilegal de oro dentro del Parque Nacional Canaima. 

La situación ambiental en Venezuela es sumamente grave y la mayor parte de esa destrucción de ecosistemas y violación de derechos humanos están asociados a intereses económicos de factores de poder que terminan por afectar servicios básicos como el agua en el país que enfrenta una crisis generalizada. Se trata de una urgencia que es menester atender, subraya Álvarez. 

 El hecho de que Venezuela no esté entre los primeros firmantes de Escazú no implica que no se pueda adherir al Acuerdo más adelante. “Hay que incorporarse una vez que haya cambio de gobierno. Caso similar es el del Tratado de Minamata, que busca restringir el uso del mercurio para la explotación aurífera y que tantos estragos está produciendo en suelos, ríos y comunidades indígenas de la Amazonía venezolana. Junto con la adhesión a Escazú, desde el parlamento exigiremos su revisión una vez que recuperemos la democracia”. 

*Este reportaje hace parte de Tierra de Resistentes, proyecto coordinado por Consejo de Redacción con la financiación de Ambiente & Sociedad.

Puede leer el especial completo #QuiénLeTemeAEscazú haga click en la imagen: 

 

Una joyería en el estado de cuenta: los pagos sospechosos de una transnacional del oro a empresas anónimas en Venezuela

Sin oficina conocida en el país, la comercializadora de oro Kaloti Jewellery International, investigada por Estados Unidos por lavado de dinero y señalada de contrabando de metales preciosos, tocó Venezuela de forma indirecta. Entre 2011 y 2012, miles de dólares entraron en cuentas en el extranjero de pequeños comerciantes de libros, pescado, pan, entre otros, prácticamente desconocidos, en un contexto de sequía de dólares. Los pagos ponen en evidencia un enrevesado costado de las distorsiones del control de cambio que rigió en Venezuela por más de 15 años. Son transacciones que no involucraron oro como mercancía aunque el pagador fuese una de las corporaciones auríferas más grandes del mundo.

@boonbar

@marcosdavidv

Maracaibo, Barquisimeto, Caracas, Lechería, Güiria. En estas cinco ciudades tan dispares como equidistantes a lo largo de 1.300 kilómetros, que se extienden del occidente al oriente de Venezuela, se encuentra un puñado de pequeñas empresas que tienen como denominador común haber recibido pagos de una compañía con sede en los Emiratos Árabes Unidos: Kaloti Jewellery International Company Limited, de Kaloti Jewellery Group. 

Se trata de una de las corporaciones de refinación, fabricación y comercialización de oro más extendidas del mundo, que por tres años fue investigada por una fuerza de tarea conjunta liderada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), pesquisas que incluso llevaron a funcionarios estadounidenses a recomendar en 2014 que la empresa fuera designada como una amenaza de lavado de dinero utilizando la Ley Patriota, basados en todas evidencias que habían acumulado. El gobierno de Estados Unidos decidió cerrar el caso por consideraciones diplomáticas con sus aliados emiratíes, pero las alertas llevaron a que algunos bancos les cerraran las cuentas y perdieran una importante certificación de su principal refinería. 

¿Por qué la megacorporación del oro fundada en Dubái depositó miles de dólares a las cuentas bancarias en el extranjero pertenecientes a una empresa pesquera, un instituto oncológico, una editorial de medicina y odontología, el propietario de una panadería y el dueño de una importadora en Venezuela sin aparente relación con el sector aurífero? 

Las inusuales transacciones entre Kaloti y las empresas venezolanas con participación de bancos extranjeros y agentes intermediarios que operan en jurisdicciones de «alto riesgo» levantaron las alarmas de la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN, por su acrónimo en inglés) del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos que investiga datos financieros relacionados  con lavado de dinero y terrorismo. 

La filtración de más de 2.100 reportes de actividades sospechosas (en inglés Suspicious Activity Report, o SAR), obtenida por BuzzFeed News, compartida con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y a la que tuvieron acceso más de 400 reporteros de 88 países para dar origen a la investigación global de los FinCEN Files, reveló que entre 2011 y 2012 Kaloti transfirió al menos seis pagos a 2 particulares y 3 compañías registradas en Venezuela que suman un total de 420.070 dólares, equivalentes a unos 8,4 kilos de oro calculados según promedio del precio del oro en la época. Una cifra que podría lucir intrascendente en el millonario panorama del mercado internacional de oro pero que en realidad se adiciona a las miles de operaciones que efectuó la transnacional a un centenar de compañías en otros países de América Latina, Asia y África, tal como registran los documentos del FinCEN. 

Las operaciones bancarias de Kaloti Group identificadas como dudosas por el Departamento del Tesoro estadounidense suman miles de transferencias por un valor de  9.300 millones de dólares, realizadas entre 2007 y 2015 dentro del sistema financiero internacional. Un cuarto de los SAR recogidos en la filtración están relacionados con oro. Venezuela figura como el tercer país con mayor número de reportes de actividades sospechosas de estar vinculadas con lavado de dinero a través del comercio de oro. 

La web de Kaloti Jewellewry International describe que la corporación mantiene «altos estándares de integridad, excelencia y conformidad»

Que un nombre de persona o empresa aparezca en un SAR del Departamento del Tesoro norteamericano no es una buena noticia pero no necesariamente es indicativo de algún delito o conducta criminal. Los bancos en Estados Unidos están obligados a enviar a la FinCEN informes que indiquen si se «sabe, sospecha o tiene alguna razón de sospechar» que una transacción tenga un origen ilícito o dudoso objetivo de negocio. No son en sí denuncias formales pero sí alertan a las autoridades sobre posibles operaciones de lavado de dinero proveniente de la corrupción, narcotráfico y crimen organizado. En los FinCEN Files no está la totalidad de los miles de informes emitidos durante los años analizados.

