Mientras más grandes son, más duro se caen por Francisco J. Quevedo
Mientras más grandes son, más duro se caen por Francisco J. Quevedo

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Un titular de prensa reciente precisaba que el “Gobierno incrementó gasto público y cerrará el año en 47,9% del PIB”. El Estado venezolano representa ya casi la mitad de la economía, eso sin contar la producción petrolera que este controla, lo cual quiere decir que el sector privado que todavía es el principal generador de empleo y trabajo, para considerar al sector informal también, se ha achicado y quizás apenas supere en la actualidad un tercio de la actividad económica.

Un estudio del Banco Central Europeo demostró que el sobre-dimensionamiento del Estado es contraproducente al crecimiento económico, particularmente “cuando conlleva a la monopolización en la asignación y distribución de recursos, y a la concentración de las decisiones más importantes para la economía…” (ver “Economic Performance and Government Size”, por Antonio Alfonso, de la Universidad de Lisboa, y Joao Tovar Jalles, de la Universidad de Aberdeen, 2011). La investigación que abarcó la calidad y cantidad de la intervención estatal en 108 países del mundo, también demostró que la fortaleza de las instituciones incide favorablemente en el crecimiento del PIB, mientras que el gasto de consumo del Gobierno hace lo contrario, lo perjudica. Es decir, mientras más grande el Estado, menor será el desarrollo, y si las instituciones flaquean en paralelo a un torrente fiscal dispendioso, será tantas veces peor. Más aún, el análisis concluye que “los efectos perniciosos del tamaño del Estado en el PIB son más graves en los niveles inferiores de libertades civiles y derechos políticos…”

Un análisis del Banco Mundial de 2012 ratifica los resultados del estudio anterior y destaca que “la reducción del crecimiento económico es comúnmente desatada por la redistribución de la riqueza del sector privado al sector público…” corroborando a la vez que mientras más gente dependa en sueldos y beneficios del Estado, mayor será la demanda política sobre los programas sociales y peor será la carga sobre el sector productivo que ser irá achicando progresivamente. ¡Más claro no canta un gallo!

Sin menospreciar el rol del Estado en países donde funciona, en lo que refiere a la promoción de instituciones democráticas sólidas, a la vigilancia y defensa del territorio y al logro de un estándar de vida mínimo, todo gobierno es –por naturaleza– improductivo, más cuando se financia con la emisión de dinero inorgánico que por definición proviene de la nada; es un complejo burocrático diseñado para brindar servicios que poco valor agregan al PIB, donde impera el gasto sobre la inversión, y donde la burocracia es la que manda. En Venezuela, particularmente, el torrente petrolero se combina con la orientación ideológica del Gobierno para promover misiones sociales, amén de una corrupción insaciable, que agregan un dispendio politizado que solo sirve para promover una sociedad parasitaria. Lamentablemente, pareciera que los estudios del Banco Central Europeo y del Banco Mundial hablaran de nosotros.

Si queremos comparar la carga del Estado en el PIB de diferentes países, consideremos la vecina Colombia, donde el gasto público representa 28,9% de una economía que reporta un crecimiento sobre + 4,2%, o Panamá, donde el Gobierno significa 26,6% del producto interno bruto que crece sobre + 7,5% anual, y contemplemos a Venezuela con un Estado omnipresente, del 47,9%, y una recesión que se estima en – 4,3% ante el ocultamiento de cifras oficiales y una crisis más que evidente. Casualmente, la madre patria, España, le inyecta 45,2% a su economía que cae – 1,3% según estiman para 2014. ¿Así es suficiente, o se necesitan más pruebas?

“Mientras más grandes son, más duro se caen” dicen los leñadores al referirse a los árboles gigantes. La premisa se exportó al boxeo, donde hemos visto figuras aparentemente invencibles como George Foreman o Mike Tyson caer de manera estrepitosa. Y nótese que estas estrellas demostraron ser muy capaces y eficaces, hasta que besaron la lona. Ahora, bien, como no hay nada más peligroso que un ignorante con iniciativa y poder, la frase resulta lapidaria para un Estado omnipotente pero inepto que viene pasando aceite desde hace tres años, por lo menos, cuando su crisis hizo metástasis. Este pareciera que mientras más grande, más torpe. Omnipresente e impotente. Es cuestión de cantidad y calidad. Aquí sobra de lo malo, pero falta de lo bueno.

@qppasociados