El fin de una ilusión por Isaac Nahón Serfaty - Runrun
El fin de una ilusión por Isaac Nahón Serfaty

Es difícil hacer un pronóstico, pero más temprano que tarde llegará el día en que la ilusión que anima a muchos venezolanos se desvanecerá como una burbuja de jabón. ¿Cómo será ese aterrizaje en la realidad? ¿Forzoso? ¿Rápido? ¿En cámara lenta? Sin duda será turbulento. Mientras más dure la ilusión, peor será el despertar. Veamos por qué.

Los últimos meses han sido una secuencia de “hechos” (llamémoslos así para entendernos) que semejan un sueño o una pesadilla, dependiendo donde usted se ubique. Pensemos en la cadena del 8 de diciembre, en los “partes médicos” de Villegas, en los silencios, los rumores, y en el final que se fue acelerando, con un cierto vértigo, hasta que llegó la noticia: Chávez había fallecido. De allí en adelante entramos en otra etapa: el duelo, los funerales, la procesión y exequias en el Museo Histórico Militar, ahora el Cuartel de la Colina. Casi milagrosamente, en diez días, se construyó un mausoleo. Los que lo visitan seguramente tendrán la impresión que ese monumento bajó del cielo, como un Nueva Jerusalén que descendió de las alturas. Todo muy onírico, todo muy en la línea de alimentar la ilusión.

Y esto seguirá, muchos seguirán soñando (o angustiados por la pesadilla). Viene la Semana Santa. Habrá mucha playa, seguramente no declararán ley seca (no creo que quieran molestar a los electores). Pero tendremos también nuestra dosis de política religiosa. Es probable que se hagan paralelos entre las pasiones de Cristo y  la del difunto presidente. En la narrativa del evangelio chavista la oposición tendrá el rol de los fariseos, escribas y sacerdotes del Templo.  Ya sabemos que los romanos imperialistas reencarnarán en gringos de la CIA.  Sobrarán los Judas traidores. ¿Habrá resurrección? La habrá en un sentido simbólico, incluso virtual. Las reposiciones de Aló Presidente nos anticipan cómo será la pascua en la nueva teología.

Pero el sueño (o la pesadilla) no se acabará allí. Cuando entremos “oficialmente” en campaña según el calendario acomodaticio del CNE, la máquina de ilusionismo se pondrá en sobremarcha. Los efectismos espectrales se multiplicarán, así como la repartidera que siempre ayuda a nutrir las ilusiones.  Escucharemos de boca del candidato de gobierno y de sus secuaces que primero hubo un 11 de abril,  después un 13 (el día de la “resurrección”), y claro después un 14 de abril. (¿la ascensión?). La trama calzará a la perfección en el guión que refrendaron las autoridades electorales. Todo apunta a un diseño impecable para anunciar la “buena nueva”. Porque todo 13 tiene su 14.

Si eso ocurre, entonces la ilusión será grande. El 15 de abril será feriado, uno más entre tantos.  Muchos seguirán soñando, otros sentirán que han quedado atrapados en la pesadilla.  Sin embargo, no pasará mucho tiempo para que los ilusionados comiencen a sentir lo que uno siente cuando va en caída libre en un sueño, el cosquilleo en el estómago, la inquietud por querer despertarse. Comenzará el desplome de las ilusiones. Los trucos le irán escaseando al mago que dejaron encargado del espectáculo.  Además, le falta la destreza del Mago Mayor. Sus manos son torpes, los conejos se le escapan de la chistera, y le cuesta seguir las indicaciones que le dejaron escritas en un teleprompter.

El antídoto ante tanta ilusión es una buena dosis de realismo. No será fácil abrirle los ojos a millones. Sus ilusiones representan el consuelo y la esperanzas alimentados por el “opio” de un régimen que instrumentaliza sus necesidades. La opción democrática tiene la obligación de poner la verdad sobre la mesa, sin cortapisas y sin adornos. Podríamos decir como Luis Herrera en su momento, que tenemos ante nosotros un país hipotecado. Esa es la herencia de una administración irresponsable, pero no es un fatalismo. El fin de una ilusión será necesario para el nacimiento de una etapa más promisoria para Venezuela. Que así sea.

por Isaac Nahón Serfaty