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Luis Herrera Campins

La revolución que vendrá y su profeta venezolano, por Isaac Nahón Serfaty

 

En 1975 apareció un breve libro escrito por un venezolano peculiar. Su título era ambicioso: “La revolución de la inteligencia”. Su autor era un hombre culto, de hablar pausado y suave (muy alejado del vociferante demagogo), siempre con la sonrisa del optimista en la boca, y una cierta picardía en la mirada, como diciéndonos “todo irá bien”. Luis Alberto Machado planteaba allí una idea con un potencial tremendo, pero en términos simples: “…la inteligencia puede mejorar. Y, si puede mejorar, tenemos que hacer que mejore al máximo posible. Si ante mayores estímulos no dirigidos especialmente a este fin, de una manera que podemos llamar espontánea, ya ha mejorado, ¡qué no podría lograrse con un sistema dirigido consciente y sostenidamente con ese propósito?”.

 

Parecía que el Dr. Machado no sería profeta en su tierra, como había ocurrido con muchos otros grandes venezolanos, desde Andrés Bello hasta Fernández Morán. Pero el presidente Luis Herrera Campins, mandatario que no ha sido suficientemente valorado por sus logros debido a los también muchos errores de su gobierno, sí creyó en la propuesta del Dr. Machado, y creó en 1979 lo que entonces se llamó el Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia, del cual fue su primer y único titular. Entre otras cosas, como ministro el Dr. Machado puso en marcha un programa para formar a jóvenes madres en la estimulación precoz de sus bebés, programa que fue acompañado de una campaña de televisión, sin duda única e innovadora, en la que se ilustraban las técnicas para estimular el desarrollo de los niños a través del contacto amoroso y la interacción con sus madres. Pero como ha ocurrido en Venezuela muchas veces, al producirse el cambio de gobierno se desmanteló el ministerio y el desarrollo de la inteligencia ya no fue una prioridad del Estado.

 

Aunque sus ideas sobre el desarrollo de la inteligencia y la educación habían sido adoptadas en otros países como Israel, México, China, Corea del Sur, Bulgaria, Suráfrica, Costa Rica, el Dr. Machado se convirtió en un personaje casi exótico en su propio país. Fue objeto de chistes, de imitaciones en programas cómicos, y de esa acidez sardónica tan venezolana que a veces se confunde con viveza y “buen humor”, y que no es otra cosa que el reflejo de un profundo problema de autoestima que afecta a muchos compatriotas. La expresión más brutal de ese sarcasmo destructor vino del vociferante demagogo que fue Hugo Chávez, cuando en uno de sus infinitos Aló Presidente recordó, en tono de sorna, que cuando era candidato presidencial mandó a Edmundo Chirinos (ya en el momento en que se transmitió el programa en 2008 era sospechoso de asesinato y de abusos sexuales de sus pacientes) a que debatiera con el Dr. Machado.

 

Lo que Machado había planteado un su breve libro en 1975, y que puso en marcha durante los cinco años como ministro para el Desarrollo de la Inteligencia, hoy es confirmado por la ciencia y por la práctica. Primero, como lo dijo este profeta venezolano amable pero agudo, no existe un determinismo biológico, social o psicológico que marque el futuro de una persona. Numerosas investigaciones han confirmado que la combinación de una buena nutrición y de estímulos afectivos, cognitivos y motores son fundamentales para el óptimo desarrollo de un niño sano e inteligente (aquí pueden ver una entrevista con el médico pediatra Dr. Abel Albino que explica la importancia de un enfoque combinado de buena nutrición y estimulación temprana). Segundo, que el cerebro es un órgano que tiene una gran plasticidad, que puede cambiar y regenerarse (claro que con ciertos límites como los daños causados a temprana edad por la desnutrición), lo que va contra de la vieja premisa que decía que cuando las neuronas mueren se pierden para siempre o que un cerebro dañado (por ejemplo, por un accidente vascular) no puede recuperarse. Tercero, que los seres humanos somos una unidad indisociable cuerpo-mente que funcionamos a partir de otra unidad fundamental que es la del afecto y la razón. Y esto implica que toda política que se ponga en marcha tiene que enfocarse en el ser humano como unidad porque lo que nutra su cuerpo nutrirá su mente (y viceversa), y que su capacidad mental tendrá que ser el resultado de lo que hay llamamos una “inteligencia emocional”.

