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Crímenes sin Castigo | El Curso 63
En esta nueva fase del proceso político, la represión llega no solo a los funcionarios policiales o militares que opinen en contra del régimen, sino también a aquellos que guarden silencio y no los delaten.

 

@javiermayorca

El viernes 16 de octubre, la Inspectoría de Control de Actuación Policial (Icap) de la Policía Nacional Bolivariana remitió al Centro de Operaciones Policiales de ese mismo cuerpo una convocatoria de carácter obligatorio, para que treinta funcionarios de las más altas jerarquías se presentaran el domingo siguiente en las oficinas de ese órgano de investigación interna, en Caracas.

Se trata de una acción sin precedentes en la corta historia de la PNB. De todos los nombres que integran la lista, solo cinco tienen grados de supervisores. Los veinticinco restantes son comisionados, es decir, están en el tope de la pirámide policial. Algunos de ellos se desempeñan en plazas tan remotas de la capital como San Cristóbal y Cumaná. Aun en esta situación de cuarentena, la inasistencia solo agravaría la situación.

Entre todos los convocados había un factor en común: participaban en un chat de WhatsApp denominado Curso 63.

Este nombre, explicó uno de los participantes en ese foro, aglutina a los egresados de la Escuela de Formación de Agentes Policiales (EFAP) en el año 2000. En aquel entonces, la mayoría de los graduandos pertenecía a la Policía Metropolitana de Caracas, aunque algunos laboraban en cuerpos de seguridad municipales o de estados del interior del país.

Estos agentes, surgidos casi todos de las filas de la PM, conformaron en 2009 los primeros cuadros de la Policía Nacional, luego de ser sometidos a un proceso de homologación a los estándares de lo que se llamó el “nuevo modelo policial”; y con el pasar de los años han ocupado posiciones clave dentro del cuerpo civil armado más grande del país, con unos 27.000 funcionarios.

Pero los diseñadores de ese nuevo modelo no tomaron en cuenta el advenimiento de las redes sociales y de los sistemas de mensajería. Poco o nada se dice al respecto en los tres tomos entregados en 2006 por la Comisión Nacional para la Reforma Policial, que sirvieron como base para la gestación de la PNB.

La preocupación comenzó cuando los jefes policiales se percataron de que las informaciones sobre los procedimientos llegaban primero a los medios de comunicación que a sus escritorios, con lo cual perdían el control de la propaganda. Ya no era necesario convocar a una rueda de prensa para suministrar datos que incomodaran a la superioridad, como le sucedió en la primera década de este siglo al entonces jefe de Antiextorsión y Secuestros de Cicpc, comisario Sergio González. Ahora, simplemente bastaba con filtrar las minutas a alguno de los cientos de grupos que comparten funcionarios activos y retirados, docentes y reporteros. Y al poco tiempo el asunto sería del dominio público.

En varias oportunidades, los jefes policiales enviaron advertencias con las sanciones a las que se expondrían los agentes que divulguen datos en foros o sistemas de mensajería. Sin embargo, el control se complicaba pues en algunas localidades la infraestructura de comunicaciones está tan deteriorada que no es posible hacer verificaciones de antecedentes en tiempo real, y la única forma de remitir las novedades es a través de WhatsApp. Y al correr de teléfono en teléfono, el riesgo de una filtración de los informes se incrementa.

En 2018, la Policía Nacional activó una oficina destinada a hacer un monitoreo a las redes sociales. Como objetivos de vigilancia están no solo los periodistas, sino también las fuentes de información. Posteriormente, comenzó el análisis de los grupos creados en sistemas de mensajería, en especial aquellos donde hubiese constancia de la participación de funcionarios. Detectaron que por allí podrían sondear el verdadero clima de opinión entre los agentes, en un momento en que se agudiza la conflictividad política.

En 2019, por ejemplo, una docente de la Universidad de la Seguridad en el interior del país fue llamada a Caracas. Según su propio testimonio, un directivo de la institución le recriminó por haber posteado una crítica al Gobierno en su cuenta personal de Twitter. La amenazaron con expulsarla ipso facto con el argumento de que era “personal de confianza”, y que por ende no podía referirse en esos términos hacia sus patronos. Ella renunció.

