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DDHH olvidados | Los goles que dejó de parar Luis Guillermo Espinoza
Luis Guillermo Espinoza fue herido de bala el 5 de junio de 2017 cuando funcionarios adscritos a la GNB reprimían una protesta en San Diego. El muchacho solo tenía 15 años
Luis Guillermo salía de una práctica de fútbol cuando se encontró de pronto en medio de la represión. Él corrió, pero se tropezó, cayó y un funcionario le disparó en la parte derecha de su rostro

 

Luis Guillermo Espinoza soñaba con ser futbolista profesional. No por nada sus amigos que compartieron con él su pasión por el balompié por más de ocho años lo llamaban “Totti”, como el conocido jugador italiano Francesco Totti. 

Desde muy temprana edad mostró su gusto por el fútbol. Ya a los cinco años se paraba en medio de los arcos de la portería para impedir que el equipo contrario hiciera gol. No mientras estuviera ahí cuidando el marcador. Su equipo confiaba en él. 

Su futuro era prometedor, pero nadie podrá saber nunca en qué se hubiera convertido: el 5 de junio de 2017 fue herido de bala cuando funcionarios adscritos a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) empezaron a reprimir la manifestación antigubernamental.

El árbitro en la vida de Luis Guillermo Espinoza sonó el silbato para siempre. El muchacho solo tenía 15 años.

Ese día la oposición había convocado a una protesta  en el sector Los Tulipanes en San Diego, estado Carabobo. Cerca del colegio de Luis Guillermo. Su madre había llamado al Colegio Buen Pastor, donde el joven estudiaba cuarto año de bachillerato, para verificar si habría clases. Le respondieron que sí y entonces le dejó dinero suficiente a su hijo para que tomara el autobús. Ella se fue a trabajar.

En horas de la tarde, Luis Guillermo salía de una práctica de fútbol cuando se encontró de pronto en medio de la represión. Él corrió, pero se tropezó, cayó y un funcionario le disparó en la parte derecha de su rostro.

“Totti” fue trasladado de emergencia para la clínica Los Arales, de allí lo llevaron hasta el centro clínico Valle de San Diego, después a la Policlínica la Viña y por último a la CHET. Ahí fue recluido en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera de Valencia. 

Zulmith estaba de regreso a su casa, al sur de Valencia, cuando su hermano la encontró y le dijo que se montara en el carro porque su hijo estaba en el hospital. No le dio más detalles. 

Al principio pensó que se trataba de una lesión durante la práctica de fútbol, hasta que le dijeron que fue herido en una manifestación. «Igual yo nunca imaginé que era tan grave, sino que tenía algunas heridas de perdigones en las piernas, quizá».

Pero era mucho más serio. En la tomografía que le practicaron los doctores se evidenció que había sufrido una herida por arma de fuego y que tenía una esquirla de la bala alojada en el cerebro que le produjo un edema cerebral. 

El médico forense confirmó horas más tarde que se trataba de una bala. A eso se sumó que, por el impacto, Luis Guillermo perdió la visión en ambos ojos.

El muchacho estuvo 21 días en coma inducido mientras le suministraban el tratamiento para disminuir el tamaño de los hematomas que le surgieron.

Sus familiares vivieron de cerca la crisis de salud. Su madre vio pacientes desangrarse, muchos que entraban y morían al poco tiempo, otros que ingresaban con alguna lesión y se complicaban con bacterias hospitalarias.

El estado crítico en el que se encontraba el hospital no contribuyó a la recuperación del joven. «No le daban la comida a mi hijo que yo entregaba, tampoco le administraban el tratamiento como se debía, y una vez hasta lo conseguí desconectado del respirador mecánico. Cuando mi hijo murió estaba desnutrido y eso no se justificaba. Por eso yo no dejé que nadie lo viera y se le rindieron sus honores fúnebres con la urna cerrada».

Sin embargo, en medio de tantas precariedades, las personas que se enteraron del caso de Luis Guillermo les donaron medicinas o los ayudaron económicamente.

El 6 de junio lo ingresaron a quirófano para hacerle una limpieza de los restos de pólvora, al menos eso le explicaron los especialistas a la madre. “Él se movía, él escuchaba. Me dijeron que había evolucionado”, recuerda.

Luis Guillermo estuvo dos meses y ocho días luchando por su vida. “Él estaba bien”, comentaron sus familiares. En algún momento mejoró tanto que “lo subieron a piso” el 8 de agosto, pero a los pocos días le dio un primer paro respiratorio y fue devuelto a la Unidad de Cuidados Intensivos.

Pero no aguantó un segundo paro respiratorio: el domingo 13 de agosto falleció. 

Irregularidades

Zulmith ha tratado de llevar una vida normal, pero la muerte de su único hijo ha sido difícil de procesar. «En ocasiones simplemente quisiera no existir más».

Un registro llevado por Runrun.es contabilizó 157 muertos en el contexto de protestas de 2017. El Foro Penal Venezolano, en un reporte publicado en agosto de ese año, indicó que el número total de arrestos arbitrarios fue de 5341 y hubo al menos 4000 heridos. 

La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) señaló a las autoridades del Gobierno de Nicolás Maduro de haber cometido múltiples violaciones de los derechos humanos, además de constatar el uso excesivo de la fuerza de funcionarios durante las manifestaciones. Asimismo, según el Acnudh, los agentes de seguridad son responsables de al menos 46 de las muertes, de las 124 investigadas por el Ministerio Público.

