Sofía, por Laureano Márquez
Laureano Márquez P. Feb 23, 2017 | Actualizado hace 7 años
Sofía, por Laureano Márquez

sofiaImber

 

 

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”.

Jorge Luis Borges 

 

Sofía se va en paz. El epígrafe de Borges nos confronta con el sentido de la existencia. El valor de una vida, en definitiva, está en lo que su transitar mundano configura para la eternidad. La eternidad no es un período muy largo, es el tiempo sin límite, el día infinito de Dios en el cual nuestra vida es solo un parpadeo de ojos. Quizá por esto llegó a decir San Euquerio que el negocio por el cual debemos luchar es la Eternidad y esto dicho en un país en el cual los negocios son infinitos solo en ganancias y bastante temporales, es casi subversivo. Muchos serán recordados por el mal que hicieron, por su contribución a hacer del mundo un lugar deshonesto, perverso y vil; así los retratará la eternidad, mientras haya memoria humana. Otros, como Sofía Ímber, quedarán brillando por siempre como faro de luz de inteligencia, bondad y cultura para contrarrestar la destrucción de los primeros. Así ha sido la historia de la humanidad y -por los vientos  que soplan- así seguirá siendo, porque somos seres libres de hacer nuestra de  nuestra vida un castigo o una bendición para nuestros congéneres.

Hay un balance cuando una vida concluye. Según los antiguos egipcios, en el juicio final los dioses pesaban el corazón del difunto que debía ser más liviano que su contrapeso: una pluma de avestruz. Sofía se nos fue con el corazón livianito de tanta entrega apasionada por Venezuela. Solo  la creación del Museo de Arte Contemporáneo, es una de las mejores contribuciones que se han hecho a la cultura venezolana. Comenzó en un espacio de 600 metros y término teniendo 22.000 y allí hicimos nuestros a Picasso, Monet, Rodin y algunos otros de los universales y nuestros artistas hallaron casa. Alguien decidió borrar su nombre del museo ¿Cómo harán para borrarlo de nuestros corazones?

Esta semana la Universidad Simón Bolívar le habría dado el doctorado Honoris Causa, la distinción más grande que otorgan las universidades a quienes son ya patrimonio de la cultura. Daniel Varnagy, a quien correspondía hacer el discurso en el claustro, dice que hace poco preguntó a Sofía qué es la felicidad, a lo que ella respondió: “felicidad es estar en paz con uno mismo”. Difícil de lograr, sin duda, aunque suene tan sencillo: nuestro subconsciente nos tiende trampas para que podamos evadir las propias contradicciones. Sin embargo, la certeza de esta paz se evidencia en las obras de cada uno, en aquello que aupó en vida, en el legado que deja. Decía San Juan de la Cruz: “en la tarde de la vida te examinarán de amor”. Creo que Sofía fue examinada y salió con calificaciones Honoris Causa.

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene. Ojalá que la vida vivida de Sofía sea una inspiración para la muerte que nos viene a los que aun estamos aquí. De eso se trata, a fin de cuentas, la vida. Cuántas veces quien funda un museo se habrá preguntado: “¿qué es lo bello?” La vida humana está convocada a la belleza, para Platón la belleza es “el esplendor de la verdad”. San Agustín dice que lo bello es lo que podemos amar. Sofía, cual paciente pintor, ha rematado la obra de su vida. Tuvimos la fortuna los venezolanos de que los azares de la historia arrimaran su barco a nuestras costas. Nos entregó su deliciosa vida haciendo de nuestro país un lugar mejor, más culto, noble, amable y pensativo. Buen viaje Sofía: que tus ojos se llenen de luz contemplando el cuadro infinito e inmutable. Tú, que hiciste de tu vida una obra de arte.

 

  ¡Ah! Y saludos a Pedro León.

@laureanomar