La disuasión es una estrategia militar en la que un actor, normalmente un Estado, intenta evitar que se concrete la acción de otro agente, típicamente también otro Estado, por medio de la aplicación de un castigo mortal en el caso que dicha acción sea llevada a cabo.
La disuasión es, en esencia, la amenaza de utilizar la fuerza o poder militar en respuesta a un comportamiento específico. Mientras que la disuasión es una estrategia inherentemente defensiva esta no implica la defensa, es decir, la parte que disuade no trata de protegerse activamente o intenta evitar que su oponente ejecute la acción, sino que amenaza con el uso de la violencia para convencerlo de que no actúe en primer lugar.
La disuasión consta de tres componentes, a veces conocidos como las “3C”, ya que se basa en tres ingredientes, cuyas palabras comienzan con esa letra: capacidad, comunicación y credibilidad. La amenaza de disuasión debe contener estos tres elementos para que sea exitosa. La capacidad se refiere a si el actor que aplica la amenaza de disuasión es capaz o cuenta con los recursos para ejecutar cabalmente la amenaza que ha proferido. Es decir, este elemento está directamente relacionado con su poder militar. Así, la habilidad de disuadir depende en un buen grado del poder del actor. En segundo lugar, para que la disuasión sea efectiva, un Estado debe comunicar claramente su amenaza. Por lo tanto, la comunicación es un elemento esencial en el empleo de esta estrategia, ya que el Estado siendo amenazado debe conocer con certeza cuales serían las consecuencias que tendrían el llevar adelante la acción que se pretende disuadir. La última “C” es la credibilidad, la disuasión es, en un sentido, la una acción irracional, ya que la amenaza se materializa sólo en el caso que el otro actor lleve adelante la acción, esto es, después que la violación ocurra, por lo tanto algunas veces no necesariamente tiene sentido que se ejecute la acción ofensiva. La credibilidad, por tanto, tiene que ver como el actor que se intenta disuadir evalúa la posibilidad de que el Estado amenazante la ejecute. Esto es aun más importante en lo que se denomina “disuasión extendida”, que es aquella en la que el actor amenazante no protege sus propios activos sino los de una tercera parte.
Después de haber señalado, esperamos que con suficiente claridad, el marco conceptual que subyace en la estrategia de disuasión, puede observarse fácilmente que en el caso de la crisis por el posible desarrollo de armas atómicas por parte de Irán, la Administración Obama, no ha llevado a cabo esta estrategia de disuasión , a pesar que muchos de sus voceros se refieren constantemente a ella.
El gobierno iraní no ha sido suficientemente informado, ni mucho menos amenazado, sobre qué consecuencias específicas habría para su nación en el caso de llegar a desarrollar armas atómicas. Más bien, por algunas declaraciones del propio Obama, pareciera que la Casa Blanca apunta más hacia una estrategia de acción o guerra preventiva, en donde no permitiría que la posible amenaza – esto es la construcción de armamento nuclear por Teherán- se materializara.
Amanecerá y veremos.
Por: Leopoldo E. Colmenares G.
Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad.
Universidad “Simón Bolívar”