 Si bien las empresas venezolanas que recibieron pagos de Kaloti fueron registradas en el país, las transacciones se hicieron entre cuentas de bancos internacionales por orden de compañías domiciliadas en “sitios conflictivos” como Curazao y Guyana. Todo esto ocurrió justo en una época en la que regía el control de cambio implantado por el gobierno chavista desde 2003, que bajo la gestión de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) bloqueaba la libre convertibilidad de la moneda y por lo tanto el intercambio entre cuentas bancarias de bolívares venezolanos a dólares. 

Aunque el objeto de estas operaciones bancarias fue descrito como «comercialización de oro» por la empresa emiratí, no hay registro de exportaciones por parte de las empresas venezolanas ni particulares involucrados. En los balances aduaneros de los años que figuran en los reportes a la FinCEN no existe la venta de lingotes dorados provenientes de Venezuela a Kaloti ni a ninguna otra compañía extranjera, según recoge la base de datos de comercio internacional Import Genius. 

Las transferencias de Kaloti “por comercio de oro” a empresas venezolanas ocurrieron entre 2011 y 2012, cuatro años antes de la creación del controversial Arco Minero Minero del Orinoco, un megaproyecto de minería concebido y anunciado por Hugo Chávez en 2011 e instaurado definitivamente por Nicolás Maduro para la explotación de materiales estratégicos, que derivó en una cantera de corrupción, devastación ambiental, masacres y desapariciones. También ocurrieron antes de que fuera establecido por ley el monopolio de la comercialización del oro por parte del Estado, cuando las reglas de la compra y la venta del oro explotado en las minas del sur del país estaban aún menos claras. El Banco Central de Venezuela es el organismo que autoriza la venta del material aurífero tanto dentro como fuera del país. 

Una de las entradas al Arco Minero del Orinoco, en el estado Bolívar, Venezuela. Foto: Bram Ebus

Las empresas señaladas tienen en común alguna formalidad estructural como identificación fiscal, registro de empresa, reporte de importación de mercancía con su correspondiente registro en aduana. Incluso dos de las cinco compañías  aparecen en el Registro Nacional de Contratistas (RNC), aunque hoy en día están inhabilitadas para contratar con el Estado. Pero en todos los casos resultó difícil conseguir el contacto y la sede física a partir  de la dirección, correo electrónico y números telefónicos reflejados en los SAR y algunas cuentas de redes sociales. La falta de datos muestra también la dificultad de los bancos, ubicados en la primera línea de prevención del lavado de dinero, para seguir las trazas del dinero que consideran sospechoso. 

El principal llamado de atención de los bancos a la FinCEN es que las empresas que recibieron pagos de Kaloti desviaron sus actividades para vender oro y asomaron que los movimientos bancarios sospechosos se inscriben dentro de patrones de lavado de dinero estudiados por la DEA y organizaciones como Global Witness.  

Pero en el caso de Kaloti y las empresas venezolanas la relación no resulta tan directa. Un grupo de pequeñas y medianas empresas venezolanas sin relación entre sí y desconectadas del sector aurífero quedaron envueltas en inusuales transacciones entre comercializadoras de oro extranjeras, que se valieron del control de cambio en Venezuela para ejecutar esas operaciones identificadas como sospechosas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Y lo hicieron sin saberlo. 

 

Una deuda de pescado 

Cuando vio el nombre de Kaloti Jewellery International en el balance bancario de su empresa pesquera, Alí Saab Saab tuvo un mal presentimiento. ¿Por qué una joyería extranjera le estaba transfiriendo los más de 100 mil dólares correspondientes al pago pendiente de la deuda acumulada de un cliente por compra de pescado? “Esto nos puede traer problemas”, pensó con inquietud. Pocos meses después, el First Bank of Miami cerró la cuenta corporativa y nueve años más tarde, el nombre de la mediana compañía ubicada en Güiria, al extremo oriental del estado Sucre, apareció en la filtración de los FinCEN Files como receptora de una transacción sospechosa que relaciona a la corporación del oro de Dubái y la comercializadora El Dorado Trading, ubicada en Guyana.

 Según el reporte de actividad sospechosa llenado en marzo de 2012 y dedicado a Inversiones Rosu C.A., el First Bank de Miami señaló que el 19 de diciembre de 2011 Kaloti Jewellery Internacional hizo dos transferencias por un total de 109.452 dólares a beneficio de la empresa pesquera de Güiria desde su cuenta del Deutsche Bank de Londres usando la entidad intermediaria Deutsche Bank Trust de Nueva York, por concepto de «comercio de oro por orden de El Dorado Trading”.

El banco estadounidense confirmaba en su reporte que la empresa de los hermanos Roston, Rafik y Ali Saab Saab se dedicaba a la industria pesquera y operaban cuatro barcos con autorización para trabajar en Venezuela, Surinam, Guyana y la Costa Atlántico Sur hasta Brasil. En el documento ante la FinCEN, el First Bank de Miami explicó que “las  transacciones (de Inversiones Rosu C.A) no parecían tener “un razonable propósito y se desvían de la actividad esperada por el cliente”. También dijo que el cliente “no pudo proporcionar documentación para soportar las transacciones”.

Alí Saab Saab aseguró en una entrevista del 23 de septiembre de 2020 que no había manera de presentar documentos de una transacción en un país de extrema informalidad financiera y poca fiscalización como Guyana, operación por la que además no fueron previamente consultados. Lo dice quien es oriundo de una región de Venezuela ahora azotada por el contrabando de gasolina, narcotráfico y bandas criminales. 