Pero el foro llamado Curso 63 era visto como algo más grave que la crítica aislada de una profesora. El régimen inició un monitoreo de los contenidos intercambiados entre los uniformados, para detectar quiénes tenían posiciones críticas hacia Maduro y su entorno.

Según documentación recabada para esta nota, se decidió ir contra ellos para “enviar un mensaje contundente” a los que, según la jerarquía gubernamental, simpatizarían con “grupos extremistas”.

La cacería comenzó en marzo, con la detención del comisionado Will Coche, quien fue presentado en los tribunales de Caracas bajo el cargo de instigación al odio, debido a que posteó en su estado de WhatsApp una imagen en la que expresaba su rechazo a Maduro. Cuando lo llevaron a los juzgados de Cruz Verde, desmayó y tuvo que ser auxiliado por paramédicos.

Coche participaba en el chat Curso 63. Pero en ese momento, los contertulios no sospecharon que el centro de la investigación podría ser ese foro, y no un agente de manera individualizada. Eran los primeros días del estado de alarma, y la atención parecía enfocarse en otras cosas.

De Gedeón a Negro Primero

En la madrugada del domingo 3 de mayo, una comisión de la Fuerza de Acciones Especiales de la Policía Nacional mató en un rompeolas de Macuto a seis hombres que presumiblemente participaban en un plan para capturar a Maduro o a alguno de los oficialistas por los que el gobierno estadounidense había ofrecido millonarias recompensas, y precipitar de paso un cambio político en el país.

Los hombres que navegaban desde la Guajira colombiana habían bautizado esa cruzada con el nombre de Gedeón, el guerrero que según las sagradas escrituras venció a regimientos enteros contando con solo 300 campesinos. Mientras tanto, el oficialismo puso a la operación de los FAES el nombre de Negro Primero. Aunque la PNB emplazó a un número importante de funcionarios, el núcleo central de la acción era una docena de comandos. Una vez levantados los cadáveres, se retrataron frente al teatro de operaciones, con sus fusiles AK-103, pistolas y cascos tácticos.

Pero la foto de los policías no molestó tanto al régimen como la divulgación de sus nombres, dos meses después, cuando se propuso incorporarlos en forma express a las listas de ascensos de la PNB.

Uno de los que reaccionó en contra de esta situación fue el comisionado jefe Daniel Urpín Castañeda, egresado del Curso 63 de la PM y contertulio del chat que llevaba el mismo nombre. Para la primera semana de junio, era jefe de Archivo de Investigación Disciplinaria de la Inspectoría de la PNB. De acuerdo con un acta de notificación firmada por el general (GN) Frank Morgado, director de la Inspectoría de la PNB, este funcionario reveló a través del foro WhatsApp las identidades de los FAES que habían participado en la matanza de Macuto.

Para ese momento, indica el mismo informe, participaban en el chat 171 personas, ubicadas en el Ministerio Público, la policía judicial, Banco Central de Venezuela, Seniat y docentes en varias instituciones. Esto garantizaba que la lista de los ascensos correría como pólvora.

Según la abogada Jackeline Sandoval, Urpín fue privado de libertad el 9 de junio. El día anterior, hicieron lo propio con otro participante en el mismo foro de WhatsApp, el internacionalista y expolicía con once años al servicio del Parlamento Latinoamericano, Nelson Vivas. Según la litigante, ambos fueron despojados de sus teléfonos para extraerles las informaciones que luego sustentarían imputaciones por instigación al odio, a cargo del fiscal 59 Frank Bracho. La presentación se llevó a cabo el 12 de junio en el juzgado 26 del Área Metropolitana, a cargo de la abogada Janeth Jerez Mata.

Urpín y Vivas permanecen en el retén de la Zona 7 de la PNB, donde también fue recluido el comisionado Coche.

