¿Eres un perro o un automóvil? por Carlos Dorado
¿Eres un perro o un automóvil? por Carlos Dorado

Carretera

Cualquier persona puede criticar y censurar, es un derecho que le pertenece, y casi nadie está dispuesto a renunciar. ¡Es uno de los mejores disfraces para esconder la mediocridad!

La crítica es la fuerza del impotente, y los que critican en forma ligera, y en muchas ocasiones mediante un par de frases con un twitter, tienen una ventaja en comparación con el suicidio: En el suicidio uno la toma contra uno mismo, en la crítica la toma contra los demás.

Mi madre siempre me contaba el cuento del burro, el anciano y el niño; el cual decía que en un pueblecito de una comarca recóndita, un campesino que tenía un hijo de unos diez años, decidió que debía vender su burro en un mercado para tener algo más de dinero.

Se levantó temprano, le preguntó a su hijo si quería acompañarle y ambos se pusieron en marcha. Al verlos un vecino, media hora más tarde, se echó a reír y le dijo al campesino: “Pero hombre, ¿Cómo teniendo un burro tan lozano dejas que tu hijo haga el camino a pie? Ja jajá ¡Pero qué bobo eres, vecino!”

Padre e hijo se miraron, y tras reflexionar un instante el campesino se dio cuenta de que tenía razón. Montó a su hijo en el burro y continuó caminando.
Al rato se cruzó con ellos un viajero que les saludó cortésmente, y les dijo: “¡Muchacho! (dirigiéndose al niño); eres joven, ¿Cómo vas ahí sentado, dejando que tu pobre padre haga el camino a pie?”

Dicho lo cual prosiguieron su viaje. Padre e hijo se miraron de nuevo y decidieron que el viajero tenía razón, así que intercambiaron los lugares.

Siguiendo en el camino, se encontraron con una lavandera: “¡Pero mira que ustedes son bobos! (exclamó la mujer); con un burro tan fuerte, y no se dan cuenta de que los dos pueden ir montados sobre él,… Ja jajá”.

De nuevo padre e hijo se miraron y se dieron cuenta de que tenía razón, con lo cual el hijo subió también a lomos del burro.

Llegando la hora del mediodía, cuando el sol calentaba fuerte el camino, el campesino y su hijo se encontraron con un párroco.

“¡Ay, Cielo Santo! (dijo el sacerdote), ¿Habrase visto modo semejante de castigar a un pobre animal? Tanto usted como su hijo gozan de una salud envidiable. ¿Por qué van subidos a lomos del pobre burrito en un día tan caluroso? ¿Es que quieren reventarlo?”

El cura continuó su camino, y padre e hijo se miraron de nuevo, apeándose del burro tras meditarlo despacio. Continuaron el camino a pie, tal como lo habían comenzado.

Al llegar al mercado, el padre se agachó junto a su hijo y le dijo: “¿Has visto hijo mío? Cada persona que nos hemos ido encontrando en el camino nos ha dado un consejo sobre cómo debíamos hacer el viaje. Y cada vez nos ha parecido que llevaban razón. Pero la razón de uno, la criticaba el siguiente, y la de éste era de nuevo criticada por otro. Y así pasa siempre en esta vida.

Por eso, hijo mío; hemos de aprender una cosa de esta jornada: Has de hacer siempre aquello que tú consideres correcto sin dejarte llevar por lo que los demás te digan, pues solamente tú eres responsable de tus actos, y sólo debes responder de ellos ante tu conciencia.

La vida es como un automóvil cuando pasa por la carretera y de repente, sale un perro que trata de alcanzarle, corriendo tras él y dando ladridos.

El automóvil sigue su camino, y deja al perro atrás. Entonces el perro vencido, fatigado, con el rabo entre las piernas, se vuelve fracasado, a su sitio, esperando otro automóvil

¡El automóvil es el arte; el perro que ladra es la crítica!

cdoradof@hotmail.com