 Los propietarios de Inversiones Rosu C.A son tajantes: “Nunca hemos tenido ningún tipo de relación con la empresa (Kaloti Jewellery International Group.), y jamás hemos comercializado con oro. Lamentablemente, todo lo que trajo esa transferencia fue un incidente ajeno a nuestra voluntad y control”

En una respuesta enviada por email el 23 de septiembre, Saab Saab despeja las sospechas sobre las embarcaciones de la empresa en aguas extraterritoriales. «Güiria siempre se ha caracterizado por ser un área de producción pesquera y agrícola. Es costumbre que toda las embarcaciones pesqueras, llámese pargueras y polivalentes, tanto de Güiria, como de otros puertos del Oriente, realicen faenas de pesca en aguas de Guyana, Suriname e incluso Guyana Francesa, con licencias legales obtenidas o auspiciadas por los clientes que existen en esos puertos, permitiendo descargar o vender parte de la producción pesquera”. 

Saab Saab confirmó que aquel cliente de Guyana les adeudaba varias faenas o campañas de pesca. “El hecho de que esos fondos fueran abonados a nuestra cuenta sin nuestro consentimiento en lo que respecta al remitente de la transferencia, nos costó no solo la relación comercial, sino también el cierre de la cuenta. Inclusive, los fondos fueron abonados sin control previo por parte del banco, que de haberlo realizado, nunca habríamos aceptado el depósito de los mismos».

Descartan asimismo cualquier vinculación con El Dorado Trading. «No existía relación con esa empresa; obviamente exigimos una explicación a nuestro cliente en Guyana, que sin consultarnos o solicitar nuestra autorización pidieron por su cuenta que nos hicieran la transferencia cuyo concepto original era producción pesquera».

 

Derecho de autor

Un caso similar ocurrió con Actualidades Médicas y Odontológicas Latinoamericana, Amolca C.A (Actualidades Médico Odontológicas) una editorial de textos de medicina fundada hace 36 años en Caracas y que en 2019 mudó su sede principal a Medellín empujada por la crisis generalizada de Venezuela, aclararon sus propietarios. Conservan la oficina de la capital venezolana en un pequeño edificio tan discreto como desvencijado del este de la ciudad. 

En un informe de actividad sospechosa de la FinCEN de diciembre de 2011, el Ocean Bank reportó que Amolca C.A registró actividades sospechosas con algunos giros provenientes de ubicaciones geográficas  de “alto riesgo” como Emiratos Árabes Unidos y Siria. Agregaron que la actividad era inconsistente con el negocio y la historia del cliente.

En la sede en Caracas de Actualidades Médicas Odontológicas (Amolca C.A) sigue funcionando en un pequeño edificio en el este de la capital. Oficina principal se mudó a Medellín en 2019. Foto Lisseth Boon / Runrunes

El SAR reporta que en diciembre de 2011, la empresa propiedad de Rafael Ángel Cortez, Margarita Florez de Cortez y Guillermo Cortez recibió un pago único de 9.976 dólares por parte de Kaloti Jewellery International de Dubái a través de la cuenta del Deutsche Bank y del intermediario Deutsche Bank Trust de Nueva York por concepto de “comercio de oro al cuidado de Haig’s Internacional N.V”. Identificaron esta operación como “inusual” y “altamente irregular” emitida desde una jurisdicción “de alto riesgo” y relacionada a una actividad comercial muy diferente a la editorial. 

En su momento, a Margarita Florez de Cortés, una de las propietarias de Amolca C.A, le extrañó recibir en su cuenta del Ocean Bank de Miami un depósito de casi 10  mil dólares por parte de una “joyería internacional”. En diciembre de 2011, la editorial necesitaba obtener divisas para cubrir algunas operaciones en el extranjero para la compra y venta de derechos de autor por lo que debieron recurrir al mercado negro, costumbre arraigada en la Venezuela de aquellos años sumida bajo el control cambiario que solo permitía el acceso a dólares preferenciales a reducidos sectores de la economía como el de alimentos y medicinas. 

“Aquella transacción fue producto de la compra de dólares en el mercado secundario a una persona que nos recomendaron para cambiar las divisas a fin de honrar compromisos de la editorial en el exterior. La operación se hizo de esa manera debido al control cambiario en Venezuela; era además una práctica común que hacían las empresas que tenían compromisos en el exterior”, aseguró Florez en una carta enviada el 21 de septiembre de 2020. En ese tiempo regía, sin embargo, la Ley de Ilícitos Cambiarios que establecía multas y prisión a quienes compraran o vendieran divisas fuera del Banco Central de Venezuela, una legislación que fue derogada en 2019. 

La propietaria de Amolca C.A subraya que se trató de una operación puntual y no consecutiva que se efectuó hace nueve años. No conserva detalles de esa transacción, como por ejemplo la identidad de la persona en Caracas que gestionó el cambio de bolívares a dólares, o si se hizo mediante cheque o transferencia bancaria. “Con la mudanza, se desecharon muchos documentos que la empresa no consideró importantes”. De lo que sí está completamente segura, insiste, es que la editorial nunca vendió oro y jamás tuvo relación con Haig’s International ni Kaloti. 

¿Por qué Haig’s International, una comercializadora de oro afincada en Curazao, de conocida gestión en el mercado global, querría tener una moneda tan devaluada como el bolívar fuerte venezolano en 2011? La respuesta podría apuntar hacia el sur minero del país. Para aquel año en que Hugo Chávez nacionalizó la actividad aurífera en Venezuela, la compra y venta del oro en la región minera del estado Bolívar aún se efectuaba con bolívares y en efectivo. Además, denuncias oficiales y reportajes periodísticos han confirmado que la ex antilla neerlandesa ha servido de puente para la legitimación del oro venezolano promoviendo su salida legal hacia el mercado internacional. 

 

Un apartamento y la banca clandestina 

Un esquema parecido se aplicó con el Instituto Oncológico del Occidente, centro de salud registrado en 1981 en Maracaibo, capital del estado Zulia, al occidente del país. La clínica está apuntada en el Registro Nacional de Contratistas de Venezuela aunque hoy en día está inhabilitada para firmar contratos con el Estado.

