desconfianza archivos - Runrun

desconfianza

Víctor Maldonado C. Ago 03, 2020 | Actualizado hace 1 mes
Camino de Oz

En El Mago de Oz «La niña estaba perdida, lejos de su hogar… Ya sabemos que el camino era largo, tortuoso y lleno de peripecias e incertidumbres. ¿Cuán largo era?». Foto Lisa Runnels en Pixabay

@vjmc

Recientemente tuve una conversación con el buen amigo psiquiatra y antropólogo Luis José Uzcátegui. Hablábamos de la epidemia de desconfianza, la ausencia pertinaz de esa virtud cívica que nos transforma en seres solitarios y suspicaces. ¿Confiar en quién? ¿Confiar, por qué? fueron inmediatamente los temas de reflexión a los que derivamos. Yo me quedé pensando el tema, y de repente me vino una imagen, la vieja película El Mago de Oz, que data de 1939, hace ochenta y un años.

Confiar es “hacernos vulnerables” a los otros. Pero eso requiere lo que Weber llamaba “racionalidad”. Dicho de otra forma, para confiar hay que ser mutuamente predecibles, esa capacidad de cálculo que permite otorgarle probabilidad a la ocurrencia de una conducta, habiendo conjugado medios disponibles con finalidades que se consideran valiosas, en los márgenes no solo de lo probable, sino también de lo aceptable.

Lo que pasa en Venezuela es que no se puede confiar en nadie en la misma medida en que se hace imposible superar la trama de arbitrariedades que son propias de los regímenes totalitarios, y de las sociedades despojadas de todos los derechos y garantías, reducidas por lo tanto a una lucha por la sobrevivencia que al final todos saben que la van a perder.

Es cuestión de tiempo cuando todo se desvanece en el precario y fugaz imperio de las ganas.

En estas circunstancias, confiar es un riesgo que supera todas las probabilidades, porque en ausencia de esa racionalidad toda relación se envilece. ¿En quién vas a confiar? ¿Cuáles son las razones para hacerlo?

Ocurre que el venezolano está devastado en su disposición de confiar. Llevamos veinte años experimentando el sinsabor del que se siente engañado, defraudado, abusado en su buena fe. En la corta, pero intensa conversación, tanto Luis José como yo, tratábamos de hacer un inventario de las razones, pero dejábamos entrever nuestra preocupación porque la gente se siente demasiado lejos de un liderazgo que no les ha dado la talla. Las razones que están vigentes son para la desconfianza.

Experimentamos la desolación. No hay ruta, ni hay un Dios que camine delante de nosotros para guiarnos. No hay, no vemos, no sentimos ese vínculo providencial que “de día en una columna de nubes nos acompaña; de noche en una columna de fuego permanece para alumbrarnos” (Éxodo 13,22). Existe, y con razón, una sensación de abandono y de detención. No hay guías, tampoco camino.

La confianza hay que restaurarla, pero eso requiere que busquemos rápidamente aquel que en medio de los otros merezca ser el ungido. Para eso es necesario que se reensamblen en una sola persona tres características del liderazgo virtuoso:

1. la habilidad para comunicar y hacer lo que se debe hacer,

2. la benevolencia para compartir los pesares del camino sin desfallecer y sin cesar en las exigencias de seguir avanzando, y

3. la integridad para afianzarse en la verdad.

Eso que Aristóteles llamaba el logos, el pathos y el ethos. Si no se conjugan los tres, algo comienza a fallar hasta que la relación deja de tener sentido. Porque no hay que olvidar que la confianza es un vínculo que se debe cultivar y cuidar. No se puede dar por descontado. Tampoco se da por añadidura.

El Mago de Oz es un cuento infantil escrito por L. Frank Baum. En él se narran las peripecias de Dorothy, su perrito Toto, y tres compañeros de ruta, el espantapájaros carente de cerebro, el leñador de hojalata que no tenía un corazón, y el león cobarde falto de valor. La niña estaba perdida, lejos de su hogar, y su mascota era su único vínculo con sus querencias, a las que quería volver.

