Cuando se siembra una semilla en Venezuela y germina en el exterior - Runrun
Cuando se siembra una semilla en Venezuela y germina en el exterior

Cuatro venezolanos nacidos en el interior del país, cuatro historias de emigrantes, cuatro rumbos distintos. Fernando de Valencia, Melecio de Maracay, Cristina de Barquisimeto y Gustavo de Coro no salieron caminando por una frontera, no huyeron ante la impotencia de sortear la escasez de alimentos y medicamentos, ni emigraron con el bolsillo vacío y sin planificación alguna. Tampoco llegaron a sus respectivos destinos a limpiar pocetas, labor que el presidente Nicolás Maduro le ha endosado con intención despectiva a algunos venezolanos que han salido por tierra, mar y aire. Sus casos responden a un talento que ahora lo explotan en el extranjero. Son profesionales que están siendo aprovechados por empresas e instituciones foráneas. Seres con destrezas que quizás sean irrecuperables para el aparato productivo de la nación. Personas formadas en universidades y academias venezolanas a quienes les encantaría decantar sus habilidades en la tierra de Bolívar, pero que encontraron afuera una realidad más acorde a sus aspiraciones.

Momentos en los que el gobierno emprende una campaña llamada #VuelveALaPatria con decenas de venezolanos provenientes de América Latina retornando a Maiquetia a bordo de aviones pagados por el Estado, un estudio de Meganálisis elaborado entre el 5 y 10 de septiembre de este año arrojó que 20,5% de una muestra de 1.100 personas encuestadas se irían del país si Maduro continúa en el poder.

De ese porcentaje de 20,5, un 52,3% no sabe cuando podría partir, 17,8% entre abril y junio de 2019, 14,7% antes de abril del año entrante, 14% previo a diciembre de 2018 y un 1,1% en los venideros días.

También de ese 20,5%, un 30,3% sostuvo que se iría a Colombia, 18,8% todavía no sabe, 12,4% emigraría a Perú, 9,8% a Ecuador, 6,7% a Chile, 4,5% a Argentina, 4,4% a Europa, 3,3% a los Estados Unidos, 2,5% a Brasil, 2,2% a México y 5% al resto de los paises de America Latina.

Aunque en la actualidad no se manejan cifras oficiales, Tomás Páez, director del Observatorio de la Diáspora Venezolana estima que al menos 3 millones han huido de la crisis. El Informe de Tendencias Migratorias de América del Sur elaborado por la Oficina Internacional de Migraciones de la ONU en febrero de 2018 señala que la migración venezolana en 2017 representó entre un 4,7% y 5,4% de la población del país, superior al 2,3% de 2015.

Por su parte, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) correspondiente a 2017, reveló que 8% de los hogares venezolanos ha reportado al menos un emigrante en los últimos cinco años.

“La mayoría de los emigrantes tiene un nivel académico, al menos educación media. Lo que significa pérdida del capital intelectual humano y fuerza laboral”, dijo la socióloga Claudia Vargas en el foro “De cuna de oportunidades a país de emigrantes”, efectuado en la Universidad Central de Venezuela en abril de este año.

Fernando Ramos – Voleibolista (Chile): “Hasta hace poco éramos potencia deportiva”

Fernando Ramos no quería emigrar de Venezuela. Pero en 2014 una propuesta proveniente del exterior le hizo cambiar de parecer. Al voleibolista de playa la idea de mudarse de país le venía dando vueltas en la cabeza en vista de la devastación económica y social que veía en su entorno. “Ya en ese momento la situación se estaba poniendo un poco mal, mi hijo venía en camino y quería darle un mejor futuro, hablé con mi familia y mi esposa, me apoyaron al 100%”.

Un directivo de la federación de voleibol en Ecuador le contactó porque necesitaban a un entrenador para las categorías menores. Allá estuvo dos años hasta que un terremoto de 7,8 grados en abril de 2016 le hizo abandonar abruptamente la ciudad de Portoviejo en la provincia de Manabí, precisamente uno de los epicentros del movimiento telúrico.

“El centro de la ciudad prácticamente quedó devastado, para nosotros que no estamos acostumbrados a eso fue fuerte. Salimos casi de emergencia y por seguridad”.

El valenciano de 35 años estaba decidido a seguir en el extranjero y emprendió viaje a Chile con esposa e hijo. En Santiago había dejado una estela de contactos producto de sus visitas como atleta. “No podíamos volver a Venezuela, porque la situación allá no está fácil”.