Un reporte de actividades sospechosas de finales de 2012 subraya el alerta de Century Bank sobre la familia propietaria de la clínica zuliana, José Luis Padilla Viloria, Mirna Yolanda Parra de Padilla y María Carola Padilla Parra, así como también del emisor de la transacción, Kaloti Jewellery International de Dubái. Observaron que se trataba de «una actividad que no está en línea con su actividad habitual» y que los titulares de la cuenta abierta en 2009 no pudiesen presentar documentación que justificara la operación. 

Según el reporte del banco que analizó los movimientos, no estaba claro el objetivo del depósito de 165.690 dólares a los propietarios de centro para el tratamiento de cáncer realizado el 23 de julio de 2012 por parte de Kaloti desde su cuenta del Deutsche Bank de Londres, usando como banco corresponsal el Deutsche Bank NYC y cuyo objetivo de pago era el «comercio de oro» por parte de Haig’s International. 

Hacia 2012, Haig’s International, ubicada en la zona franca de Curazao, contaba con  25 años de experiencia en comercio, transporte y distribución de metales preciosos. “No se encontró relación entre los clientes del banco y el emisor de la transferencia (Kaloti) o la comercializadora de oro de Curazao (Haig’s)”, indicó el documento agregando que “no se puede asegurar la legitimidad de la transacción que parece ser un pago a terceros”, que los oficiales de cumplimiento describieron en el SAR “como un mecanismo o red de personas que reciben dinero con el fin de hacer equivalencias de los fondos de terceros en otra ubicación geográfica”.

Estas operaciones entrarían en un sistema informal de transferencia de valor  o IVTS (por las siglas en inglés de Informal Value Transfer System) que se manejan fuera del sistema bancario convencional a través de instituciones financieras no bancarias u otras entidades comerciales, la llamada “banca clandestina”.  Se trata de un mecanismo o red de personas que reciben un monto de dinero cuyo valor equivalente es pagadero a un tercero situado en otra ubicación geográfica, como algunas redes de envío  de remesas, por ejemplo. Es lo que podría haber ocurrido con las empresas  venezolanas en cuestión salvo por un detalle: aseguran que no estaban al tanto de formar parte del sistema de intercambio. 

Por la versatilidad y anonimato que proporciona al usuario, este sistema puede ser muy atractivo para cometer ilícitos como lavado de dinero, financiar el terrorismo y otras actividades criminales, evalúan expertos.  

Las severas restricciones que impuso desde 2003 el régimen cambiario en Venezuela derivó en el mercado negro, un espacio de compra y venta ilegal de dólares  que no sólo promovió la masiva fuga de capitales y de dinero público pese a la Ley de Ilícitos Cambiarios sino también permitió a venezolanos anónimos a que tuvieran acceso a dólares y terminaran involucrados en esquemas de operaciones poco transparentes y al menos cuestionables como la que tanta suspicacia despertó entre los analistas de los bancos que reportaron a la FinCEN.

El Ocean Bank consultó en su momento a María Carola Padilla Parra, quien aseguró que la transferencia de 2012 era producto de la venta de un apartamento en Caracas, en el capitalino municipio Baruta e incluso presentó la fotocopia del contrato por 3.380.000 bolívares (786.046 dólares a la tasa de cambio oficial de 2012). En esa rendición de cuentas del cliente al banco, ni Kaloti de Dubái ni Haig’s International V.D. de Curazao fueron mencionadas. 

El Instituto Oncológico de Occidente es un conocido centro para tratamiento del cáncer en Maracaibo ubicado cerca de la transitada avenida Las Delicias de la capital de Zulia. Ninguno de los teléfonos fijos de su cuenta de Instagram funciona y el último post informativo fue publicado en septiembre de 2019. Sin embargo, se pudo comprobar que han seguido activos recibiendo pacientes incluso durante la pandemia de COVID-19. Sus propietarios no respondieron a las peticiones de entrevistas enviadas el 21 y 24 de septiembre de 2020 vía correo electrónico para este reportaje. Pero sí se logró obtener la versión de la compradora del apartamento vendido por la familia Padilla que confirma el esquema aplicado en las sospechosas operaciones de Kaloti con titulares venezolanos de cuentas bancarias en el extranjero.

A.V. (quien pidió mantener su nombre en reserva) es gerente en uno de los principales bancos de Venezuela. Compró en 2011 el inmueble ofertado por los Padilla, que para el momento residían en Miami. Pagó una inicial con un cheque en bolívares y contrató un crédito hipotecario aprobado por la misma entidad bancaria donde trabaja hace 13 años para cubrir el resto de las cuotas valuadas en moneda venezolana. El contrato de la venta del apartamento fue firmado en Caracas por Héctor Luis Parra Mejías, tío de María Carola Padilla, en calidad de apoderado. No hizo ninguna transacción con oro para pagarlo. 

Para A.V., la sorpresa no pudo ser mayor cuando se entera ocho años  después que aquella inicial por el apartamento que pagó en bolívares haya sido presentada por la vendedora del inmueble como justificación de los dólares supuestamente recibidos de una comercializadora de oro en Curazao. Y que su nombre aparezca entre los movimientos bancarios sospechosos reportados ante el Departamento del Tesoro de EEUU. «No tengo ninguna vinculación con Kaloti, ni Haig’s ni ventas de oro. Tras concretarse la compra del apartamento, no supe más de los Padilla».

 

Pan y divisas

La historia de las transacciones de Kaloti en Venezuela alcanzaron a un panadero portugués. En un reporte basado en una transacción de 2011 se detalla la transferencia de 34.976 dólares por parte de Kaloti a través del Deutsche Bank. El beneficiario principal de esta transferencia fue Evangelista Antonio da Conceiao (aunque en el SAR está registrado como Antonio Evangelista da Conceiao), descrito como propietario de una panadería en Venezuela. 

