¡Construyamos el Futuro! por Gabriel Reyes - Runrun
Sendai Zea Ene 28, 2014 | Actualizado hace 10 años

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Es imposible generar las condiciones mínimas de progreso sostenido y de calidad de vida estable para todos los venezolanos si se mantienen las erradas políticas económicas que han convertido a una promisoria potencia petrolera en una fofa economía monoproductora, altamente endeudada y cuyas reservas internacionales que sostienen su muy debilitada moneda son mermadas en una tendencia aparentemente irreversible.

Nadie en su sano juicio puede desmerecer el caos económico y su reflejo en lo que los especialistas denominan la “microeconomía”, esa que se siente en los hogares de los cada vez más empobrecidos venezolanos que son alimentados de más promesas demagógicas, aumentos de salarios mínimos que no cubren el voraz impacto de la inflación, y en medio de una escasez general de productos, que bien merecen ser considerados como un escenario de una  “Guerra Económica” con ribetes de “autosuicidio”.

El problema es que no existe la voluntad política de rectificar el camino. Se justifican las dádivas de la geopolítica revolucionaria a causas cristianas y humanas, pero y ¿en Venezuela no hay suficientes necesidades cristianas y humanitarias como para que nos esforcemos en amainar nuestra propia tragedia?

Con el desparpajo propio del cinismo felón nos anuncian la estabilidad de la moneda, estabilidad que la convierte en inaccesible, referencia que solo sirve para alardear de altos salarios mínimos y un PIB creciente, pero que revela el doble discurso que no pocos venezolanos rechazamos por ser una evidente devaluación progresiva, ya que el perverso mecanismo del SICAD como toda subasta coloca como pecio base el precio final anterior, es decir, cada vez que el Gobierno anuncie subasta, viene una nueva devaluación, devaluación que nos empobrece cada vez más, a pesar de las tristes declaraciones de la iletrada funcionaria que dijo que no entendía por qué nos preocupábamos por los dólares si los venezolanos ganan en bolívares.

La crisis económica detiene el aparato productivo, quiebra las empresas, aumenta el desempleo verdadero, aumenta la delincuencia en un afán de hacerse del dinero fácil y convierte este desaguisado en una crisis social de final inesperado.

El venezolano está cansado de hacer largas colas para acceder a dos pollos, a dos kilos de harina, a un rollo de papel sanitario. Esto es insostenible. Solamente es posible que la precaria gobernabilidad, de quien siempre ha adolecido de legitimidad de origen y de desempeño, suponga la continuación de esta pesadilla que no se detiene y que viene ahora por la aplicación de un adulterado y trasnochado panfleto que convierten en Ley para atropellar los derechos individuales y colectivos de todos los venezolanos plasmados en la Constitución Nacional.

El poder civil subordinado al poder militar. La bota castrense en todas las instancias de poder político, en la alimentación, en las finanzas, en la seguridad ciudadana, en cualquier inesperado espacio de poder hay una oportunidad para un oficial activo o retirado que demuestre la involución del modelo pretoriano del difunto hacia el tutelaje que recibe el sobrevenido.

Pero todo esto es posible porque en Venezuela no hay oposición. Y esto tal vez hiera no pocas almas susceptibles o altamente sensibles de autoestima y sentido de pertenencia. Cuando afirmo que no hay oposición, lo hago porque estoy seguro de que en Venezuela lo que hay son cada más opositores, pero sin molde, sin visión compartida, sin liderazgo natural, sin esa unidad que tanto ocupa a la retórica mediática.

Varios líderes se pelean la sucesión de quien no se ha ido. Todo un forcejeo personalista, de agendas tribales, de visión deforme de llevarse el mundo por delante para acceder a una posición que solo ha servido para quemar a todo el que la ha ocupado.

No hay oposición porque no existe ese proyecto de país alternativo que permee en la sociedad venezolana. Del análisis de contenido de los medios recogemos la insistencia en el modelo declarativo de negación de lo presente, de denuncia necesaria pero cansona cuando se repite sin ir acompañada de la propuesta, del necesario impulso que produzca en el venezolano la sensación de que “hay algo diferente” después de esta locura que vivimos.

Lo último es que entre quienes disentimos del oprobioso régimen nos insultamos, nos descalificamos, nos señalamos, porque no pudimos encontrar caminos para un diálogo sincero y efectivo donde la unidad no se condicione a la conjugación de los verbos en primera persona del singular.

Al igual que miles y miles de venezolanos, hemos marchado desde hace muchos años para protestar contra los abusos de este sistema excluyente e inclusive hemos marchado muchos kilómetros para hoy ser tildados de “radicales” por quienes ayer fueron apoyados  en las calles y hoy no entienden que hay un sector de opositores que construyen su sueño y el de todos los que no comulgamos con la cleptocracia reinante, con acciones de calle, como único escenario válido para el ejercicio de los derechos consagrados en el Contrato Social de la Protesta cívica y democrática. Flaco favor le hacemos a las mermadas esperanzas de muchos, a las energías de no pocos, si en vez de apoyar cualquier iniciativa sana y apegada al manual ciudadano nos convertimos en detractores porque no somos los protagonistas.

A este país le hacen falta millones de esos “radicales” que son criticados por levantar su voz y exigir un cambio, porque la Oposición es un concepto que denota una acción, un verbo. La oposición pasiva es el contubernio, el acomodo, y eso no lo quieren ni siquiera los miles de chavistas decepcionados del ejercicio del heredero y que esperan la oportunidad para revelar su hastío de tanta humillación clientelar.

Y por si fuera poco, ahora entre nosotros nos llamamos “dinosaurios”. Siento pena ajena por estas infelices expresiones. En la satanización del pasado se ha basado gran parte del éxito electoral de este circo de varias pistas donde se ha condenado inexorablemente a una realidad, que quienes la vivimos, la extrañamos, independientemente de la clase social, género o formación profesional a la que pertenezcamos.

Ojalá, el Gran Arquitecto del Universo se apiade de este noble pueblo y nos devuelva la tranquilidad, bonanza, y calidad de vida de la criticada etapa que tanto cacarean que “No volverá”. Cambiamos adecos y copeyanos por una sarta de sicofantes de ambición infinita que hace rato le dieron la espalda al pueblo y que con propaganda alienante y un Estado policial caribeño nos mantienen secuestrados en nuestro propio país, y sin las condiciones mínimas garantizadas.

Es imperdonable que no nos reunamos alrededor de un país posible y trabajemos sin descanso, cada quien donde considere que su aporte agrega valor, a reconstruir la esperanza de una verdadera Patria, que transforme los mensajes patrioteros en cantos patriotas de paz, fraternidad y libertad para todos los venezolanos. Esto lo siente, quien se acaba de enterar que es un “radical”, pero que no descansará hasta ver nacer una nueva generación de dinosaurios de la talla de Rómulo Betancourt que emprendan un viaje de progreso sin retorno.

Amanecerá y veremos…

 @greyesg