La austeridad del Papa Francisco es otra revolución vaticana - Runrun

La nota de hoy en el diario La Nación de Buenos Aires -que como todos los medios de este país se han volcado a cubrir las 24 horas del día la actuación de su paisano elevado a Sumo Pontífice- firmada por la periodista Elizabeth Piqué da cuenta de lo que ha significado para el Vaticano la austeridad que exhibe desde su nombramiento quien fuera el Cardenal Jorge Bergoglio, Arzobispo de la capital argentina. El título lo dice todo:

Otro Vaticano: con Francisco, una revolución de austeridad

La nueva ola de sobriedad se puede palpar en las calles; en algunas tiendas eclesiásticas las ventas caen un 15%

papa

Por   | LA NACION

o sólo se multiplicaron los fieles que llegan a Roma para ver y oír al Papa del fin del mundo, que cuando era arzobispo de Buenos Aires viajaba en colectivo y recorría las villas. El «efecto Francisco», que tres días después de haber sido elegido como sucesor de Benedicto XVI, dijo que deseaba una «Iglesia pobre para los pobres», también significó una revolución de austeridad en el Vaticano.

La nueva ola de sobriedad, acorde con el estilo de Francisco , es más que visible en el Vaticano. Si hace un año llamaba la atención ver a cardenales bajarse o subirse de autos de lujo, manejados por chofer, ahora es más difícil ver escenas de ese tipo. Adaptados al estilo esencial de Francisco -que desde el principio rechazó la limusina pontificia y pasó a moverse en un humilde Ford Focus azul que ni siquiera tiene levantavidrios automático-, los altos prelados del Vaticano ahora suelen ser vistos con vehículos menos ostentosos.

Nadie puede olvidar que en julio pasado el Papa, en un encuentro con seminaristas y novicios, exclamó: «¡Me duele ver a curas en autos de lujo!» y elogió a su secretario privado, el maltés Alfred Xuereb, por moverse en bicicleta.

Desde la noche del habemus papam , el 13 de marzo pasado, las cosas cambiaron radicalmente en el Vaticano. El mensaje de despojo, de desapego a lo material, de reforma moral de Francisco, que apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro sin zapatos rojos, sin muceta y sin cruz pectoral dorada, fue captado de inmediato por muchos prelados.

Así, de un día para el otro, pasaron a estar de moda las cruces y los anillos de metal plateado, como las de Francisco. Y pasaron a estar fuera de moda esas cruces, cadenitas y anillos de oro o doradas, peor aún, si están recargadas con piedras preciosas, como también solían verse en los pasillos del Oltretevere.

Algo muy parecido ocurrió con la vestimenta eclesiástica: tras la huella de Francisco, muchos prefieren no llamar la atención con hábitos o paramentos demasiado barrocos, con mucho encaje o colores rimbombantes. Es sabido, en efecto, que aun siendo cardenal, Jorge Bergoglio solía estar de simple clergyman (no le gustaba tener que vestirse con el color púrpura). Es más, también es sabido que cuando fue creado cardenal, en febrero de 2001, prefirió mandar a arreglar el hábito de su predecesor en el arzobispado porteño, Antonio Quarracino, antes de gastar unos 1000 euros para mandarse a hacer uno nuevo.

«Ahora hay un estilo más austero, más económico, menos vistoso, más simple, con más plateado y menos dorado», dijo a LA NACION Gianfranco, empleado de Ghezzi, una de las históricas tiendas de la Via de Cestari, en el centro histórico de Roma, que vende hábitos, paramentos litúrgicos y adornos eclesiásticos. Al confirmar que la » Bergoglio revolution » (como la llaman en Italia) golpeó el comercio de objetos de lujo del Vaticano, Gianfranco calculó que el «efecto Francisco» significó una caída en las ventas del 15 por ciento.

«Espero que sea un efecto inicial y que despacio podamos volver a la normalidad», agregó, al destacar que antes muchos obispos y cardenales imitaban a Benedicto XVI, que solía usar diversos tipos de mitras en las diferentes celebraciones litúrgicas. Si por un lado ahora se venden menos mitras -que pueden costar entre 80 euros, las más simples, hasta 1500, si son bordadas a mano-, por otro, hay un boom de papalinas. Todo el mundo sabe que, dentro de esa cercanía que tiene con la gente, el Papa casi siempre accede al tradicional intercambio de papalina blanca que algunos curas le proponen, una antigua costumbre, antes de la audiencia general de los miércoles.

«No sé si es el efecto Francisco o el efecto de la crisis, pero es verdad, hay menos ventas y se impuso un estilo distinto», admitió a LA NACION Franco Barbiconi, dueño de otro negocio histórico de ropa eclesiástica homónimo, que confesó estar preocupado por las repercusiones que puede tener para su negocio esa «Iglesia pobre para los pobres» que predica el papa argentino, que sigue utilizando sus pantalones negros debajo del hábito blanco.

Pero no es sólo cuestión de ropa. Al margen de haber iniciado un proceso de limpieza y transparencia en las finanzas vaticanas en general y en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), una y otra vez, en homilías y mensajes, el Papa ha dado a entender la importancia de la sobriedad en la vida. No quiere que haya sacerdotes u obispos que vivan de modo principesco, sino que estén cerca de su pueblo y tengan «olor a oveja». En línea con esto y para contrarrestar cierta obsesión por hacer carrera dentro de la institución, hace unas semanas decidió abolir el título honorífico pontificio de «monseñor» para sacerdotes diocesanos menores de 65 años.

«Los sastres eclesiásticos seguramente estarán furiosos», dijo a LA NACION un nuncio que pidió el anonimato. El más barato hábito talar negro, fileteado, puede llegar a costar unos 500 euros.

La revolución de austeridad de Francisco, que en Brasil sorprendió al mundo utilizando un modestísimo Fiat Idea, comenzó no bien asumió como Pontífice. De un plumazo, el «Papa villero» abolió el bono extra que solían recibir los 3000 empleados del Vaticano durante una transición papal. En 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, por las horas extras trabajadas durante el interregno, cada empleado había recibido un cheque de 1000 euros, más otro de 500 por la elección de Benedicto XVI. Con Francisco, esa suma, de alrededor de 6 millones de euros, se destinó a obras de caridad para los más necesitados.

En sintonía con los recortes, pronto llegarán al Vaticano santos y beatos low cost. De hecho, Francisco impuso costos precisos y justos para las causas de canonización de beatos y santos, a través de un «tarifario de referencia» al que deberán atenerse los postuladores, ya en vigor. Se trata de una «novedad inspirada por un sentido de sobriedad y justicia», para que no haya diferencias entre las diferentes causas, explicó el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, al anunciar la semana pasada la novedad.

En este marco, no sorprendió que el Papa les mandara a los primeros cardenales de su pontificado, que creará el 22 de febrero, una carta pidiéndoles que «por favor» evitaran «cualquier festejo no acorde con el espíritu evangélico de austeridad, sobriedad y pobreza».