Pranes rumberos por Luis Izquiel @luisizquiel - Runrun

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La situación del sistema penitenciario venezolano es cada día más desastrosa. A pocos días de haber sido abatido un «pran» de la cárcel de Sabaneta, cuando se encontraba en la calle, de parranda en una discoteca, otro es detenido paseando por un centro comercial de Maracaibo. Estos hechos ratifican que hoy el Estado no tiene ningún control sobre los penales del país.

 

Es casi imposible que fuera de las fronteras de Venezuela puedan entender lo que significa un «pran». La figura del preso que controla una cárcel, con una capacidad de mando superior a la del director, que posee granadas y armas de fuego de alto calibre, que maneja internamente millonarios negocios ilícitos, y que dispone además sobre las vidas y los bienes de los otros reclusos, es una figura exclusiva de esta «revolución bonita». En ninguna parte del mundo esto es concebible.

 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha mostrado su alarma ante esta situación. En su último informe, en el deshonroso Capítulo IV, al referirse al sistema carcelario venezolano, señaló: «la CIDH observa con preocupación que el problema más grave sigue siendo el control interno que ejercen las pandillas o mafias que manejan los centros penitenciarios del país y que son lideradas por capos denominados pranes».

 

Los privilegios que tienen los «pranes» dentro del sistema carcelario del país, no serían posibles sin la complicidad de algunos funcionarios corruptos de la Guardia Nacional y del ministerio de Servicios Penitenciarios. Todo el mundo sabe esto, pero ninguna autoridad del Estado toma medidas que le pongan coto a esta situación. El «pran» que encontraron rumbeando en la discoteca de Maracaibo, incluso tenía como guardaespaldas a algunos custodios de la propia cárcel.

 

La existencia de los «pranes» no constituye solo un problema dentro de las cárceles del país, sino que es un tema que afecta a toda la sociedad. Mientras estas estructuras delictivas continúen activas, en nuestras calles seguirán ocurriendo secuestros, sicariatos, extorsiones y otros delitos planificados y dirigidos desde dentro de los penales. Ser «pran» se ha convertido en algo tan lucrativo, que con frecuencia se producen dentro de las cárceles los denominados “cambios de gobierno”, es decir, cruentas luchas por el control del poder que generalmente terminan con varios reclusos asesinados.

 

El ministerio Penitenciario no ha representado una solución para el problema de las mafias carcelarias. Por el contrario, los «pranes» parecen haberse fortalecido desde la creación de este ente burocrático. Inclusive, desde hace tiempo circulan por las redes sociales fotos de la propia Iris Varela con uno de los «pranes» de la cárcel de San Antonio, en Margarita.

 

De nada vale que ahora en el discurso oficial se denomine eufemísticamente a los «pranes» como «líderes negativos». Tampoco sirve que la ministra de Asuntos Penitenciarios niegue la existencia de estas figuras. Para ponerle fin al desastre carcelario se necesita capacidad y voluntad política, dos elementos de los cuales carece este gobierno.