Todos los personajes se presentan como seres carentes y dependientes. Las circunstancias, entre otras cosas uno de esos tornados tan propios del medio oeste norteamericano, habían detonado un encuentro fortuito y una necesidad común. Ir hasta La Ciudad Esmeralda, donde regía un mago poderoso que podía resolver a favor lo que cada uno anhelaba para sí. Llegar no era fácil, pero Glinda, el hada buena del norte, le había dado los zapatos mágicos de rubí, y el dato de la ruta que debía recorrer: seguir el sendero de las baldosas amarillas.

Ya sabemos que el camino era largo, tortuoso y lleno de peripecias e incertidumbres. ¿Cuán largo era? ¿Qué obstáculos debían superar? ¿Qué iba a intentar la maléfica bruja del oeste? ¿Cómo iban a reaccionar los miembros del equipo? Y al final, ¿iban a conseguir lo que cada uno anhelaba?

Entre ellos acumulaban eso que se llama inteligencia emocional. Una buena capacidad para complementarse desde sus carencias (lo que uno no podía ser o hacer, tenía que esperarlo de los otros, en eso consiste la confianza), un buen desempeño ante las amenazas y las crisis que debieron afrontar, y entre todos, una apuesta a la perseverancia a pesar de las flaquezas y las dudas.

En el camino se fueron demostrando que eran capaces de calcular, idear estrategias, ser solidarios, apreciar a los otros, tener emociones, y demostrar valentía.

El espantapájaros no necesitaba cerebro porque pensaba, el leñador era capaz de tener sentimientos y actuar conforme a ellos, a pesar de no tener corazón, y el león había sido valiente y no había huido ante las amenazas porque tenía coraje. Fueron las circunstancias y las sinergias del equipo las que hicieron el milagro. En el cuento Dorothy es la líder que suma, invita al recorrer juntos, no desprecia a nadie, e insufla esperanza. Por eso era confiable, a pesar de que ofrecía una expectativa casi irrealizable. Y Toto siempre fue un perrito inquieto, que no se dejaba atrapar, un maestro de las evasiones, y un emblema de la lealtad. Siempre volvía a donde estaba su dueña.

El mago de Oz era un impostor. Todos le temían. Era para la ciudad la razón aparente, el quicio del orden social y la prosperidad de todos. Pero no era más que una puesta en escena de fuegos fatuos, sonidos rimbombantes y esa distancia mayestática que lo tornaba misterioso y todopoderoso. Sin embargo, era un viejito que había llegado hasta la ciudad porque era incapaz de manejar apropiadamente su globo aerostático. Y así como llegó se fue, sin poder devolver a Dorothy a su amada Kansas.

Las brujas malvadas tampoco eran tan poderosas como se asumían. Una de ellas murió aplastada por la casa de Dorothy cuando dando vueltas gracias al tornado aterrizó violentamente en un costado de Munchkinland, una ciudad de hombres muy pequeños. La otra, cuando quiso quemar al espantapájaros, desapareció ante el primer tobo de agua que la niña del cuento le echó sin querer.

El mal es sobredimensionado por nuestros propios temores. Eso no deberíamos olvidarlo nunca.

¿De qué se trata entonces? De confiar, sin esa prepotencia de los predestinados, sin los obstáculos de la adulancia, sin la duda que detiene, ni el excesivo análisis que paraliza. Hay que convocar al recorrido, tal vez sin conocerlo todo, pero teniendo un plan compartido, pretendiendo la buena fe de todos, eso sí, discriminando al que es compañero de ruta de los que son las brujas que entorpecen. En esa diferenciación reposa la virtud de la prudencia. Ser confiables es no errar al elegir a los que son amigos de los obvios adversarios.

Para confiar hay que recuperar la sensatez que siempre tuvo el espantapájaros, la compasión que nunca dejó de tener el hombre de hojalata, y el coraje que siempre tuvo el león “cobarde”. Juntos, ratificándonos mutuamente, podemos vencer esa sensación de impotencia que a veces nos aflige. Entre todos podemos demostrarnos que hasta las cosas más increíbles son posibles, teniendo presente que Dios es el guía de nuestros días y la lumbre de nuestras noches más oscuras, hasta que podamos recuperar ese hogar que damos por perdido: un país que mane libertad y prosperidad.

Que nada nos turbe.

victormaldonadoc@gmail.com

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Desconfianza en los militares y en los políticos

La desconfianza pulula en nuestros días. Es un mal mundial y generalizado  que se hace más evidente en la vida política, pero que abarca todos los sectores. Desconfiamos de los alimentos, de las vacunas, de los médicos,  de las investigaciones científicas, de los medios de comunicación, de nuestros vecinos y parientes. En fin, desconfiamos de todo y de todos.