Esa panadería a la que hace referencia el SAR estaba ubicada en Barquisimeto y está registrada en el documento como Pan Norte, C.A. Sus abogados panameños, del grupo Castillero, Sieiro & Asociados se limitaron a confirmar tanto el fallecimiento de Evangelista Antonio Da Conceiao en 2019 como la autenticidad de la información del SAR respecto de la propiedad de la panadería Pan Norte, vendida a mediados de la década de 2010. 

Otra transacción calificada de “alto riesgo” une a Kaloti con Venezuela. En marzo de 2011, la corporación depositó 99.976 dólares en la cuenta personal de Jorge Enrique Navarro Ordóñez, director de la importadora Orientinvest C.A, domiciliada en Lechería, en el estado Anzoátegui. 

En Linkedin, Navarro Ordóñez se presenta como egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y como exdirector de zona del Banco Provincial. Desde 2008, según ese mismo perfil, es director de Orientinvest, C.A. No hay sitio web oficial que exponga datos de la compañía. Tampoco los sitios externos: en Import Genius hay apenas una mención sobre operaciones en 2010. En su foto de perfil se ve a Navarro Ordóñez de chaqueta y casco escoltado por una moto de alta cilindrada.

Navarro Ordóñez y Orientinvest aparecen en ese reporte de actividad sospechosa. “Se trata de una cuenta comercial a nombre de Orientinvest, C.A., que fue abierta el 23 de marzo de 2011. La compañía fue registrada el 7 de marzo de 2008 en el estado Anzoátegui. Los directores son el señor Navarro Ordóñez y Luis Arturo Salazar Martínez. Se dedican a la importación y comercialización de productos pesados y equipo para uso industrial”.

Tres elementos llamaron la atención a los agentes bancarios. El primero fue que las transferencias electrónicas “para personas físicas y entidades comerciales” se mueven en bancos con sedes “extraterritoriales”: Curazao, Antillas Neerlandesas y las Islas Caimán. El segundo factor: con el seguimiento a las transacciones, en un lapso de doce meses entre 2011 y 2012, se corroboró que los fondos “se desembolsan a través de transferencias electrónicas a una lista de personas físicas y entidades para que se acrediten en sus cuentas en otras instituciones financieras de Estados Unidos”. Lo tercero es la complejidad de las transacciones: un vaivén de transferencias que saltan de una empresa pequeña (literalmente: en su haber cuenta con un solo trabajador), como Desarrollos Galope (con sede en la avenida Libertador, en Caracas), a la cuenta de Navarro Ordóñez.

Una de esas transacciones fue por 13.200 dólares desde la cuenta de Navarro a la cuenta de la empresa Alidelta, con sede en Nueva Esparta. Su propietario es Luis Alexander Paredes Guillén.

Paredes Guillén accedió a conversar por vía telefónica para este trabajo. Lo primero que aseguró fue que no conoce ni a Navarro Ordóñez ni a su empresa. ¿Cómo explica entonces las transferencias? Un caso similar al de Amolca C.A, la obtención de divisas en la aridez cambiaria de Venezuela, podría explicar el vínculo desconocido.  

Alidelta es parte del Grupo Diorca, una distribuidora de alimentos fundada en el oriente del país en el año 2000. “Representamos a Colombina (empresa colombiana productora y distribuidora de alimentos) en el oriente del país. En 2009, 2010 y 2011 comenzaron las dificultades cambiarias. El sistema bancario no satisfacía la necesidad que teníamos para distribuir 30.000 cajas en el oriente para Colombina. Cuando se secan las arcas del Estado quedamos con una deuda con Colombina. Las casas de cambio no existían”, explica.

La desaparición gradual de estas agencias (había más de diez cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999) fue una de las consecuencias del control cambiario. Hubo cada vez menos divisas por los controles, lo que llevó a muchas empresas a buscar alternativas mientras boqueaban en la marea inflacionaria. En junio de 2020 se anunció la reapertura de algunas casas de cambio.  

Fue en ese dilema, el de subsanar una deuda en divisas, cuando Navarro Ordóñez y Orientinvest aparecieron, según lo que deduce Paredes Guillén. “A través de alguien que trabajaba en una casa de bolsa comprábamos divisas. Él nos daba la cuenta, nosotros depositábamos los bolívares y recibíamos los dólares. No sabíamos de dónde venían y eso fue todo lo que sucedió. Eso puede explicar una de las transferencias que recibió Alidelta”, añade. 

Interrogado sobre Kaloti, asegura que no ha escuchado sobre esa empresa. “No supe de una investigación (…) No tenemos nada que ocultar y tenemos más de 20 años en esta actividad”.

Para este reportaje se intentó establecer contacto con Navarro Ordóñez a través de Matthyse y Asociados, la firma de abogados que representaba a su empresa en Panamá, Victoria Consulting Group; y a través de Lazarus Corporate Filing Services, la empresa de servicio de archivo corporativo que registró Oriente Invest Group LLC en Miami, Estados Unidos. Ambas empresas están inactivas. 

Kaloti negó con vehemencia haber comprado oro venezolano, como el que se explota en el pueblo minero de Tumeremo al sur de Venezuela. Foto: Lorena Meléndez / Runrunes

Salvo en el caso de Inversiones Rosu, cuya cuenta fue cerrada por el banco meses después del reporte de sospecha, así como el de Evangelista Antonio Da Conceiao y María Carola Padilla Parra, ambos interrogados por sus correspondientes bancos al respecto, no se conoce que las empresas y particulares que recibieron transferencias de Kaloti  hayan sido sancionadas por parte de las entidades bancarias que presentaron los reportes ante la FinCEN.  

