Desde la Escuela Venezolana de Planificación, en La Rinconada, el presidente Nicolás Maduro repasó algunos de los temas que configuran la realidad del país y que, a fuerza de repetirlos una y otra vez, han terminado por causar una sensación de hastío generalizada (tan generalizada como la sensación de inseguridad, escasez, indefensión e impotencia, entre otras de diversas tesituras que seguramente usted podría sumar).

Runrunes apuntó tres perlas del discurso presidencial de hoy. Sí, perlas. Perlitas, pues. Las llamamos así por su desvergüenza, atrevimiento o extrañeza (¿sería mejor decir incoherencia?). Algunas mueven a la hilaridad. Otras, al repudio (también generalizado). Y otras, simplemente, lo dejan a uno boquiabierto y preguntándose «¿pero tú has visto? ¿Cómo se le ocurre?».

Primera perla: los bachaqueros, aseguró el primer mandatario, son una expresión de la guerra económica impulsada por «la derecha» («maltrecha»). También los definió como «profesionales de la especulación» que generan «fenómenos como el del acaparamiento, la especulación, el robo desmedido».

Según Maduro, entonces, «estos profesionales de la especulación» son los culpables de la cada vez más destartalada economía del país. ¿Tanto poder tienen, presidente?

«Ah, porque dicen que no hay determinados productos. Pero usted va a Cúcuta y los consigue todos. Usted va a Aruba y los consigue completicos y de más». Le faltó Curazao, presidente. Allí también se consigue de todo. Si no pregúntele a Roberto Messuti, que llenó un par de carritos con todo lo que quiso.

«Y nosotros, con las OLP, hemos conseguido centros de bachaqueo que ustedes se quedan locos. Surtidos hasta los teque-teques, como dicen», agregó el jefe de Estado.

Todo parece indicar que «estos profesionales de la especulación» son una industria. Y una industria que está controlando el consumo en el país. Si esto es así, entonces la situación se le fue de las manos, presidente.

De esta manera, Maduro insistió, como ya lo ha hecho hasta el hartazgo, en su tesis de la guerra económica, ese supuesto que se ha convertido en la punta de lanza de su discurso y con el que busca atapuzar  las mentes de los más crédulos, de quienes aún dan crédito a sus palabras.

Segunda perla: el jefe de Estado se fue por las ramas al comentar sobre la expropiación de los galpones de Pepsi Cola, Alimentos Polar y Cargill en La Yaguara. Dijo, dijo y dijo, incluso lo que no venía a cuento con el tema, y al final volvió a caer en su teoría de la guerra económica. Este pareciera ser su salvavidas.

«Debemos hacer un esfuerzo local, regional, para atajar la guerra económica. No solo la producción (…), que efectivamente se puede lograr y se logra, con esfuerzo, con inversión, con asesoría», sostuvo.

¿Qué tiene que ver la expropiación con la guerra económica? ¿No se supone que los terrenos expropiados son para construir un urbanismo de Misión Vivienda?

El presidente continuó: «Pero cuando se logra la producción, ¿a dónde va esa producción de ustedes después? ¿Cae en manos de quién? El sistema de distribución y comercialización de Venezuela está en manos de los capitalistas todavía. De los capitalistas especuladores y parásitos como jamás se había conocido en Venezuela. ¿Y cuál es la forma que nosotros podemos ir liberando a Venezuela, ir liberando cada localidad, cada municipio, cada estado del país de estos capitalistas parásitos que se le pegan aquí, en la yugular, al pueblo para quitarle la sangre? Con el poder popular, con los consejos comunales, con las comunas, con el control local, con los consejos populares de abastecimiento y producción».

Y por ahí se fue, hablando de producción, comercialización y distribución de los bienes necesarios para los ciudadanos.

Tercera perla: una vez más, Maduro se metió con el expresidente colombiano Álvaro Uribe y, al mismo tiempo y como ya se le ha hecho costumbre, cargó contra el presidente de Guyana, David Granger, a quien denominó el «Uribe guyanés». «El Uribe que han colocado en la presidencia de Guyana para provocar un grave conflicto contra Venezuela y toda Venezuela está consciente [de ello]».

¿De verdad? ¿Toda Venezuela está consciente de eso? Al menos en Runrunes no lo estamos. Aquí ya sabemos que al presidente le gusta inventarse enemigos como una manera un tanto desesperada de ganar popularidad.