Cuando despertemos de la pesadilla chavista, que está produciendo una devastación social, sanitaria, nutricional, económica, política, educacional y moral, habrá que volver al simple y ambicioso programa del Dr. Machado, y de otros grandes venezolanos (recuerdo a los expertos en nutrición y desarrollo infantil, los doctores José María Bengoa y Hernán Méndez Castellanos, por solo mencionar a dos  héroes de la república civil), para construir un país en que la palabra revolución sea sinónimo de inteligencia y no de maldad destructiva.

 

@narrativaoral

*Profesor de la Universidad de Ottawa (Canadá)

El hombre de la inteligencia por Carolina Jaimes Branger

LuisAlbertoMachado

 

Luis Alberto Machado fue uno de los grandes hombres, pero también uno de los grandes incomprendidos en Venezuela. Sus teorías sobre el desarrollo de la inteligencia –un hito en la educación mundial- en Venezuela pasaron más como una excentricidad que como lo que realmente fueron: una revolución.

Machado es quizás el mejor ejemplo de que nadie es profeta en su tierra. Su iniciativa de convertir al Estado en el promotor del desarrollo de la inteligencia humana fue desestimada por muchos cuando Luis Herrera Campíns  -en un acto de audacia- creó el Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia. Y lanzada a la basura, literalmente, cuando Jaime Lusinchi, de un plumazo eliminó el despacho. Sin embargo,  muchos países adoptaron sus técnicas de desarrollo de la inteligencia.

Me contó el doctor José Ignacio Moreno León que en una ocasión viajó a Corea del Sur a visitar varias universidades. En una de ellas, le llamó la atención el “programa de desarrollo de la inteligencia”. Cuando le preguntó al rector que era su anfitrión, éste le respondió “¿no los conoce?… son de un venezolano, compatriota suyo, el doctor Luis Alberto Machado”. Por supuesto que Moreno León los conocía, y se sintió muy orgulloso de que en un país de primer mundo como es Corea del Sur estuvieran implementando los programas de Luis Alberto Machado.

Hoy decenas de miles de venezolanos que participaron en aquellos programas saben de primera mano y agradecen la estimulación temprana y la metodización de todos los procesos de enseñanza que desarrollan la inteligencia. Yo que tuve el privilegio de haber estado muy cerca del doctor Machado puedo dar fe de las cantidades de personas que se le acercaban a agradecerle su cruzada.

Machado nunca se amilanó por las acérrimas críticas. En la UCV de Edmundo Chirinos estuvo a punto de ser linchado por una multitud enardecida aupada por el tristemente célebre ex rector. Pero la Historia se encarga de enderezar las cargas.

En 1979, Luis Alberto Machado contó con el apoyo de José Antonio Abreu para demostrar la validez y pertinencia de sus teorías: en pocos meses, un grupo de niños (que jamás habían estudiado música) entre quienes se encontraban indios pemones y dos de las hijas del doctor Machado tocaron el cuarto movimiento de la IX Sinfonía de Beethoven. ¡Qué esperanzador es creer que podemos volar tan alto como queramos, solo si aprendemos cómo volar! La fe que tuvo Luis Alberto Machado en la trascendencia de su propuesta contagia, activa, conmueve.

Ojalá algún día en el futuro cercano volvamos a tener en Venezuela esos programas que estimularon a tantos niños y jóvenes y que representaron verdaderos cambios e hitos en sus vidas.

La vida de Luis Alberto Machado es la vida de un hombre que sintió pasión por lo que creyó y se dedicó en cuerpo y alma a divulgarlo. También es la vida de un político honestísimo, un hombre de una verticalidad como pocas hemos visto en la política venezolana. Un hermoso legado para sus hijos y nietos y un ejemplo de un venezolano brillante e íntegro, justamente de los que necesitamos para reconstruir este país.

Con el tiempo, hay consenso en que el proyecto que en primer término abrazó la Universidad de Harvard y que aplican en tantos otros lugares, es una forma de realizar esa utopía. Luis Alberto Machado merece todos los honores. Vaya este, mi humilde homenaje, al genio que no sólo dedicó su vida -sino que demostró con ella- que todos -si queremos- también podemos llegar a desarrollar nuestras potencialidades.

 

@cjaimesb

Venezuela: Grandes crisis y escasez por José Toro Hardy

Bolívares

 

No recordábamos lo venezolanos una situación de escasez como la que padecemos. En su historia reciente Venezuela enfrentó profundas crisis económicas, algunas de mayor intensidad,  entre las que cabe mencionar:

 

La crisis de los 60

Durante  el gobierno de Rómulo Betancourt. Venezuela sufría dolores de parto de la democracia. La economía experimentó una contracción que se ensañó particularmente con la industria de la construcción. Se aplicó un control de cambio. Los gastos de consumo privado crecieron a una tasa de 5,5% al año, la mitad que entre 1950 y 1957. Sin embargo,  no padeció la sociedad los niveles de escasez que hoy se sufren.

