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La anhelada transición se convirtió en un negocio de transacción, por Armando Martini Pietri

VENEZUELA SE HA TRANSFORMADO EN BELIGERANCIA, dimes, diretes, declaraciones a granel, mensajes por twitter a diestra y siniestra, entre la tiranía comunista, castrista, socialista e impresentables aliados, y ciudadanos libres, demócratas, acompañados por la comunidad internacional.

El país parece un pastel apetecible del que todos quieren un pedazo. La izquierda trasnochada, enratonada, fracasada, con la patética iniciativa repugnante del Foro de São Paulo, compite por influencia y dominio. Es un todo contra todos. Incluidos nauseabundos bolichicos, sinvergüenzas enchufados, bandidos, farsantes, y demás alimañas que pululan. O, si se prefiere, un “todos con todos por si acaso”. Según se comenta insistente, actores del dinero sucio definen la política de transición-transacción, expertos depredadores, no tienen paz con la miseria.

Apesta el sentido de realidad de ciertos políticos. La transición mutó en transacción. Episodio oscuro, tendrá que aclarase.

Amaneciendo el 30 de abril las redes sociales enloquecieron, con el madrugonazo que sorprendió el sueño del usurpador, de su entorno inmóvil y turulato. A pesar del fracaso, -repetido el fiasco del 23F- pues no logró su objetivo, sirvió para develar fisuras y secretos tanto del lado oficialista como de sectores opositores y quienes aparentan serlo. ¿O acaso no parecía que ambas partes cada uno adivinaba por su lado? Los hechos se imponen, el autoengaño impide ver lo que está a la vista.

De ser ciertos chismes, comentarios públicos, revelaciones, reuniones entre amigos, entendidos, especuladores, habladores de pendejadas y sabihondos, el Presidente encargado encabezaría un gobierno de transición en una transacción acordada con ilustres integrantes de la lista OFAC, Office of Foreign Assets Control -Oficina de Control de Activos Extranjeros, organismo de vigilancia financiera dependiente del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos-, y sería acompañado por mandos militares bolivarianos, en gritos anti-imperialistas, socialistas y chavistas. Se mantendría la “justicia revolucionaria”, cómplice de torturas, aprehensiones ilegales, violaciones a los Derechos Humanos, con una larga lista de abusos y vejámenes ciudadanos, para otorgarle piso jurídico y legal al arreglo clandestino, marginando, desconociendo y desechando sin rubor ni pudor, con absoluto descaro institucional al Tribunal Supremo de Justicia legítimo, al cual mantienen alejado y acosado. Escenario chapucero e insólito de transición-transacción. Para los involucrados, parece más como cambiarse el apellido y no, él cambio profundo exigido por la ciudadanía, suponiendo las intenciones, imposible de ser buenas, de los que permanecían en el pacto. Solo convenientes y hasta que necesiten trasmutar. Un cambio gatopardo.

Coexistir o no con el comunismo castrista madurista no es cuestión de ser o no demócratas, sino de sentido común. La política está obligada a la ética y moral. Imposible platicar de justicia, libertad, democracia, y al mismo tiempo convalidar que tengan cabida quienes destruyeron un país para controlar. Es complicado e indecente una transición, convertida en transacción con bandoleros imponiendo condiciones, exigiendo cuotas, es inmoral e incivil. Resulta vergonzoso observar cómo la MUD/Frente Amplio, justifica semejante asociación contra-natura que significa un régimen que ha masacrado a sus ciudadanos. ¿Quién les otorgo la prerrogativa, derecho y autorización?

¿Cómo no preguntarse por qué se frustró? El Presidente interino manifestó que, por incumplimiento de la palabra, no se pudo concretar la salida del usurpador. ¿Traiciones en la repartición de negocios, fuerzas y cargos dentro de la mafia gobernante saliente y entrante? ¿Qué pito tocaba un preso domiciliario en todo esto? ¿Por qué el reconocido mandatario se prestó a esta comedia?, o ¿acaso desconocía el plan transaccional? ¿Quiénes estaban al corriente del enredo y torpezas, los cuenta conmigo, pero después, los sí voy pero tienes que darme más? ¿Fue una acción unilateral de pocos?

Hay los que se alivian, suena feo, de cierta forma se consuelan que no haya funcionado. El miedo a la justicia no es otra cosa, que el terror a la verdad. No vamos a tener un mejor país con quienes lo destruyeron en puestos claves. Triste, lamentable y doloroso, algunos respiran tranquilos que está farsa de transición-transacción, especie de asociación para delinquir, no se concretó en una junta conformada por desfachatados, lo cual hubiera sido afrenta inaceptable para una sociedad digna y decorosa.

¡Qué mal están quedando todos aquellos que propusieron el exabrupto! La destemplanza es tal que muchos, al conocerla, decidieron separarse y diferenciarse. Venezuela quiere y merece mejor. La continuidad socialista es, por decir lo menos, un despropósito.

No parece creíble que Estados Unidos y aliados comulguen, aprueben este patuque repugnante y mal oliente. Sería como aceptar a los verdugos de jóvenes muertos que ofrendaron sus vidas en búsqueda de libertad. No existe explicación posible. Sin embargo, la duda está, ¿el gobierno estadounidense ve esto como solución? Los sin escrúpulos llegan al límite de negociar hasta con el mal.

