Del ninguneo como doctrina de Estado por Antonio Pasquali - Runrun

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El célebre instructivo de Fidel a Hugo y Evo, «lleguen a lo mismo, pero con democracia», fue ciegamente obedecido por Hugo hasta el desconocido día de su muerte. Adoptó al efecto, una doble estrategia: violar en serie la Constitución de 1999 hasta forzarla a parir un monstruito antidemocrático de matriz castro-soviética, y dar por inexistente la mitad larga de la Venezuela que se le oponía.

De la primera, el punto de no-retorno se dio en diciembre 2007, cuando tras derrotar el intento chavista de obtener en las urnas una desfiguración cubanizante de la Constitución, los venezolanos le aceptamos a Hugo supina ¡y trágicamente! tanto su escatológica descalificación de nuestra victoria electoral como su amenaza (cumplida) de que su hoja de ruta castro-comunista sería de todos modos aplicada al país. Desde entonces, él y su también golpista sucesor han gobernado aplicando a Venezuela una Constitución nonata y formalmente rechazada; todos sus decretos, valga el ejemplo, vienen encabezados con un ridículo e invalidante «supremo compromiso de lograr… calidad revolucionaria en la construcción del socialismo», términos inexistentes en la Constitución.

La segunda, el ninguneo civil, político y comunicacional de la oposición combinado con truculentas acusaciones de matriz cubano-estalinista a los fines de su liquidación «con democracia», ha sido elevada a praxis política oficial desde el comienzo de la era chavista. El análisis de esta táctica, que va del «no pararle» al disidente al satanizarlo, del insulto al despojo, del buscar hegemonía en medios para enmudecerlo al caerle a golpes en la Asamblea, requeriría la documentada investigación de alguien dispuesto a navegar pacientemente en las 3.500 horas de alocución chavista hasta desentrañar todas las perversiones de ese esfuerzo militar-anticivilista por negar la existencia del opositor, por denunciarlo y paralizarlo: un obsceno filicidio político en quien se supone ser padre y presidente de todos los venezolanos.

Chávez negó la existencia de las huelgas nacionales de 2001 y 2002, y ninguneó a los generales de la plaza de Altamira.

Sus saludos decembrinos a los venezolanos eran malabarismos semánticos para que se entendiera que el augurio de fin de año sólo iba dirigido a «su» pueblo, el rojo; las madres que gritaban por justicia sobre el cadáver del hijo, las familias de los presos políticos, los barrios que pedían seguridad, todos eran desoídos por inexistentes; la orden del autócrata al Tribunal Supremo, la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, el Consejo Electoral y los ministerios, era dar por no admisibles las peticiones del «enemigo».

Fue el propio dictador quien se encargó de resumir semejante cacicazgo siglo XXI en claro apotegma: «El que no es chavista no es venezolano».

En materia de ninguneo, el pluriilegítimo e hipermilitarizado gobierno actual ha subido al ring con más agresividad; en pocas semanas le ha quitado pantalla a Capriles, ha avanzado un gran trecho en concentración hegemónica de impresos y audiovisuales, impedido la salida de nuevos medios no chavistas, intervenido el cable, exhibido ostentosamente su espionaje del ciudadano, caído a golpes a estudiantes, obreros y asambleístas y refrescado con inéditos adjetivos su obra de satanización y paralización de la disidencia. Su más reciente idea-fuerza es al respecto la de «patria»: sólo el régimen es la patria, el que disiente es antipatriota o apátrida, gente despreciable, sospechosa y peligrosa. Una cursi y farisaica retórica que recuerda el imperecedero Senderos de gloria de Kubrick ­la mejor obra antimilitarista de todos los géneros y tiempos­ en que Dax el pacifista constata: ¡»Patria: el último refugio de los canallas»!

Fuente: El Nacional