El francés Alain Peyrefitte, en su obra La societé de la confiance, atribuye a ese factor inmaterial el mayor o menor desarrollo de los pueblos. De ser cierta esta tesis, y apostamos que sí, estamos en vías de regresar al período neolítico. La mayoría de las informaciones que nos llegan son ciertas, pero tenemos la tendencia a darle más credibilidad a las más inverosímiles. La mayor parte de las personas son confiables, pero preferimos pensar que no lo son.

Analicemos los casos de nuestros militares y políticos

 Los militares

Durante muchas décadas hemos escuchado a los dirigentes civiles predicar que los militares no deben ser árbitros en política. Que las instituciones civiles son las que deben designar a los presidentes por la vía del voto y destituirlos cuando violan la Constitución y las leyes. En teoría esto es lo correcto.

El problema se complica cuando un presidente viola la Constitución, y las instituciones civiles se hacen las desentendidas o incluso avalan las fechorías, como sucede frecuentemente en Venezuela.

Nuestra Constitución contempla en su artículo 333 que Todo ciudadano, investido o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia,  lo cual es un mandato que no excluye a los militares.

El punto es quién decide cuándo se viola la Constitución y quiénes son los culpables. Obviamente, en condiciones normales no deben ser los militares los que deben calificar el delito.

Por otra parte, algunos políticos consideran que sería nefasto que los militares intervengan, lo cual envía un mensaje confuso a quienes están en los cuarteles. Los oficiales que decidieron actuar o que expresaron su desacuerdo con el régimen están presos. Algunos fueron torturados, uno fue además asesinado, el capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, y otros pasados a retiro o exiliados.

A pesar del elevado número de militares que han sufrido atropellos, existe una fuerte tendencia a  descalificar a la institución armada. Desconfiamos de todos los verde oliva y los tildamos de corruptos.

 Los políticos

Los políticos constituyen el otro sector frecuentemente vilipendiado. Muchos desconfían porque no actúan como solicitan quienes ven los toros desde la barrera o quienes están en el ruedo, pero son solo ayudantes en la cuadrilla. Dos políticos fueron asesinados: Albán y Rada. Y hay muchos políticos presos, refugiados en embajadas y exiliados, pero eso tiende a no valorarse.

Desde luego que la desconfianza hacia militares y políticos tiene alguna base. Hay militares militantes del PSUV, como Padrino López y Remigio Ceballos. Muchos corruptos y también hay torturadores, como en la Dirección General de Contrainteligencia Militar. Y en la Guardia Nacional hay oficiales y guardias que reprimen manifestaciones con uso abusivo de la fuerza.

Entre los políticos hay corruptos y también integrantes de la quinta columna del régimen. Escarrá y Arias Cárdenas son ejemplos evidentes de hipocresía. Otros, como Timoteo Zambrano, Claudio Fermín,  Felipe Mujica, Rafael Marín y Henry Falcón despiertan  desconfianza,  más con razón, que sin sin ella, de ser colaboracionistas del régimen.

Los traidores

Los traidores

El llamado G4, integrado por Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, es visto con desconfianza por insistir en la vía electoral para salir de la usurpación. Por su parte, Vente Venezuela y Alianza Popular no inspiran confianza por la terquedad de insistir en las protesta de calle y en un TIAR que ningún país quiere aplicar.

Con todo y sus errores y defectos, debemos aceptar que no saldremos de esta narcodictadura sin el concurso de militares y de políticos.

Un paso necesario, aunque no suficiente, es que los ciudadanos de a pie dejemos de criticar a ambos sectores y que estos se unan alrededor de los principios y valores. Los militares solo  darán un paso al frente si perciben que el sector político está unido y con un acuerdo y un plan de mediano plazo. Los ciudadanos de a pie solo dejaremos de desconfiar cuando los militares dejen de reprimir y los políticos depongan posiciones y remen en la misma dirección.

La difícil situación que vivimos amerita que descartemos la desconfianza. Se debe seguir protestando y apoyando las sanciones. Mientras, paralelamente, prepararnos para elecciones siempre y cuando se den las condiciones de transparencia que exigimos. 