Kaloti Jewellery Internacional negó cualquier participación en Venezuela, aunque su nombre aparezca en los estados de cuentas de empresas venezolanas. En una carta de respuesta enviada al ICIJ, socio de Runrun.es y Armando.info en este reportaje, el 4 de septiembre de 2020, el portavoz de la corporación  aseguró que “nunca (se) ha realizado ningún pago a personas o empresas en Venezuela (de terceros o de otro tipo) en ningún momento». Aseguró además que «Kaloti jamás ha comprado oro a ninguna entidad (o persona) en Venezuela en ningún momento ni ha tenido ninguna relación con el gobierno venezolano ni con ningún miembro del mismo, incluido Nicolás Maduro». Puntualizó también que desde 2013 en adelante, «Kaloti se ha negado a comerciar con cualquier entidad que identificara, o le diera a Kaloti una sospecha razonable para creer que el oro venezolano podría estar en su cadena de suministro”.

Una explicación que se inscribe en el hecho de que las transacciones realizadas entre 2011 y 2012 se realizaron entre cuentas de bancos fuera de Venezuela, aunque los titulares fueron venezolanos.

 

Los intermediarios 

Como parte de las transferencias que hace Kaloti a las empresas venezolanas desvinculadas del sector oro resaltan dos traders o comercializadoras ubicadas en países que la FincCEN califica de “alto riesgo”: Curazao y Guyana. En los SAR analizados, los pagos de Kaloti fueron ordenados por terceras partes identificadas con B/O, siglas en inglés de la frase “by order of” por concepto de comercio de oro.

Una de las B/O es Haig’s Internacional con sede en Curazao, que ordenó al menos tres de las cinco transacciones de la corporación del oro de Dubái entre 2011 y 2012 y que fueron registradas por los informes sobre movimientos sospechosos de la FinCEN.

Sede de Haig’s International en la Zona Franca de Curazao, una de las gestoras de los movimientos bancarios entre Kaloti y empresas venezolanas. Foto: Lisseth Boon / Runrunes

Archak Bedrossian Liberatoscioli, propietario y director de Haig’s International V.D. aseguró que desconoce por completo las  empresas venezolanas con las que aparece vinculado en los reportes de actividad sospechosa de la FinCEN. En una carta de respuesta para este reportaje enviada el 29 de septiembre de 2020, explicó que para 2011 la compañía con sede en Curazao compraba el oro a personas y éstas recibían el pago correspondiente de Kaloti por orden de Haig’s Internacional V.D. “No hacíamos operaciones de cambio de divisas. Kaloti es una refinería que pagaba el oro directamente a los vendedores por indicación de nosotros que nos encargábamos de verificar el peso y calidad y por ello nos ganábamos una comisión. Estamos hablando de pequeñas cantidades, prendas de oro, llamada también chatarra de oro”.

Bedrossian explicó también que entre 2011 y 2012 el oro subió de precio —como está ocurriendo en 2020— y mucha gente optó por vender sus ahorros en el metal. “Nuestra actividad principal en Curazao siempre fue comprar oro que luego exportábamos a las refinerías en el extranjero como Kaloti, que desde Dubái pagaba la mercancía a los vendedores vía transferencia a terceros y así los clientes recibían su pago de manera más fácil y rápida. Las operaciones en Curazao, por la aduana y vía Dubái eran todas legales”.

El trader agregó que en aquellos años el venezolano trataba de salvarse de la devaluación y viajaba con sus prendas de oro hasta Panamá, Miami, Nueva York, Bogotá y el Caribe a vender el oro y cambiarlo por divisas fuertes. “Nosotros aprovechamos ese comercio físico del oro”.

El director de Haig’s remarca que nunca actuó como cambista. “No necesitaba ni usaba bolívares porque el oro no lo comprábamos en Venezuela sino en Curazao, donde ningún cliente quería que le pagaran en bolívares sino con dólares. Ni siquiera pagábamos los dólares ni florines en efectivo. Todo el oro comprado se pagaba a través de transferencia bancaria y salía exportado legalmente por la aduana”.

Haig’s International es una empresa dedicada a la importación, exportación, compra, venta, procesamiento, y refinación de oro así como su embalaje y transportación en el mercado internacional, registrada en 1994 con un capital de 200.000 dólares según indica su ficha del registro mercantil ubicada en Willemstad. Archak «Archie» Bedrossian Liberatoscioli es un economista venezolano que desde hace tres décadas se ha dedicado al comercio de oro en la región, especialmente el proveniente de Venezuela. En mayo de 2018, tras recibir el mote de  “zar del oro” por parte de la prensa de la ex antilla neerlandesa, fue detenido por la policía RTS holandesa en Willemstad, Curazao por supuesto “contrabando de oro y blanqueo de capitales”. 

La prensa de Curazao reseñó la detención de Archak Bedrossian en 2018 y lo tildó como «el zar del oro»

Al mes de estar en prisión, Bedrossian fue liberado porque Venezuela nunca presentó las pruebas incriminatorias ante Interpol. En junio de 2018, el Ministerio Público de Curazao confirmó que los cargos no eran por contrabando sino por estafa. 

La detención de Bedrossian coincidió con la “Operación Manos de Metal”, lanzada por el gobierno de Nicolás Maduro en junio de 2018 para “atacar a las mafias de contrabando de extracción de metales” en el estado Bolívar, al sur de Venezuela, donde se encuentra el controversial Arco Minero del Orinoco. Por este operativo se emitió orden de captura de unas 35 personas por presunta vinculación con la explotación y tráfico de oro ilegales. Una decisión oficial que evidenciaba el desplazamiento de poderes dentro de una compleja estructura instaurada alrededor de la actividad minera al sur del país. 

Para el momento de la detención de Bedrossian en Curazao, Haig’s International V.D. ya no comercializaba oro. Detuvo sus operaciones en 2016, según confirmó su director al ser consultado para este reportaje. “Nunca tuve problemas con las autoridades en Curazao y como venezolano tampoco con las autoridades de Venezuela, a excepción del caso particular y falso que me inventaron en 2018. Nunca he sido cuestionado por ninguna autoridad por algún caso en ninguna parte del mundo”.