El carabobeño comenzó a entrenar atletas y a la par seguía dando mates y voleas sobre la arena. Estuvo activo en competencia hasta abril del año pasado cuando representó a Venezuela en el Suramericano de Voleibol de Playa, efectuado casualmente en Chile, su nuevo hogar.

“Empecé a trabajar con las selecciones femeninas de menores y mayores. Un técnico brasileño no siguió y tuve que asumir también las masculinas. Por fortuna llegó recientemente un nuevo entrenador y ahora estamos menos atareados”.

“Este país (Chile) me acogió después de lo que pasó en Ecuador”, enfatizó.

Ramos confesó que haber representado a Venezuela en distintas competencias internacionales le hace más llevadero el hecho de viajar y adaptarse a nuevas situaciones. “A mi esposa no le afectó mucho, ella también fue atleta de alto rendimiento. En este trabajo uno cambia de país constantemente, ella comprende este tipo de situación, a Chile se ha adaptado muy bien”.

Mauro Hernández, encargado de las selecciones nacionales de voleibol de playa en la actualidad, dijo que el deporte de los mates y voleas ha sufrido un éxodo de entrenadores en los últimos dos años. “Ramos (Fernando) está en Chile, Leonardo Ojeda se fue a Ecuador, Luis Campos a Estados Unidos y yo estuve en Lorca, España, pero regresé para encargarme de los combinados”.

Hernández aseveró que el desmantelamiento también es de atletas. “La dupla de voleibol femenino está separada, Gabriela Brito está en Chile y Norisbeth Agudo en Bolivia, al igual que Carlos Rangel. Muchos deportistas, algunos compañeros míos y otros a los que entrené están fuera de Venezuela por esta situación que atravesamos”.

Un vocero vinculado a la Federación Venezolana de Voleibol que prefirió no identificarse calcula que alrededor de 50 personas se han marchado entre atletas y entrenadores. “Como le dices tu a un atleta que no se vaya”, se cuestionó. “No hay recursos para practicar, el Centro de Entrenamiento de Voleibol de Playa en Valencia está casi cerrado. Siendo un país con tradición olímpica, Venezuela viaja a competencias internacionales sin entrenadores, trainers ni preparadores físicos, de broma van los atletas”.

Fernando Ramos no descarta que en un futuro, un importante número de deportistas venezolanos pasen a formar parte de otras selecciones en el extranjero. “Muchos atletas hacen vida afuera, si al país donde están le es viable, va a hacer lo posible por nacionalizarlos. El atleta venezolano es bien visto a nivel internacional. Venezuela hasta hace poco era una gran potencia deportiva”.

El valenciano no descarta regresar a Venezuela y sueña con entrenar a promesas criollas. “Es lo ideal porque se como se trabaja allá, me gustaría aplicar en Venezuela  toda esa experiencia que estoy obteniendo. El tiempo decidirá. Hoy estoy aquí, pero no se si mañana estaré en otro lado”.

Melecio Ponte – Desarrollador de software (Alemania): “No me gusta pensar que nos fuimos escapando”

De su círculo de amistades y ex compañeros de estudio de la Universidad Simón Bolívar, Melecio Ponte fue uno de los últimos en emigrar de Venezuela. “Todas las personas cercanas se estaban yendo, no me gusta pensar que nos tardamos en irnos, como si todo el mundo se tuviese que ir”, dijo el ingeniero en computación nacido en Maracay.

El aragüeño de 29 años salió por el aeropuerto internacional de Maiquetia hacia Alemania apenas en junio de este año. Amazon, la mega empresa estadounidense de comercio electrónico y servicios de computación, le contactó por Linkedin y ofreció una vacante en Berlín como desarrollador de software.

“Fue un proceso, la última entrevista que me hicieron fue en Colombia. Ellos (Amazon) me ofrecieron Alemania y me pareció bien”.

A Melecio, como a todo ingeniero joven le urgía un reto, un desafío que le obligase a madurar profesionalmente. Venía de laborar en Caracas en una empresa de software. “Esta es una oportunidad de crecimiento única. Lamentablemente no existe una empresa similar en Venezuela y no va a existir por ahora. Me impulsa que este mercado es grande, siento que estoy en una etapa de aprendizaje que me gustaría que fuese en Venezuela, pero eso no se percibe probable actualmente”.

Ponte nunca tuvo el anhelo de mudarse definitivamente de Venezuela, pero lentamente fue asimilando que las deterioradas condiciones de vida más su techo profesional le harían comprar un boleto al extranjero solo de ida.

