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Carlos Delgado Chalbaud

La onda represiva de Maduro dejó en pañales a la de Pérez Jiménez

@franzambranor 

HASTA LA SEMANA PASADA, el Foro Penal contabilizaba 308 presos políticos, la mayor cifra desde la era “democrática” en Venezuela, solo dictadores como Marcos Pérez Jiménez, quien colocó tras las rejas a casi tres mil personas y Juan Vicente Gómez, famoso por sus métodos de tortura en la extinta cárcel de La Rotunda, superan a Nicolás Maduro en lo que respecta a privación de libertad por disentir.

Aunque parezca mentira dirigentes políticos que estuvieron presos durante el régimen de Pérez Jiménez (1953-1958) coinciden en que la represión hoy en día emprendida por el sucesor en Miraflores de Hugo Chávez es mayor y más cruenta.

Si bien el fallecido dictador que participó en el derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos en 1948 y posteriormente se benefició del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud para adueñarse de la silla presidencial, mandó con mano de hierro, persiguió y torturó a sus adversarios empleando a la temida Seguridad Nacional (la abuela del Sebin), nunca ordenó a sus subalternos arremeter contra la sociedad civil en masa y menos robar a los transeúntes en la calle.

“La de antes era una represión selectiva , iban contra ciertos líderes de partidos como Acción Democrática y el Partido Comunista y en menor medida contra Copei y URD”, dijo Americo Martín, preso político de la época perejimenizta.

Martín comenzó su lucha a la temprana edad de 15 años y cuando el dictador huyó a bordo del avión denominado “La Vaca Sagrada” se encontraba en la cárcel de El Obispo en El Guarataro, compañeros estaban distribuidos entre La Modelo en Catia, el campo de concentración de La Guasina en el Delta del Orinoco y los calabozos de la Seguridad Nacional, dirigidos por el policía con ínfulas de Joseph Goebbels, Pedro Estrada.

“En el presente la represión es colectiva, la sociedad civil no estaba inmiscuida en la lucha como ahora. Los políticos perseguidos eran desconocidos. La Guardia Nacional actuaba con peinillas y en un menor grado con bombas lacrimógenas, no había perdigones, ni metras”, agregó el padre de la actriz María Alejandra Martín y una de las voces principales del documental “Tiempos de Dictadura” de Carlos Oteyza.

Américo-Martín

Americo Martín

Para Enrique Aristeguieta, la violencia emprendida por los cuerpos de seguridad del Estado en la actualidad es mayor a la vivida en sus tiempos de combate versus Pérez Jiménez.

El miembro de la Junta Patriótica que derrocó al dictador el 23 de enero de 1958 asomó que Nicolás Maduro dejó en pañales a Pérez Jiménez en su afán por reprimir a los venezolanos a diario.

“No hay punto de comparación, esto es peor que la época de Boves, no se si Maduro sepa quien es Boves, por cierto”, soltó.

“Boves era un hombre para destruir, no un hombre para edificar”, dijo en una oportunidad el arzobispo Narciso Coll y Prat y para Aristeguieta esta frase podría aplicarse perfectamente al autodenominado “Presidente obrero”.

“La represión ahora es más cruenta, hay más saña, la cantidad de muertos es impresionante, los torturados y detenidos están en todos lados, los presos políticos antes eran remitidos básicamente a San Juan de Los Morros, hoy en día cualquier calabozo sirve para confinar a un reo de conciencia”, apuntó.

“Ahora se meten en apartamentos, allanan sin una orden, se llevan a gente con total impunidad, no es que no lo hiciera la Seguridad Nacional, pero es un patrón muy terrible y algo que no se había visto desde Rómulo Betancourt”.

El historiador Elías Pino Iturrieta tampoco logra ubicar la onda represiva de Nicolás Maduro en ningún momento de la época republicana venezolana. “La represión ahora es mayor, cuando Antonio Guzmán Blanco la represión se limitaba a un grupo de caudillos como una manera de ejercer el control. Cuando el Gomecismo predominaba el terror, si se sabía de alguien que adversaba a la dictadura iba a parar de una vez a La Rotunda, no habían manifestaciones masivas como ahora, la rebelión se remitió a esa llamada generación del 28, alrededor de 200 estudiantes presos y algunos en el exilio”, manifestó.