Según los tipos de lesiones registradas, la Acnudh determinó que el uso de la fuerza aumentó progresivamente: en abril, personal médico mostró que los afectados fueron tratados por intoxicación por gases lacrimógenos; en mayo, las heridas fueron por impacto de perdigones, metras o tuercas; en julio comenzaron a tratar heridas de bala.

De acuerdo con normas internacionales que rigen el empleo de la fuerza, las armas de fuego no deberían ser empleadas para dispersar manifestaciones. “El homicidio intencional perpetrado con armas de fuego u otras armas menos letales, a menos que sea estrictamente inevitable para proteger la vida humana, contraviene las normas internacionales y equivale al uso excesivo de la fuerza y, posiblemente, a una ejecución extrajudicial”, reza el informe.

El dolor de perderlo se suma a la frustración de tener que buscar justicia en Venezuela. Cuando su familia decidió tomar las riendas de la investigación del caso tuvieron que enfrentar irregularidades desde el principio.

Le informaron que no había registro de los resultados de la primera tomografía, en la que se veía la esquirla de la bala alojada en el cerebro del joven, lo que se traduce en la desaparición de evidencias. Asimismo, en el informe de la autopsia, procedimiento al que se le prohibió la entrada, se estableció que no había esquirla.

Por otra parte, las solicitudes que se ha hecho ante la Guardia Nacional para que envíe a fiscalía la lista de los funcionarios que participaron en la represión del 5 de junio de 2017, la única respuesta que se recibe es que hacia San Diego no se mandó a uniformados de ese cuerpo castrense, pese a que hay videos que indican lo contrario y que testigos del hecho vieron claramente que eran ellos quienes dispararon, y que a Luis Guillermo fue uno en particular quien lo abordó para herirlo en la cabeza.

Es por esto que Amnistía Internacional denunció graves irregularidades en el transcurso de la investigación penal del caso de Luis Guillermo Espinoza, así como múltiples obstáculos para lograr la identificación de los funcionarios involucrados.

“El Estado venezolano tiene la obligación de garantizar a sus ciudadanos investigaciones imparciales e independientes, especialmente cuando se trata de posibles actuaciones arbitrarias por parte de miembros de cuerpos de seguridad estatales contra el derecho a la vida de las personas”, denunciaron. 

Cinco años después, la investigación penal no ha culminado ni se han identificado a los responsables. 

En medio de la incertidumbre, Zulmith tiene algo claro: «Solo lograremos justicia cuando este gobierno cese, porque Tarek Wiliam Saab no hará nada para que se esclarezca el caso de mi hijo y de todos los demás que aún son un limbo jurídico».

DDHH olvidados | A Augusto Puga lo recuerdan como lo que era: un héroe
Augusto Puga tenía 22 años cuando murió por un tiro en la cabeza recibido durante la represión de las protestas de 2017

@ValeriaPedicini

“Héroe” es la palabra que se lee en el mural en homenaje a Augusto Puga. Eso era para sus familiares, amigos y compañeros de clases.

Al lado de esa palabra, hay otras cuatro: “Asesinado por la dictadura”.

Cinco años han pasado desde que funcionarios policiales del estado Bolívar acabaron con la vida del joven estudiante de medicina en la Universidad de Oriente.

Augusto tenía 22 años cuando perdió la vida a causa de un tiro en la cabeza. El 24 de mayo de 2017 los uniformados allanaron la autonomía universitaria de la UDO, sede Ciudad Bolívar, dejando un saldo de, al menos, siete heridos.

Aunque todo empezó con una protesta estudiantil, poco después de las 4 pm, las bombas lacrimógenas dieron paso a las armas de fuego.

Entre ellos estaba Augusto, quien se encontraba dentro del recinto universitario, específicamente en el área de decanato. Querían llevarlo a un centro de salud, pero no podían salir del decanato de la UDO porque la policía les disparaba. 

Ahí le dieron primeros auxilios por más de una hora. Le colocaron solución fisiológica e intentaron detenerle el sangrado. Pero no podían hacer nada más. Ni estaban preparados ni tenían las condiciones para atender heridos de bala. 

 

Aunque testigos que estaban en el lugar cuando a Augusto le dispararon cuentan que había masa encefálica en el suelo, sus compañeros no se daban por vencidos. 

Lo reanimaron cinco veces. En el sexto intento de reanimación, Augusto se fue. 

Con todo en contra y la represión acechándolos, los paramédicos lograron trasladar al muchacho al hospital Ruiz y Páez, donde fue intervenido quirúrgicamente, pero falleció.

A solicitud del Ministerio Público, fueron privados de libertad cinco funcionarios de la policía del estado Bolívar y un sargento 2° de la Milicia Bolivariana por su presunta vinculación con la muerte de Augusto.

Los fiscales imputaron a los oficiales Annel Medina Delgadillo, Gabriel Centeno Navas, Luis Contino Freides, Edduar Infante Guzmán, Derquis Pérez y al sargento Cristhiam Arzolay como coautores en el delito de homicidio intencional calificado con alevosía, trato cruel en detrimento del otro estudiante, así como uso indebido de arma orgánica.

