El conflicto venezolano y el triángulo de la violencia
El conflicto venezolano y el triángulo de la violencia

CUANDO PARECIERA ABRIRSE UN DEBATE sobre si la represión vino antes o después o si la lacrimógena, el perdigón y la bala son causa o consecuencia, vale la pena profundizar en las raíces de la violencia que ha venido padeciendo Venezuela a partir de las manifestaciones políticas exacerbadas desde el mes de abril.

La violencia directa es tan solo la punta del iceberg, así lo explica Johan Galtung, sociólogo noruego, a partir de un análisis donde proyectó uno de sus fundamentales aportes al estudio de los conflictos sociales: el triángulo de la violencia. Allí explica que el enfrentamiento visible es solo una pequeña parte del problema. Solucionarlo supone actuar en los tres tipos de violencia presentes en estos escenarios: directa, estructural y cultural.

Los 75 muertos que de abril a junio han fallecido en este contexto, según las cifras del Ministerio Público, son las caras de la violencia directa. Los efectivos y funcionarios de seguridad que repelen, reprimen y asesinan a manifestantes solo representan la faceta más brutal de una realidad que encuentra responsabilidades en causas más profundas.

Mientras esta es clara y visible, la violencia cultural y la violencia estructural, son menos evidentes, detectar su origen resulta más complejo. Sin embargo, al profundizar en determinadas variables del conflicto venezolano se asoman el Estado y el gobierno como causas originarias.

La violencia como rasgo cultural

La legitimación de la violencia desde distintas plataformas ha sido una constante del modelo político que se instauró en Miraflores desde 1999. Y en esta particularidad podemos encontrar una ilustración de lo que Galtung denomina violencia cultural.

Esta ocurre cuando existen aspectos culturales que justifican la violencia a través del arte, el lenguaje, la política, la religión, la filosofía, el derecho. Sobre esto Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia, ha hecho mención en reiteradas ocasiones, cuando explica que el manejo de la narrativa gubernamental ha incidido desde el primer momento en la propagación de la violencia en el país.

«Cuando Chávez dijo que si alguien tenía hambre podía robar, se lanzó un mensaje equivocado a la sociedad. A partir de allí se promovió algo contrario a ese consejo que dicta que la violencia es el arma de los que no tienen la razón, el Presidente se paraba y decía que eso era mentira, que la violencia era un arma adecuada para conseguir algunas metas», indica Briceño.

Para el sociólogo este tipo de posiciones no son producto de la casualidad sino que responden a una apreciación marxista de la historia, donde la violencia es un medio legítimo para el logro de los objetivos. «Este tipo de discurso daña claramente a la sociedad e incentiva la criminalidad y la violencia como modo de resolver conflictos», precisa.

El sistema como generador de violencia

Además de la legitimación cultural, la violencia se presenta como opción al cerrarse otros canales para la satisfacción de las necesidades humanas más elementales. Todo este conjunto de estructuras, tanto físicas como organizativas, que no permiten a la ciudadanía acceder a bienes y servicios vitales es lo que Galtung denomina violencia estructural.

En esta definición se encuentra el tercer vértice del conflicto venezolano. Un sistema político diseñado para la escasez, causó que sus instituciones dejaran de responder a las demandas más legítimas y esenciales de la ciudadanía como alimentos y medicinas. Lo que se agravó ante la suma de un factor menos tangible pero igual de importante que empezó a negárseles: la democracia. Es así que se crean múltiples tensiones ante un gran caudal de demandas que no encuentran respuestas institucionales y que se convirtieron en una bomba que explotó en miles de protestas.

«Si el sistema político no es capaz de garantizar bienes tan elementales como medicinas o alimentos, efectivamente hay violencia estructural y el responsable es el gobierno, porque este debe funcionar de tal manera que permita lo que dice la propia Constitución. Un Estado social, de derecho y de justicia debe girar en beneficio de la dignidad del ser humano», afirma Rina Mazuera, coordinadora del OVV, capítulo Táchira.

Todos los elementos del triángulo parecen convivir en el conflicto venezolano, lo que se acentúa y propaga con una actuación del Estado venezolano que no solventa las causas sino trata de eliminar de la manera más férrea sus consecuencias, a través de los cuerpos policiales y militares o de los autodenominados colectivos. Así, la realidad ha trasmutado en una espiral que día a día va aumentando la lamentable estadística de fallecidos.

No se trata entonces de si la bala vino primero o después, sino de del porqué se llegó a este conflicto y el cómo se está tratando de resolver.