Como (había) en botica

* Por sustraer de un pesebre unas figuras para jugar, dos niños de 8 y once años fueron torturados por un oficial de la Guardia Nacional en San Tomé. Al general que acudió a conversar con la comunidad parece que le preocupó más que el video ruede en las redes que el hecho criminal.

* La masacre en Ikabarú, Gran Sabana, evidencia que la Fuerza Armada brilla por su ausencia en ese municipio o es cómplice en el negocio del oro.

* ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!  

eddiearamirez@hotmail.com

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Nota actualizada el 2 de agosto de 2010.

Eddie A. Ramírez S. Oct 02, 2018 | Actualizado hace 2 semanas
Una pizca más de sensatez

eddieaaramirez@hotmail.com

SER SENSATO DEBE SER MUY ABURRIDO. De vez en cuando hay que cometer  alguna desmesura para disfrutar la vida con intensidad. Pretender que nuestra dirigencia y los ciudadanos en general nos comportemos siempre  con responsabilidad, con mesura y aplomo es una utopía. Dirigentes y dirigidos nos equivocamos y tenemos la tendencia humana a no reconocer errores y por ello se nos dificulta rectificar.

Sin embargo, seríamos  torpes si nos equivocamos todo el tiempo y  nunca estemos dispuestos a enderezar entuertos. En esta lucha en contra del totalitarismo hemos cometido algunos errores, pero también hemos tenido aciertos.   Ahora, que contamos con un gran apoyo de las democracias del mundo, requerimos una pizca más de sensatez para lograr una unidad que muestre al mundo que sí hay una alternativa de poder. Caso contrario, ese apoyo se irá erosionando y  en Venezuela se impondrá el desaliento.

Esa unidad la tuvimos en varias etapas de esta lucha por la democracia, por lo que no debería ser difícil reconstruirla. Quizá el escollo es  que algunos creen que ya los mangos están bajitos y pueden cosecharse, sin mayor esfuerzo, acudiendo a votar o mediante negociaciones bien llevadas,  mientras que otros los perciben más altos y quieren recurrir a las piedras para apearlos.

Esta diferencia no puede ser tan insalvable. Para cosechar los mangos bajitos se debe contar con una organización perfecta que impida la trampa y, principalmente, que los ciudadanos estén dispuestos a votar. Al respecto hay que entender que ningún líder tiene suficiente carisma para entusiasmar a unos votantes que eluden bejucos por estar  picados de culebra. También hay que considerar la desconfianza en negociaciones, dado que las anteriores no han dado fruto, tanto porque no es fácil que un totalitarismo claudique, así como por falta de unos facilitadores imparciales.

Quienes piensan que la única forma de agarrar los mangos es a pedradas, deben evaluar si cuentan con  piedras de tamaño adecuado y suficiente puntería. Hasta el presente, muchos valientes fueron víctimas de la represión. Gracias a ellos, a la gestiones internacionales de muchos de nuestros dirigentes, así como  por la brutalidad de la Guardia Nacional, de la policía y de los paramilitares rojos, se logró despertar la atención de muchos países, pero eso no es suficiente.

Un paso previo para lograr entenderse es aceptar que ninguno de los partidos de oposición, ni sus principales dirigentes, son colaboracionistas. Todos quieren la salida del régimen ya que, contrario a lo que algunos piensan, estar en la oposición no proporciona dividendos. Sin duda que, frecuentemente, nos amotinamos con algunas declaraciones con las que no comulgamos, pero hay que entender que cada cabeza es un mundo y ser tolerantes. Con el debido respeto a gente bien intencionada, pensamos que algunos dirigentes y opinadores actúan echándole leña al fuego, en vez  de agua para apaciguar los ánimos.

Seguimos siendo optimistas. El tiempo del narcorégimen terrorista está cercano a terminar.   No creemos en que pueda producirse una intervención militar extranjera, pero sí en que nuestros dirigentes podrán coincidir en acuerdos mínimos que animen al resto de los ciudadanos a protestar masivamente y que pierdan el comprensible temor a una huelga general para que esta sea exitosa.  Todos debemos apoyar a Almagro, la intervención humanitaria y la denuncias ante la Corte Penal Internacional con sede en La Haya.