Tales tipos penales están previstos en el Código Penal, y las leyes Especial para Prevenir y Sancionar la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes; y para el Desarme y Control de Armas y Municiones.

Aunque por este caso se designó a los fiscales del Ministerio Público para una investigación, para el concejal Álvarez no se ha hecho justicia.

Nada pasó

A cinco años de su muerte, un grupo de jóvenes integrantes del partido Voluntad Popular, acompañados del concejal Jhorvys Álvarez, quisieron rendirle homenaje.

Con un motivo mural en la zona de Alta Vista, en Puerto Ordaz recordaron al joven como un “héroe”. 

Augusto era un estudiante de la UDO, quien como muchos de nosotros en ese año, 2017, salimos a protestar en contra de la sentencia del TSJ que anuló las competencias de la Asamblea Nacional electa en 2015. Que exigíamos un cambio de gobierno, que permitieran a los venezolanos elegir libremente su destino. Poco se nos hizo caso y la respuesta de las autoridades de ese entonces, como el exgobernador Rangel Gómez, fue reprimir todo tipo de protesta que se realizara en Bolívar”, expresó Álvarez.

El concejal considera que para muchos, el caso fue olvidado. Pero ante la mirada de la Corte Penal Internacional sobre Venezuela, puede ser una buena oportunidad para buscar justicia”. 

“Muchos de los familiares de los asesinados tienen que ir a instancias como la Corte Penal Internacional a denunciar todo lo que aquí ocurrió y sigue ocurriendo, las violaciones de derechos humanos, para ver si afuera consiguen la justicia que aquí lamentablemente se les niega”, dijo el concejal Álvarez.

“Augusto era parte de esa juventud que soñamos con una mejor Venezuela, estamos seguros que la vamos a conquistar, para que no tengamos que emigrar”, afirmó.

 

 

 

DDHH olvidados | Justicia a medias en el caso de César Pereira
César Pereira recibió un impacto de una metra grande en el abdomen que le disparó un policía del estado Anzoátegui en una protesta. Murió en mayo de 2017 a los 20 años

@ValeriaPedicini

“Dispárame, pues”. 

Los compañeros de “La Resistencia” de César Pereira escucharon al muchacho decirle a un funcionario de la Policía del estado Anzoátegui. Era 27 de mayo de 2017, un día más de protesta opositora contra el gobierno de Nicolás Maduro. Las calles de Lechería estaban cargadas de manifestaciones, adrenalina y enfrentamientos con cuerpos de seguridad del Estado. 

El muchacho de 20 años se enfrentó, sin miedo, al que lo apuntaba directamente. Al instante siguiente, recibió un impacto de una metra grande en el abdomen del que no se recuperaría más.

En medio del shock y los gritos, a César lo llevan de emergencia a la Clínica Municipal de Lechería. Cuando los médicos lo reciben, le da un infarto, logran aplicarle resucitación cardiopulmonar y lo suben rápido a una ambulancia, ahora camino hacia el Hospital Las Garzas. 

Ahí una cadena de la policía municipal les impidió el acceso. El director del hospital dijo que no iban a recibir a un guarimbero. La respuesta del centro de salud hizo que las personas que acompañaban el vehículo protestaran. El destino ahora era la Policlínica Puerto La Cruz. 

Antes de ingresar a quirófano, al joven le dio un segundo infarto. Los doctores lo revivieron y lo sometieron a una intervención que llevó 10 horas y que hubo que practicarle sin anestesia, debido a la gran cantidad de sangre que había perdido.

“Gracias a Dios, que hubo los medicamentos. Hubo mucha gente que le donó sangre a César. Hubo muchos médicos de todas las ramas ayudando a mi hijo”, su madre cuenta  Zulimar Villegas.

Su madre estaba en camino a Caracas cuando le avisaron que a su hijo lo habían herido de gravedad. De inmediato se regresó a Anzoátegui, a tiempo para pasar a ver a César en terapia intensiva. 

Tres horas después, a César le dio otro infarto. 

Cuando yo me acerco, que lo tengo abrazado, y estoy hablando con él, suena el pitico que indicaba que ya César había fallecido… Me salí de la habitación como una loca… y salí corriendo por toda la clínica. Cuando llego a la puerta, estaba mucha gente, muchos amigos de César, familia, y cuando me ven supieron que César había muerto”.

Eran las 6:15 am del domingo 28 de mayo.

¿Quiénes son los responsables del asesinato de César?

César era un muchacho muy conocido en la comunidad donde vivía. Tenía un espirítu voluntarioso, carismático. Su interés por el activismo de calle lo llevó a ser captado por el Partido Voluntad Popular y convertirse en dirigente juvenil. 

Estudiaba tercer semestre de Publicidad y Mercadeo en el IUTIRLA y formaba parte de «La Resistencia», el grupo de jóvenes surgido en respuesta a la represión de las manifestaciones que se dieron en todo el país. Cuentan que su escudo lo armó con una antena de DirecTV y le pintó el escudo nacional.

El Ministerio Público comisionó al fiscal 20º del estado Anzoátegui, Luis Gonzalo Galindo, para investigar la muerte del joven. A partir de allí, el equipo de abogados y Zulimar Villegas enfrentaron un largo litigio, lleno de retardos procesales y todo tipo de contrariedades.