Pino Iturrieta consideró que a diferencia del perejimenizmo, la protesta hoy es a lo largo y ancho del país. “Él tenía la Seguridad Nacional, por supuesto que hubo persecuciones y atrocidades, pero tampoco la sociedad participó como lo está haciendo ahora. Básicamente estaba focalizada entre adecos y comunistas”.

Aristeguieta advierte que los utensilios empleados actualmente por los órganos represores poseen mayor contundencia y algunos están prohibidos en convenios internacionales de derechos humanos.

“La Guardia Nacional no salía a reprimir con armas como ahora, antes era puro machete y peinilla, salvo el 21 de enero que si hubo disparos”.

“En la democracia representativa hubo torturas, estudiantes desaparecidos, guerrilla. Pero ahora la represión es única y excepcional, en todos los rincones del país, sin taparse la cara, a grandes escalas”, esbozó Pino Iturrieta autor de los libros “Venezuela metida en cintura” y “País Archipiélago”.

“Parece que los efectivos no fuesen venezolanos y que disfrutaran reprimir y golpear a la gente, se comportan como cubanos”, salió al paso Aristiguieta.

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Enrique Aristeguieta

Martin sentenció que pese al asfixiante régimen en los cincuenta habían ciertas concesiones y se respetaban preceptos establecidos en la Convención de Ginebra.

“El tratamiento era inhumano, pero yo pude fundar una catedra universitaria en la cárcel del Obispo, en la que estuve hasta que cayó Pérez Jiménez, pero otros lideres como Hilarión Cardozo podían recibir visitas”.

“Esto que sucede ahora no tiene precedente, se desconocen las reglas del juego, la sociedad civil está completamente rodeada, hay mucha incertidumbre”, confesó Pino Iturrieta.

Martín expuso que aunque a Pérez Jiménez lo terminó tumbando una alianza cívico-militar, los uniformados le temían y tenían respeto porque era un profesional de carrera formado y graduado con honores.

“Pérez Jiménez se veía muy solido en las Fuerzas Armadas, tenia prestigio, los descontentos en el seno de los militares no se dejan ver, Maduro en cambio tiene que darle concesiones materiales a los militares para que lo acompañen en su locura”.

Martín también estableció otro punto de comparación entre los dos dictadores, uno que podría detonar una salida a la presente crisis.

“El escenario era distinto cuando Pérez Jiménez, la OEA era cómplice de las dictaduras en Latinoamérica, la Guerra Fría era favorable al régimen, los países se dividían entre los que apoyaban a la Unión Soviética y el resto, Estados Unidos se hacia de la vista gorda en ese entonces. Pérez Jiménez no tenía que disimular nada”.

Martín dice que ahora es más difícil disfrazar a un régimen vertical como el venezolano de democracia. “La globalización y la presión internacional hace que estos sistemas se vean más encerrados, Chávez hacia elecciones para hacerse ver democrático, vamos a ver si Maduro se atreve a cambiar las reglas del juego y ponerse el traje de tirano definitivamente”.

Para el analista, Maduro con su propuesta de Asamblea Nacional Constituyente destila mayor desfachatez. “Incluso Pérez Jiménez respetó la Constitución de 1952, la usó a su conveniencia por supuesto pero se asió a los parámetros, este (Maduro) quiere cambiar la que hizo su padre político porque ya no le sirve”.

Martín considera que el papel de las FAN es fundamental en una eventual transición hacia la democracia.

“Por lo que a mi compete, los militares podrían hacer dos cosas, la primera es no prestarse a reprimir, desobedecer las ordenes que le dan sus superiores y la segunda presionar al gobierno para que se de una salida en sana paz”.

Tanto Aristeguieta como Pino y Martín coinciden en que a la administración madurista lo único que le queda es la violencia y el apoyo militar y en ese sentido la dirigencia adversa debe capitalizar las oportunidades.

“La oposición está en un momento estelar, ha recuperado el crédito que había perdido, tienen un liderazgo excepcional, pero la magnitud de la crisis podría hacerle perder los hilos”, indicó Pino Iturrieta.

