Como los volcanes: la duda no es si hace erupción sino cuándo por Armando Martini Pietri
Como los volcanes: la duda no es si hace erupción sino cuándo por Armando Martini Pietri

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A veces se podría pensar, observando el alarmante a la vez que decepcionante día tras día de este país otrora problemático –es verdad- pero feliz y abundante, que al Presidente Maduro y a personas que se suponen “inteligentes” como Aristóbulo Istúriz, Pérez Abad, uno que otro general, muy pocos ministros, dirigentes rojos y de otros matices, que les importa muy poco, un bledo lo que está sucediendo, están sólo ocupados, como animosos productores de espectáculos, en diseñar y montar escenografías, la mayoría de ellas de astracán, colorines y papelillos.

Peor aún es pensar, después de cada declaración presidencial y de algunos colaboradores, que no se trata de que les importe o no, sino que simplemente no saben qué hacer. Perdieron la brújula, tienen las mentes apagadas, sin baterías, dentro de un túnel lóbrego, tanteando con patadas de ciego y gritos de pánico en la oscuridad. ¿Qué otra cosa puede pensarse tras tanta torpeza después de años de errores sin prestar oídos a señalamientos y críticas? No sólo eso, sino que Chávez primero y el desvaído Maduro ahora, además pagaron y pagan para que desfachatados, pillos e inmorales asesores vivan en opulencia, exuberancia y recomienden equivocaciones. 

¿Cómo pudo Chávez, y puede Maduro, creer que gente como los de Podemos, que mantienen obstruida la política española, tienen capacidad de orientarlos por caminos adecuados? Basta oírlos para entender que son frustrados reconcomiados que sólo piensan en quejas y venganza. Ojala y los españoles que alocadamente votaron por ellos, terminen de enterarse qué clase de sujetos son.

¿Cómo Chávez y Maduro se dejaron engañar e hipnotizar por las babiecadas de los hermanos Castro que llevan décadas dejando arruinar a Cuba que antes de ellos, tenía problemas políticos –como toda Hispanoamérica- pero era una nación líder en economía? Fueron subyugados por el más nefasto y riesgoso de los pecados: la soberbia y la ambición de gloria que el escamoso, cínico Fidel alimentó con descaro, soñando con la avalancha de dólares que sacarían, en provecho propio, que no del pueblo cubano, al ingenuo teniente coronel y su cándido heredero que leen mucho por encima y no entienden nada en profundidad.

La crisis se extiende y profundiza cada vez más. La paciencia, la tolerancia tienen límite y se percibe con claridad que están llegando a término. Es el amanecer oscuro y peligroso del llegadero. Para una parte la inacción es alarmante, para otros no está pasando nada o mayor cosa, la situación se desmorona o está a punto de hacerlo. Pero nadie está satisfecho. El sentimiento de impotencia se apodera del ciudadano y aflora con evidente preocupación.

A esta Venezuela desvalijada, ultrajada y devastada se le mueren sus enfermos, no hay medicinas para tratarlos, el Presidente no decide reconocer que tiene sobre sí una auténtica crisis humanitaria en el sector salud y aceptar ayuda a la Organización Mundial de la Salud, organismo que no puede actuar en un país si no es llamada por el Gobierno. Maduro se niega obsesivamente a reconocer la tragedia que todo el mundo padece y sufre. La gente sobrelleva, soporta hambre entre alimentos que no consigue y los pocos que encuentra, son a precios impagables, y la única respuesta oficialista es inventarse los mismos revoltillos de comida barata después de interminables y humillantes colas. La delincuencia está a sus anchas, cada día más sangrienta y, aún peor, con más poder, capaces de dar órdenes e imponer normas en barrios enteros en los cuales no puede ingresar ni la policía ni el ejército.