El 26 de mayo de 2021, a escasas 24 horas de cumplirse cuatro años de su asesinato, el defensor José Santoyo informó que se logró la condena del oficial de Polianzoátegui, Onán Pereira.

Le fueron imputados cuatro delitos y lo sentenciaron a 26 años de cárcel, orden emanada por el Tribunal de Juicio 3, del Palacio de Justicia de Barcelona, dirigido por la jueza Juliyen Rodríguez.

Los delitos imputados a Onán Pereira fueron homicidio intencional calificado por motivos fútiles o innobles, uso indebido de arma orgánica, manipulación de municiones y concurso real de delito. Por haber quedado establecido que cometió delitos de lesa humanidad, Pereira no tendría derecho a ningún beneficio. 

Asimismo, el sentenciado tuvo dos oportunidades para admitir los hechos, pero no lo hizo.

“Todos los elementos probatorios fueron admitidos, se corroboró que los policías manipulaban las municiones con metras”, dijo el abogado.

Si bien Santoyo destacó que esta es la primera sentencia que se dicta en el país en referencia a los casos de muertes de ciudadanos durante las protestas de 2017 contra el gobierno de Maduro, aclaró que insistirán ante al Ministerio Público para que se haga la investigación sobre la cadena de mando responsable, así como en identificar la participación de otros funcionarios que declararon en el juicio y que dispararon aquel día. 

“Se hizo una experticia a las armas de los policías y casi todas tenían restos de vidrio en los cañones. Es decir, se pudo corroborar que los funcionarios de Polianzoátegui sustituyeron las municiones por metras para disparar a los manifestantes”, aseguró a los medios de comunicación.

Santollo informó que los implicados serían cuatro funcionarios que estaban de comisión ese día de la protesta y a la cadena de mando.

La sentencia contra el responsable de la muerte de César fue una decisión agridulce para su familia. Aunque el funcionario que le quitó la vida recibió su castigo, nadie le devolverá su hijo a Zulimar Villegas. 

A pesar de lo que ha tenido que sobrellevar, la madre de César también manifiesta su intención de continuar: “Yo sigo buscando justicia, sigo levantando la voz. Quien me llame, mira, Zuly, una entrevista, mira Zuly, tienes que ir para la China porque quiero hacer un homenaje para tu hijo, para la China voy a ir, porque yo sigo su legado. Yo se lo prometí y así va a ser”.

DDHH olvidados | Hecder Lugo fue escondido a una protesta opositora y nunca regresó: un GNB le disparó en la cabeza
Hecder Lugo acudió a una protesta en el estado Carabobo en 2017, sus padres no lo sabían. Un efectivo de la GNB lo hirió en el abdomen y luego a quemarropa en la cabeza

@ValeriaPedicini 

Héctor Lugo llegó a su casa del trabajo y su hijo Hecder estaba en su cuarto, chateando en la computadora. Estuvo de guardia y llegó tan cansado que casi no intercambió palabras con su él. 

A las 3:00 de la tarde lo llamaron los amigos y le avisó a su padre que saldría. Le recordó que “la vaina estaba muy fea”,  pero Hecder lo tranquilizó con un: “No te preocupes, papá. Voy aquí mismo y vengo”. En teoría, iba a casa de un amigo de la zona. 

Aunque casi nunca protestaba, el joven de 20 años salió de casa sin decirle a sus padres que iba a una concentración en el sector Tulipán del estado Carabobo. Su madre Daysi Pérez temía por su vida: continuamente le escondía las llaves para que no se fuera y si los amigos se acercaban a su residencia a buscarlo, ella los corría. No lo quería en la calle entre tanta manifestación y, sobre todo, represión. 

Pero el 4 de mayo de 2017, Hecder fue a una protesta y nunca regresó. 

¿Qué le pasó a Hecder?

La marcha de aquel día era para exigir justicia por los jóvenes caídos en manos de cuerpos de seguridad del Estado durante los más de 30 días que habían transcurrido de protestas callejeras. El lema era “Ni un muerto más”. 

En Valencia, los estudiantes de la Universidad de Carabobo habían organizado una clase magistral abierta en el distribuidor El Trigal en rechazo a la Asamblea Nacional Constituyente. En uno de los “trancazos” del sector Tulipán se escabulló Hecder escondido de sus padres. 

Su muerte, al igual que otras durante las protestas de 2017, quedó registrada en videos de los celulares de los manifestantes que se encontraban ese día con él. En la grabación se escucha una detonación y un grito: “¡Malditos cobardes!… Hay un muerto”. 

Los amigos de Hecder vieron cuando un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana lo hirió primero en el abdomen. Después se acercó al muchacho, que ya estaba tendido en el suelo, puso la pistola en la frente y apretó el gatillo. 

En los videos se ve a sus compañeros intentando rescatarlo en medio del enfrentamiento con la guardia. Hecder fue trasladado al Centro Médico Valle de San Diego, pero ingresó en la emergencia sin actividad cerebral. Tuvo pérdida de masa encefálica. Los médicos que lo recibieron confirmaron heridas en el abdomen y un tiro en la frente con orificio de entrada y salida. 

Estuvo 15 horas luchando por su vida, pero el viernes 5 de mayo en la mañana se confirmó su muerte. Ese jueves en Los Tulipanes, el sector de la céntrica ciudad de Valencia donde protestaban, hubo cuatro heridos. El único muerto: Hecder Lugo.