Mientras tanto, avanzan las averiguaciones administrativas. Los treinta funcionarios convocados para el domingo 18 de octubre han tenido que justificar su pertenencia al chat Curso 63, en términos que sorprenden por lo inusitado del caso. De acuerdo con la imputación de Morgado, los integrantes del foro enviaron “informaciones en contra del gobierno venezolano y de las políticas públicas llevadas por el régimen, y en ningún momento éstos notificaron al órgano disciplinario”, lo que según su valoración constituye una “novedad de carácter grave”.

En otros términos, según la óptica del inspector general de la PNB, los contertulios estaban en el deber de delatar a quienes hablaran mal de Maduro. Al no hacerlo, se arriesgan a recibir la pena máxima, que es la expulsión de la policía.

La remoción del general en jefe Néstor Reverol del ministerio de Relaciones Interiores aparentemente paralizó la purga en la PNB. La decisión ha quedado en manos de la sucesora en el cargo, la almirante en jefe Carmen Meléndez.

Pero ya fue logrado un primer efecto: implantar el miedo.

Según la abogada Sandoval, “ahora nadie habla en grupos policiales, no interactúan, se van saliendo (…), pues hay una cacería en cuanto a las opiniones que puedan emitir”.

Breves

El 27 de octubre, la Policía Nacional española informó que 293 personas habían sido detenidas en todo el país europeo por el uso de licencias para conducir fraudulentas, aparentemente emitidas por el Instituto Nacional de Transporte y Tránsito Terrestre de Venezuela. De acuerdo con la nota, los documentos eran ofrecidos por gestores a un promedio de 90 dólares, y eran entregados en un máximo de tres días. Esta investigación tenía varios meses en desarrollo. En junio, ese organismo envió una circular a todas sus brigadas de extranjería, en la que alertaba sobre la proliferación de los permisos para conducir venezolanos falsos, “los cuales están siendo utilizados en el interior del territorio español por nacionales de dicho país, cuyos portadores los presentan para identificarse en los controles policiales, en ocasiones junto con el documento de solicitante de asilo”.

Anexo a ese texto, se remitían algunos ejemplos de licencias obtenidas de forma ilegal. En el afán de parecer verdaderas, les ponían códigos de barra en ambas caras.

La licencia de conducir venezolana ya no es entregada en un soporte plástico, sino que es remitida por el INTTT directamente al correo electrónico del titular, en formato PDF, de manera que el propio interesado debe imprimirla y plastificarla. Según la Policía Nacional española, esta característica “hace más fácil su falsificación, al carecer de medidas de seguridad”. En España, el uso de un documento falso por extranjeros podría ser causal para una deportación.

Con la prolongación “flexibilizada” del estado de alarma, comienza un resurgimiento de la criminalidad en el país. Uno de los delitos llamados “marcadores” por el régimen es el hurto de vehículos, en el que los autos, motos y camiones son despojados de sus legítimos propietarios mediante métodos de agilidad y destreza. Entre los meses de enero y marzo, fueron denunciados 861 casos de este delito en todo el territorio nacional. En el lapso abril-junio, la cifra disminuyó a 387, es decir, una baja de 55 % con respecto al trimestre anterior.

Pero en los tres meses siguientes (julio-septiembre) repuntó de nuevo en todo el país, para totalizar 502 denuncias (29 % de incremento).

Las cifras, conocidas extraoficialmente, indican que los delincuentes también están cansándose del prolongado confinamiento. En la zona conformada por Distrito Capital y estado Miranda, el comportamiento ha sido similar al del resto del país. Para finales de septiembre, totalizaban 860 casos reportados. El hurto de vehículos se lleva a cabo primordialmente en las vías públicas. El incremento de la circulación de autos, motos y camiones en los lapsos de “flexibilización” también es aprovechado por los delincuentes.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

En Venezuela, hasta la policía judicial usa las redes sociales para acosar a quienes protestan contra el gobierno
¿A quién denunciar cuando la policía se convierte en persecutor e incita a la delación? Runrun.es responde, a través de las voces de expertos, los pasos a seguir:

 

@loremelendez

“CON EL FIN DE GARANTIZAR la paz en Venezuela, si tiene información sobre este generador de violencia, notifique de manera anónima al @0800Cicpc24”.