“Queríamos maximizar nuestras oportunidades. Siempre pensé en irme con la intención de tener un aprendizaje y volver. Éramos una familia de recursos limitados y nunca viajé al exterior de niño, mi primer viaje lo hice a los 21 años y pagado con mi trabajo de arreglar computadoras”.

Melecio contrajo matrimonio el año pasado con Fabiana Díaz, una psicóloga graduada en la Universidad Central de Venezuela. Asegura que una porción de los invitados a las nupcias ya no están en el país. “Nos casamos con 120 invitados y si nos hubiésemos casado hoy en día, hubiesen sido como 80”.

Se considera bendecido por arribar con empleo a un nueva nación. “Alemania es un país que ofrece muchas facilidades a las personas que vienen con trabajo, siempre me planteé que si emigraba no iba ser apurado, sino con una planificación”.

El investigador Manuel Silva Ferrer estima que en Alemania hacen vida entre 20 y 30 mil venezolanos, pero según datos de la Oficina Federal de Migración y Refugiados y la Oficina Federal de Estadística hasta 2017 habían 2980 venezolanos, cifra que solo contempla a quienes solicitaron asilo político, son naturalizados o poseen doble nacionalidad.

Asegura que hacia el final de su estadía en Caracas, la inseguridad, escasez de alimentos y medicamentos y el colapso de la infraestructura de servicios, le impulsó a tomar en serio la búsqueda de una salida.

“No me gusta pensar que nos fuimos escapando. Yo veía que 9 de cada 10 de mis compañeros se iban del país. Es triste, pero ahora es más fácil decir que no vuelvo más nunca”.

Para Ponte, la situación de la Universidad Simón Bolívar, su alma mater, es dolorosa.

“No es nada más en la USB que hay un éxodo grande de alumnos y profesores. No sé como realmente siguen y siento una admiración profunda por ellos, es una situación insostenible”.

Según un estudio llevado a cabo por la Dirección de Admisiones de la USB entre enero y marzo de 2018, entre las principales causas de deserción en esa casa de estudios se encuentran: Emigración (34%), continuar estudios en universidades del exterior (33%), mudanza al sector laboral (16%) y precarias condiciones socioeconómicas (15%).

El análisis revela que 22% de los alumnos no se inscribieron para 2017 y se espera por las cifras oficiales en 2018.

Aunado a la diáspora estudiantil, el rector de la USB, Enrique Planchart, declaró recientemente que el alumnado no resiste la exigencia académica. Recordó que desde hace un par de años, el Tribunal Supremo de Justicia prohibió los exámenes de admisión en las universidades públicas autónomas y la asignación del número de estudiantes corresponde a la Oficina de Planificación del Sector Universitario (Opsu).

“De los estudiantes que ingresaron el año pasado no queda ni la mitad. No aguantan. Son personas que no vieron matemáticas, química ni física en bachillerato ¿Cómo pueden estudiar ingeniería así? Eso es inaudito”, expuso.

Ponte señaló que desde 2015 existe un programa llamado “Un Café por la USB”, cuyo propósito es recolectar fondos para ayudar a la universidad.

“Aquí en Berlín lo hemos hecho, la idea es reunirse en un café cada cierto tiempo y lo que gastes en un café lo dones para la universidad”

Ponte sostuvo que en una Venezuela ideal y próspera le encantaría dar clases en la Universidad Simón Bolívar.

“Si las condiciones cambiasen me encantaría regresar a Venezuela, de hecho me inquieta la posibilidad de no poder volver, porque si se da un cambio la necesidad de reconstruir va a ser inmensa y en ese sentido los ingenieros tenemos mucho que ver”.

Melecio no cree en un cambio radical de un día para otro. Considera que la reconstrucción es un proceso lento. “Creo más en las pequeñas victorias, en gente que está allá trabajando a pesar de las adversidades, que luchan y se esfuerzan a diario. Si tu miras al país, hay gente que está aprendiendo cómo sobrellevar la crisis, todas estas cosas van a rendir su fruto en un futuro”.

Cristina Reni – Periodista (Italia): “Vivo fuera, pero tengo muy claro lo que pasa en Venezuela”

Pese a que escribía sobre literatura en la revista El Librero, Cristina Reni siempre estuvo enganchada con el tema culinario. La predilección por la gastronomía es una herencia. En su Barquisimeto natal, la cocina era el lugar predilecto de la familia.

Graduada de periodista en la Universidad Catolica Andres Bello y con una tesis precisamente sobre la gastronomía en el estado Lara, Cristina cruzó el océano en busca de una vida suculenta y productiva.