Hecder es una de las 19 personas que murió en Carabobo durante las manifestaciones de 2017. Este fue el quinto estado en donde sucedió la mayor cantidad de homicidios en medio del conflicto, después de Distrito Capital, Miranda, Lara y Táchira. El nombre del joven también está entre las 31 personas caídas por ataques de la Guardia Nacional contra quienes protestaban.

El muchacho pertenece a la franja que edad en la cual se registró la más alta cantidad de muertes: 83 personas (de un total de 158), entre los 18 y 30 años de edad, perdieron la vida en las protestas de 2017.

Con pruebas, sin justicia

Daisy estaba haciendo unos helados cuando recibió la llamada de uno de los amigos de Hecder que había ido a buscarlo ese día más temprano. Le dijo que a su hijo le habían dado un tiro. “Yo me quería morir, quedé en shock y ni siquiera pude salir de la casa a buscarlo”. 

Familiares, amigos y manifestantes que conocieron su caso en redes sociales asistieron al sepelio de Hecder en el cementerio Jardines del Recuerdo en Valencia. 

El 6 de mayo, los padres del joven amanecieron aferrados al ataúd de su hijo que ahora reposa en el cementerio Jardines del Recuerdo, en Valencia. 

El Ministerio Público designó al Fiscal 34º nacional y el 28º del estado Carabobo para investigar el caso. Fue este último quien les confirmó a los familiares que los cartuchos del arma con que mataron al joven habían sido manipulados con materiales metálicos. La autopsia reveló presencia de metal en el cerebro.

“Cuando sale Luisa Ortega y entra Tarek William Saab nos pusieron unos abogados del gobierno, pero yo no quiero saber nada de este gobierno no quiero nada de ellos porque no sé con qué propósito lo hacen y ellos son los culpables de que mi hijo no esté vivo”, asegura la madre de Hecder.

En 2018 se conoció que el Fiscal 28º del estado Carabobo se había ido del país. “Cuando estaba Luisa Ortega nos garantizaron que se haría justicia, pero con su salida todo quedó en el limbo”, cuenta Daysi Pérez.

A su padre le cuesta dormir después de haber visto los videos de la GNB disparando a su hijo. Los muchachos intentando rescatarlo en medio de la protesta, Hecder herido en el piso, bombas lacrimógenas todavía cayendo cerca de su cuerpo… el funcionario que le dispara a quemarropa. 

A pesar de la existencia de los videos y testigos del asesinato, los padres de la víctima desconocen si existen órdenes de detención o imputaciones contra los uniformados que le dispararon en la frente al muchacho. 

“Lo que hago es pedirle fortaleza a Dios para que se me pase esto y haya justicia, pero no es fácil” dice la madre de Hecder. 

Familiares y activistas claman justicia para Juan Pablo Pernalete
En honor al joven asesinado en las protestas de 2017 inauguraron un mural en su honor

 

Familiares y amigos de Juan Pablo Pernalete, además de miembros de varias ONG, se reunieron en la casa de los padres del joven asesinado en las protestas de 2017, para develar un mural en su honor y así «construir memoria histórica» en torno a este asesinato.

La directora adjunta del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Metropolitana (CDH-Unimet), Victoria Capriles, recordó que está previsto que la próxima semana se inicie la audiencia preliminar de este caso que «está en impunidad» y por el que hay 13 imputados y dos acusados.

Al develar el mural, el padre del homenajeado, José Gregorio Pernalete, insistió en que seguirán haciendo honores a las víctimas de asesinatos durante protestas, pues «manifestar no es un delito».

«¿Por qué el mural dentro de la casa? A la sociedad civil se nos ha reducido el espacio de acción. Cada vez que se hace un homenaje a una de las víctimas de las protestas resulta borrado y censurado. Dentro de nuestra casa está a resguardo para quienes quieran venir», dijo Pernalete padre. 

El pasado abril se cumplieron cinco años del asesinato de Pernalete y familiares y activistas insistieron en su clamor de justicia para el joven estudiante de 20 años.

Resultado de la represión

En mayo de 2017, la entonces fiscal general, Luisa Ortega Díaz, informó que la muerte de Pernalete se produjo tras recibir el impacto de un cartucho metálico de gases lacrimógenos, desmintiendo así la tesis oficialista de que había terminado herido por una pistola usada para la ganadería.

El presidente Nicolás Maduro, así como el entonces ministro de Información, Ernesto Villegas, habían señalado a la oposición por la muerte del joven.

*Con información de Efe

DDHH olvidados | “Quiero que se haga justicia y que encuentren a los culpables de la muerte de mi hijo”
Christian Ochoa fue asesinado en la ciudad de Valencia por agentes de Policarabobo durante las protestas de 2017
El jove de 21 años recibió disparo de perdigones a quemarropa en el abdomen y en una pierna
La ONG Provea insiste en que toda la cadena de mando involucrada en el asesinato debe ser condenada

 

@ValeriaPedicini

 

Christian Humberto Ochoa estaba en su casa, ubicada en el callejón Rómulo Gallegos del barrio Francisco de Miranda en Valencia, estado Carabobo, cuando escuchó un alboroto en la avenida. Las protestas antigubernamentales de 2017 se habían iniciado hace semanas y seguían desarrollándose en todo el territorio nacional. Ese día, martes 24 de abril, no era la excepción. 