Además de Haig`s, el segundo trader que aparece en las transacciones de Kaloti con Venezuela es El Dorado Trading. Más por algunas conexiones con Kaloti o por pagos de transparencia difusa, esta empresa, con sede en Georgetown, capital de Guyana, fue noticia en octubre de 2019 cuando, en un tiroteo en frente de una de sus oficinas, un comerciante de oro fue asesinado. Pero el propietario del local, Tamesh Jagmohan, siempre ha preferido el bajo perfil, salvo cuando de algún logro se trata, tal y como fue a finales del año pasado, cuando una escueta nota de prensa señalaba que la compañía encabezó las exportaciones de oro en Guyana: 629.000 onzas en 2019. 

 

Curazao es considerada como una de las jurisdicciones de alto riesgo por las autoridades bancarias. La Zona Franca de la isla es uno de los ejes de la trama que involucra a Kaloti. Foto: Lisseth Boon / Runrunes

Su nombre figura en la lista de los SAR como uno de los participantes de la red de transferencias sospechosas. Aun cuando el nombre de su empresa está vinculado con un esquema de lavado, Jagmohan argumenta sus “estrictos” procedimientos para blindar cada una de las etapas de sus transacciones de oro. “La documentación generada por esos procedimientos es constantemente examinada por nuestros supervisores locales y extranjeros”. 

En respuesta a través de su abogado, Kaloti niega haber participado en un esquema de lavado mediante pagos a terceros, incluido El Dorado Trading. Pero Jagmohan deja claro que 2011 fue el año del despegue de los intercambios con Kaloti. También admite que en un momento prefirió deslindarse. “Alrededor de 2011 comencé a operar oro con Kaloti y todo fue bien hasta que en algún momento del 2014 me encontré con un informe de noticias de la BBC que mencionaba que Kaloti estaba siendo investigado por malas prácticas con el comercio con África. Al enterarme de esto, inmediatamente terminé todos los tratos con Kaloti a pesar de que más tarde me indicaron que habían sido absueltos de todo delito en los procedimientos del tribunal”.

En una segunda carta al ICIJ se muestra menos abierto a aclarar las dudas. Por ejemplo, sobre pagos en efectivo de Kaloti a su empresa. En esa misma respuesta insta al ICIJ y a los medios que participan en la investigación de los FinCEN Files “a evitar las habladurías, las alegaciones especulativas y no verificadas en su prisa por cumplir con sus plazos», pues, según razona, ello podría suponer “la ruina financiera de mi empresa”. 

En 2012 Jagmohan fue detenido en el aeropuerto de Miami por no haber declarado 27 lingotes de oro. Tuvo que pagar 40.000 dólares de multa y salió de Estados Unidos con la visa revocada, de acuerdo con una investigación del portal Infoamazonía, donde además se asegura que El Dorado Trading compró oro venezolano hasta 2019, poco antes de que la Asamblea Nacional de Venezuela lo designara como “oro de sangre”. 

 

La sospecha original 

El que una corporación del oro de alcance global transfiera miles de dólares a pequeñas empresas en Venezuela sin relación con el sector aurífero y con cuentas bancarias en el extranjero, pagos que a la vez fueron ordenados por comercializadoras del oro que operan en países de “alto riesgo” como Curazao y Guyana, reúne suficientes elementos para identificar un sofisticado esquema de lavado de dinero, analizan expertos consultados. 

“Aquí se presenta una dinámica de lavado de dinero en la que Kaloti participa pero no técnicamente”, considera Frédéric Massé, codirector de la Red de Monitoreo del Crimen Organizado en América Latina (Red Coral) y experto en tráfico de oro. 

Massé considera que uno de los esquemas más comunes para lavar el oro ilegal, es crear empresas de maletín de duración temporal o bien utilizar compañías completamente desvinculadas del sector oro que no levanten sospechas. “Intermediarios formales en el mercado aurífero internacional se encargan de comercializar ese “material estratégico” fuera de Venezuela valiéndose de cuentas en bancos ubicados en países sin muchos controles fiscales. De esta manera, una corporación de las dimensiones de Kaloti no compraría el oro directamente a un restaurant o lavandería en Venezuela, por ejemplo, sino a través de traders conocidos en el sector que no averiguan mucho de dónde viene el metal”. Así, dice el especialista, se legalizaría el oro de origen injustificado. 

Pero en el caso de Venezuela, se añadiría un eslabón más en la dudosa cadena de las transacciones. Terceras partes fungieron como un nebuloso cash exchange: cambiaron bolívares por dólares a particulares y empresas venezolanas. Con la moneda venezolana era posible comprar el oro en el mercado negro local que luego sería entregado a Kaloti, el comprador original.

Las transacciones escaladas obedecerían a la fórmula de lavado de dinero en la que se suman intermediarios para dificultar la trazabilidad de las operaciones bancarias que dé con la emisión de origen, describe Massé. “Mientras más transacciones se registren, mejor se puede esconder la ruta de las transacciones. Una de las reglas del lavado es multiplicar los intermediarios para borrar la huella que permite dar con la emisión de origen”. 

Un minero muestra una pieza de oro procesada de forma rudimentaria en las minas del estado Bolívar. Foto: Lorena Meléndez / Runrunes

El sociólogo Fernando Fernández, experto en contrabando de materiales estratégicos, recuerda que en Venezuela existen vacíos legales en materia del oro que son “un incentivo para cometer lavado de dinero y contrabando”. “No hay que olvidar que aún el mundo empresarial de los metales preciosos es un terreno de mucha informalidad y de indiferencia moral donde muchos se tapan los ojos sin preguntar de dónde viene la mercancía por ser una atractiva oportunidad de negocios”, agrega.