Fue hace casi un lustro, cuando la hecatombe hiperinflacionaria y de escasez estaba gestándose en Venezuela que tomó la decisión de emigrar a la tierra de su abuelo: Italia. Aprender a hablar italiano y seguir estudiando eran dos de sus prioridades en el viejo continente.

“Empecé trabajando en una empresa de catering e hice un master en la historia de la alimentación”, dijo la periodista de 29 años.

Fue su tutora de tesis en la UCAB, Sasha Correa, quien le presentó a quien se convertiría en su jefe en la actualidad. Correa se ha desempeñado como periodista gastronómica, estuvo en Italia, México y actualmente vive en España.

El primer encuentro con el chef Massimo Bottura fue la llave que abrió la puerta hacia un mundo de posibilidades. De ahí en adelante, para Cristina todo fue ganancia.

Bottura es el propietario del restaurante Osteria Francescana, con sede en la ciudad de Modena. El lugar tiene tres Estrellas Michellin y fue considerado el mejor restaurante del mundo en el ranking The Worlds 50 Best Restaurants Awards en 2016.

“Me dijo que tenía un proyecto interesante en Milán y que probase por seis meses a ver si encajaba”.

Dicho proyecto interesante era el Refettorio, un comedor social para personas sin hogar, que funciona como centro comunitario.

La idea de Bottura era alimentar a los necesitados con los excedentes de su lujoso emporio gastronómico.

“Soy manager de proyecto, cordino esta organización sin fines de lucros que pertenece a Massino y a su esposa. Me ocupo de trabajar con gente alrededor del mundo que quieran abrir Refettorios de manera de construir puentes en sociedades donde hay mucha polarización”.

Cristina comenzó atendiendo al público en uno de los restaurantes de Bottura y poco a poco fue escalando en la empresa hasta ser una especie de gerente de los Refettorios.

Reffetorio es una palabra que viene de latin reficĕre, que significa restaurar. Era el lugar donde los monjes comían y posteriormente leían la Biblia.

“Hasta ahora tenemos seis, uno en Milán, otro en Modena, Bologna, Londres, París y Río de Janeiro. Hay muchas necesidades en Europa, especialmente con el tema de los refugiados”.

Reni explica que excedentes no significa sobras de comida. “Es la comida que no se usa en el restaurante. Cuando trabajas con excedentes de comida hay mucho prejuicio, uno puede comerse todo lo del animal siempre y cuando este bien cocinado. Es absurdo que aquí boten la comida, es aprovechar al máximo. Los recursos se deberían manejar mejor. El tema del hambre no es producir más, sino gerenciar mejor lo que tenemos”.

Cuando habla de hambre en el mundo, Cristina por supuesto piensa en Venezuela. No descarta que un futuro abran un Reffetorio en su país natal. Por ahora no lo considera viable. “Como organización no estamos preparados para eso, carecemos de la logística para hacerlo, además está el tema de los requisitos legales y la seguridad. Conozco muy bien lo que está pasando en Venezuela. Creo que hay otras organizaciones que están haciendo una labor increíble como Barriga Llena, Corazón Contento, la idea es sumar esfuerzos. Me gustaría pensar que en el futuro es posible”.

Desde que vive en Italia, Cristina viene cada año a visitar a su familia en Barquisimeto. A la par pasa buen tiempo montada en un avión, visitando proyectos similares en el mundo entero. Se considera una persona afortunada que ha sabido aprovechar las oportunidades.

“Los restaurantes son lugares que hacen felices a las personas. La comida es el gran conector de muchas cosas, es la identidad de un país, me parece una plataforma muy válida para mostrar los distintos problemas de una sociedad”.

Gustavo Lugo – músico (Marruecos): “Tuve las maletas en la sala por tres meses”

Gustavo Lugo nació y fue criado en Coro en medio de un ambiente musical. Su padre, ya fallecido, perteneció a la banda del estado “Mariscal Juan Crisóstomo Falcón” y su madre cantaba en coros. Desde pequeño tuvo influencias de melodías clásicas, jazz y salsa. En su familia cuenta al menos diez músicos, entre primos y tíos. Estudió clarinete en la escuela de música “Elías David Curiel” y posteriormente se inclinó por el saxofón. Desde ese entonces hasta el día de hoy no ha soltado el saxo, es su fiel acompañante y el que le da de comer.

Con una carrera transitada por la Orquesta Sinfónica de Falcón, la Billos Coro Boys y las banda de música bailable “La nueva fuerza del merengue”, además de una licenciatura en música obtenida en el Instituto Universitario de Estudios Musicales, ahora Unearte, Gustavo estaba decidido a emprender camino internacional.