La soberbia y ego no pueden saciarse garantizando impunidad y sacrificando oportunidades. Pero de esas cosas que en la vida sorprenden, el intento fallido nos salvó, involuntariamente, sin saberlo, de otro desastre quizás peor. Y por insólito que pueda parecer, son buenas noticias. Quienes no deberían estar contentos, además de la población que sufre y padece esta ignominia, son los cuadros medios de las Fuerzas Armadas, ésos a los cuales tanto se llama y amnistía, ¿ingenuo o desesperado?

El caos en Venezuela ya no es un tema sólo venezolano, es regional, mundial. El madurismo se ha convertido en un problema sin fronteras y sus líderes en malqueridos. Hay una coalición decidida a todas las opciones para erradicar al comunismo castrista. Parece acordado y decidido. ¿Creen que militares darán su vida y carrera por cuestionados, desconocedores del compromiso, significado de la palabra empeñada y faltos de compromiso?.

@ArmandoMartini

 

No dan tregua, por Elías Pino Iturrieta

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Si se compara con aprietos anteriores, con crisis de extraordinaria dificultad, la que padecemos se presenta como una de las más complicadas. Pese a las espinas envenenadas que determinaban la marcha de los acontecimientos, en aquellas se observó una voluntad de remiendo que condujo a situaciones de transición a través de la cuales se llegó después a una sociedad más hospitalaria. En el panorama de la actualidad no se advierte la existencia de un acercamiento capaz de anunciar posibilidades de esperanza. Una de las partes de la calamidad, precisamente la causante de ella, levanta muros para evitar la salida que todos esperamos en medio de una crispación nunca experimentada en los años recientes. Sabemos que las analogías son aventuradas, pero una descripción de cómo se arreglaron en el pasado situaciones que anunciaban el aumento de los sacrificios, puede ayudarnos en el cálculo de nuestra desventura.

Después de la Independencia, la reacción venezolana contra Colombia fue el primero de los viejos entuertos. Si se considera la estatura de los contendores y la existencia de ejércitos acostumbrados al combate, se pronosticaba la cercanía de un infierno. Las molestias no se levantaban contra un capitán cualquiera, sino contra Simón Bolívar. La incomodidad se dirigía hacia los líderes de una república inmensa que, pese a sus tribulaciones, tenía capacidad para mantener su establecimiento a través de la fuerza, con el auxilio de burócratas eficaces o mediante campañas de prensa. Pero lo que se podía considerar como un poder difícil de derrumbar, o como un prestigio en crecimiento, se vio en la necesidad de dialogar para evitar derramamientos de sangre. Las conversaciones no solo dependieron de la necesidad de evitar una guerra civil, sino también de calcular que los adversarios eran dignos de respeto: Páez, Mariño y una generación de nuevos pensadores que, por sobradas razones, querían salir de su purgatorio. No hubo combate, sino transacción, y así nació la autonomía de Venezuela.

Después de casi cinco años de matanzas, el ejército federal parecía imbatible. Dominaba la mayoría del territorio, mientras el gobierno llamado constitucional pasaba trabajos para sostenerse en la capital. Crecía el prestigio de Falcón, jefe de los insurgentes, mientras la declinación del viejo Páez se multiplicaba. Una nueva generación de caudillos aplastaba a los cansados capitanes de la godarria, para que el espectador menos avisado sintiera la seguridad de un inminente cambio de régimen y de líderes. Sin embargo, la solución no dependió de la continuación del holocausto, sino de llegar a un avenimiento. El enemigo era flaco, quizá mínimo ya, sin vigor y sin ideas, pero fue aceptado como interlocutor para llegar a unas paces firmadas en escritorio que se pudieron evitar, tan a la mano como estaba la victoria. Hubo un convenio de pares que no lo eran tanto, pero que evitó mayores desastres.

En la crisis de la actualidad no se observan situaciones parecidas. Ni remotamente. La dictadura desconoce al adversario, debido a que lo trata como si no existiera o como si fuese un monigote fácil de manipular. Quizá el adversario haya colaborado en su subestimación por los tumbos que ha dado, por sus pasos erráticos, pero es evidente que se le juzga como a un párvulo sin credenciales. La conducta de la dictadura va más allá, desde luego, porque no solo siente que trata con un conjunto de enanos. También desconoce las urgencias que ha provocado por sus errores y por sus gigantescas corruptelas, creyendo que las puede manejar a través de la simulación de unos negocios que no tienen destino porque, para ella, carecen de destinatario. El único propósito de la dictadura es el aseguramiento de su continuidad, mediante un proceso que no solo desconoce a los dirigentes de la oposición, sino también cualquier opinión que considere inconveniente.

La supervivencia es la ultima ratio del madurismo, propósito esencial para cuya obtención no dará tregua. Ni siquiera a la realidad que lo acorrala. Si las circunstancias políticas son habitualmente inéditas, estamos ante una de las mayores, porque una sola de sus partes pretende el monopolio y usará el método que le convenga para lograrlo. Debemos olvidar acuerdos del pasado como los que aquí se describieron, no solo porque la historia no se repite, sino especialmente porque la dictadura la está escribiendo a su manera sin que exista, hasta ahora, alguien que la escriba mejor.

 

@eliaspino

epinoiturrieta@el-nacional.com