Como dice  Adolfo Salgueiro en su artículo del sábado : “Pareciera que estamos en presencia de los últimos manotazos de desesperación que podrían extenderse hasta que China  -y un poco menos Rusia- lleguen al precio que su interés geopolítico haya establecido como tope para asegurar su presencia en América Latina. Hasta entonces es necesario el milagro de trabajar con unidad sabiendo que el mayor y más decisivo esfuerzo es el que nos compete a nosotros, los de a pie”.

También somos optimistas en que se pueda lograr la recuperación económica de Venezuela en poco tiempo. El reciente artículo de Ricardo Haussman sobre el caso de Albania proporciona elementos para ello. Solo se requiere que todos aportemos una pizca más de sensatez.  

Como (había) en botica:  Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Francia, Paraguay y Perú dieron un ejemplo al mundo de su compromiso con la defensa de los Derechos Humanos al denunciar a la dictadura venezolana ante la Corte Penal Internacional. Igualmente Almagro y el Grupo de Lima. Nuestra solidaridad con La Patilla, acosada por la justicia chavista que maneja Diosdado. Los gritos del coronel Jorge Eleazar Márquez Monsalve a la periodista Carla Angola evidencian que es un tipo de mala calaña. Lamentamos el fallecimiento Alirio Sifontes, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

La tormenta psicológica perfecta, por Ángel Oropeza

desconfianza

 

Los procesos de cambio político suelen enfrentar toda clase de obstáculos. Algunos, como es lógico, provienen de quienes se benefician del sufrimiento ajeno, y para los cuales el cambio es una amenaza a sus fortunas y su poder. Pero hay otros obstáculos, de naturaleza psicosocial, que pueden ser tan poderosos y eficaces como los primeros. Mencionemos solo dos de ellos.

El primero proviene de una de las características más salientes de nuestra cultura política, como es la altísima desconfianza interpersonal. Según los estudios mundiales de valores, que se realizan en casi un centenar de países, ante la pregunta: “¿Cree usted que se puede confiar en la mayoría de las personas?”, el grueso de los venezolanos, de manera abrumadora, responde negativamente.

Esta alta desconfianza resulta muy útil para los modelos autoritarios, porque, en la medida que los venezolanos desconfiemos unos de otros, no esperaremos que las soluciones provengan de nosotros mismos y de nuestra propia lucha. Por el contrario, estaremos psicológicamente proclives a aceptar que “la salvación” venga desde fuera de nosotros por cualquiera de sus vías ilusorias, sea un golpe de suerte, pronunciamientos militares, intervenciones foráneas o la tragedia de los “líderes” providenciales. No solo esto, sino que quienes se empeñan en huir de estas salidas fantasiosas y transitar por el camino, arduo y lento, de la construcción viable del cambio político desde nosotros mismos, son por supuesto objeto de la misma desconfianza.

El segundo obstáculo deriva de una concepción fascista de la política, exacerbada intencionalmente en los últimos cuatro lustros. Dos de las características más notorias del fascismo son reducir la complejidad de los problemas a la identificación de un enemigo, no importa quién sea, y a sufrir una crónica obsesión por el complot y la supuesta amenaza derivada de él. Por tanto, el primitivo pensamiento fascista no entiende la política más que en términos simplistas de traición-lealtad, amigo-enemigo, o colaboracionista-patriota. Dado que la política real es mucho más compleja y difícil, estas rémoras culturales –apropiadas incluso por algunos opositores– se convierten en obstáculo para la edificación inteligente y viable de soluciones políticas eficaces.

La combinación de estos dos factores, junto con otros que analizaremos en otro momento, se convierte en una especie de “tormenta perfecta” de naturaleza psicosocial que obstaculiza y retrasa el avance de la nave de las transformaciones políticas necesarias hacia buen puerto.

Agreguemos a lo anterior una última consideración. Hoy, las críticas y señalamientos contra quienes luchan por la construcción del cambio desde la plataforma de la Mesa de Unidad Democrática venezolana se dividen en tres grupos, sin contar con los que se han identificado como pagados por el régimen para disfrazarse de opositores y hacer el trabajo sucio de atacar a su principal estorbo de permanencia, que es precisamente la Unidad. Apartando a estos, hay los que critican de buena fe, y cuyas observaciones deben ser escuchadas y atendidas, porque a la mayoría de ellas las acompaña la razón y la justificada indignación. Pero hay también otros dos grupos, uno integrado por las víctimas de la sumisión psicológica oficialista, que solo ven el mundo con los códigos de interpretación limitada del militarismo fascista, y otro, mucho más pernicioso, constituido por quienes tienen su propio juego de poder, y para los cuales la Unidad –al igual que para el gobierno– es un obstáculo para sus cálculos personales y sus proyectos políticos particulares.

