Oposiciones opuestas entre ellas, por Alejandro Armas
Alejandro Armas Ago 11, 2017 | Actualizado hace 3 semanas
Oposiciones opuestas entre ellas

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Hoy, cuando escribo esto, me siento alarmado y con escaso humor para juegos literarios. A la dirigencia opositora la unificó y fortaleció ante la ciudadanía, como nunca antes, la denuncia de ruptura del hilo constitucional. El anuncio de una inminente «asamblea nacional constituyente» fue un elemento más para la argamasa que la cohesionó en un esfuerzo común. Pensé que la instalación de este engendro usado para justificar la deriva autoritaria del Gobierno la obligaría con más razón a seguir así. Por eso me da una profunda tristeza saber que me equivoqué y que las fracturas están de vuelta, mucho más teniendo en cuenta que algo como unas elecciones regionales sean el motivo del pleito.

Para empezar, fue un grandísimo error postergar el debate sobre si se iría o no a esos comicios, y dar a entender a la gente que la cuestión estaba zanjada. El chavismo lo sabe, y por eso un Consejo Nacional Electoral servil dispuso que la inscripción de candidatos sea justo ahora, para que la querella estalle mientras ellos avanzan con su «ANC». Pero ese daño ya está hecho y vale más la pena tratar de enmendar lo que ocurre ahora.

Al final la mayoría de los partidos ha optado por inscribir abanderados. No obstante, Vente Venezuela, movimiento que encabeza María Corina Machado, se opone rotundamente. Cuando hizo el anuncio, la exdiputada no se ahorró las expresiones fuertes: aseguró que cualquier participación en las elecciones sería una traición a los venezolanos, una maniobra con la cual el Gobierno gana tiempo, una renuncia a las protestas de calle y un golpe a la percepción internacional del chavismo como sistema antidemocrático y del CNE como compinche de triquiñuelas. Del otro lado, gracias a las redes sociales, no tardaron en llegar las críticas a esta posición por parte de miembros de partidos que sí hicieron nominaciones.

Si ese será el tono a partir de ahora, pues será un desastre estratégico para la oposición, con una parte de ella pidiendo el voto, y la otra, llamando a abstenerse. Una cosa es que las diferentes organizaciones políticas opositoras no abracen las mismas formas de hacer disidencia. Muy distinto es que los métodos empleados  sean antagónicos y se ataquen entre ellos.

¿Qué ocurriría si la dirigencia cae en un constante intercambio de recriminaciones? La respuesta es que todos los partidos perderán algo de valoración ante los ciudadanos. Al captar exclusivamente el apoyo de una porción de los seguidores de la Mesa de la Unidad Democrática completa, cada facción tendrá un menor poder de convocatoria, sea para protestar en las calles, para votar, etc.

La semana pasada alertaba por esta vía que una parte de las masas opositoras (cuyo volumen, aunque ignoro si es mayoritario, me atrevería a decir que no es ínfimo) no ve la conveniencia de ir a regionales. Por lo tanto, si la MUD va a participar y espera ver un número como el del 06-12-15, tenía como gran desafío convencer a estas personas. Se imaginarán lo difícil que sería si, de paso, otros líderes gritan sin descanso que sufragar es traición.

Alguien pudiera decirme que los seguidores de Vente «son cuatro gatos» y que «María Corina no tiene capacidad para movilizar». No soy seguidor de ella, pero tampoco la voy a subestimar de gratis, menos aún en este contexto. No estamos en 2012, cuando Machado sacó 3,7% de los votos en las primarias opositoras, frente al 64,2% de Henrique Capriles. La situación ni siquiera es comparable con diciembre de 2015, momento en el que a Vente solo le correspondió una curul en el hemiciclo del Capitolio. Insisto: una parte no insignificante de la oposición rechaza las regionales. ¿Es acaso imposible que Machado canalice ese descontento, incluso con personas que nunca antes la tuvieron entre sus dirigentes favoritos?

Ojo, tampoco creo que de la noche a la mañana ella vaya a hacerse con todo o casi todo el apoyo de la población que adversa al Gobierno, dejando a la MUD aislada. Me consta que también hay mucha gente que quiere votar, y que no por eso cree que se debe abandonar las calles, dejar de reconocer que se interrumpió el orden constitucional o negar la urgencia de un cambio de gobierno lo más rápido posible. He ahí el quid de la cuestión: ninguna facción tendría el capital político suficiente para lograr sus objetivos.

El daño se extendería también más allá de nuestras fronteras, justo cuando la presión internacional ha llegado a niveles problemáticos para el chavismo (no sé si vieron a Maduro prácticamente rogar por un diálogo con presidentes de la región, que lo exima de culpas, o su orden al «flamante» canciller Arreaza para que le consiga una conversación con Donald Trump). Con una oposición dividida, los Estados y entes multilaterales que ya han fijado posiciones contundentes ante la aniquilación del republicanismo en Venezuela pudieran no saber cómo proceder y quedarse estancados, confundidos por el lío entre disidentes.

Discúlpenme el lugar común patriótico, pero el Gloria al Bravo Pueblo reza que la fuerza es la unión (cero guiños a Chúo Torrealba). Antes del chavismo, la última experiencia dictatorial venezolana lo demuestra así. Acción Democrática, Copei, Unión Republicana Democrática y el Partido Comunista de Venezuela pasaron casi una década luchando cada uno por su cuenta contra Pérez Jiménez y su gobierno militar, sin éxito. AD y el PCV lo hicieron todo el tiempo desde la clandestinidad, con acciones subversivas.

Pero en 1957 formaron la Junta Patriótica, con el único objetivo de coordinar las jugadas de la oposición. Al cabo de unos meses se desató un activismo sin precedentes contra la dictadura, con estudiantes universitarios y hasta liceístas en papeles protagónicos. La tormenta no amainó a pesar de los allanamientos y las detenciones. Sabiéndose perdido electoralmente, Pérez Jiménez anuló los comicios presidenciales correspondientes para diciembre de ese año, sustituyéndolos con un plebiscito ad hoc sobre su permanencia en el poder, ¡por cinco años más! Mediante un fraude grotesco, el tirano fue confirmado con 86,70% de los votos.

Mientras, la Junta Patriótica siguió con sus actividades y sumando brazos a la causa democrática. Enero comenzó con un ataque aéreo contra Miraflores. Luego vino un pandemonium para la dictadura, con huelgas, protestas, disturbios y deserciones en las FF.AA. Hasta que llegó el fin. Siempre se ha aludido a la supuesta espontaneidad de los hechos del 23 de enero, pero en realidad buena parte de ellos fue fruto de las semillas sembradas por la Junta Patriótica.

Sirva esto de lección para los políticos de hoy. Es fácil adivinar quién avanza cómodo mientras las oposiciones se dedican a oponerse entre ellas. Nunca es tarde para arreglar las cosas, pero entre más rápido, mejor.

 

@AAAD25