Hace año y medio cuando comenzó la crisis en Siria, se reproducían las mismas circunstancias que previamente habían provocado en Túnez, Libia y Egipto la llamada primavera árabe. Un movimiento ciudadano, joven y como única arma las redes sociales a través de Internet.
Sin duda, era el cuarto capítulo de un movimiento sui generis, en una zona y unos espacios donde nunca antes se había producido movimiento social alguno comparable en importancia, en magnitud y en originalidad.
No obstante, ese aspecto ciudadano, y menospreciando el hecho que cada viernes se venían produciendo en Siria entre 500 a 700 manifestaciones pacíficas a nivel nacional, la diplomacia internacional a partir de abril pasado decidió intervenir, y lo hizo a través de Kofi Annan, un diplomático de esos que solo representan a ellos mismos. De entrada, el enviado especial de la ONU trazó un mapa como si la cartografía del caso sirio era la de dos ejércitos en conflicto. Enseguida, se le colocó a los martirizados oponentes de Bashar la etiqueta de rebeldes, de parte en conflicto y se les exigió reglas, comportamiento y condiciones cual fuerza invasora. Kofi Annan, voluntario o no, cometía el error de poner de igual a igual, la tiranía de Bashar con la insurgencia, como una guerra entre iguales.
Al tiempo que Bashar, no solo ganaba tiempo en su empresa de exterminio, sino que también aprovechó para dramatizar la situación de manera que, quienes aún le apoyaban, no pensaran en la idea de abandonarle o retirarle todo su apoyo. Mientras eso ocurría, Kofi Annan, fue aún más lejos al proponer algo tan absurdo e inimaginable como la mediación de Irán en la crisis Siria.
Era obvio que desde el principio el plan de Annan estaba condenado al fracaso. Ninguna cancillería seria, se lo tomó en serio, por cuanto un personaje como Annan en sí mismo era un handicap en asuntos tan graves como el caso Siria.
Así se produjo el tránsito de la represión al horror. Al mejor estilo de la represión rusa en Chechenia cuando borró del mapa a la ciudad de Grozni. Hoy el ejército de Bashar no puede ocultar que está siendo directamente aconsejado por los rusos para cual Nerón, volver ruinas a la ciudad de Alepo, hasta hace poco fiel, leal y tranquila capital económica de Siria.
Pero los tiempos han cambiado, aun si Bashar sigue exterminando a su pueblo tal y como lo hizo su padre, la comunidad internacional no lo observa ni con los mismos ojos ni mucho menos con la misma pasividad de antaño, ¿entonces por qué no pasar de la postura a la eficacia?
El movimiento opositor, hoy en armas, necesita de urgencia ser legitimado. En ese sentido, es imperativo que controlen territorio, para que la ayuda internacional pueda llegarles y ser distribuida. A Bashar solo le queda la fuerza de fuego, ya no tiene legitimidad, su régimen lleva 12 meses sin lograr imponer el servicio militar obligatorio. Solo su fuerza aérea está activa y realizando labores de contención, paradójicamente la aérea, fue la primera fuerza que perdió Gadafi cuando Francia y los aliados decidieron intervenir en Libia y así evitar el genocidio de Bengazi.
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