El portavoz de Kaloti enfatizó que los pagos a terceros, tal como los que hizo a Inversiones Rosu, Amolca, Instituto Oncológico de Occidente y a los propietarios de Pan Norte y Orieninvest  “no eran ilegales ni generalmente infrecuentes hasta 2013”. Agregó que eran “completamente transparentes” y se hacían en representación de los clientes aprobados. Dijo que identificaban claramente la fuente, el remitente y el destinatario y que “nunca prestó ningún servicio que no sean aquellos para los que tenía licencia completa” y que “cumplió plenamente con todos los requisitos legales y reglamentarios relacionados con su negocio y todas las transacciones en las que ha sido parte”. El abogado subrayó: “Kaloti nunca ha comprado oro de ninguna entidad (o persona) en Venezuela en ningún momento”.

En 2015, el grupo Kaloti abrió base de operaciones a Surinam e inauguró una refinería conjunta con el gobierno de Dési Bouterse, la Kaloti Surinam Mint House, sobre la que ha habido denuncias de que pudo haber sido un aliviadero de la frenética extracción en el Arco Minero del Orinoco. El canciller Jorge Arreaza negó en junio de 2019 que el gobierno venezolano tuviera alguna relación con la compañía del oro en Surinam y atribuyó a EEUU el forjamiento de expedientes en contra del país. 

Kaloti también aseguró que dejaron de realizar pagos a terceros en 2012, justo cuando se establecieron regulaciones internacionales en pro de la lucha antilavado. 

No sólo Kaloti insiste en que ese tipo de operaciones pueden ser legales. También en ello coinciden algunos expertos financieros consultados para este reportaje. En el trepidante mercado del oro existen las llamadas cuentas mancomunadas o pool accounts de metales preciosos donde corporaciones como Kaloti pueden hacer pagos por orden de otras empresas del sector.  El intercambio sería dólares por oro. Se usan estos mecanismos informales para controlar el negocio del metal entre refinerías, bancos de lingotes y manufacturas, porque permiten un suministro “rápido, seguro y sin interrupciones”. 

Esto explicaría el pago de Kaloti a empresas pequeñas sin relación con el sector oro siguiendo orden de comercializadoras como Haig’s International y El Dorado Trading, que sí están vinculadas con el mercado aurífero. Pero de esta relación nunca se enteraron las pequeñas empresas venezolanas que recibieron los pagos en sus cuentas en dólares sin conocer el origen. 

(*) Este reportaje contó con la colaboración de: Kyra Gurney y Emilia Díaz-Struck (ICIJ) desde Washington DC, Mary Triny Zea (La Prensa) desde Panamá y Ángel Van Delden desde Curazao (Noticias Curazao)

EEUU a funcionarios de Maduro: “Están a tiempo de sumarse al proyecto de transición democrática en Venezuela”
James Story, encargado de negocios de la Oficina Externa de Estados Unidos en Venezuela, ubicada en Bogotá, insiste que la administración de Maduro debe terminar de aceptar el plan de transición democrática “por el bien de todos los venezolanos”

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“Hay muchos funcionarios dentro del régimen de Nicolás Maduro que no están de acuerdo con lo que está pasando en Venezuela” afirmó James Story, encargado de negocios de la oficina Externa de Estados Unidos poco antes del anuncio de la operación antidrogas “más grande de Occidente”. Justo con esos sectores, aseguró, se mantienen conversaciones en este momento para “encontrar una salida”.

Story enfatizó que con el plan de transición para Venezuela propuesto por Estados Unidos el 31 de marzo de 2020 están dispuestos a levantar las sanciones después de que los venezolanos de todos los sectores lleguen a un acuerdo. “No se trata de injerencia, sino de un proyecto sobre el cual los venezolanos tomarán sus propias decisiones, para trabajarlo de la mano del presidente interino Juan Guaidó. Es una forma de buscar una salida que proteja los intereses comunes de los venezolanos. En el documento queda claro que, por ejemplo, el (partido de gobierno) Psuv en la Asamblea Nacional tendría un papel importantísimo en la transición”.

Las arremetidas contra el equipo de presidente interino Juan Guaidó después de cada anuncio de sanciones es algo que alarma a Estados Unidos. “Esos ataques debe ser condenados por la comunidad internacional. Siempre nos preocupamos por todos los venezolanos, por ello, planteamos esta salida democrática y constitucional por el bien del país. Cada día que ellos pierden para llegar a un acuerdo político, significa un día más de sufrimiento para los venezolanos” dijo Stoyry en declaraciones a Runrun.es vía telefónica.

“No dejamos de pensar todos los días en cada uno de los venezolanos. Pensamos en el presidente Guaidó y su familia, en Juan Requesens, en los norteamericanos presos, en el pueblo que vive en los barrios donde no hay agua ni luz. Por esa razón, apoyamos el proceso político para que la gente de Venezuela tenga un futuro mejor”, afirmó Story.

Sobre el rechazo expreso de Maduro al plan de transición propuesto por EEUU, Story enfatizó que no hay que adelantarse sobre el desenlace porque su planteamiento lleva pocas horas. “Mi sugerencia para (el ministro de Relaciones Exteriores) Jorge Arreaza, a quien conozco bastante bien, es que piense mejor antes de rechazar un proyecto destinado a ayudar al pueblo de Venezuela”.

El encargado de negocios de EEUU para Venezuela considera que la cúpula gubernamental debería reflexionar sobre si es correcto seguir socavando las instituciones democráticas que desfavorecen a los venezolanos. “Están a tiempo de sumarse al proyecto de transición democrática en Venezuela”, remarcó.

“Le decimos a ese grupo del régimen que hasta ahora no ha apoyado a los venezolanos que se tome su tiempo para pensarlo mejor y comenzar el proceso que lleve a un acuerdo de transición que tendrá el respaldo de la comunidad internacional”, concluye Story.