 

El «viernes negro»

De profundas implicaciones,  tuvo lugar en el año de 1982 durante el gobierno de Luis Herrera Campins. Después de años de abundancia petrolera (primer shock petrolero que tuvo lugar después de la Guerra del Yom Kippur y el embargo petrolero árabe en 1974 y la Revolución Islámica de Khomeini a raíz de la caída del Sha de Irán en 1979), ya para 1982 los precios se derrumban. . Estalla el  llamado “Viernes Negro” y el tristemente célebre RECADI. Sin embargo, la sociedad no padeció de los niveles de privaciones que se sufren hoy.

 

La crisis financiera

En 1994 durante el segundo gobierno del presidente Caldera. El epicentro fue el sector financiero y prácticamente la mitad del mismo fue barrido en la tormenta. Se aplica un control de cambios que condujo a la quiebra de unas 70.000 medianas y pequeñas industrias impedidas de obtener  divisas para adquirir insumos. Finalmente el gobierno da un giro en sus políticas y recurre a la Agenda Venezuela, devalúa el bolívar en un 70%, aumenta el precio de los combustibles en un 800%, se revisa la Ley Orgánica del Trabajo siguiendo pautas de una Comisión Tripartita y se ejecuta la Apertura Petrolera. Fueron años difíciles que se agudizaron con una fuerte caída de los precios del petróleo (en su peor momento llegaron a  7 dólares el barril); pero aún así, la sociedad no se vio impactada por  los niveles actuales de escasez.

 

La crisis bolivariana

Así, llegamos a la Revolución Bolivariana. Se auguraban años de abundancia. Los precios petroleros aumentaban marcadamente por la recuperación del Sudeste Asiático, cuya demanda de petróleo, después de haber caído en cerca de 2 millones de barriles diarios en los años anteriores, había retomado un vigoroso crecimiento arrastrando consigo los precios de los hidrocarburos al alza. La planificada toma de PDVSA («Fue como tomar una colina militar» afirmó el presidente Chávez) y el despido de 20.000 de sus trabajadores (que incluía al 75% de su nómina ejecutiva donde se concentraba la mayor parte del conocimiento), produjo un severo impacto en nuestra economía; sin embargo, en los años siguientes los precios alcanzaron niveles nunca antes soñados (la cesta venezolana llegó a unos 116 dólares por barril). El gobierno parecía tener ahora todo a su favor. Dispuso de los enormes ingresos adicionales sin control alguno, creando fondos paralelos que se erogaban al margen del presupuesto aprobado por la Asamblea Nacional.

La sensatez indicaba aprovechar aquella situación excepcional para crear condiciones para un crecimiento sustentable de la economía y una solución y sostenible de los problemas sociales del país.

Pero privó un programa dogmático que le dio la espalda a los fundamentos básicos de la economía y en buena medida de la democracia misma, causando un profundo perjuicio al aparato productivo, con una enorme mortandad de empresas, comenzando por el daño a la propia PDVSA, las cementeras y al sector agroalimentario, expropiando a productores de campo (cerca de 4 millones de hectáreas), a Agro Isleña y  atacando por mampuesto a Polar que es el  grupo empresarial más sólido del país. Esta situación merece un análisis aparte.  Mediante recursos propios de un populismo exacerbado y un irrespeto total a la independencia de los Poderes Públicos se intentó crear una base política que garantizase el control y permanencia indefinida en el poder por parte del grupo gobernante.

El resultado era inevitable. El aura de invencibilidad se basaba simplemente en los precios petroleros más altos y durante el período más largo de la historia.  No entendió el gobierno que si algo caracteriza los precios de los hidrocarburos es su volatilidad.

Como tenía que pasar, los precios se desplomaron y con ellos el país cayó de rodillas en lo que parece la crisis económica más profunda que haya conocido Venezuela. Las reservas internacionales se derrumban y no hay dólares para importar insumos ni bienes de consumo y quizá tampoco para pagar la deuda soberana. La diferencia con las crisis anteriores es que ésta golpea dura y directamente a los venezolanos con la inflación más alta del mundo, una escasez creciente nunca antes conocida y un aparato productivo que ha sufrido severos daños. La inflación, incontrolable, campea por sus fueros alimentada por la impresión de dinero inorgánico del BCV a fin de financiar el déficit fiscal, lo cual alimenta a su vez marcadamente la devaluación del dólar en el mercado paralelo.

Lo peor está  todavía por venir. También lo mejor.

 

 

@josetorohardy

pdetoha@gmail.com