Uno de nuestros retos es superar la idea infantil, reforzada muy convenientemente por el fascismo gobernante, de que la política es simplemente gritar desde una tribuna y prometer el cielo para algún día. La verdadera política, la única que funciona y que en verdad transforma realidades, es trabajar con lo que se tiene, aquí y ahora, para lograr el mejor resultado concreto y posible, no el ilusorio y falso.

@AngelOropeza182

El nacional

 

Lo que sobra y lo que no, por Ángel Oropeza

banderavzla

 

Así como hay dos formas básicas de organización social, por consenso o por imposición, para cambiar las cosas solo hay dos caminos, el de la política y el de la violencia. La violencia es simple, porque se trata solo de destrucción. La política es compleja, porque supone construir.

En la política existe un amplio rango de herramientas de lucha: organización popular, presión internacional, movilizaciones, diálogo con el adversario, trabajo electoral, docencia social e incorporación de la ciudadanía.

En la Venezuela de nuestros días, la inmensa masa humana que se opone al modelo militarista de dominación lo hace desde varios frentes, tan disímiles como la propia naturaleza diversa de los venezolanos. Así, la oposición se expresa por igual en el tortuoso camino de las conversaciones con el gobierno, en las luchas de calle, en las protestas de las comunidades, en la lucha organizativa de los partidos políticos, en el combate y creatividad de los movimientos estudiantiles, en la presión internacional, en la pelea de los diputados por cambios institucionales, y en el trabajo –callado y sin estridencias– hacia dentro de los movimientos populares y de acompañamiento a las luchas ciudadanas.

Todas las modalidades de la lucha política son complementarias e incluyentes. Todas son elementos valiosos de una misma ecuación. Y así como a nadie le sobra un ojo porque ya tiene uno, o renuncia a un pie porque la mano es más importante, en política ningún instrumento puede ser dejado de lado porque se prefiera otro. Demonizar o criticar la utilización de alguna de las herramientas, sea por desconfianza, por veleidades emocionales, o por una concepción superficial y simplista de la complejidad política, es contribuir al debilitamiento y eventual fracaso de esta y, por ende, al peligro de que en su lugar irrumpa la opción violenta.

Ante la disyuntiva de respetar el elemento mínimo de cualquier democracia que son las elecciones, o violar la Constitución e impedirlas para detener una segura y aplastante derrota, el gobierno optó por lo último. Con ello, dejó caer la pequeña y última hoja de parra que intentaba disfrazar su desnudez dictatorial.

Frente a esto, la estrategia de la oposición es tratar de combinar la necesaria presión de calle con acciones políticas que terminen por deslegitimar al gobierno y aglutinar al país en torno a una propuesta creíble y viable de cambio. El objetivo es generar una crisis de gobernabilidad, de la cual –como todas las crisis de este tipo– solo se sale por elecciones.

Para el éxito de esta estrategia no sobra ninguna de las herramientas de la política. No sobra, por ejemplo, la presión popular, sin la cual el costo de contarse seguirá siendo para la oligarquía muy superior al de no hacerlo. Ni tampoco sobran las conversaciones, con las cuales se busca fundamentalmente afrontar esta complicada y desigual fase de la batalla política acompañados de un testigo de excepción y de ascendencia insuperable, como el Vaticano.

¿Qué sobra? Sin lugar a dudas, al menos dos cosas. Primero, la crónica desconfianza en el liderazgo democrático, hija dilecta de la primitiva antipolítica que, entre otras cosas, nos trajo a Chávez y a su modelo. Esa desconfianza infantil que confunde errores con traiciones, que solo habla de “colaboracionismos” o arreglos de trastienda, y que ve en cualquier opinión distinta una deslealtad, exactamente como lo hacía el fallecido expresidente.

