¿Quién quiere el poder?, por Carlos Dorado
¿Quién quiere el poder?, por Carlos Dorado

Poder

 

La codicia y el deseo de poder son las baterías naturales del hombre y de las sociedades, que siempre terminan engendrando guerras y violencia; a pesar de que los hombres por naturaleza desean la paz y la felicidad. Pero esa búsqueda de la felicidad queda eliminada por la codicia y ambición de unos pocos, siendo la madre de todas las desgracias que han sucedido en la historia de la humanidad.

¿Somos tan diferentes como para no poder entendernos? Vivimos en una época peligrosa. El ser humano ha aprendido a dominar la naturaleza; ha aprendido “a desarrollar” la ciencia y la tecnología, pero todavía no ha aprendido “a dominar” la ciencia y la tecnología, y mucho menos a dominarse a sí mismo.

Ese poder que le otorga al ser humano la sensación de ser Dios, y que lo viste con ese raro traje de omnipotente, que le concede el derecho de mandar sobre los demás, y de castigarlos si no obedecen; y a pesar de ser algo antinatural, ese traje lo mimetiza todo tan bien, que resulta difícil saber quién es el héroe y quién es el malvado. Lo trágico de todo esto es que “ese poder” busca como finalidad que el colectivo pierda toda esperanza, ya que una vez perdida, les garantiza su continuidad en el tiempo.

Todo esto viene a mi mente tras la reciente visita del Papa Francisco a Birmania, donde pidió que cese la persecución y el exterminio de los Rohingyas Birmania (actualmente Myanmar); cuna del budismo, una de las religiones-filosofías de vida más pacíficas del mundo, y cuya bandera es la tolerancia. Sobre los Rohingyas se ejerce una de las persecuciones más crueles del mundo. Son musulmanes que fueron llevados en masa durante la colonización a Birmania, como mano de obra barata, por los Ingleses (¡Qué raro!).

Unos 750.000 Rohingyas vivían en el norte de Birmania, hasta que en el año 2012 una mujer budista fue violada por varios musulmanes, lo que desencadenó toda una serie de enfrentamientos entre budistas y musulmanes que dejaron más de 150 muertos y unas 2.500 casas quemadas; confinando a más de 140.000 Rohingyas en campos de refugiados cerca de la capital provincial (Sittwe), en inmundas chozas de bambú, sin luz ni agua, y subsistiendo únicamente de la ayuda humanitaria internacional.

En 11 de noviembre del 2015, la señora Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la paz del año 1991, y presidenta del partido “Liga Nacional para la democracia”, gana las primeras elecciones libres de Birmania, desde el golpe de estado en el año 1962. Ella es o era considerada como un ícono de los derechos humanos a nivel mundial y de la no-violencia. Pero hasta la fecha no ha logrado nada para detener esta masacre, ni ha condenado esta atroz persecución.

Por otro lado, muchos de los líderes de los monjes budistas, han sido las voces más combativas contra la permanencia de los musulmanes en Birmania, llegando el destacado monje Wirathu a expresar (refiriéndose a Rohingyas): “Tu puedes estar lleno de compasión y amor, pero no puedes dormir junto a un perro loco”. Hoy más de 626.000 Rohingyas han huido de Birmania, dejando atrás miles de mujeres violadas, y hombres quemados y asesinados.

Lamentablemente en otras partes del mundo, los musulmanes persiguen y exterminan a los cristianos, en búsqueda de imponer la supremacía de su religión. Pareciese que sólo es una cuestión de poder, y dependiendo del tamaño del mismo, es el tamaño de las injusticias y las atrocidades.

¿Quién quiere el poder? Lamentablemente son muchos los que lo quieren.

cdoradof@hotmail.com