Votar: lo que somos, entre la memoria y el futuro por Carlos Genatios - Runrun
Votar: lo que somos, entre la memoria y el futuro por Carlos Genatios

Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.

Jorge Luis Borges, Funes el memorioso

El tiempo del sujeto no es el de un reloj que puede medirse mecánicamente, ni siquiera se compara con el movimiento del universo. El tiempo del sujeto es íntimo, es constituido por la sucesión de eventos que marcan su vida, y que van integrando el relato que nos constituye. Allí se aglutinan de manera desordenada, sentimientos, palabras, ideas, imágenes, recuerdos, impresiones, sorpresas, fechas, noches, días, viajes, recuerdos. Cuando el sujeto da un sentido, ordena y relata todos esos elementos, se constituye como ser parlante (“parlêtre” lo llamó Lacán), y allí le va su condición. Allí aparece el “Cógito ergo sum” cartesiano.

El sujeto transita de un punto repleto de elementos y acontecimientos, y expande sus dimensiones por medio de su relato, que es una enumeración limitada de un conjunto infinito. Y ese relato es como un viaje que ocurre en el mismo punto en el que somos. Como dice Borges, en el Aleph: “He visto, como el griego, las urbes de los hombres, los trabajos, los días de varia luz, el hambre; no corrijo los hechos, no falseo los nombres, pero elvoyage que narro, es … autour de la chambre

Borges consiguió el Aleph en el sótano del comedor de una casa en Buenos Aires. El Aleph: “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”. “El diámetro del  Aleph era de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba allí, sin disminución de tamaño (…) vi el populoso mar, el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, un laberinto roto (era Londres), vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, (…) vi cada letra de cada palabra de cada página; vi la noche y el día (…) vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos (…) vi la circulación de mi sangre oscura, el engranaje del amor y la modificación de la muerte … “

“Sentí infinita veneración, infinita lástima.”

De golpe el sujeto que somos, se consigue en un punto en el que se concentra, sino la vida entera, catorce años de vida reciente. Y allí aparecen infinitos elementos que se aglutinan frente a un botón de la máquina de votación, y nos viajan por la conciencia, como un breve e intenso rayo de luz: los niños Fadoul, los containers de pudreval, los infinitos insultos, los abusos de poder, los refugios para los damnificados, el gas del bueno, el barrio vertical de la torre Metropolitana, los secuestros express y no express, los 160.000 muertos y la morgue de Bello Monte, las condenas de 30 años, los presos políticos, la jueza Affiuni, las palabras de Aponte Aponte, la impunidad,  la negación de la independencia de los poderes públicos, la parcialidad del CNE y las declaraciones de su presidenta, la absurda situación de la vialidad, el tormento de los motorizados, los registros, notarías y puertos en manos de los cubanos, viviendas que se construyen con empresas Rusas, Bielorrusas, Iraníes, Chinas y sin cumplir normas venezolanas, la lista Tascón, el maletín de Antonini y la negación de la Asamblea Nacional a investigarlo, la muerte del flaquísimo Franklin Brito, el regalo del petróleo nuestro, las espadas de Bolívar que entregó a  Kadafi, Mugabe y Raúl Castro, 18.000  técnicos petroleros venezolanos de alta preparación que ahora generan riquezas para Colombia, Canadá y el Medio Oriente, el traslado de los votantes de Miami a New Orleans, el grito de “por qué no te callas”, los golpes a los estudiantes, la historia del capitalismo que acabó con la vida en Marte, el deseo de salvar la humanidad, las declaraciones de la defensora del pueblo quien dice que la inseguridad es una sensación, además de no defender a nadie, la falta de nombramiento de un contralor, los baños en el Guaire, la promesa de acabar con los niños de la calle, la entrega de las minas a los chinos, los apagones…

En un instante infinitesimal, se aglutina el infinito de eventos y el sujeto se constituye frente a la máquina de votación, para decirle al mundo que existe. Eso es votar.