Y, en segundo lugar, sobra la tentación del voluntarismo estéril. Nunca como ahora es conveniente recordar que el éxito político requiere, siguiendo a Weber, de tres cualidades decisivamente importantes: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Y que la política “se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo” (Max Weber, Politikals Beruf, 1992). Uno de nuestros retos cruciales de hoy es precisamente cómo conseguir que vayan juntas la pasión y la mesurada frialdad. Porque, de nuevo, el país requiere de una solución y no tan solo de un desenlace.

@AngelOropeza182

El Nacional 

Disminuye inscripción en el Siamed por desconfianza de pacientes

siamed12

 

Más de cuatro meses han transcurrido desde que el Ministerio de Salud lanzó el Sistema Integral de Acceso a Medicamentos para regularizar la entrega de medicinas a pacientes con enfermedades cardiovasculares, endocrinometabólicas y neurológicas y aunque en un principio miles de pacientes acudieron a inscribirse, el volumen ha mermado, aseguran farmaceutas.

“Las semanas siguientes a la creación del sistema fueron muchos los pacientes que vinieron a registrarse; eso cambió, ahora viene uno que otro”, afirmó Franklin Romero, encargado de una farmacia en Bellas Artes.

Con el testimonio de Romero coincidieron otros encargados de establecimientos del centro y este de Caracas. Aseguran que pese a que el registro se continúa haciendo, los pacientes han perdido la confianza en el sistema.

“Yo me inscribí dos semanas después de que lo crearon en una farmacia grande que queda cerca de mi casa; han pasado más de tres meses y yo sigo esperando el mensaje”, afirmó una de las personas que se encontraba ayer en la búsqueda de Eutirox en Candelaria y que prefirió no ser identificada.

En los establecimientos consultados aseguraron que la venta de medicinas por esa vía ha sido muy irregular. “Nosotros cumplimos con las órdenes del ministerio y hemos registrado a los pacientes, pero hasta el momento no hemos vendido el primer medicamento con ese sistema”, dijo el encargado de una farmacia en San Bernardino que pidió no ser nombrado.

En la sucursal de una cadena de farmacias, en Parque Caracas, uno de los farmaceutas consultados afirmó que ellos si han vendido por el Siamed. “Nos ha llegado poco, pero si se les avisa a los pacientes. Damos un plazo de tres días, desde que se les envía el mensaje, para que vengan a retirarlo; si no acuden, se vende a otro”, dijo.

Las dificultades para funcionar del Siamed fueron previstas por la Federación Farmacéutica de Venezuela. Freddy Ceballos, presidente de Fefarven, insistió en que las fallas en el abastecimiento de medicina no se resuelven modificando la distribución, sino mejorando la producción.

“Hay muy poca credibilidad en el sistema. Nadie que necesite un medicamento se va a sentar en su casa a esperar que lo llamen para que se lo vendan, por eso salen a buscarlo”, afirmó.

Reiteró que la escasez de medicinas en el país es de 70% e insistió en que los responsables de las fallas son las autoridades del Centro Nacional de Comercio Exterior, que no asignan a tiempo las divisas necesarias para la importación de insumos que requiere la industria nacional.

 

Sin opción pública

 

Las fallas de abastecimiento se repiten en las farmacias administradas por el gobierno. En la sede de Farmapatria, en Cotiza, no había ayer medicinas para la tiroides ni para la hipertensión. Tampoco tenían acetaminofen y desconocían cuándo les llegaría.

Una de las vendedoras aseguró que en el establecimiento no estaban registrando a los pacientes para venderles medicinas por el Siamed.

 

Sobre el sistema


* El 23 de abril el ministro de Salud, Henry Ventura, anunció la creación del Sistema Integral para el acceso a los Medicamentos, para combatir “el acaparamiento, la especulación y el contrabando de medicinas”.

* El 11 de junio se inició la venta de medicinas por el Siamed. Comenzó en una cadena de farmacias privada. Ese día se afirmó que 400 personas habían recibido mensajes de texto para que fueran a comprar su medicina.

* En junio se habían inscrito en el sistema 265.794 personas en todo el país, según datos del Ministerio de Salud. Henry Hernández, viceministro de Insumos, Recursos, Tecnología y Regulación del despacho afirmó la primera semana de agosto que hasta ese momento solo en  Caracas se habían registrado 137.000 personas.

 

La cifra


40.000 medicinas se habían vendido por el Siamed hasta la primera semana de agosto, según el último dato del ministerio