“El sacrificio de los estudiantes ha sido mucho, no soy quien para evaluar la estrategia de la oposición, pero aun creo que la salida debe ser electoral, considero que la oposición debe aprovechar al máximo el lobby internacional que tiene y la exposición que le puedan dar los medios independientes que quedan”, agregó Martín. “La presión es tanta que hay sanciones contra funcionarios del gobierno de Maduro, como la que se dio recientemente a los magistrados. Dentro del propio gobierno hay fracturas

Para la salida hay que buscar mecanismos corporativos, electorales, pacíficos y constitucionales”.

“Creo que la dirigencia opositora ha tenido un papel protagónico, pero tal vez ya sea la hora de cambiar de estrategia, porque basta de muertes, eso no se justifica. Prefiero ser historiador que pronosticador, pero creo que al final de este cuento las Fuerzas Armadas podrían tener un papel protagónico”, concluyó Aristeguieta.

La historia trágica del “Falke” (Primera parte) por Simón Alberto Consalvi

La desventura del Falke, la gran conspiración de Román Delgado Chalbaud para derrocar a Juan Vicente Gómez.

Prisionero en La cárcel de La Rotunda, José Rafael Pocaterra escribió en sus Memorias de un venezolano de la decadencia, entre febrero y mayo de 1919, este perfil aterrador:. “De repente atraviesa el patio un personaje extravagante, ¿es un disfraz? ¿es una visión? Lleva una bata de baño y los cabellos negros y rizados cáenle hasta los riñones. Es tan enorme la barra de sus grillos que la arrastra sobre un tolete con rueditas hechas de carretes de hilo…” La figura fantasmal descrita por Pocaterra, ese fantasma que atraviesa el patio con tan doliente aspecto es el otrora elegante y apuesto, todopoderoso y rico general Román Delgado Chalbaud.

Conspiró contra Juan Vicente Gómez en 1913, se contó entre los primeros que quisieron derrocarlo antes de que se afirmara como el gran dictador. Habían sido amigos y tenían negocios compartidos; invitado a desayunar en palacio, al despedirse Gómez le dijo una frase que lo inquietó: “Si el sapo brinca y se ensarta, la culpa no es de la estaca”. Lo mandó a detener camino de su casa. Ingresó a La Rotunda el 17 de mayo. Era presidente de la Compañía de Navegación Fluvial y Costanera, hombre de gran poder y, sin duda, de ambición. Con él fueron detenidos 157 ciudadanos acusados de complicidad. Delgado Chalbaud llegó a comandar la flota de guerra a los veinticinco años y fue figura relevante del castrismo; conspiró con Tello Mendoza y Torres Cárdenas para sustituir a Castro con el general Alcántara, descartando al vicepresidente Gómez, tal como lo refiere Ramón J. Velásquez. No obstante, las barajas cambian de rostros y en 1908, Gómez se gana su adhesión y el 19 de diciembre de 1908 aparece al lado de Leopoldo Baptista y Félix Galavis en el grupo que acompaña a Gómez a tomar el poder. Es la historia que va y la historia que viene.

Cuando Pocaterra tropieza con el fantasma, lleva seis años en prisión, pero entiende que le faltan muchos más. No obstante, y como nunca se sabe, el 28 de diciembre de 1921 le dijo al escritor: “-Si salimos los dos, vamos a la guerra; si sale usted y yo me quedo, aguárdeme”. Y esperándolo estuvo Pocaterra hasta 1927, cuando liberado, Delgado Chalbaud viajó a Paris con una idea fija, la misma de 1913, pero ahora con mayor encono y fuegos de venganza. Para Pocaterra la libertad del antiguo prisionero significó un total cambio de vida. Si hasta 1926 se mantuvo al margen de conspiraciones, en 1927 le llegó el momento de cumplir la palabra.

Como si la estrella de Gómez se hubiera ocultado, en 1928 los sucesos estudiantiles alteran la siesta del general. Pocaterra escribe el prólogo de un breve libro escrito por dos de esos estudiantes: En la huellas de la pezuña, de Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva. En Paris avanza la conspiración de Delgado Chalbaud. En su ensayo, “Pocaterra, actor y testigo de una época”, Ramón J. Velásquez describe el gran laberinto de generales y civiles que están considerando llegada la hora final de Gómez.

