La tormenta perfecta por Gerardo Blyde @GerardoBlyde - Runrun

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En el año 2000, la película La Tormenta Perfecta, adaptación cinematográfica de la novela de Sebastian Junger basada en un hecho de la vida real, fue un rotundo éxito de taquilla. En la película, el capitán del barco Andrea Gail, en su desesperación por llenar sus cavas y regresar al pueblo pesquero Gloucester del estado de Massachusetts, desatendió los llamados que le señalaban que se había formado una histórica tormenta, por la conjunción de dos inmensos huracanes (uno de vientos fríos y otro de vientos calientes) que produjeron olas de más 25 metros. El capitán, ante la falla del fabricador de hielo de su barco, decidió enfrentarse a la tormenta para no perder su exitosa jornada de pesca. La “Tormenta Perfecta” acabó hundiendo al barco, se perdió la preciada carga y la vida de todos sus tripulantes.

 

En estos días tres amigos con quienes conversaba me señalaron que están encendidas las alarmas y que puede producirse en nuestra Venezuela una tormenta perfecta. La misma nada tiene que ver con un huracán, pero la analogía es realmente muy elocuente. Se han venido conformando 3 tormentas de diferentes características: la política, la económica y la social.

 

La tormenta política está dada por la falta de liderazgo de quien dirige al país y su nada clara elección. Todas las dudas respecto a ese proceso electoral siguen iguales, ante un CNE que se negó a una verdadera auditoría que incluyera cuadernos electorales y reporte de captahuellas, un TSJ que no termina de admitir las impugnaciones electorales realizadas por Capriles y por la MUD, y un discurso que no invita a la unidad del país, sino que acrecienta las divisiones entre los venezolanos.

 

A ello se suma la persecución cada día mayor a la dirigencia opositora con imputaciones como las efectuadas a Leopoldo López o los antejuicios de mérito contra diputados, las críticas muy duras que desde las filas del oficialismo se le hacen a Maduro, la falta de fuerza propia para deslastrarse de quienes internamente le están tendiendo la cama y lo obligan a asumir posiciones absurdas como las expuestas en contra del presidente Santos y, por si fuere poco, la desesperación por ganar legitimidad interna y externa que lo lleva a ofrecer aquí y afuera lo que nunca podrá cumplir. En fin, una larga lista de hechos han conformado una tormenta política que no ha sido capaz de amainar y que, por el contrario, parece empeñado en acrecentar.

 

La tormenta económica se traduce en el muy sentido -y nada popular- altísimo costo de la vida, aunado al desabastecimiento que ya va haciéndose crónico. Aun cuando hubo algunos gestos de querer abordar este problema y dar un viraje a la muy errada política económica que acabó con la producción nacional y creó una economía de puertos que produce riqueza y empleos a miles de extranjeros en sus países y nos hace alimentariamente dependientes, nada de lo que han anunciado, luego de reuniones con empresarios locales, se ha materializado en logros palpables para el ciudadano de a pie. Habiéndose quemado las reservas operativas del país, contando sólo con fondos limitados más las reservas de oro y algunos papeles y colocaciones, no hay recursos en moneda extrajera suficientes para continuar con el modelo. A ello hay que sumar la desconfianza en quien dirige el país, lo que hace que nuestra economía continúe estancada, sin reaccionar. Día a día la tormenta económica crece.

 

Finalmente, la tormenta social, en formación. Crece la molestia que de a poco se ha venido transformando en furia del ciudadano común que no consigue lo necesario para alimentar a su familia, que debe hacer colas para adquirir algún producto o que debe brincar de sitio en sitio para conseguirlo. Además, no gana lo suficiente para cubrir lo básico de su familia, es víctima de la delincuencia y ve con estupor que sólo se crean planes efectistas y politizados para combatirla sin ir a la verdadera raíz del problema, la impunidad. Amén que la luz, el agua y otros servicios públicos estatales son cada vez peores y amenazan con aumentar sus tarifas.

 

Tres tormentas peligrosísimas que pueden llegar a unirse con consecuencias nada favorables ni para Maduro ni para el país. Maduro, como el capitán del Andrea Gail, se niega a cambiar de rumbo. Por el contrario, aviva cada una de esas tormentas. Algunos que dicen apoyarlo contribuyen a acrecentarlas con sus dichos o acciones. La terquedad ciega. La Tormenta Perfecta que se está formando aún puede pararse, pero desgraciadamente parece que nos conducen a ella con las mismas consecuencias. ¿Se hundirá el barco?

 

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@GerardoBlyde

Por Gerardo Blyde