¡Amigos de la guerra! Por Carlos Dorado
Carlos Dorado Abr 09, 2017 | Actualizado hace 7 años
¡Amigos de la guerra! Por Carlos Dorado

amistad

Todos los años, paso un par de semanas en la aldea de Galicia donde nací, allí viven mis hermanos, y es donde están enterrados mis padres. Ahí me reencuentro con esos ancianos del pueblo, que me conocen desde que era un niño. Me encanta hablar con ellos, creo que son de una sabiduría única, producto de la experiencia y la sencillez, y admiro la paz que reflejan; pese a la dura vida que han llevado.

Uno de mis preferidos es el Señor Valeriano, quien a sus 81 años todavía cultiva patatas, y trabaja todos los días de sol a sol. Cuando lo veo en su silla a la puerta de su casa, como si estuviera contemplando la vida; lo saludo, y le pregunto cómo está su salud. “Carlos, será porque mis ojos ya han visto demasiado, y no quieren ver más, esto es lo único de lo que podría quejarme”. Ahí aprovecho para decirle “¿Lo que han visto sus ojos, es mejor o peor de lo que ven?”

“Es extraño; lo que veo ahora es mejor, todo es más bonito, la gente, la ropa, los vehículos. Imagínate, yo estuve cuatro años en la guerra, donde pasábamos días en el frente con fuego continuado. Caminábamos sin parar, el invierno era  muy crudo, y la única ilusión que teníamos era volver a casa vivos, y poder abrazar a los nuestros. ¡Yo tuve la fortuna de regresar!”

“Yo los llamo mis amigos de la guerra. Unos amigos diferentes, que sólo la guerra te los puede dar. Después de una guerra, si logras regresar; nunca vuelves a ser el mismo. Yo regresé, y no te digo lo feliz que me sentí cuando el primer domingo fui a Misa con los míos, y me puse “la muda de los domingos”- ropa limpia y un poquito mejor que la de todos los días-”

“Una vez terminada la Misa, si tenías suerte, paseabas de regreso a la casa acompañado de la muchacha que te gustaba, la cual corría un gran riesgo, pues acompañarte paseando era casi una declaración de matrimonio, y si después no se concretaba, podía llegar a quedarse “para vestir santos” (así se dice de las solteronas).

“Hoy los jóvenes tienen muchas cosas; pero se quejan. Quizás por tener tantas cosas. No sé qué decirte, pero el mundo lo veo cada día mejor”. Nos quedamos ambos pensativos, él seguramente recordando el pasado, y yo tratando de visualizar el futuro. Le digo “Parece que hay más riqueza material y menos espiritual Sr. Valeriano”.

“Tú lo sabes decir más bonito Carlos, pero al final, el mundo siempre termina como el agua, encontrando su camino. Recuerdo a mi padre, diciéndome que el mundo estaba empeorando, y su hermana se murió de pulmonía por falta de antibiótico; y hoy veo a la gente que se opera la nariz, como el caso de mi nieta, porque no le gusta la que Dios le dio.

Me despido; y pienso: Es verdad que el mundo cambia; pero últimamente parece que va muy rápido, y quizás no esté a la altura de esos cambios. La Tecnología nos lleva a límites que hasta hace poco eran insospechables. Cada día se hacen más cosas, mejores, y con la mínima intervención humana. ¡Deberíamos estar felices, pero parece no ser así! Muchos jóvenes siguen buscando felicidad en las drogas.

Si no nos abocamos como sociedad, a encontrar nuevas “ideologías sociales globalizadas”, que equilibren más la diferencia entre países y personas, logrando soluciones que nos enseñen a vivir felices con principios y valores, continuaremos en una encrucijada.  

Quizás estemos en una guerra, y no nos demos cuenta. Lo lamentable, es que no nos quedarán ni los amigos de la guerra como dice el Sr. Valeriano, porque la propia tecnología los hará desechables.

cdoradof@hotmail.com