El muchacho de 21 años salió de su residencia en la parroquia Miguel Peña y vio a los cuerpos de seguridad del Estado reprimiendo a un grupo de personas que se encontraban en la manifestación. Fue sorprendido por funcionarios de la policía de Carabobo, quienes le dispararon con arma de cañón largo en la pierna y en la región umbilical superior derecha.

“Este al ver la actitud hostil que tenían -los agentes de Policarabobo- se arrodilló y se puso las manos en la cabeza. Le pidió que no le hicieran nada pero, en respuesta, supuestamente, recibió un disparo de perdigones a quemarropa en el abdomen. También una herida de bala en una pierna”, contó su padrastro Eleazar Guerra al diario El Carabobeño al día siguiente de la muerte del joven.

Christian fue trasladado a la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera, donde falleció al día siguiente por una hemorragia interna y shock hipovolémico producto de las heridas.

Tras la muerte del joven, el Ministerio Público informó que las fiscalías nacionales del estado Carabobo acusaron a los funcionarios Gerson Quintero y Jhonny Azócar por uso indebido de arma orgánica y como coautores en el delito de homicidio intencional calificado con alevosía y por motivo fútil; y a Miguel Pacheco Palencia por ser cómplice no necesario en ese tipo penal. 

Tras experticias llevadas a cabo por la Unidad Criminalística contra la Vulneración de Derechos Fundamentales del Ministerio Público, junto con los representantes fiscales y el Cicpc, el Tribunal 6º de Control solicitó una orden de aprehensión para Azócar y Quintero, quienes fueron detenidos el 26 de abril de ese año en la Base Los Caobos del Eje de Homicidios Carabobo.

Quieren justicia

Christian Ochoa era estudiante de Ingeniería Eléctrica y trabajaba en una charcutería. Era el más pequeño de tres hijos: el 21 de mayo iba a cumplir los 22 años de edad. Su madre Zuleima Soriano contó que el muchacho ni estaba participando en la protesta cuando fue gravemente herido por los efectivos de seguridad. 

El joven fue la víctima número 27 de la represión policial y militar a manifestantes durante las protestas de 2017. 

Días después de lo ocurrido, su familia todavía desconocía cuántos policías habían participado en el hecho o si habían sido presentados ante los tribunales.

“Quiero que se haga justicia y que encuentren a los que son culpables de la muerte de mi hijo, solo les puedo pedir justicia”, exclamó a las puertas del Ministerio Público en Valencia.

Eliécer Jiménez, abogado y representante de la Organización No Gubernamental Defensa y Justicia Carabobo, indicó que habían asistido al Ministerio Público para exigir que se hiciera justicia por la muerte de Ochoa. Aseguró que el muchacho murió “debido a la represión brutal, salvaje, violadora de absolutamente todos los derechos humanos que se generó ese día en ese sector”.

“Aquí queremos a todos los policías que estaban ese día involucrados en la represión y en los disparos que se generaron en el sector Francisco de Miranda”. También pidieron que les dieran acceso al expediente para conocer los detalles de la investigación.

Justicia a medias

En noviembre de 2019, el Ministerio Público informó en su portal web que Quintero y Azócar fueron condenados a 22 años de prisión por su responsabilidad en el homicidio de Christian Ochoa. En el juicio, las fiscalías 35º de Carabobo y 62º Nacional ratificaron la acusación hecha previamente. La condena deberían cumplirla en el Internado Judicial de Tocuyito.

En marzo de 2022, la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), ratificó la sentencia condenatoria de 22 años de prisión. 

La sentencia recuerda que, durante una manifestación que tuvo lugar en abril del año 2017, en el sector Francisco Miranda del municipio Valencia, “los exfuncionarios de la Policía del estado Carabobo (PoliCarabobo) Jhonny Azocar y Gerson Quintero, de forma separada, dispararon con arma de fuego tipo escopeta contra el ciudadano Christian Humberto Ochoa Soriano, provocándole la muerte”.

La organización Provea ha insistido en que no solo los autores materiales de abusos contra derechos humanos deben ser investigados y sanciones, sino toda la cadena de mando. 

“Los mandos policiales y militares involucrados en estos abusos deben ser destituidos y puestos a la orden de una investigación oportuna y transparente conducida por el Ministerio Público. La impunidad no puede seguir siendo el principal cómplice de los atropellos contra los derechos de los venezolanos”. 

 

 

DDHH olvidados | “Exigimos al Estado que no se sigan diciendo mentiras de que mi hijo se había asesinado él mismo”
Según testigos, el joven Nelson Arévalo fue impactado en el cuello por un objeto desconocido por parte de efectivos de la GNB durante una protesta en 2017. Sin embargo, la versión oficial sostiene que el joven falleció por manipular un mortero
Después de más de cuatro años de su asesinato, el caso de Nelson Daniel Arévalo Avendaño se encuentra paralizado en el Ministerio Público en fase de investigación

@ValeriaPedicini 

Damarys Avendaño sufría cada vez que su hijo Nelson Daniel Arévalo, el menor de todos, iba a participar en las protestas que se daban en Barquisimeto, estado Lara, en 2017. Para ella era una tortura cada vez que su muchacho de 22 años –a quien habían apodado “Dominic” en “La Resistencia- se iba hasta la ciudad larense a participar en las manifestaciones. 

