La silla de los sueños por Miguel Weil Di Miele
La silla de los sueños por Miguel Weil Di Miele

ConsejodeSeguridaddelaONU

 

Reducidos a una silla. Venezuela tiene un puesto en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas. Míster Moncada se explaya: es como un sueño, a pesar del sabotaje, de las adversidades, de los intentos del enemigo de evitarlo, el espíritu del Pajarito Eterno se impuso a la conspiración del imperio que pretendía evitar que Venezuela estuviera sentada en la misma mesa que ellos. Porque viendo a la delegación bolivariana allí, los gringos aterrados no ejercerán más nunca el veto, o algo así. Ante la efervescente algarabía revolucionaria aparece la indignación iracunda de algún opositor, contra la ONU, la Asamblea General, las Organizaciones Internacionales todas y el Tratado que las parió. No es un sueño; es una pesadilla.

Lo sueños y las pesadillas, no son sino simbologías. En los sueños, se reflejan imágenes del pasado que inconscientemente nos muestran nuestra percepción de la realidad. Como en un sueño o en una pesadilla, los de un lado y los del otro, persisten en la perpetuación y proyección en lo internacional de esa simbología nacional que pretende reflejar los traumas de cada quien. Porque la noción del gobierno de nosotros contra ellos la hemos terminado aplicando todos a todo. No estamos ante un sueño, sin embargo. Es una realidad, y en la realidad resulta que la política pasa por los intereses y en el ámbito internacional no es demasiado distinto. Desde que la Ligas de Delos y del Peloponeso se cortaron los cuellos, los intereses de las naciones o las alianzas se han impuesto a lo justo, por práctico. Cuando el interés lo amerita, importan poco o nada esos valores extraordinarios o supremos, pues lo que importa, es el fin último y lo conveniente. Entre el derecho y el poder, entre lo digno y lo impuesto, anda la humanidad desde que es humanidad.

El gobierno, como es habitual, celebró con rimbombante cursilería. Una tontería, pues cuando Gaby arme la pataleta en esa mesa, a grito pelado y en honor a su padre, se encontrará de frente con el veto, si lo estima necesario el Tío Sam. Porque la actitud del más bravo que tanto les gusta, se encuentra siempre con la respuesta del más fuerte. Y en el Consejo de Seguridad los más fuertes te vetan por el pecho. Desde la otra perspectiva de la noticia, la ingenuidad se pregunta: ¿Cómo es posible que acepten a un país que viola derechos humanos? como si China -paraíso de derechos para los trabajadores- Rusia -pregunte usted sobre los homosexuales- o Estados Unidos –Guantánamo- no fuesen miembros permanentes del Consejo. La realidad internacional trasciende a lo que ocurre en esa mesa, y está signada por aquellos que concentran el poder real en el mundo, que no son sólo los gobiernos. Quizás, un llamado para quien aún se niegue a aceptar que, a pesar de las violaciones flagrantes a los derechos humanos, las injusticias, y la destrucción absoluta, el poder en Venezuela lo detenta quien tiene la sartén agarrada por el mango.

Insistir en los amigos y enemigos, es reducir a quien no tiene poder a la opresión. El camino es complicado por supuesto, pero esa actitud difícilmente resulte en otra cosa que no sea la total anulación del más débil. Renegar de los organismos internacionales sólo puede contribuir a dejar a Venezuela aún más desamparada. Porque precisamente allí ocurre lo que en Venezuela no: Lo democrático, que por encima del poder y de la fuerza, importa el reconocimiento de la dignidad del otro, fuerte o débil, del que es mayoría y del que es minoría, a pesar de sus pesares. En pocos sitios tienen tanta voz los disímiles. Desde pocos otros se ha favorecido tanto a nuestros débiles.

Al gobierno le valdría considerar que la realidad no es como los sueños, y la fantasía en la que tiene metida a la política nacional, convirtiendo todo en símbolos de amigos y enemigos, ofusca demasiado. Porque en la realidad impuesta, los monstruos y los horrores te alcanzan y te destruyen, y no hay escapatoria al despertarte, porque ya estás despierto. Mientras tanto, ellos, obsesionados con una silla y todas sus cuatro patas, en Miraflores o en 760 United Nations Plaza, esa misma realidad podría imponérseles, sea como veto gringo o como petróleo a precio de gallina flaca, rompiéndoles la preciada butaca, para terminar de culo y en el suelo, en una perpetua pesadilla.

 

 

 

@weilmiguel