Con esas palabras, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), inició una campaña en Twitter a través de una de sus cuentas, @PrensaCicpc, que durante un par de días expuso al odio y a la persecución política a varios venezolanos que habían participado en las manifestaciones de Caracas.

Aunque la difusión comenzó el viernes, 7 de abril, el aumento de estos señalamientos, la aparición de nuevas cuentas con el mismo tipo de mensajes y la inclusión de más rostros en las horas siguientes, desató las críticas en las redes sociales el sábado pasado.

El mote “generadores de violencia” no solo fue aplicado a ciudadanos, sino también a legisladores elegidos por voto popular  y a defensores de derechos humanos que estaban en las marchas contra el gobierno de Nicolás Maduro y las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo de Justicia que hace dos semanas disolvieron el Parlamento de mayoría opositora. Entre los acusados están el concejal José Gregorio Cáribas, presidente de la Comisión de Transporte y Vialidad del Cabildo Metropolitano; la diputada a la Asamblea Nacional por el estado Portuguesa, María Beatriz Martínez; y la coordinadora de la ONG Laboratorio de Paz, Lexys Rendón.

Ante el hecho, varias organizaciones civiles como Foro Penal Venezolano, Provea y el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello, responsabilizaron al Estado por la integridad de las personas a quienes se etiquetaba como violentas.

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«Estas personas son señaladas públicamente como violentos por una cuenta que es institucional y de allí la gravedad del hecho, porque eso es terrorismo de Estado», sentenció el abogado penalista Eliécer Jiménez, quien alertó que en las fotografías difundidas, a ninguno de los señalados se les ve con armas o en una actitud que realmente evidencie que promueven la violencia.

«En ninguno de los casos hay pruebas, tampoco tienen abierto un procedimiento previo, ni siquiera les hicieron una notificación. Este es un organismo policial que se está dando a la tarea es una instigar, de manera directa, al odio porque le solicita a la ciudadanía que de información sobre estas personas, pone en tela de juicio su reputación, pudieran resultar agredidas», advirtió.

Un buen primer paso, para el especialista, sería acudir a una ONG que defienda los derechos humanos y que pueda contar documentar el caso de cada uno de los afectados.

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«Lo más grave es guardar silencio, porque si estas personas se quedan calladas, podrían ser golpeadas o detenidas arbitrariamente. Al hacer algo al respecto, se salvaguardan», apuntó.

Inti Rodríguez, coordinador de Investigación del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea), afirmó que los acusados pueden ejercer tres acciones: la primera de estas es reportar ante Twitter los mensajes que fueron enviados a través de estas cuentas. La compañía podría sancionar al usuario con el bloqueo y eliminar lo difundido.

La segunda acción es penal, explicó Rodríguez, «porque se les juzga anticipadamente, se les califica como terroristas y generadores de violencia y quedan sometidos a una campaña de descrédito». Por esas razones, las víctimas pueden denunciar la situación de riesgo en que los ponen estos mensajes y responsabilizar ante el Ministerio Público tanto al director del Cicpc, Douglas Rico, como al ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol. 

La tercera acción también se ejerce ante la Fiscalía. Los afectados pueden solicitar medidas cautelares de protección en caso de sentirse amenazadas por los tuits emitidos por el cuerpo policial.

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«Desde Provea, se hizo una llamado tanto a la relatoría de Naciones Unidas, así como a la Comisión de Derechos Humanos del mismo organismo. Lexys Rendón, coordinadora del Laboratorio de Paz, fue señalada en esta campaña, y por eso estamos advirtiendo a los demás defensores de derechos humanos que puede haber mayores situaciones de riesgo para nosotros», apuntó Rodríguez.

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Jiménez respaldó que estas denuncias deban hacerse en el Ministerio Público y añadió que lo mismo debe hacerse ante la Defensoría del Pueblo. «Esto, como requisito de mero trámite, porque sabemos que ambas instituciones lamentablemente responden a ideas partidistas», dijo.

En ambos casos, los señalados deben acudir acompañados por un abogado, con un documento que relate por escrito la situación y con una copia que sirva para hacer acuse de recibo. «Sabemos que hay mucho miedo, pero lo que viene detrás de esto pudiera ser mucho peor», advirtió.