Varias veces discutieron al respecto, por el riesgo que implicaba involucrarse en las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro por la represión de los cuerpos de seguridad del Estado. Recuerda cómo en una de las últimas conversaciones que tuvieron por teléfono, ella le contó lo mucho que le había afectado la noticia de la muerte de Neomar Lander.

Por eso Damarys contaba los días para tenerlo de vuelta en casa, con ella, sano y salvo. “Nunca me entendió. Nunca entendió por qué yo le decía que no y siempre se metió en las protestas desde 2014. Quería que estuviera aquí en Guárico, para que no le pasara nada malo. Siempre temía, porque pasaban muchos asesinatos a cada rato de estudiantes y yo no quería que él participara”. 

El 16 de junio, aproximadamente a las 3:30 de la tarde, una alerta de Twitter le dio la noticia que tanto había temido: a su hijo le habían disparado en la avenida Hernán Garmendia del este de Barquisimeto.

Nelson Daniel había sido impactado en el cuello por un objeto desconocido, proveniente de una sede del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME), donde funcionarios de la Guardia Nacional (GNB) estaban disparando. 

“El primer tuit decía que a Nelson le habían disparado y que estaba en una clínica. Le dije a mi hijo mayor que averiguara en qué sitio estaba y le di la información a mi hija, que era la única que estaba en Barquisimeto, y le dije que corriera para la clínica”.

Los compañeros de Nelson hicieron lo que pudieron, entre bombas lacrimógenas y disparos, para acercarse al cuerpo del joven y trasladarlo hasta la Clínica Razzeti, ubicada en el centro de Barquisimeto. Los médicos que estaban en ese momento de guardia en el centro de salud lo recibieron, pero ya era tarde: Nelson no tenía signos vitales. 

Ya no había nada que hacer.

“Nos dijeron que nos fuéramos directamente a la morgue. Allí esperamos mucho tiempo. Esperamos dos días para que nos entregaran el cuerpo”, cuenta Damarys a la organización Justicia, Encuentro y Perdón.

La versión del gobierno

Nelson se convirtió en la décima persona que falleció en el estado Lara en el contexto de las protestas antigubernamentales de 2017. Perteneció al grupo de 38 estudiantes que murieron en ese período en todo el país. En aquellos días cursaba el primer año de Derecho en la Universidad Fermín Toro (UFT) de Barquisimeto, luego de haberse mudado, meses antes, del pueblo agrícola en donde todavía reside su familia: Guárico, al suroeste de la entidad.

El entonces ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol, aseguró rápidamente en su cuenta Twitter que Nelson Arévalo “murió al manipular un explosivo de fabricación artesanal (mortero) durante una protesta este viernes en Las Trinitarias, Barquisimeto, estado Lara”. Luego, en un segundo mensaje se leía: “Lamentamos que se sigan perdiendo vidas inocentes y que jóvenes sean manipulados por esta derecha violenta”.

Reverol indicó también que sus declaraciones se daban con base en información de presuntos testigos en el sitio del suceso que afirmaron que “este joven (Nelson Arévalo) se encontraba en una manifestación violenta en el municipio Iribarren, estado Lara, testigos denuncian que el artefacto le explotó encima”. Hoy en día, los comentarios no pueden ser ubicados en el historial de su cuenta.

Sin embargo, la versión de familiares, compañeros en el sitio y testigos, publicada en medios de comunicación, difiere por completo de la presentada por las autoridades. Nelson Daniel Arévalo se encontraba el 16 de junio de 2017, en una manifestación en la ciudad de Barquisimeto, en la avenida Hernán García Garmendia, cerca de la Universidad Fermín Toro, donde cursaba la carrera de Derecho. “Siempre protestaban allí”, acota Damarys. 

Ese día, las protestas comenzaron en la mañana, la GNB las dispersó, pero los estudiantes se activaron de nuevo en la tarde. De pronto, empezaron a escucharse disparos. Varios de los allí presentes afirman que las descargas provenían del edificio del Saime, ubicado frente a la institución educativa, y que en ese momento se encontraba resguardado por el Comando Cruz Carrillo de El Tocuyo.

“Lo que tengo entendido es que los funcionarios que custodiaban el edificio (Saime) dispararon a la manifestación, dispararon muchas veces y le dieron a mi hijo en el cuello, lo que le produjo la muerte casi que instantánea. Es un hecho en el que están involucrados funcionarios del Estado, porque tenemos testigos que han declarado en la Fiscalía que les dispararon desde allí. Nosotros tenemos el resultado de la autopsia y las declaraciones de los testigos que estuvieron allí en la manifestación. Inclusive, los compañeros de estudio dicen que Nelson Daniel ya estaba muerto en el piso y todavía le disparaban”, relata la mujer. 

El resultado de la autopsia que le fue entregado a la familia Arévalo Avendaño establece que el impacto que recibió Nelson Daniel, fue en el lado izquierdo del cuello y salió por la parte de atrás de la clavícula del lado derecho. “El informe que nos dieron en la morgue dice que mi hijo murió por traumatismo raquimedular severo producido por arma de fuego”, afirma Damarys. 

Sin embargo, los familiares también alertaron en su momento que pudieron conocer, por una fuente ligada al Cicpc, que dentro de la institución el diagnóstico que se maneja es: “traumatismo raquimedular severo y blasting pulmonar ocasionado por onda expansiva”, aparentemente, para coincidir con las declaraciones dadas por Reverol sobre el manejo de un artefacto explosivo por parte del joven estudiante.

