Mantener la “U” para conseguir la “D” por Alejandro Armas
Mantener la “U” para conseguir la “D”

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Lo hicieron. Los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática lograron una victoria contundente en las elecciones parlamentarias del domingo.

Soy de los que piensan que el llamado “carómetro” sirve poco como bola de cristal para ver de antemano resultados electorales. Pero sí me llamó la atención que pasaban horas y horas (a pesar de que tenemos el “mejor sistema electoral del mundo”) y los voceros oficialistas de siempre (Cabello, Rodríguez, etc.) estaban más perdidos que el hijo de Lindbergh. Mientras, los opositores aparecían a cada rato con sonrisas de oreja a oreja, en su canal YouTube en vivo, claro está, ya que ninguna planta televisiva quería mostrarlos así.

Tras un largo rato de contemplar la infame baranda del CNE y escuchar por un par de minutos el discurso pre resultados de Lucena (“Felicitaciones a Venezuela, ganó la democracia, etc.”), la rectora soltó unos números que hicieron a todo el país pelar los ojos, indiferentemente de la tendencia política: 99 diputados para la oposición, 46 para el oficialismo y 22 por definir

Durante los dos días siguientes fue completándose el conteo en los circuitos restantes, y las cifras definitivas fueron de 112 curules del lado de la MUD, frente apenas 55 en la acera chavista. El hemiciclo se tiñó de azul por primera vez en el siglo XXI y la oposición logró el mínimo necesario para formar la mayoría calificada de dos tercios, la bancada parlamentaria más poderosa posible.

Estos resultados son un cataclismo político que suspende por primera vez en una década  el monopolio chavista del poder en Venezuela. La reacción en toda Venezuela ha sido de sorpresa, mezclada con euforia para los partidarios de la disidencia, y con tristeza y furia para los seguidores del Gobierno.

Está muy bien celebrar, pero sin dejar de tener en cuenta que los desafíos de la MUD apenas comienzan. El chavismo no se va a desvanecer como fuerza política por estas elecciones adversas. Consiguió casi 5 millones 600 mil sufragios, una votación menor a la habitual, pero que sigue siendo enorme. Lleva años infiltrado en todos los poderes públicos, con el resultado de un verdadero Leviatán, por usar la expresión de Hobbes, altamente centralizado y dependiente de la cúpula roja. Todo indica que esas fuerzas se unirán para intentar bloquear cualquier iniciativa de la AN que asumirá el 5 de enero. La  Constitución dificulta bastante una purga rápida de los demás poderes por parte de la mayoría opositora, ilusión de muchos.

¿Cómo puede la MUD coger a este toro furioso por los cuernos? Si tuviera una respuesta infalible, en este momento estaría a la cabeza del equipo de asesores de la coalición. Pero hay una condición indispensable, que hasta este periodista humildemente es capaz de identificar. Se trata de una de las palabras que componen el mismo nombre de la alianza: la unidad.

Cuando las fuerzas democráticas se enfrentan divididas a un poderoso adversario autoritario, difícilmente lo detienen. Esa fue la dura lección que aprendieron a punta de asesinatos, torturas, cautiverios y exilios los militantes de partidos políticos criollos durante la década de gobierno militar de 1948-1958.

Todo comenzó con el primer experimentó democrático de nuestra historia, luego del golpe cívico-militar (no en un sentido chavista, entiéndase) que derribó a Medina Angarita en 1945. Sus autores fueron oficiales jóvenes y los líderes del novel partido Acción Democrática, pero fueron los segundos los que a partir de entonces tomaron las riendas del país.

Los adecos implementaron un rápido programa de reformas radicales, incluyendo la instauración del sufragio directo, secreto y universal, derecho que alcanzó al más de 50% de venezolanos analfabetos. Así, la tolda blanca cobró para ella sola las glorias de la democratización y se recubrió de un aura popular, que retuvo al menos hasta la tragedia del Caracazo. Así las cosas, en las elecciones presidenciales de 1947, su candidato, Rómulo Gallegos, venció con un aplastante 74,47% del escrutinio. En la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, los resultados no fueron muy diferentes.

Con tal expresión de apoyo, AD estaba totalmente en su derecho de mantener la conducción de Venezuela. Pero eso no significaba que debía cerrarse a escuchar los pareceres de las demás fuerzas políticas de entonces: Copei, Unión Republicana Democrática (URD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV). En las democracias modernas, a las minorías hay que tomarlas en cuenta. Los adecos hicieron lo contrario y se comportaron por tres años como una aplanadora que pasaba por encima de todo.  De esta forma, alienaron a los otros partidos y a los sectores sociales por ellos representados.

A Gallegos lo tumbaron los militares en 1948. Las primeras víctimas de la restauración autoritaria fueron AD y el PCV, ilegalizados de inmediato. No hubo ninguna solidaridad por parte de Copei y URD, hartos de la hegemonía absoluta socialdemócrata. Ellos vieron más bien una oportunidad, pues creían que el gobierno uniformado sería algo pasajero, y con el regreso de la democracia aprovecharían la ausencia de AD para ser los nuevos protagonistas. Muy tarde se dieron cuenta de que las Fuerzas Armadas, con Pérez Jiménez a la cabeza, no estaban dispuestas a soltar el coroto del poder, y cuando se quejaron, también fueron condenados a la clandestinidad.

Esa década estuvo llena de resistencia al dictador, sobre todo por parte de los adecos y de los comunistas. Pero fue solamente cuando ambos, más URD y Copei, decidieron dejar de lado sus diferencias para luchar contra el enemigo común, que ese esfuerzo comenzó a dar frutos. A finales 1957 formaron la Junta Patriótica, cuyo activismo, sumado al descontento de las masas populares, fue lo que hizo al Vaca Sagrada despegar el 23 de enero de 1958.

La mayoría de los líderes políticos se dio cuenta así de la necesidad de considerar a sus rivales y se comprometió a no quedarse de brazos cruzados ante cualquier nueva perturbación de la democracia. Ese compromiso se materializó en el hoy satanizado Pacto de Puntofijo (escrito pegado; se firmó en la casa de Rafael Caldera con ese nombre, en Sabana Grande, y no en el puerto falconiano). No faltaron oportunidades para ponerlo a prueba, pues los primeros años de de gobierno democrático abundaron en amenazas violentas por parte de los partidarios reaccionarios de la extinta dictadura militar, por un lado, y la extrema izquierda alucinada por la Revolución Cubana, por el otro. Todos estos incidentes fueron superados, gracias a la unidad de los demócratas a la hora de plantar cara a los oponentes autoritarios.

Queda claro que, si  la MUD quiere consolidar el importantísimo logro del 6D, debe inspirarse en los valores comunes de esa Junta Patriótica que luchó con éxito contra la el perezjimenismo, así como de los líderes que luego protegieron la frágil democracia venezolana. Sus miembros no pueden olvidarse de la “U” en sus siglas porque, de lo contrario, no podrán conseguir la “D” que proclaman buscar. Lo primero que hicieron luego de que el CNE emitiera el primer boletín fue entonar el Himno Nacional. Pues bien, yo los insto a que pasen del canto a los actos sobre todo con un verso en mente: “la fuerza es la unión”.

 

@AAAD25