La Ley del amor por Miguel Weil Di Miele
La Ley del amor por Miguel Weil Di Miele

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Ya en varias oportunidades hemos hecho referencia al tema del reconocimiento de los derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales, y de las dificultades que ello acarrea cuando se topa con esa forma de catolicismo que forma parte de nuestra idiosincrasia, y que hoy pareciera resultar antagónica hasta para el Papa. Pero hay algo mucho más interesante detrás de esa iniciativa, que trasciende al reconocimiento de los derechos harto negados a esa comunidad.

El chavismo, con todo su poder, ha venido dictando la pauta de la política venezolana desde hace 16 años, que bien puede resumirse en “ustedes” y “nosotros”. No hay puntos de encuentro, en ningún sentido y para nada. Hay buenos o malos, rojos o azules, polo norte o polo sur, chavistas o escuálidos, pitiyanquis o fidelistas, etcétera. Una bipolaridad promovida desde el poder confinándonos a los adjetivos, y a meternos en sacos: dos sacos, el del chavista y el del opositor. Saco opositor en el que por cierto, la oposición es una sola cosa, sea de centroizquierda, de ultraderecha, o neoliberal recalcitrante, da igual, si usted no está con la revolución es usted un facho majunche imperialista. Pompeyo Márquez es un oligarca, y Teodoro Petkoff es como Margaret Thatcher. La dialéctica es sencilla, y sobre todo, funcional. Reducirlo todo a dos bandos hace más sencillo el ataque, y elimina lo más complejo del ejercicio del poder, que es hacer política: alianzas, discusiones, y dar espacios a la crítica. Dos bandos generan fanatismos, cierran filas, y sólo funciona para quien concentra todo el poder y la fuerza. Es, estratégicamente, brillante; democráticamente, aberrante; y para el Estado de Derecho, una sentencia de muerte. Han pasado 16 años adentrando ese terreno en donde sólo gana quien tiene poder, porque en esas tierras rige las leyes de la naturaleza y no las de la razón, y en la naturaleza gana el más fuerte. El más fuerte es quien tiene poder. Ellos.

La muerte de Chávez y las elecciones posteriores, significaron alguna ruptura de los sacos. El chavismo no es una sola cosa: desde el audio de Mario Silva hasta la destitución de Rodríguez Torres por un gobierno de colectivos, todo son muestras de que hay sacos; varios sacos. En la oposición, siempre ha existido una pluralidad, negada sólo por el gobierno, pero que hoy ni ellos pueden tapar. Y aparece una iniciativa que pretende una cosa, pero que quizás pueda servir para muchas otras: La Ley del amor.

Más allá de la propuesta, y del total apoyo que creo merece, demandar su discusión podría implicar un reclamo de orden superior. Un reclamo de política. Porque de algo podemos estar seguros: La Ley contará con apoyos y con detractores, de lado y lado. Por una vez en 16 años de bipolaridad recalcitrante, la sociedad se dividiría y uniría alrededor de otra cosa. Mezclados los dos sacos, unidos con quien nunca se imaginó, en defensa de una idea que escapa cualquier planteamiento hecho hasta ahora en nuestro panorama político, y que además, al tocar fibras tan delicadas de nuestra mentalidad, ha de generar poderosísimas imágenes de apertura y unión.

Quizás termine aprobada, quizás termine rechazada, pero en cualquier caso, la discusión de la Ley del amor podría unir a grupos de venezolanos que desde hace demasiado tiempo han estado separados a pesar de compartir tantas, si no todas, sus percepciones de la vida y la sociedad. No es un tema prioritario para muchos, sin embargo, podría la lucha por unas uniones, generar otras, que, quién sabe, vengan a cambiar el panorama del país para siempre. Valdría la pena aprovechar la oportunidad, para hacer nuevos sacos y no echar la iniciativa legislativa, en saco roto.

 

@weilmiguel