“Se me ocurrió irme de Venezuela desde hace tiempo, estaba buscando principalmente hacia Colombia. Un amigo de Maracay me llamó y me dijo que estaban buscando a un saxofonista en Marruecos, me comuniqué con una persona vía WhatsApp, envié unos videos, le gustó y acordamos, eso fue por el 2014”.

“Me contactó la gente del resort Palmeraie Golf Palace en Marrakech, un complejo grande donde hay un restaurante que se llama Fuego Latino, ellos necesitaban un saxofonista y a través de Alejandro “Nene” Pérez, un músico que tocó con Ricardo Montaner y ahora está con los hermanos Primera, pude audicionar. Allí estuve un año tocando seis días a la semana”.

Lugo confesó que entre haber sido aceptado en un nuevo trabajo a miles de kilómetros de distancia y coger un avión, pasaron cinco meses.

La fecha inicial de partida era febrero de 2014, época de protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, manifestaciones que cobraron la vida de 44 personas.

“Hice todas mis maletas y las coloqué en la sala de mi casa, el viaje se suspendió y esas maletas estuvieron allí como tres meses, sacaba lo que tenía que sacar y me vestía en la sala, confieso que no era por pereza”, dijo Lugo.

A Lugo no le iba mal en Venezuela hace cuatro años. Tocaba en fiestas, impartía clases, y seguía con su actividad académica. Era un hombre dedicado a la música las 24 horas del día. “Cuando salí de Venezuela, el país era más o menos vivible, ahora todo es muy cuesta arriba. Aquí llegué el 1ero de agosto de 2014 y desde entonces no he parado, ya no estoy en el resort, ahora trabajo por mi cuenta y me va mejor. Estoy integrando un proyecto de música cubana. El mercado acá es muy amplio, aquí hay gente que habla castellano por la cercanía con España. El marroquí parece latino en su fisonomía”.

Lugo ahora vive entre Marrakech y Casablanca, la ciudad más grande de Marruecos y capital administrativa.

“Marruecos posee una cultura totalmente distinta, siempre estoy en eso de comparar cosas que tenía allá y lo que hay aquí, a veces desechamos cosas que aquí aprovechan, detalles que hacen a una sociedad mejor”.

Para ganarse la vida, Gustavo ha tenido que expandir sus fronteras musicales.

“Una experiencia nueva para mí ha sido trabajar con música house. Hago Deep House, toco con DJs, con cuartetos y tríos. Ejecuto saxofón, clarinete y hasta flauta con backing tracks”.

Si bien no cuenta con su familia, Gustavo ha conseguido refugio en los venezolanos que están en Marruecos. “Aquí la migración de venezolanos es mínima comparada con otros países, pero si se siente. La mayoría son profesionales y vienen a trabajar duro. De América Latina después de nosotros están los chilenos, brasileños, peruanos, mexicanos y colombianos”.

Asegura que los músicos venezolanos son los más contratados. “El músico venezolano es todero, versátil y se adapta a diferentes situaciones, no así el de otro lado. Los mariachis que hay aquí están integrados básicamente por venezolanos”.

Desde que llegó a Marruecos y se identifica como venezolano, el interrogatorio político es un requisito obligado en la agenda de Gustavo, especialmente en la frontera con Argelia, país aliado del gobierno de Nicolás Maduro.

“Desde que llegué me hablan mucho de Chávez y a veces confieso debo seguirles la corriente, pero hasta ellos incluso saben que Maduro no lo está haciendo bien”.

Lugo reconoce que el movimiento musical en Venezuela se ha visto afectado por la diáspora, pero considera que en un futuro y con circunstancias apropiadas una considerable cantidad de talentos regresarán.

“Especialmente los que han emigrado a América Latina y el Caribe, porque aunque parezca increíble, el movimiento musical venezolano con todo y lo disminuido que está, es mayor al de esos lados”.

Uno de sus anhelos es volver a Venezuela a trabajar y vivir dignamente. Al lado de sus afectos.

“Me gustaría regresar y continuar trabajando allá, venir a Marruecos solo por temporadas o instalarme en Colombia, Aruba o Perú”.

Madre y hermanos de Lugo siguen viviendo en Coro. Su esposa e hijos se fueron a Ecuador, mientras fraguan un plan de reencuentro familiar permanente.

“Mis dos hijos, uno de 19 y otro de 15 son pianistas…me ha pegado mucho no estar con ellos y también con mis amigos”.

“Yo me veo en Venezuela viviendo por el resto de mi vida. Hay que reconstruir el país, pero no va ser tan rápido”.