GRATEROLACHO ESCRIBÍA CON CUATRO, ARPA Y MARACAS Y CON TINTA TRICOLOR… ASÍ FUE SU DESPEDIDA - Runrun

PARECÍA UNA REUNIÓN DE AMIGOS lista para echarse unos palitos, cantar una serenata, contarse los últimos chistes o celebrar la última ocurrencia, aguda e ingeniosa, del fraternal compinche a quien despedíamos. Era en el Cementerio del Este y a pesar de estar en una de las cinco capillas en las que otros también velaban a sus muertos, la que alojaba a Graterolacho no tenía el mismo ambiente de las otras.

Abrazos, sollozos, risas, lágrimas, besos y muchos cuentos e historias del gran “Sapo” era lo que se percibía en el ambiente. Cada quien tenía una anécdota que contar, un chiste que le había echado Manuel, un verso que se invento en aquella ocasión o un evento en que participó junto a muchos de los allí presentes.

A Graterol lo conocí cuando en el año 1963 comencé a trabajar en Venevisión y me encargaba de las relaciones con los medios entre los que descollaba una revista de humor “El Gallo Pelón”, fundada por Carlos Galindo “Sancho”, y en la que Graterol compartía sus páginas con él y con Luis Muñoz Tébar  alias “Lumute”, Humberto Muñoz, Carlos Fonseca y otros dibujantes y creativos dedicados al humor sano y picante. Luego en el canal pues era uno de los libretistas de Chuchín Marcano y Julián Pacheco para el programa “Julián y Chuchín, dos Vivianes de Postín”” y para el de los hermanos Díaz “Media hora con Joselo y Simón”. Humor venezolanísimo que siempre llevó en su sangre el hoy recordado amigo. Subidas y bajadas. Presencia y retiro. Pero siempre al día. La Cátedra del Humor en la UCV hizo que Manuel y sus amigos brindarán verdaderas tenidas a la altura de esa casa de estudios. Su Aula Magna fue el escenario que lucieron sus integrantes y de allí, junto al programa en Capital, surgiría la candidatura presidencial -mas en joda que jocosa- de Zapata que luego de germinar en chiste paso a ser tan seria que -ante el peligro de que de verdad se lanzara de candidato presidencial y ganara la contienda- hubo de retirarse ante la eventual “victoria”.

Publicista de quilates, desde el lado creativo, incursionó en montar una agencia con unos socios que luego vio desaparecer y así volvió a lo que le gustaba de verdad: la creación de más humor en el país. Guionista desde comerciales hasta de las cuñas navideñas de Venevisión, articulista desde El Camaleón hasta El Nuevo País. Escritor desde en una vieja máquina Remington allá en Portuguesa hasta el Twitter en su celular y su PC. Ésta última red social le fascino de tal forma que alabó los 140 caracteres y así fue que su última ocurrencia en vida fue compartir su angustia por la molestia que sentía: «Ahora tengo la garganta/ comenzándome a doler/ y me dispongo a comer/ sin papa el sapo no canta».

Hoy le cantaron sus amigos para despedirlo en el emotivo velorio que como señalé arriba fue una reunión de “panas”. María Teresa Chacín, Chelique Sarabia, Miguel Delgado Estévez, Cheo Hurtado y otros que se añadieron entonaron sus canciones y leyeron sus tributos al amigo que siempre estaba a su lado. Recordaban las tenidas de todo un fin de semana que Graterolacho hacía en su casa de Tanaguarena, sepultada por el deslave del 99, en las que surgieron canciones, lemas, comerciales, chistes y campañas políticas y los 20 años que tenía sin probar alcohol al lado de los socios que campaneaban sus tragos con hielo.

Hoy Rolando Salazar lloraba a su mentor. Oscar Yánes mencionaba el agrado de haber compartido, tan solo el lunes pasado, el último almuerzo con él en su intercambio de Punta Grill. No pudieron estar presentes tres amigos humoristas de su intimidad, por estar de viaje trabajando, y que supimos sus lágrimas vertieron a lo lejos: Laureano Márquez en Mérida, Claudio Nazoa en Puerto La Cruz y Emilio Lovera en Edmonton, Canadá. Faltaron Simón Díaz, su amigo llanerísimo, quien aquejado de achaques estuvo recientemente en una clínica y Graterol se preocupó tanto por su salud que hasta a visitarlo fue, y Pedro León Zapata, también indispuesto de salud por estos tiempos, quien fue su compañero en “Rueda Libre”, el programa radial que por Radio Capital compartieron con Orlando Urdaneta y que dio paso a la revista El Camaleón y luego al programa de televisión con el mismo nombre. Dos amigos que le hacían falta tras haberse acostumbrado a verlos con una rutina de amistad de varias décadas. Mari Montes, a quien Graterolacho asumió como otra hija cuando el doctor Montes murió, consolaba a Lourdes su esposa a quien le pareció muy rápida la partida de su marido por décadas.

Cuento ahora un incidente que sucedió tan solo ayer, apenas había muerto Manuel y su cuerpo iba a ser retirado de la clínica en Chuao en la que estaban sus familiares y Mari con su esposo Daniel Álvarez. Éste salió a buscar su carro estacionado a unos metros de la bomba de gasolina cuando en la calle notó que un sapo grande la cruzaba. Sorprendido por la eterna imagen del “Sapo Graterolacho” dispuso de su Blackberry para tomarle una foto pensando que fugaz partiría tras ese encuentro. Para su sorpresa el sapo se le acerco y así pudo tomarle hasta tres fotos cerquita. Hoy las mostraba diciendo: “Estoy seguro que era Graterolacho jodiendo una vez más, queriendo que lo recordemos en su faceta mejor: la del amigo risueño con una vaina de humor”.

Descansa en paz, jodedor…nos harás falta aquí pero seguro que arriba le sacarás a Dios muchas risas. ¡Enséñalo a tuitear que bastante falta nos hacen leer en 140 caracteres sus instrucciones para no perder a Venezuela!