Editorial de El Espectador: Diálogo amplio en Venezuela - Runrun

 Dialogo abierto

Podrá sonar extraño, pero mientras en Venezuela se profundiza la crisis con más muertos en las protestas y no se ve salida distinta a un verdadero diálogo entre todas las partes, el gobierno de Nicolás Maduro impone sus mayorías a nivel regional.

En la OEA, en dos ocasiones recientes, y algo similar con respecto a Unasur y Celac, donde se mueve a sus anchas gracias a los petrodólares. En estas circunstancias, ¿hacia dónde se inclina el nuevo eje de poder regional?

El que la diputada opositora María Corina Machado no hubiera podido hablar ante la OEA gracias a las argucias diplomáticas de Caracas es una buena prueba de ello. Es curioso ver cómo el discurso de Venezuela varió en pocos días. Primero al señalar su desconfianza con la organización por ser el “centro del imperialismo hemisférico” y luego al aplicar a su favor la aplanadora de 22 votos. El embajador de dicho país, Roy Chaderton, dijo que esta era “una ratificación de que la mayoría de países (de la OEA) apoyan la democracia, y Estados Unidos y Canadá a los golpistas”. Así es que decirles a los países del Caribe, que se benefician del petróleo venezolano a precios subsidiados, que voten a favor de lo que señale Caracas, es un apoyo a la democracia. Vea pues.

De otro lado, una misión de cancilleres de Unasur visitó Venezuela martes y miércoles para conocer de primera mano la grave situación que se vive en el país. El Gobierno quiso amarrar la agenda a sus propios intereses, es decir, que se avalara el diálogo impulsado por Maduro con algunos sectores, entre ellos empresarios y la Iglesia, pero del cual se autoexcluyeron la oposición, representada por la Mesa de Unidad Democrática, MUD, y los estudiantes. La razón esgrimida es que el diálogo no puede hacerse desde la base de la descalificación del contrario como terrorista, en medio de la brutal represión policial y de civiles chavistas armados, con muertos, heridos y desaparecidos, y con unas reglas de juego consensuadas y no impuestas. No les falta razón.

Por este motivo resultó muy importante que la canciller colombiana, María Ángela Holguín, y su colega paraguayo, Eladio Loizaga, hubieran presionado para que dentro de la agenda se incluyera el diálogo con todos los sectores, incluidos la MUD, los estudiantes y ONG de Derechos Humanos. Lo lograron. De esta manera las cosas no le salieron a Maduro como quería, es decir, una visita hecha a la medida de su gobierno. Los cancilleres hicieron unas recomendaciones directamente con Maduro, quien terminó aceptando la creación de un Consejo Nacional de Derechos Humanos conformado por varios sectores. Ya veremos.

La llegada de los cancilleres estuvo precedida, sin embargo, de ciertos anuncios de un gobierno que se sume en el autoritarismo. En primer lugar, la detención de tres generales activos por supuestamente estar detrás de un golpe de Estado. Uno más de los cerca de 30 intentos de golpe denunciados por Nicolás Maduro en el escaso tiempo que lleva en el poder. Ninguno de los cuales, valga decir, ha tenido repercusión luego de sus anuncios mediáticos: sin pruebas, ni responsables. Sólo bochinche.

De otro lado, además de la detención y sanción de dos alcaldes de oposición ordenadas por el presidente, pues se negaron a reprimir a los manifestantes, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, decidió aplicar justicia por propia mano y, alegando hechos vinculados con su visita a la OEA, le quitó a la diputada Machado su curul en la Asamblea Nacional. Así de sencillo. Sin llevar el caso a los tribunales competentes y esperar una decisión judicial. Lo que demuestra el tipo de garantías procesales de las cuales gozan los opositores al régimen.

Así las cosas, no está de más preguntarse si ese indeseable “imperialismo” que durante tantos años ejerció Estados Unidos en el continente, y del cual la OEA fue caja de resonancia, es ahora ejercido por un Gobierno que doblega voluntades amparándose en el poder de su chequera. Podrán llamarlo solidaridad, hermandad, pero al final del día es la misma estrategia de torcida de brazo que antes aplicaban otros.

El Espectador