El ambiente social de los venezolanos es diariamente calamitoso, nocivo, está peor que nunca, el viejo oeste de las películas es juego de niños al lado de barrios, parroquias y zonas populares de nuestras ciudades. A los primeros que asesinan para robarles el arma o una moto, o sólo por hacer méritos dentro de los infernales escalafones del hamponato, es a los policías, 41 en lo que va de año y eso sólo en Caracas. La policía en general, nacional, estadal y municipal, está desbordada, contra la pared, los ciudadanos comunes han empezado a ejercer su propia protección y venganza, los linchamientos son cosa de todos los días y se hacen costumbre lo que es gravísimo, permite a los ciudadanos convertirse ellos mismos en asesinos, con el inmenso y peligroso riesgo, como sucedió días atrás, de equivocarse –las masas se equivocan en mucho, no sólo en elecciones- y linchar de la peor manera a inocentes. La justicia por mano propia es una demostración de lo anarquizados que estamos, pero también, al mismo tiempo, el derrumbe de la confianza y de la ética de hombres y mujeres que son habitualmente ciudadanos normales, decentes y honrados, a los niveles más bajos de conducta.   

Las huelgas y manifestaciones ciudadanas progresan, se incrementan no sólo por cuestiones salariales. Son reclamos diarios por el inmanejable costo de la vida que supera cualquier nivel de ingreso personal y familiar, pero también por el estado de terror y de virtual auto prisión que deben sufrir las comunidades por el régimen de pandillas y delincuentes; por el desastroso estado de los centros de salud, sector en el cual ni siquiera los privados pueden prestar servicios razonables; por las pifias constantes de los servicios públicos, los suministros de energía eléctrica y de agua, por el interminable y ahogante etcétera de fallas, descuidos, carencias y problemas que aplastan a los venezolanos bajo la pesada lápida de la torpeza e incompetencia revolucionarias, para no hablar de los ladrones de alto nivel que descaradamente se han embolsillado, sustraído y robado los miles de millones de dólares que ahora tanta falta nos hacen.

No sólo el altísimo e impagable costo de la vida, sino algo aún peor, el abuso degradante, vergonzoso, de la especulación, el bachaquero se ha convertido en un chiste del Presidente pero una odiosa realidad para todos los ciudadanos, ricos y pobres, a quienes en sus narices, con la autosuficiencia patanesca de “tómelo o déjelo” se les cobran precios quintuplicados y aún más por productos que quienes los necesitan saben que en el peor de los casos cuestan mucho menos. Eso es especulación pura y simple, extorsión en la cara del Gobierno y sus organismos de control. Los mercados públicos y privados son ejemplos diarios de la inconsciencia y el robo de que son objeto los ciudadanos. Un ejemplo, es el mercado de Chacao donde el hamponato bachaqueral anda a sus anchas ante la mirada inconmovible y hasta cómplice de las autoridades, para no hablar del ya famoso bachaquerismo de Petare. 

Protestas de todo tipo son el pan de cada día, la Guardia y la Policía nacionales poco o nada hacen ni logran más allá de gastar a mansalva garrotazos, perdigonazos y gas lacrimógeno. Quizás ellos tengan sus propios suministros suficientes sin colas de comida y medicinas para sus familias, pero tampoco hay que creer demasiado en milagros en estos tiempos del desmoronamiento frecuente del madurismo. 

Todo esto se agrava, empeora y acentúa con la sandez, indolencia e impericia con que actúan las autoridades y líderes, la verdad es que la situación se pone cada día más peligrosa. Color de hormiga, diría el refranero popular. La complejidad de los acontecimientos no permite ninguna ilusión, en la Venezuela actual hasta la esperanza escasea.  

Y para que a nadie le quede la menor duda, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia está pendiente, siempre lista, presta y dispuesta en aplastar, zanjar cualquier iniciativa que pueda dar respiro al país. La reciente defenestrada Ley de Amnistía es sólo otro ejemplo de que el país está al borde del precipicio y dispuesto a dar un paso adelante.

@ArmandoMartini