A Maduro no lo invitaron a celebrar el 4F
A Maduro no lo invitaron a celebrar el 4F

maduro 4F

@AdrianitaN

“¡Viva el 4F, no joda!”, grita a todo pulmón un treintañero vestido con una camisa roja estilo Columbia. Choca su vaso de licor de cocuy con los de sus compañeros. Con la sentencia “el 4F es amor” sella el brindis y suelta una carcajada que retumba en una de las terrazas del Teatro Teresa Carreño.

Una cantora de voz potente entona La maza, de Silvio Rodríguez, iluminada por la luz de una luna redonda, como una arepa. “¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera la maza sin candela”, corean decenas de revolucionarios nostálgicos, combativos, convencidos de que “todavía hay que defender la Revolución”.

Cuelga del techo una bandera tricolor de unos cinco metros de ancho, con su caballo mirando al frente y sus ocho estrellas bien puestas. Hoy, 4 de febrero de 2015, se conmemora el vigésimo tercer aniversario de lo que algunos consideran una intentona golpista y otros una “rebelión”. El nombre que se le da depende de si para el momento estuvieron del lado de los muertos o de la “victoria”.

Aquí todo es alegría, son abrazos y besos, brindis y selfies.

En la cocina al aire libre, un chamo que luce el patriótico brazalete tricolor en su brazo, estira masa de pizza. Un mesero joven y amable, también con su brazalete tricolor, sirve comida y cervezas sobre las mesas de madera robusta con el rostro de Hugo Chávez pintado.

Hoy es un día de celebración. En una esquina del local el arte se rinde a los pies del poder. Un pintor dibuja un retrato multicolor del “Comandante Supremo” en una mesa. Otros ya han plasmado frases que dijo el líder, paisajes que visitó el líder, poses que hizo el líder; aún esperan a que la brisa seque la pintura.

Aquí todo es arte, es sentimiento, son buenas intenciones.

En un parpadeo el bonche se transforma en una nostalgia abrumadora. “Permíteme llorarte hoy, mi comandante, permíteme creer todavía”, suplica una trovadora desde la tarima. La mujer advierte a sus “camaradas”: “un rollo de papel tualé no puede ser más que la Revolución. Un grano de azúcar no puede ser más dulce que abrazar un sueño nacional”.

Llega Pedro Carvajalino, el ancla del programa Zurda Konducta –transmitido por Venezolana de Televisión-, reparte algunos abrazos y besos. Sonríe y vuelve a tomar la postura seria, como quien está siempre alerta ante un posible ataque. “Abrebrecha, compañero, que ya sopla el viento de agua y que hay que espantar el perro antes que se eche la miada”, se escucha de fondo.

Aquí todo es combate, es alerta, es preservación de la Revolución.

Chávez en las mesas, en las paredes, en las bocas, en las risas y en las lágrimas. Es el “legado” de Chávez lo que guía, por lo que se lucha. El nombre de quien fue elegido para estar al frente de la batalla, el presidente Nicolás Maduro, no se escucha en toda la noche. A pesar de que es Chávez quien no está, el gran ausente es Maduro.

Aquí todo es Chávez.

Se acaba la fiesta y, con ella, se esfuma la idea de un país utópico. A las nueve de la noche, el exterior del Teatro Teresa Carreño podría ser fácilmente el set de una película de terror. Las calles están desiertas y contados bombillos iluminan la vía. Quienes regresan a su casa aceleran el paso; saben que afuera la inseguridad es más que una ilusión.