Nada avanzó

Las horas de espera en la morgue sumaron tensión y desconcierto para Damarys y su familia. Al día siguiente de su muerte, el lugar amaneció tomado por funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). Para la realización de la autopsia fue designada Luz Marina Araujo, fiscal 6ta con competencia en delitos comunes, y posteriormente se incorporó al caso, Carlos Muñoz, fiscal 21 con competencia en Derechos Fundamentales, además de la Unidad Criminalística Contra la Vulneración de Derechos del Ministerio Público.

El examen duró más de tres horas y cuando se suponía que el cuerpo del joven estaba listo para ser entregado a sus familiares, el procedimiento no ocurrió, ni recibieron razón alguna para el retraso. Lo que siguió después fue enterarse que el Fiscal 21, también de forma inexplicable, fue removido, quedando solo la Fiscal 6ta a cargo del caso.

Después de más de cuatro años de su asesinato, el caso de Nelson Daniel Arévalo Avendaño se encuentra paralizado en el Ministerio Público en fase de investigación. 

Pese a que la Comisión de la Verdad, instalada por la asamblea nacional constituyente (ANC) se comunicó con la familia de Nelson en dos o tres ocasiones –vía telefónica– con el fin de “buscar la verdad”, los padres desconfiaron de la oferta por considerar que la institución no era imparcial.  

Hasta la fecha no se conoce una versión oficial sobre los acontecimientos alrededor de su muerte, aparte de la versión dada sobre el mortero. Desde la Fiscalía 6ta todo quedó en silencio, no se hicieron más diligencias al respecto y ni siquiera existe ninguna mención a funcionarios involucrados.

“Siempre le dije que ellos tenían las de perder en esas protestas porque estaban luchando contra personas que estaban acostumbradas a matar. Le dije que estaba corriendo mucho riesgo. Creo que fue muy ingenuo, pensó que no le iba a pasar nada. A veces pienso que quien disparó sabía a quién le estaba disparando”.

En la última conversación que tuvieron, esa misma en la que Damarys le alertaba sobre la muerte de Neomar Lander, su hijo le había prometido que se iba a retirar de las protestas, que más bien estaba culminando gestiones en Barquisimeto para un nuevo trabajo al que estaba optando. “No sé si lo hizo para que yo me quedara tranquila. Me dijo que a la siguiente semana venía para quedarse conmigo, mientras lo llamaban. Bueno, me quedé esperándolo. No volvió nunca”.

A sus 56 años, el ánimo de Damarys se sostiene a partir de la vida de sus otros tres hijos y de haber aceptado los ideales de Nelson Daniel: “La lucha de mi hijo, el valor y la valentía que tuvo por el país y ahora, yo llevo esa misma lucha para que se haga justicia con su caso”. 

Se han acercado a algunas ONG, pero no cuentan con un abogado defensor para hacer frente al expediente congelado. “Realmente se ha hecho poco y nosotros todavía estamos esperando que se haga justicia. En el nombre de Dios tenemos la esperanza de que se diga la verdad. Lo que nosotros exigimos al Estado es que se diga la verdad, que no se sigan diciendo mentiras, como dijeron ellos, que mi hijo se había asesinado él mismo”, denuncia Damarys.

El caso es extraído de las crónicas reseñadas por en el portal de Encuentro, Justicia y Perdón 

 

CIDH urge a Venezuela a garantizar justicia a las víctimas de las protestas de 2017
 La falta de independencia judicial en el país también ha sido documentada por la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos

 

Este miércoles, 5 de abril, La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), instó a Venezuela a adoptar medidas urgentes y adecuadas para reconstruir la independencia del Poder Judicial y asegurar el acceso a la justicia por los hechos sucedidos durante las protestas antigubernamentales de 2017. 

La Comisión Interamericana señaló a través de un comunicado, que al cumplirse cinco años de los acontecimientos donde miles de personas fueron reprimidas por el Estado, 133 fueron asesinadas; 4 mil resultaron heridos; 5 mil detenidos arbitrariamente y 600 civiles presentados ante la jurisdicción penal, se nota la ausencia de avances sustanciales en las investigaciones por la «falta de independencia judicial», obstaculizando además los proceso de reparación y memoria. 

Sobre este particular, la Misión Internacional Independiente para la Determinación de los Hechos de Naciones Unidas documentó presiones contra jueces penales sobre cómo decidir casos relacionados con las protestas e injerencias contra las y los fiscales que se rehusaban a cerrar los expedientes de las protestas o que querían procesar a los rangos superiores en la cadena de mando. 

Por tal motivo, la CIDH urge al Estado a «adoptar medidas urgentes y adecuadas para reconstruir la independencia del Poder Judicial y del Ministerio Público», con miras a garantizar el acceso práctico y efectivo a la justicia de las víctimas, así como la construcción de la verdad y la memoria histórica.

El 28 y 29 de marzo de 2017, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) adoptó las decisiones 155 y 156, que suspendieron las facultades de la Asamblea Nacional y otorgaron amplísimos poderes discrecionales al Poder Ejecutivo, calificadas por la CIDH como una usurpación de funciones y la anulación de facto de la representación popular.