La anunciada salida de las empresas Lukoil de Rusia y Petronas de Malasia de los proyectos de crudo pesado y súper pesado de la Faja del Orinoco podría servir de ejemplo para que otras empresas energéticas internacionales, que mantienen disputas con PDVSA y el Gobierno Nacional, también abandonen a Venezuela.
Esta advertencia, señalada también por la agencia de noticias Reuters hace pocos días es más grave de lo que puede parecer por el hecho que mientras PDVSA sigue prometiendo a las empresas extranjeras un rol importante para aquellas que quieren participar en el desarrollo de la Faja, cuyo subsuelo alberga una de las más grandes reservas de hidrocarburos en el mundo que todavía falta por explotar cabalmente, la petrolera nacional alterna sus invitaciones con amenazas de quitarles las licencias de operadoras o de no permitirles la repatriación de sus inversiones si no se involucran.
Estos altibajos, y repetidos cambios de señas no ayudan en lo absoluto a la causa venezolana y al intento del Gobierno de solventar los problemas económicos del país a través de un retorno a la tan deseada producción de 3 millones de barriles diarios (MBD).
El artículo de la Reuters confirma lo que hemos señalado en muchas ocasiones que además de Lukoil y Petronas, muchas operadoras están hartas de tener que pelear con PDVSA para que ésta no se quede con todo el útil de las exportaciones petroleras en lugar de compartirlas.
Las principales petroleras extranjeras, la Chevron de Estados Unidos e la Repsol de España tienen suficiente poder de aguante y pueden quedar a la espera que el Gobierno le ofrezca un tratamiento mas ecuánime. Sus planes son de mantener abierta su puerta a Venezuela hasta tanto puedan, pero las operadoras menores enfrentan serias dificultades al no contar con un debido flujo de caja y en general todas se quejan que PDVSA no le presta atención a su solicitud de mejorar las condiciones impuestas por el Gobierno.
Luisa Palacios, analista de la Medley Global Advisors de Nueva York, recuerda que además de la competencia entre las diferentes grandes empresas internacionales existe una competencia interna, es decir de un proyecto contra otro proyecto y los que ganan la aprobación de sus juntas directivas son los proyectos que ofrecen mayores garantías.
La semana pasada el Presidente de PDVSA Rafael Ramírez dijo que gracias a las mejoras que se están haciendo para aumentar la capacidad de los oleoductos Venezuela podrá alcanzar una producción de 4 MBD en el 2014, cosa que muy pocos creen, particularmente por el hecho que el mismo Ramírez admite que la logística basada sobre la aceleración de la producción seguramente creará un embotellamiento.
Aunque se den estas proyecciones optimistas las empresas extranjeras viven con el temor de que en cualquier momento PDVSA rompa sus contratos y se adueñe por completo de las instalaciones que ellas mismas están financiando.
Fuentes de Houston señalan como indicativo el hecho que Lukoil, empresa de un país considerado amigo del presente Gobierno, se retire del proyecto del Bloque 6 de Junín que está destinado a producir 450.000 BD donde tenían asegurado una participación del 40 por ciento simplemente alegando que ya no le interesa.
La pregunta es si Rosnef, otra gigantesca empresa Rusa que podría reemplazar a Lukoil, está dispuesta a jugársela en Venezuela bajo las actuales dudosas condiciones donde PDVSA quiere que las operadoras extranjeras operen como subalternas estrictamente bajo su mando y tienen que enfrentar problemas de falta de infraestructura, retraso en los pagos, dudas sobre los impuestos que le van a tener que pagar y en un sistema que en general es considerado como autocrático.
Estas han sido las razones indicadas por ejecutivos de Petronas al abandonar el proyecto del campo de la Faja identificado como Carabobo donde tenía el 11 por ciento de participación y donde planeaba invertir unos 20 millardos
(billones) de dólares en los próximos 25 años.
Para el futuro Ramírez ha aparentemente asegurado un mejor tratamiento para las empresas que operarán en la Faja pero a raíz de lo ocurrido con los Rusos en el proyecto Petromiranda y con la ENI de Italia y Petrovietnam en otros bloques de Junín cuyos ingresos aterrizaron exclusivamente en los cofres de PDVSA queda la duda de que el superministro de la economía cumpla su promesa.