"Dictadura efectiva" por Antonio José Monagas
«Dictadura efectiva» por Antonio José Monagas

dictadura

 

El problema que intentará abordarse en la siguientes líneas, no toca tanto al significado genérico del término “dictadura” como sí a sus implicaciones. Sobre todo, en el ámbito geopolítico de un país que en el siglo XIX, logró liberarse del asedio que representaba el dominio imperial cuyo ejercicio de gobierno se debatía entre el autoritarismo asumido como el sometimiento absoluto a la monarquía española, y el despotismo entendido como la forma de urdir medidas “soberanas” valiéndose de un abuso solapado.

Así como la teoría económica habla de una “economía efectiva” para referir el resultado de una dinámica que busca la estabilidad financiera de gobiernos, empresas e individuos, la teoría política igualmente destaca situaciones signadas por una “democracia efectiva”. Es decir, una democracia llevada por la transparencia a partir de la cual se hace posible distinguir entre razones de poder y necesidades clamadas. El equilibrio entre ambas consideraciones, es lo que hace que un régimen político que se precie de democrático, pueda lograr sus cometidos con la efectividad que demanda toda dificultad o aprieto nacional, regional o local.

Del mismo modo vale hablar de “dictadura efectiva” para aludir a situaciones caracterizadas por censuras crudas a la prensa, represiones brutales a la disidencia, control abierto a la vida privada de ciudadanos sin distingos de condiciones socioeconómicas, y prohibiciones a prácticas asociadas a las nuevas tecnologías de comunicación e información. Asimismo, a un sinnúmero más de realidades afectadas por extremadas medidas gubernamentales tomadas en beneficio de supuestos argumentos cuya justificación se cae en el vacío de excusas intemperantes. Argumentos que rayan en lo ridículo, lo absurdo y lo pusilánime. Todos ellos, en franca asociación con el miedo, la desesperación y el enmascaramiento de la verdad.

Con la intención de darle al pueblo todo pero de modo atenuado, una “dictadura efectiva” se desenvuelve apostando al perverso principio autocrático según el cual es “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. O sea, el fundamento sobre el cual el populismo ha cimentado sus postulados y criterios.

Por eso se habla de populismo autoritario. Más que el populismo demagógico, éste opera bajándole el “swich” (apagándole la luz) a la democracia. Es, precisamente, el mecanismo administrativo y ejecutivo, militar y policial, económico y social expedito para llevar toda gestión de gobierno a la forma totalitarista. Es decir, a la dictadura. Indistintamente, del estilo táctico que se escoja para llegar hasta allá. Esto quiere decir que un gobierno no necesita verse obligado a abolir leyes que apuntalan la democracia para caer rayarse de totalitario. Regímenes régimen así caracterizados, se les conoce como “dictadura republicana”.

Tales dictaduras se caracterizan porque sustentan sus economías en la producción y comercialización de algún recurso de marcada demanda internacional con países altamente industrializados. Así aseguran una renta capaz de garantizar el ingreso necesario para la estabilidad del régimen en lo necesario y fundamental. Por tanto, para aprovisionar de armamento los factores de defensa y seguridad nacional. Además, de brindarle una sustanciosa calidad de vida a funcionarios adscritos a los aludidos ámbitos.

El caso venezolano, es crudamente demostrativo de lo que es una “dictadura efectiva”. O de cómo funciona una “dictadura republicana”. Estos es que aún cuando el alto gobierno declare repetida y vociferadamente derechos y libertades reivindicadas, las realidades son otras muy distintas y alejadas de las que prescribe el texto normativo. En nombre de una lucha antiimperialista y apoyándose en un concepto pésimamente elaborado de “soberanía”, en Venezuela los desaforos, la violencia jurídica y la inseguridad ciudadana están a la orden del día. Más, toda vez que el desconcierto que vive la calle responde en perfecta sincronía con la impunidad que ampara a sicarios, usureros, timadores, mercenarios, estafadores, ladrones, hampones y delincuentes de toda ralea.

Tal es la certidumbre bajo la cual opera esta dictadura, camuflada con la ayuda de la hegemonía comunicacional que sirve a sus mentiras proyectadas sobre redes informativas amenazadas, que logró hacer de la resignación, el temor y la omisión, sus mejores y más conspicuos cómplices. De hecho, a esta fecha, ante la posibilidad cierta de perder toda elección en curso, la dictadura, en ejercicio del poder, procedió a no convocar proceso electoral alguno. Esto, en una habitual maniobra consumada con la mayoría representativa del partido de gobierno en los cargos directivos del Consejo Nacional Electoral. Pero sin embargo, se cree un régimen héroe por arrogarse el mérito (falseado) de haber llevado el país a un nivel de mayor democracia que la de cualquier otro país vecino o colindante.

El problema expuesto por la cesación de lo que la teoría política aduce como “separación de poderes”, es gravemente mayúsculo. La corrupción gubernamental campea. Tanto así que por causa del agonizante estado de las finanzas públicas, al menos las destinadas para el funcionamiento del aparato público nacional, se aceleró la inflación en el país situándolo a la altura del país con la economía más desvalorizada del mundo. La defensa de los derechos humanos quedó relegada ante la importancia que el régimen concede a la militarización, la antipolítica, el proselitismo, y la orquestación de mensajes de agresión contra todo aquello que contraríe la acción del oficialismo.

Las declaraciones del alto gobierno respecto de los preceptos constitucionales, encuadradas por la hipocresía, quedaron atascadas en eslogan, cliché y críticas huecas contra el imperio norteamericano. Sin embargo olvidó sus enredados y cuestionados compromisos con el imperio chino y el poderío ruso. Aparte de su sumisión con el gobierno cubano. En medio de tan vulgar contradicción, difícil de comprender y resolver, dado el exagerado pragmatismo con el cual el régimen venezolano ha asumido el problema de las relaciones internacionales, se insertaron otros nuevos que avalan la dictadura efectiva. Dictadura ésta que tiene asfixiado al país en su totalidad. Problemas tales como el secuestro del voto, el cual sumado a la persecución política contra jóvenes estudiantes y diputados, al margen del significado de “inmunidad parlamentaria” (condición fundamentada como representantes de la soberanía popular) o la crisis humanitaria por la falta de alimentos y medicamentos incidente en la pauperización de la población, le imprimieron mayor connotación a la dictadura que actualmente agobia a Venezuela y a los venezolanos.

En fin., puede decirse que con absoluta razón, la historia podrá escribir que el socialismo del siglo XXI, así mal llamado, apenas sirvió para acaparar la atención de pomposas promesas que terminaron desvaneciéndose a consecuencia del gasto de una renta petrolera dirigida a erigir un mercado político, cuyo único producto fue la intervención de la democracia para luego convertirla en una “dictadura republicana”. O mejor dicho, en una “dictadura efectiva”.

 

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