China y los aspirantes a potencias mundiales por Omar Hernández - Runrun

En las relaciones internacionales y la diplomacia mundial, suele haber cierto grupo de países cuyos elementos de potencial de poder les dotan de un aura particular y les convierten en focos de atención y referencia. Son las llamadas tradicionalmente, «potencias».

Hay países cuya política exterior no se plantea como fin permanente exclusivo o derivado, erigirse cual monolitos en actores hegemónicos de la dinámica mundial. Pero en otros, el objetivo fundamental es precisamente ese, ser polos de poder a cualquier nivel o escala.

Ello durante varias décadas se circunscribió a los protagonistas de la antítesis Oeste-Este (Estados Unidos y la Unión Soviética respectivamente). Hoy, la multipolaridad no es algo doctrinal o punto álgido de debate académico sino un hecho cierto y comprobable. Hay un afán de reconocimiento indiscutible; un deseo de crear mini-imperios a escala regional. Y para graficar hay varios casos: Alemania en la Unión Europea, que parece decidir más y tener más influencia que los propios órganos comunitarios, y que se permite regañar a sus vecinos, dictarles pautas y dirigir el accionar del viejo continente en una aciaga coyuntura de debacle.

Otro ejemplo, Brasil, que aunque considerado como un «hermano latinoamericano» a efectos de cuidar las formas, su pragmática diplomacia y el auto-definirse como centro del desarrollo y comercio subhemisférico, le generan no demasiadas simpatías y sí, mucho recelo -aunque disimulado- de sus pares cercanos.

Y la lista sigue: India, Australia, Japón… Curioso que todos ellos desean algo muchas veces propuesto y aún más veces pospuesto: la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No para hacerle un ente multilateral más democrático y eficiente en aras de la preservación de la paz y seguridad internacionales, sino para tener ellos también, un puesto como miembros permanentes. Y es que el ocupar tan exclusiva silla en teoría legitima su autoridad como «mini potencias» o «potencias alternativas», y lleva consigo una importante y nada desdeñable carga simbólica.

En ese escenario o pléyade de potencias-wannabe, la China continental -consolidada ya como potencia-, comunista en lo político e hipercapitalista en lo económico, mueve su tablero global con las piezas que se dejan mover, sin saberlo. Lo que otrora fue sólo una agresiva penetración de mercados y medidas de acaparamiento de las finanzas internacionales, hoy se complementa además con una estrategia evidente de captación de «socios», algunos de los cuales compran la idea china de altermundialismo o peor, las doctrinas sepultados en el mismo Beijing, del viejo y obsoleto Mao.

Lo visto este Jueves con la firma de nuevos acuerdos entre nuestro país y la China comunista (por cierto, erróneamente referida como «República de China» varias veces en el generador de caracteres que pudo verse en la cadena de televisión), es una muestra muy palpable de lo aquí expuesto.

Digno de destacar que en tiempos donde el idealismo Wilsoniano se manifiesta en ocasiones en la protección de los derechos humanos y la lucha contra el cambio climático que emprenden en solitario algunos países, paralelamente, aspirantes a dominar el mundo nos recuerdan el realismo político llevado al paroxismo.

La multipolaridad es entonces el mismo esquema bipolar, ampliado y con nuevos protagonistas, sin la amenaza nuclear de por medio. Es necesario pues no confundir multipolaridad con multilateralismo. No es igual hablar de polos de poder que hablar de mecanismos integradores y organizaciones internacionales. Esos polos de poder -y Venezuela siempre ha querido y de hecho se ve a sí misma como uno, al menos en el contexto caribeño y andino-, con bastante frecuencia quisieran prescindir de tales mecanismos y organizaciones, que no les dejan concretar del todo sus aspiraciones.

Omar Hernández

@omarhUN