Pocaterra juega un papel estelar desde sus inicios. Ese mismo año insurreccional de 1928, aparece en Francia un libro que causa espanto por lo que relata: La Tyrannie au Vénézuéla. Gómez, la honte de l’Amérique. Fragments des Mémoires d’un Vénézuélien de la décadence. Fue impreso en Paris por André Delpeuch, Éditeur, y sus págimas se abren con una “Nota del Editor” donde se elogia a José Rafael Pocaterra, considerándolo “uno de los más interesantes escritores hispanoamericanos. Periodista hábil y sutil, panfletario terrible, admirable cuentista, se le reconoce como el primero entre los novelistas venezolanos… La breve biografía del escritor se remonta a sus prisiones, desde 1907, los episodios de 1908, y al mencionarse el nombre de Gómez, se dice: “Éste era una especie de bruto que fungía de ayudante, a quien su amo había confiado antes de partir la Presidencia de la República y quien, tomando ventaja de su ausencia, le quitó el poder y lo declaró prófugo de la ley”. En la nota se afirma que el escritor “se vincula íntimamente al movimiento de oposición que en Venezuela se conoce como la Conspiración Delgado-Chalbaud”.

Aunque esto último no parece haber sido cierto, la mención del general tiene un propósito, se descubre la verdad de la historia. A partir de allí desaparece Pocaterra y sólo se habla de Delgado Chalbaud. Es una larga referencia a sus hazañas y aventuras, poniendo énfasis en sus vínculos con Francia.

“Notemos al pasar que Delgado-Chalbaud lleva en sus venas sangre francesa: es nieto, por el lado materno, de bordelés, y ama y admira a Francia con el entusiasmo fogoso de un buen latino”. Él proyectaba establecer en Venezuela, con capitales franceses, una banca de emisión y una banca hipotecaria agrícola, destinadas a fomentar las riquezas del país. Como si describiera la “tierra prometida” al capital francés pinta la majestuosidad del Amazonas, “vasta y fértil región de espesos bosques y amplísimas llanuras, cruzada de ríos y prodigiosamente rica en minerales y productos naturales”. Otra, la más moderna red para aguas negras en la capital de la República; todo esto estuvo abierto a los inversionistas galos, pero Gómez es un germanófilo contumaz y enemigo de Francia, y lo obstaculizó.

La germanofilia de Gómez, que se manifestaba ya sin ambages hasta en la grotesca imitación que el presidente de Venezuela hacía del tragicómico Guillermo II en sus uniformes, discursos y telegramas, iba a revelarse durante la Gran Guerra y sería astuta y sistemáticamente explotada, en toda ocasión, por Von Prolius, Ministro de Alemania en Caracas, y por las principales empresas alemanas en el país, con la Casa Blohm a la cabeza. Esta germanofilia va a combinarse en la mente de Gómez, de la manera más eficaz, con los temores que le suscitasen las intrigas urdidas contra los propósitos patrióticos y civilizadores de Delgado-Chalbaud”.

 

En este inverosímil retrato de Delgado Chalbaud se relata su enfrentamiento con Gómez en 1913, en términos verdaderamente heroicos. Una versión muy diferente a la del sapo y la estaca:

“Román Delgado-Chalbaud sostuvo una entrevista privada con el Presidente, en el curso de la cual, al comentarle el estado de ansiedad y de inquietud de la mayoría de los ciudadanos en relación a la sucesión presidencial, osó, con serena y valiente franqueza, preguntarle qué pensaba el Presidente al respecto, y expresarle su convicción que la ‘continuidad’ – es decir, la reelección – traería funestas consecuencias para el pueblo venezolano; y particularmente, que daría lugar a una guerra civil al hacer legítima la resistencia armada. Y ello, al tiempo que Cipriano Castro, el antiguo jefe, o más exactamente, el amo de Gómez, a quien éste había quitado el poder al momento de la traición, hacía notorios esfuerzos por recuperarlo”.

Continúa así un capítulo de la historia venezolana (escrito para franceses), que no es posible glosar por su extensión. Pocaterra escribió a su turno una breve introducción a los fragmentos. En conclusión, la edición de La Tyrannie au Vénézuéla. Gómez, la honte de l’Amérique, cumplía dos objetivos: desprestigiar a Gómez y presentar a Delgado Chalbaud, el gran amigo de Francia, como el sucesor. Hay una afirmación cómica en extremo: el lenguaje de Gómez cuando discutía con Delgado era tan rústico que resultaba ¡imposible traducirlo al francés!

@consalvi2013