Mujer indígena sigue siendo víctima de la desigualdad
Mujer indígena sigue siendo víctima de la desigualdad

EN LOS PAÍSES DE NUESTRA AMÉRICA, ser mujer indígena y pobre se ha convertido prácticamente en sinónimos. Aunque el tema y sus variantes han ganado fuerza en las agendas de gobiernos y organizaciones defensoras de los derechos humanos, todavía es mucho el camino por andar.

Según cifras de la ONU, los pueblos originarios constituyen aproximadamente el 5% de la población mundial, pero suponen el 15% del total de pobres en el planeta. También representan la tercera parte de los 900 millones de indigentes de las zonas rurales. Es decir, que ser indígena equivale a ser pobre y las cifras empeoran cuando hablamos de las mujeres.

Se calcula que  el 25% de las mujeres indígenas son analfabetas y permanecen en la escuela sólo una media de 5 años.

En las mujeres indígenas, la tasa de mortalidad materna es tres veces mayor que entre las no indígenas. Debido a que muchas se ven obligadas a desarrollar su embarazo a escondidas, mientras que otras tantas no tienen acceso a los programas de salud en sus comunidades de origen.

Fechas como la de este pasado 5 de septiembre recuerdan la lucha y vicisitudes que todavía atraviesan miles de mujeres indígenas en su lucha diaria por una vida digna y libre de discriminación.

Bartolina Sisa, luchadora indígena asesinada el 5 de septiembre 1782, se dedicaba a las telas y era hiladora. Se casó con el caudillo Túpac Katari y junto a él organizó la resistencia indígena de los pueblos andinos contra el yugo español en el Cuzco, Perú. Murió descuartizada por las fuerzas realistas durante la rebelión anticolonial de Túpac Katari en el Alto Perú.

Las mujeres indígenas de hoy en día viven luchas menos sangrientas, pero aún muy desiguales, relegadas al hogar, excluidas del sistema de educación, laboral y salud, sufren gran discriminación.

Desde su cotidianidad, cientos de mujeres luchan por ideales que en pleno siglo XXI deberían ser una realidad: igualdad de derechos y oportunidades, así como el respeto a sus lenguas y tradiciones.

Aunque en décadas recientes los Estados han ido tomando conciencia de estas problemáticas, el camino es lento. La lucha para que los pueblos indígenas obtengan los mismos derechos que el resto de las personas permanece porque las condiciones desiguales que la originaron aún existen.

Días como el 5 de septiembre sirven para enseñarle al mundo la situación de estas poblaciones y como reclamo para que los gobiernos tomen conciencia de sus obligaciones por hacer valer sus derechos humanos y se acaben las exclusiones. Los esfuerzos también van dirigidos hacia la mejora de vida de las mujeres indígenas para que puedan gozar de libertad y vivan como cualquier otra mujer del resto del mundo.

Con información de Kapé Kapé