Lo que hemos olvidado, por Carolina Jaimes Branger
Lo que hemos olvidado, por Carolina Jaimes Branger

BanderadeVenezuela7

 

Los venezolanos somos otros. Cuando nos dijeron que Venezuela cambió para siempre, muchos creímos que era una fanfarronada. Pero no, fue verdad.

A los venezolanos se nos olvidó lo que es vivir. En Venezuela sobrevivimos. Al hampa, al gobierno, a las colas, a la escasez, a la indiferencia. Se nos olvidó lo grato que es salir a caminar por las calles sin preocupación, sin suspicacias, sin paranoia. Por esos cuando ocurren esos pequeños reductos –relámpagos de la Venezuela que se nos fue- como las ferias de lectura o actos culturales en plazas, nos lanzamos a la calle para revivir algo de aquellos tiempos de tranquilidad y lo agradecemos.

Los venezolanos sospechamos de quienes se nos acercan, porque no creemos ya en la buena voluntad de las personas. Nos hemos convertido en unos cínicos insensibles. Dudamos de quienes piden ayuda, porque puede ser una trampa para un secuestro, robo o asesinato. Muchos han muerto de mengua porque a la piedad la mató el miedo. Tememos por igual a los malandros que a los funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado.

A los venezolanos se nos olvidó lo que es departir y compartir con amigos, porque nos hemos autoimpuesto un toque de queda. Salir de noche es una obligación más que un placer. Y cuando decidimos hacerlo, vamos con el santoral a cuestas y todo el pavor del mundo en nuestros corazones. A nuestros vecinos casi no los vemos y a los nuevos que llegan los tratamos de lejos, porque no creemos en nadie.

Se nos olvidó que éramos un pueblo alegre, con gran sentido del humor. Aunque seguimos haciendo chistes, éstos no son los de antes: son una manera de reírnos para no llorar. Ahora somos un pueblo agresivo, lleno de prejuicios, con odios que parecen centenarios, siempre dispuestos a responder con hostilidad, a tomar como enemigos a los adversarios, a no reconocernos. Se nos olvidó lo que era ir a un juego de béisbol cuando lo que nos dividía era la afición por un equipo. A los venezolanos se nos olvidó lo que era ir a la playa y compartir con todos los que nos rodeaban. Ahora nos vemos con recelo, porque siempre hay un motivo para barruntar.

A los venezolanos se nos olvidó la compasión. Hoy siempre prejuzgamos y estamos dispuestos a censurar sin conocer las circunstancias, a llegar a conclusiones a la ligera, a reenviar mensajes que denigran de personas sin corroborar los hechos de los que se les acusan. No nos importa nada ni nadie, sólo nosotros mismos… ¡qué tristeza que aquel pueblo que era el más solidario del mundo (según todos los que venían a buscar aquí lo que sus países les habían negado), se le haya olvidado la solidaridad!

A los venezolanos se nos olvidaron las parrandas hasta el amanecer, las tenidas en familia hasta la madrugada, las Navidades con los seres queridos, porque ahora las familias no sólo están divididas por simpatías y antipatías políticas, sino que están fragmentadas por la emigración que se ha llevado a los venezolanos a todas partes del mundo.

Los venezolanos hemos cambiado palabras amables por insultos, solidaridades por repulsas. Convertimos a villanos en héroes y a héroes en villanos sin meditar. Calificamos, juzgamos, hundimos. Nuestra memoria ya no puede ser más corta.

Se nos olvidó que un día teníamos paz, que la esperanza no era una entelequia, que el nuestro era un país al que la gente llegaba, no del que la gente se iba. Ahora parecemos un pueblo en el preámbulo de una guerra civil. Nuestra mayor tragedia es que se nos olvidó ser venezolanos.

@cjaimesb